viernes, 7 de diciembre de 2018

Decisión

Sus ojos no eran azules, sino de un color como violeta en lugar del color que guardaba en mi sub consciente: el cielo de por la mañana temprano. Veía su silueta que también recordaba de cuando lucía el sol. El mar acariciaba las rocas, reflejando la luna en el blanco de la espuma. La discoteca de moda ponía la música de fondo y arrojaba luces verdes, violetas y rojas, desde el hueco en la roca en la que estaba. El firmamento era negro, negrísimo, pero lleno de estrellas que temblaban de miedo por estar en donde estaban, supongo. El mar y la noche se juntaban en el horizonte especialmente nítido. No hacía frio, era verano. 

Mirábamos la hermosa noche cuando un cometa recorrió la oscuridad durante unos segundos. La explicación que me pidió no era la que le ofrecí, yo sabía porqué había pasado, y quedaba a años luz de la que ella esperaba, yo era joven. La luna proyectaba una penumbra que me permitía ver su figura y sus ojos de hada.

No os podéis imaginar mis conclusiones de esa noche, pero por la mañana había decidido irme a buscar las estrellas para regalárselas. 

jueves, 6 de diciembre de 2018

L’Antina

Una cadena de rocas corría como a 100 metros paralela a la playa. Un bloque de hormigón con una estructura de metal oxidado encima la interrumpía. Mi padre me hizo olvidar mis miedos para llegar allá con él y con alguno de mis hermanos. Subidos al bloque de hormigón, secándonos, podíamos ver los barcos de pesca sobre la arena caliente y clara, azul y rojo, subidos en maderos. En la arena parecía imposible soportar el calor. En el bloque de hormigón el agua fresca del mar resbalaba sobre la piel. 
Fui después muchas veces a aquel lugar, acompañado y solo. Vi cómo los pescadores subían las pesadas barcas estirándolas con un cable de acero que salía de un edificio en la calle, quitando rápidamente los maderos más cercanos al agua y poniéndolos en la parte de arriba de la playa para que se apoyara el barco. Comí muchas veces guisos de pescadores acompañado y sólo, en una de la terrazas arriba de la playa. 
Nunca supe para que servía la estructura que cada año estaba más rota por el castigo del mar en invierno. Se convirtió en un ritual nadar hasta allá para estrenar el verano. Siempre hacía calor, incluso aquella noche que nos apropiamos de los bongos de aquel bar en medio del barrio marítimo. 


Cuando era más mayor sacábamos pulpos de la barra de rocas, mientras las chicas esperaban en la playa. Todo esto se ha borrado, si no fuera por mis recuerdos.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Pinker

Un amigo mío me regaló un libro con la advertencia de que era optimista porque conoce mi escepticismo acerca de nuestros problemas, es rosado, como su autor, Pinker. Según él, la solución a todos nuestros problemas pasa por dos cosas:

  1. Cambiar nuestro punto de vista (aumentando nuestra realidad temporal), y
  2. Hacerle caso a Donald Trump y pensar que todas las noticias son falsas. (Me parece más fiable la opinión de otro personaje, éste de cine, Carver el poderoso dueño de medios de comunicación del “Mañana nunca muere” de “007”. “Las malas noticias son buenas, las buenas no tanto”).

El nuevo punto de vista está siendo machacado últimamente (la gente que votó Brexit, 30%, o la que votó Trump, 30%, o la que cree especial para resolver nuestros problemas silo dejan sólo, 47%, pero consiste en mirar la humanidad como un todo y a su evolución, tremendamente positiva desde la Ilustración. Desde entonces la humanidad ha aplicado la razón para analizar y no ha parado de resolver los problemas de la gente individual. Como resultado:

  • La esperanza de vida se ha incrementado en todo el mundo (erradicación de la malaria, o la poliomielitis,..). 
  • Los pobres son cada vez menos (hay mucha más riqueza que repartir), 
  • La mortalidad infantil ha disminuido (asepsia,...)
  • Los hambrientos en el mundo también (el mundo produce mucho más alimento que antes). 
  • (*)

Las desigualdades (la gente no odia a los ricos, solo los envidia), no son tan malas y eran necesarias para obtener estos resultados.

(Mientras leo el libro, mi hija está en el hospital. La van a operar en la rodilla de algo que no tenía ni nombre hace 200 años, y que le hubiera impedido hacer un trabajo físico para sobrevivir y la habría condenado a una vida mediocre)

Incluso el medio ambiente tiene solución sin ligarlo a la vuelta atrás del progreso que hemos experimentado para llegar aquí. La razón y la tecnología probablemente vuelvan a acudir en nuestra ayuda. (En Ciudad de México vuelven a haber pájaros o Londres ya no es la ciudad del smog,...) Las irrazonables salidas de tono de Donald Trump son temporales.

