domingo, 14 de octubre de 2018

21 cosas para el siglo XXI

El Homo Sapiens ha evolucionado mucho en los siglos XIX y XX. La evolución ha tenido dos caminos, el de la elección de su sistema político (la forma en la que organiza su convivencia) y las herramientas de las que dispone (como mejora su existencia).

Compro casi al 100% que podíamos haber elegido fascismo y lo descartamos, podríamos elegir comunismo y lo descartamos y finalmente nos quedó la democracia representativa y la elegimos, lo que ha sido un enorme acierto de lo que llamamos civilización occidental, entre otras cosas porque ha permitido una estabilidad para que a los ingenieros, a los políticos e incluso a los filósofos expliquen esta etapa.

No compro que ahora ya no tengamos opciones porque tenemos dos que yo vea. La sensación de pérdida y de incomodidad de la sociedad a la que pertenezco es inherente a la elección que debemos tomar,  no a que no haya ninguna. Para mi las dos opciones son la democracia o el liberalismo.

LIBERALISMO

Imaginemos que podemos obviar a existencia de los estados nación, que hacen las leyes (que organizan su convivencia) y que inventamos otra estancia superior que legisla desde el sentido común (lo más común según las estadísticas, infotecnología) y lo hace en el ámbito de lo discutible (ayuda a los refugiados, eutanasia,... y resto de temas que se podrían considerar de la política o incluso la filosofía) pero también acerca de las herramientas: los desagües de los inodoros deben tener un angulo mínimo de x grados y un ancho mínimo de x centímetros. Esta institución podría ser la UE o la ONU. 

Conseguimos también que los antiguos estados nación vigilen que las resoluciones de ese ente superior se cumplan (ahora hablamos de transponer y de hacer cumplir las leyes).

De esta forma crearíamos una gran estructura pero que sería mucho más pequeña que las actuales, que se repiten en cada estado nación. Esta estructura podrá estar mucho mas cerca del viejo ideal liberal: nadie debería darnos permiso o una licencia para hacer algo, solamente impedir que lo hagamos si atenta contra las peticiones de otros, y el estado nación se convertiría  en una estructura mínima cuyas funciones por definir serían mucho menores que las de ahora.

Evidentemente esté régimen se aprovecharía de las modernas tecnologías, no haría falta votar puesto que la infotecnología, no las casas de encuestas, ya habría previsto el resultado.

DEMOCRACIA

También podemos elegir esto: un hombre un voto. Perseguir el ideal de la igualdad asumiendo que la humanidad entera participará de las decisiones y que estas serán correctas. Este régimen tiene, para mi dos grandes problemas. El ser humano es individual y los intereses de cada individuo son importantes y el ser humano no siempre expresa lo que va a decidir ni siquiera lo que ha decidido. Lo que haría de este régimen un conjunto de votaciones y referendums que no expresarían de verdad las ansias de evolución de la raza sino los particulares de cada individuo o los grupales de la votación, o el establecimiento de grupos de discusión acerca de las cosas que no serían aceptadas por el general de la humanidad.

Por dar un ejemplo de cómo sería este régimen recordemos que en el siglo pasado existían grandes compañías, y siguen existiendo, que fabricaban y fomentaban el uso del tabaco. Por mucho que la humanidad supiera ya que el tabaco mataba, se podrían encontrar innumerables foros en los que este vicio se defendía, incluso familias enteras defendían su uso aún contando con demostraciones definitivas de sus consecuencias. 

¿Podemos votar acerca de respetar las leyes?¿de pagar más o menos impuestos?¿de ignorar o no el cambio climático?

En resumen, esta no es la opción que yo elegiría. No me gustaría darles a mis vecinos la opción de decidir que pueden o de lo debo hacer con mi vida.

PORQUÉ HEMOS LLEGADO A TENER QUE TOMAR UNA DECISIÓN

Como ya he dicho antes el periodo de la democracia representativa ha sido largo y fructífero. Era cómodo elegir a los mejores para que tomaran la mejores decisiones.  Era previsible  que la naturaleza humana, siempre ávida de poder, acabaría generando una élite, no a los mejores , para tomar decisiones y está claro que la naturaleza del ser humano, siempre ávida de dinero se aprovecharía y generaría corrupción.

