lunes, 21 de marzo de 2016

La buena formación

Sor Matilde se sube nuevamente al altar y, tomando posesión del micrófono, repite: 
-    Os ruego a todos silencio para que la celebración tenga éxito.
Me muevo inquieto en el banco de madera. Mi banco chirría cuando me muevo. Miro mi reloj impaciente. Veo a Eva de espaldas, en la segunda fila. Lleva un vestido verde.
Una veintena de niñas están bien alineadas con sus vestidos blancos en el altar. Reina un ambiente de respeto y silencio,... aparte de las intervenciones de Sor Matilde. En el altar hay muchas flores, todas blancas. Huele a algo que podría ser incienso, y el silencio casi se oye. La pompa y el boato se pueden tocar.
Los bancos y los sillares laterales estaban asignados a cada persona previamente con su nombre en un papel en el asiento. Se nota que alguien se ha tomado la molestia de analizar en qué posición los padres de cada niña la verán mejor durante el evento.
La responsable de catequesis está situada de pie, al lado del altar, y va marcando con sus brazos los tiempos y lo que tiene que hacer cada niña en cada momento. Las niñas la miran a ella casi todo el tiempo disimuladamente, para no equivocar ni un detalle de lo que han estado ensayando durante meses.
La ceremonia se desarrolla en silencio. Ahora, cada niña se mueve desde su puesto hasta el micrófono para leer algo que lleva escrito en un papel. Intervención salpicada por el ruido del disparador de la cámara de fotos del fotógrafo oficial, único con el permiso de Sor Matilde para hacer fotos. Algunas abuelas y familiares muestran  un sentimiento de orgullo de forma tan incontenible que casi hace necesaria la intervención de Sor Matilde.
El fotógrafo lleva corbata. En general casi todos los hombres la llevan y las mujeres van bien arregladas. ¡Es necesario respetar la etiqueta!
El tiempo pasa más lentamente de lo que pensaba. Puedo distraerme con el escenario; el cuidado de las formas que se ve en todas partes, y me pregunto si es necesario algo más para hacer que cosas como esta tengan éxito. Pero acabo  fijándome en el vestido verde de Eva y en su pelo pelirrojo, y me pregunto qué pasará al final.
El sacerdote se despide, el solemne acto se está terminando. La responsable de catequesis sonríe muy satisfecha porque ninguna niña se ha equivocado.
Otra vez siento la dureza de mi banco. En mi reloj han pasado 53 minutos. Veo que Eva, con su vestido verde y su marido, están saliendo por el pasillo central de la iglesia, nos cruzamos una disimulada mirada. Estoy seguro de que no seré capaz de actuar normalmente si tenemos que hablar pero, gracias a dios, me llevan hasta la responsable de catequesis que sabe en dónde está nuestra hija, y a felicitarla por cómo se ha desarrollado todo.

Sor Matilde, igual que todos los años, sube a apoderase de nuevo del micrófono:

-    Quiero agradecer a todos el silencio y respeto demostrados, sin los cuales esta ceremonia no habría tenido este éxito.