Pero,¿que hay de mi pincho de tortilla? O el tiempo que gasto en dejar que las obras de arte me impresionen? Incluso ¿quien le da a los artistas su tiempo? o ¿qué pasa cuando ya. No puedo trabajar? Mi calidad de vida. Pues que las tareas domésticas ya no ocupan el tiempo que antes, que el arte es gracias al tiempo que nos sobra a todos. Que la humanidad ha entendido que el tiempo de disfrutar de la vida es necesario y los que trabajan me cuidan,... Ya lo decía Barack, “...si tuviera que elegir una época en la que nacer sería esta”.

Mi conclusión tal vez podría ser aquella canción: “don’t worry, be happy”. Si somos capaces de mirar nuestra historia y olvidarnos un poco de nuestras opiniones basadas en nuestra percepción, el futuro de la humanidad parece un tren imposible de detener independientemente de quienes lo dirijan, sean estos “progresistas” o no, sea lo que sea que este concepto signifique.

Mi cosecha propia

No me resisto, aunque comparto absolutamente los datos y conclusiones de Pinker, las dos cosas que han marcado nuestra evolución en los últimos 100 años y que contribuyen a explicar el progreso de la humanidad.

La era del automóvil.
Casi todo lo que se puede ver por el mundo está basado en el automóvil. La concentración de población en las ciudades, su estructura.  Una parte muy importante de la evolución de la tecnología. Las carreteras y obras públicas en general, La cercanía entre dos putos, la movilidad, la independencia,...

Y las reglas que se han debido desarrollar, que nos han obligado a trabajar en conjunto y que funcionan, a pesar de lo difícil que es enseñar a millones de seres humanos a conducir y respetar unas reglas.

Esta era ha generado algo negativo, la quema de combustibles fósiles que ahora nos está poniendo en problemas.

Estamos terminando con esta era. Los coches podrán conducir solos, los combustibles fósiles ya no serán una fuente de energía y no todos los desplazamientos se harán en coche.

La era del smartPhone
Estamos iniciando otra era. Las distancias ya no serán físicas y cada día más reducidas. El conocimiento, pero también la experiencia, se transmitirán automáticamente y el tren de Pinker será mucho más eficaz. Todos juntos podremos desarrollar una IA que nos ayude, y la medicina o la biología compartida nos hará más longevos.

Esta era va camino de aprovechar realmente aquello en lo que somos diferentes: la razón.

(*) Acepto las gráficas como ciertas, porque solamente una mente muy retorcida sería capaz de alterarlas tanto. Y el escenario que provoca este cambio de punto de vista es mucho mejor incluso:

  • Disminución de la discriminación (gays niños y... mujeres, más de la mitad de seres humanos).
  • Democracia (no solo la que significa votar)
  • Y los regímenes dictatoriales sin muchos menos.
  • Y homicidios y las guerras y el ¡terrorismo! (Incluso esto parece verdad que ha disminuido, a pesar de las noticias)
  • Incluso la pena de muerte está camino de ser erradicad, incluso en EEUU.
  • Qué decir del conocimiento (cada vez más “global”) y la educación.





martes, 4 de diciembre de 2018

Alboroto

Ayer me levanté de la cama más pronto de lo normal, tenía cosas que hacer. Nunca sabré si en circunstancias normales hubiera oído el alboroto o no. Me acerqué a la ventana para ver lo que estaba sucediendo. 

Entre los árboles y bajo la luz blanca de las farolas del parque, todavía encendidas, tres perros se disputaban algo entre carreras, ladridos y mostrar de dientes. Uno era más pequeño, negro, otro era muy grande, un mastín, y el otro un perro parecido al de mi abuela, creo que un labrador. No fui capaz de entender si se peleaban por la propiedad de aquello, por ser el perro más fuerte, o sólo porque era su naturaleza. La diferencia de tamaños parecía descartar lo de la fuerza. No se veía a sus dueños cerca.

Uno mordía aquel objeto y los otros dos estiraban con furia de él. Pronto entendí que el final de aquel alboroto iba a ser aquello partido en tres pedazos.


Mientras los veía pelearse se me hacía difícil entender que su entusiasmo por aquella cosa que no pude distinguir, fuera compatible con la llovizna que caía aquel día gris, casi de invierno, y la luz que había en el parque.