Este es el punto en el que estamos, hemos agotado el anterior régimen y tenemos que cambiarlo porque no acaba de funcionar.

EL TRABAJO

Hace muchos años yo, como muchos otros, contribuí al “fenómeno editorial” de un libro que se llamaba el desafío mundial. Su tesis era, básicamente, que los robots se iban a apoderar del mercado de trabajo y nos quedaríamos sin él. Esto no pasó ni nos está pasando. Los robots pueden realizar trabajos repetitivos que casi ningún ser humano aceptaría si no fuera la única salida para dar de comer a sus hijos.

Cierto es que en algunos sectores con muchas tareas repetitivas el trabajo ha caído en favor de los robots pero, el incremento de productividades ha traído como consecuencia una transformación del mercado y la creación de nuevos puestos de trabajo.

Un cambio que nos ha traído la crisis es que el trabajo antes era un derecho fundamental y casi tenía que estar garantizado, tanto este como su recompensa. Ahora las cosas han cambiado. Trabajo y recompensa son conceptos diferentes y el trabajo ha pasado de ser un derecho a ser un bien más que debemos compartir.

A quien no comparte esto se le hincha la boca con soluciones fáciles buscando en la democracia respuestas que permitan volver al derecho del trabajo y a la recompensa del mismo, cosas completamente imposibles aunque las votáramos afirmativamente.

INFOTECNOLOGIA

Hace muchos años vi un vídeo de Hewlett Packard, en aquellos momentos era una empresa realmente creativa. Un individuo paseaba por la quinta avenida y se paraba en un escaparate. Alguien descubría que estaba allí, mirando, y descubría que hacía poco había estado buscando una cazadora azul para su mujer. Inmediatamente el escaparate cambiaba y le mostraba la cazadora.


Desgraciadamente estamos muy cerca y muy lejos de esta situación. Los ingenieros tienen prisa para ponerla en marcha pero los políticos y filósofos todavía discuten el derecho que tienen su amante o su mujer de conocer que está allí. También estamos en una encrucijada en esto.

Si hay algo que me gusta es la inmensa capacidad que hemos atesorado para poder convertir esto en una realidad y a la vez, tener la opción de decidir si la queremos o no.

INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Si uno usa un ordenador y pulsa la tecla de negrita y el texto que seleccionamos se pone en negrita, eso no es inteligencia artificial. Se entiende por IA a un ente, programa o máquina, que es capaz de decidir qué hacer en base a datos insuficientes,  de tal forma que según los datos a veces dará una respuesta y a veces otra.

La confianza en que la IA sea algo importante el desarrollo de la humanidad todavía queda lejos hoy y, al menos, necesita otro periodo de estabilidad como el que hemos vivido.

BIOTECNOLOGÍA

Este término a duras penas existe en forma de biomedicina y el cuerpo humano ha resistido bien la investigación separando el conocimiento de cómo curarlo (cada día más avanzado) del como crearlo (en estado embrionario todavía). 

La confianza en que la biotecnología sea algo importante en el desarrollo de la humanidad todavía queda muy lejos.

DEL COCHE

El coche ha sido una de las grandísimas herramientas que han mercado el desarrollo de la humanidad en estos dos siglos. La humanidad ha creado carreteras, una tecnología fiable y, sobre todo, una forma de vivir que gira alrededor del coche.

Hoy en día estamos viviendo el fin de la evolución del coche, no porque se acabe o deje de ser útil, si no porque se está convirtiendo en otra cosa. Su sistema de energía está cambiando y los experimentos que actualmente se están llevan cio a cabo casi eliminan el volante o el conductor, en cualquier caso, lo que cambiará profundamente el escenario en el que nos estamos moviendo.

Sí, la aplicación de la IA tiene culpa de esta evolución, pero también la evolución de los sensores que permiten traducir desde la realidad a la virtualidad para permitir decisiones a la realidad de nuevo. Es tremendamente atractivo diseñar el mundo virtual global interconectándose, porque de esta manera en caso de colisión un coche auto dirigido decide ir a la izquierda para esquivar una rueda y el siguiente decide ir a la derecha.

Le existencia de esta virtualidad (está en fase de decisión todavía) así como sus reglas de comunicación no están definidas y muy lejos todavía. Incluso los semáforos en las ciudades todavía están gestionados por un sistema central, no son autónomos y su interconexión todavía está basada en principios del siglo pasado.

EL SMARTPHONE

Podríamos discutir si Google o internet han sido los últimos cambios más importantes que ha aportado la ciencia, pero lo que marcará la era que está por venir es es SmartPhone.

El teléfono móvil ha supuesto un revolución de las comunicaciones humanas y el SmartPhone una revolución en la localización.

Tenemos todo el conocimiento del mundo en la palma de una mano, estoy seguro que por pobre y atrasado que sea donde etés, tu compañero de autobús sacará de su bolsillo un SmartPhone.

Necesitamos más sensores que averigüen cómo estamos, para comunicarse con nuestro médico de cabecera y para permitir que otros se aprovechen de conocer nuestro estado (reacciones viendo una película, la selección de música que nos apetece cuando estamos tristes, alegres,...).
El SmartPhone necesita muchos más sensores. Estos evolucionarán y su forma para conocer más de nosotros mismos y, una vez resuelto el dilema moral, aprovechar estos datos. La evolución de la infotecnología será entonces imparable. Y no por el escaparate, ya que las formas de comercialización y distribución cambiarán radicalmente.

RESUMEN

El reciente Brexit, Trump o lo que está pasando en lo que fuera mi país, no son más que muestras de que la humanidad está tomando el camino de la democracia que antaño llamábamos populismo. Igual que con el fumar, da lo mismo si le explicas a un pueblo que el gobernante que va a elegir no es el adecuado. En Brasil próximamente alguien recortará, porque lo ha dicho, avances que ha supuesto la democracia parlamentaria, pero se diga lo que se diga, aunque los electores sepan que a la larga será un desastre (fumar mata) lo elegirán.



sábado, 13 de octubre de 2018

Concierto

Ya era domingo y estaba sentado en la catedral con el violín en el regazo. Hacía tiempo que entraba gente vestida con enormes y coloridos vestidos hacia los bancos delanteros. Mucha gente entraba por detrás, los cocineros ya habían limpiado los restos del fuego que seguía vivo por la mañana. La gente se quedaba de pie esperando. El murmullo que generaba llegaba a categoría de ruido.

Los bancos estaban delante y eran de madera. Un sacerdote joven esperaba los visitantes ataviados con grandes pelucas, y los llevaba a una posición determinada de antemano en los bancos. Desde mi asiento podía oler los fuertes perfumes que llevaban y pude ver como entraba el valído de Felpe V que me había contratado. Se sentó en el primer banco cerca de mi y de los otros músicos.

La catedral ya estaba repleta, se notaba por el olor, por el ruido amplificado por la altura de la catedral y me daba la sensación que hacía calor, mucho más que por la mañana. Todos estábamos esperando que algo pasara y pasó.

La puerta lateral del altar se abrió y se hizo el silencio, hasta los niños se callaron. El obispo, o alguien vestido de azul con una gran peluca y el vestido arrastrando por el suelo su gran cola salió por la puerta seguido por dos filas de cinco sacerdotes que lo escoltaban. El obispo se dirigió delante del altar, los sacerdotes cada uno a su asiento en dos filas una a cada lado. El silencio no fue debido a que la puerta se abriera sino a la entrada del personaje. Pude distinguir a lo lejos exclamaciones como calladas del aspecto se la comitiva que entraba hacia el altar, dos escalones por encima del suelo de la catedral.

Acabamos de tocar durante la escena, la música le añadía solemnidad. En latín porque yo no entendí nada de lo que decía, dio la bendición a todos los asistentes y empezó la misma ceremonia que había visto en mi pueblo y me sabía de memoria.

El obispo se sentó en su gran silla mirando al sacerdote que había intentado ayer que tocáramos juntos. Nos hizo una señal con sus brazos y las notas empezaron a surgir incrementado las exclamaciones de la plebe. Cuando se levantó el coro, diez personas con voces sorprendentes, el alto espacio de la catedral pareció ser invadido.

Cuando otra vez en el Kirie el sacerdote levantó sus manos la catedral, altísima, se llenó de música.

Pero fue cuando tocábamos el Sanctus cuando se produjo. Yo mismo, sentado en mi silla no pude por menos que darme cuenta que las notas de los violines, el movimiento de los brazos del sacerdote y las voces del coro que tenía detrás de mi, éramos capaces de crear un sonido que iba más allá de los primeros bancos, subía por encima de la plebe y. subía hacia la cúpula de la catedral, bajando después por los paredes de piedra. Alto y bajo, los agudos de las voces del coro hacían de contrapunto a las notas más altas de los violines. La catedral y la música eran algo mágico en lo que reconfortarse y en el que yo, y me imagino que todos los demás, éramos capaces de identificar que algo no normal estaba sucediendo, era como si Dios hubiera bajado.

Al acabar el Sanctus el obispo pareció quedare en silencio por aplastamiento. Ni los niños ni la gente de la plebe que abarrotaba más de media iglesia fue capaz siquiera de exclamar algo. Y el silencio se hizo tan clamoroso como el Sanctus que acabábamos de tocar.

El cura nos miraba con la mirada fija y con los brazos abajo sin saber que él había sido parte de lo que había escuchado y sentido, sabiendo que todos habían construido las notas que ahora continuaban en silencio.

Aunque el obispo llevaba muchos años repitiendo el rito, también se quedó callado. Seguro que si alguien le hubiese preguntado hubiese pedido a los músicos que continuaran porque hacia evidente que Dios había venido, mucho más acorde con lo que un día le enseñaron y creyó.

Unos segundos eternos después logró sobreponerse y empezó a hablar.
El obispo salió por la misma puerta por la que había entrado, escoltado por su séquito. El sacerdote empezó a saludarnos a todos. La plebe tardó en abandonar la catedral. Juan cogió su violín y salió de la catedral, le esperaban fuera en un carro, antes del atardecer habría llegado a casa.





martes, 9 de octubre de 2018

Democracia, nacionalismo y populismo

La elección de los ingleses de retirarse de un proyecto de Europa, que ha supuesto una evolución grandísima del mundo civilizado. El “make America greater again” de Trump. El derecho de auto determinación de Cataluña. Los tres procesos son nacionalistas y tendrán una duración limitada en el tiempo. Tan largo como lo que tarde en llegar el desencanto que generarán sus líderes. Estos procesos solamente producen y producirán decepción y desencanto, pero sus consecuencias son limitadas.

Esta en marcha otro proceso de mucho más calado que sí puede tener grandes repercusiones y que nos afecta. En la democracia representativa que hemos abrazado desde hace más de 200 años, elegíamos a los mejores, teóricamente, y estos se encargaban de hacer las leyes y tomar las decisiones, al menos las difíciles.

Durante mucho tiempo, algunos políticos han traicionado la confianza que teníamos en ellos con la corrupción generando dudas acerca de cómo lo hacemos. La tecnología permite cada día más la frase: “un hombre un voto”.  Unos políticos se han aprovechado de la situación y explican y descubren soluciones muy fáciles para problemas muy complejos, de tal forma que todos podemos opinar.

Con este nuevo sistema las decisiones ya no se toman con sentido común, sino por ser las más atractivas, independientemente de que se hayan rechazado en el pasado o tengan consecuencias funestas a largo plazo como el fumar, por ejemplo. 


A esto le llamamos populismo. 

viernes, 5 de octubre de 2018

La sonrisa y largo pelo blanco

Ayer no le vi, tal vez fue porque no le gustaban este tipo de reuniones o porque estuviera pintando, esclavo de su musa. Estuve pendiente a la entrada de la iglesia esperando verle aparecer con su largo pelo blanco y su sonrisa como si no fuera de aqui, sino de muy lejos.

Finalmente apareció y me preguntó qué estábamos haciendo, como si no estuviera claro. Su desconocimiento parapetado detrás de la sonrisa, me obligó a pensar despacio cómo explicárselo. 

Mientras preparaba mi respuesta mencionó que ya tenía lo que teníamos pendiente. Se lo había pedido hacía tiempo y me hice a la idea de que lo tendría cuando él acabara, ni un minuto antes. Sabía que él había entendido lo que yo quería y que el resultado sería mejor de que yo había sido capaz de imaginar.

Tan discreto estuvo que nadie se dio cuenta de su presencia. Su sonrisa me animaba a interrumpir impaciente las razones que me estaba dando y explicarle lo que estábamos haciendo allí.

Cuando llegamos a casa, después de la cena, las paredes volvieron a recordarme su sonrisa y su largo pelo blanco y se deshicieron en explicaciones de formas y colores, justificando lo innecesario para mis ojos.


Yo solo pude disfrutar en pequeñas dosis de su sonrisa, su pelo blanco y su calmada conversación, pero siempre estará conmigo.

El mundo es demasiado pequeño


Su madre y su padre se conocieron en un antro de esos que frecuentaban aquellos que despotricaban del mundo tal y como era. En una concesión a la realidad, que ellos nunca hubieran aceptado, nació él. Su infancia fue incalificable, y él todavía no ha descubierto si fue o no feliz, porque sus padres no consiguieron cambiar el mundo, transformando sus seguridades de antaño en recuerdos.


Cuando ya tuvo edad para descubrir que el mundo no era como quería, sorprendió a su abuela guardando el dinero de sus ahorros en el azucarero y ejecutó un plan para robárselos sin que su querido nieto fuera ni siquiera sospechoso. Otro día se hartó de su padre y de su madre y se fue de casa, llevándose el coche de su padre y todo lo de valor que pudo encontrar en su habitación.

Con el paso del tiempo encontró al mismo tiempo a su pareja y a los problemas que genera la convivencia. Le echó la culpa a los mensajes que recordaba de su infancia y estos le llevaron a encontrar problemas que nadie encontraba y a echarle la culpa siempre a otro. Él siempre hacía lo correcto.

Añadió a sus problemas el de soportar a un hijo y se puso pesado, y no lo digo virtualmente, sino porque pesaba ya más de 120 kilogramos.  Siempre estuvo a la espera de que llegara algo o alguien externo que resolviera sus problemas. Pero nunca llegó algo parecido, y sí llegaron los municipales a precintarle el bar que había montado y que iba ser el origen de su fortuna y de otra revolución industrial, para recuperar sus deudas.

Buscó entre amigos o recuerdos algo a lo que agarrarse para impedir su miseria pero nunca lo encontró, básicamente porque nunca buscó dentro de él mismo, aunque solamente fuera para vender su carne en forma de solomillos.

Consideraba una tremenda injusticia que el mundo había confabulado contra él, no trayéndole ese algo o alguien externo que resolviera sus problemas. Su odio murió con el. Nadie pago el ataúd extra-tamaño que necesitó y nadie, ni sus padres, ni su mujer, ni su hijo, fueron al entierro. Murió tan sólo como vivió, a pesar de lo chico que es el mundo, como decían sus padres.


¡Qué injusto es el mundo!

viernes, 21 de septiembre de 2018

Segovia

El caballo resoplaba a cada rato, las ruedas de la carreta hacían un ruido constante cuando pisaban las piedras del camino. Pedro era un hombre de pocas palabras y Juan miraba la subida en silencio. Cuando llegaron, el SL iba asear casi en lo alto. El camino iba recto,  paralelo al río Eresma, rodeado de pinos. Él fresco de la mañana los acompañaba.

Al final de la subida, a sus espaldas los grandes bosques de donde su pueblo sacaba la madera, un gran llano los separaba de Segovia. El sol ya había subido bastane y Pedro seguía sin pronunciar palabra, pero ya se podía ver la torre de la catedral. Era la segunda vez que Juan estaba en Segovia. De repente, al doblar un recodo, en una bajada, aparecieron ante sus ojos el acueducto y la parte antigua de la ciudad a la que llevaba agua. Le produjo la misma impresión que la primera vez: no se podía creer lo que veía.

Segovia era una aglomeración de gente que, aprovechando el clima, se veía por la calle. El último tramo fue muy entretenido, Juan no estaba acostumbrado y miraba a todo con sorpresa. Cuando llegaron a la catedral la sensación seguía siendo  de asombro. El hombre rico ya había pagado a Pedro, por lo que despidió de él y entró en la catedral con su zurrón y su violín.

La altura de la bóveda y el fresco del interior rivalizaban en atraer su atención. Un cura se acercó a la puerta para saludarle, parecía ser el jefe de todos. En la catedral había un montón de músicos sentados con sus instrumentos al lado. Otro sacerdote más joven se empeñaba en explicarles cómo tocar lo mismo a la vez, gesticulando con sus brazos. Pronto le enseñaron donde sentarse y empezó fijarse en él y a escuchar lo que decía. Le acercaron una copia de la partitura de lo que estaban tocando, pronto la identificó, la misma pieza que el cura le había enseñado, él no necesitaba partitura.

Encendieron fuego dentro de la catedral y al cabo de un rato la olla que habían traído y llenado con agua y pedazos de carne empezó a hacer ruido y olor.  Cuando el sol se estaba poniendo y la falta de luz les impidió ver la partitura cenaron. Hacía rato que Juan estaba pensando en la escudilla que había traído en su zurrón. Estaba hambriento y preparado para comer todo lo que pudiera de la olla.

Finalmente llenaron su escudilla, con la mano fue cogiendo pedazos de carne. A la vez que la olla habían traído unas hogazas de pan que le sirvió para limpiarla.

El fuego seguía encendido y combatía el fresco y la oscuridad que se hacía cada vez más profunda. Surgieron conversaciones entre los músicos, la mayor parte de ellos habían venido desde Madrid en un viaje de más de un día. 

La música había generado anécdotas que habían hecho diferente su vida de los demás. Él y otros como él, unos pocos, habían llevado una vida normal pero salpicada de música. Finalmente las conversaciones se hicieron cercanas, más bajas, y empezaron a desfilar hacia el lugar en donde iban a dormir.

La luz del amanecer que entraba por el rosetón le despertó. Los cocineros habían llegado antes, avivado el fuego y puesto a calentar una especie de mejunje liquido en el que iban a untar otras hogazas de pan. Mientras estaba comiendo llegó el cura de ayer.

Al acabar de comer todos los músicos ocuparon sus sillas al lado del altar. El sacerdote movía sus brazos de forma armoniosa para que todos los músicos lo siguieran.

- ¡Mírenme! ¡Mirenme! Al mismo tiempo que yo, yo marco el compás, decía casi gritando.  
Durante toda la mañana el sacerdote gastó sus energías, consiguiendo que todos los músicos le obedecieran.

La misa iba a ser al mediodía. Juan se puso la camisa blanca y limpia.

El rio

El blanco de las flores de los castaños competía con el verde de los pinos y el ruido constante de las abejas con los gritos y las risas de los tres niños que  jugaban a perseguirse al lado del puente de madera. El sol en lo alto anunciaba el verano y el calor que vendría.

Juan estaba apoyado en la barandilla del puente, al lado de su casa, hablando con su madre y su esposa. La nieve que lo cubría todo se había derretido y se había llevado el frio. Ya no era necesario para calentarse quemar las heces de los tres cerdos que tenían y que de vez en cuando también se hacían presentes con sus gruñidos de primavera. Las pequeñas ventanas de la casa se veían abiertas de par en par. Salía por ellas el fuerte olor que había dejado el fuego alimentado con las heces de los cerdos. Pronto, cuando viniera el calor, podrían bajar por el río y bañarse en la poza. 

Ana era el ama de cría del señor que habitaba el palacio y Juan se ganaba la vida fabricando y vendiendo botas o pellejos para vino, aceite u otros líquidos, pero casi todos en el pueblo cortaban madera de los bosques que servía para para hacer barcos. Un señor, que llegaba dos veces al año, se llevaba varias carretas con la madera que habían cortado. Se podían ver enormes montones de troncos apilados al otro lado del río.

A lo lejos, entre los árboles, se podía ver el campanario de la iglesia. El camino hasta llegar a la iglesia era una subida de media hora, Juan había hecho ese trecho caminando o corriendo, con y sin nieve. El cura llegó hace muchos años. Le había enseñado a leer música, a tocar el violín. Un día le regaló el suyo diciéndole que nunca lo había a tocado como él. Todos los domingos iban a la iglesia con sus mejores galas. Juan tenía un lugar reservado al lado del altar desde donde tocaba el violín. Toda la familia escuchaba.

-      No sé si me necesitarán en el palacio el año que viene, decía Ana, los niños ya son grandes.
-      Ya se le ocurrirá otra cosa que hacer, ni a él ni a ella les gustan los niños, dijo su madre.
-      Tampoco descartes que tenga más niños, este invierno ha sido muy frío, intervino Juan.
-      
-      ¿Qué tocarás mañana?
-      El cura me ha enseñado una nueva pieza para el "Sanctus", si quieres saco el violín y te la toco.
-      
-      No podrás entregar los odres nuevos en palacio cuando te vayas a Segovia, tienes que decirme cuales son, yo los llevaré.

Los 6tres cruzaban estos temas apoyados en la barandilla del rio.
A la mañana siguiente, temprano, llegó la carreta tirada por un caballo y conducida por Pedro, un hombre con una cicatriz que le atravesaba la cara marcada también por la viruela y que cojeaba al caminar. El caballo que usaba como arriero para bajar la madera de la montaña le había partido la rodilla y casi lo mata de una coz. Desde que se recuperó se dedicaba a llevar a la gente en trayectos largos con el mismo caballo y su carreta.

-      Hola Juan, vengo a llevarte a Segovia.
-      Hola Pedro, desde el otro lado de la puerta. Cojo mi zurrón, el violín y voy contigo.

Hacía unos días que había pasado un hombre por el pueblo, Dijo que era el valído de Felipe V y debía ser verdad, porque su carroza y los dos caballos que tiraban de ella se veían desde mucha distancia. Por su forma de vestir no hubiera aguantado ni un invierno en el pueblo. Se alojó en el palacio y asistió a misa el domingo. Allá conoció a Juan y le habló de la misa que se iba a celebrar en Segovia con motivo de la llegada el nuevo obispo, él quería que estuviera. Desde luego era rico porque arregló con Pedro el transporte de Juan a Segovia.

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Ana y los niños salieron a la puerta a despedir a su padre.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Ancha es Castilla

A través de las ventanas del tren, Juan podía ver el paisaje en un viaje de apenas 2 horas desde Valladolid a Madrid. Ya lo decía Isabel la Católica: “…ancha es Castilla…”. Cómodamente sentado a casi 200 kilómetros por hora veía los campos amarillos segados hasta el horizonte, con las roderas de las cosechadoras, las balas de paja distribuidas y cuidadosamente apiladas en cuatro, o en estructuras más grandes y, a veces, las balas de paja eran cilindros recubiertos de plástico blanco revelando otro tipo de cosechadora. El calor se veía, al igual que filas de postes eléctricos en fila con siluetas como de luchadores de sumo que surcaban el paisaje sujetando con sus manos los cables, separando los campos. Y también bosques de pinos abigarrados, oscuros, juntos, los pinos que se habían resistido a hacer “más ancha Castilla”. De vez en cuanto campos de girasoles con el sol a sus espaldas, ponían otro amarillo y el verde en el paisaje. Cultivos diferentes, modernos, que el agricultor que los había plantado defendería a capa y espada en lugar del trigo de toda la vida.

Casi todos los pueblos que pasaban delante de sus ojos tenían estructuras como la casa que pintaría un niño, pero alargadas, bajas y descoloridas, con sus ventanas y su depósito de pienso en un extremo para fabricar pollos, una parte importante de la alimentación del mundo. No sabía nada de este negocio, tendría que investigar, pero ahora no estaba de humor para preguntarle a Google. Al reconocer estas estructuras deshabitadas, Juan se acuerda de la película que vio hace poco en el cine fórum de antiguos alumnos del colegio, “Soilent Green”, y de cómo, según la ciencia ficción, el futuro inventaría algo para alimentar la humanidad con la propia humanidad (un alimento fabricado con cadáveres), ¡las vacas locas, vamos! Desde la edad Media los pueblos de Castilla cada día eran más pequeños, pero ahí estaban.

Juan se sorprendió mirando el estuche de arriba, con su violín dentro, y recordaba el día que su madre le llevó al conservatorio en Valladolid. Sintió el orgullo que veía en su cara cuando en todas las reuniones familiares él cogía su violín y empezaba a sacar música.
Su sueldo como músico titular de la orquesta no era muy grande, pero no se quejaba, las cosas estaban muy difíciles y era un afortunado. No cultivaba nada, no trabajaba produciendo nada pero hoy en día se podía vivir de la música. No era como el fútbol, pero pronto podría formar una familia. Una parte de los habitantes del mundo eran como él y no necesitaban hacer nada productivo para ganarse la vida.

En Madrid lo esperaba alguien con un letrero con su nombre. Tras los saludos exentos de simpatía, quien lo llevaba era un profesional, subieron a una furgoneta y el chofer se subió después de cerrar la puerta pata llevarlo al auditorio.