domingo, 31 de julio de 2016

Símbolos

El otro día me encontré por la calle con un viejo amigo mío, yo iba con mi perro atado con una correa con los colores de un símbolo. Mi amigo me conoce desde hace tiempo y pronto me llamó la atención acerca del símbolo de la correa y el collar.

Me vi a mí mismo hace muchos, muchos años, discutiendo con mi madre. La imagen se me apareció tan nítida que llegó a sorprenderme. Yo todavía no era tan alto como ella, y recuerdo que me estaba negando a ponerme una camiseta con un cocodrilo. No sé si me estaba rebelando por no hacer publicidad, o no quería apuntarme al estereotipo que representaba llevar aquel polo.

Los uniformes nos identifican. A un piloto por ejemplo, o a un sacerdote. También ayudan a investir de autoridad a la autoridad. La gente importante, los banqueros y políticos, por ejemplo, llevan su uniforme de traje y corbata.

A veces le damos a los símbolos una importancia enorme. Por ejemplo esos nuevos políticos que han inventado como símbolo un uniforme muy alejado del anterior (mi madre hablaba de americanas de pana). Algunos uniformes, como el de la mujer musulmana tradicional, se convierten en símbolos, que no sabemos muy bien cómo tratar.

Y hay otros símbolos a los que nos adherimos voluntariamente, y cuya adhesión representa una postura personal. Tratados asépticamente son símbolos que representan unos valores sobre los que existe un nivel de aceptación grande (mucha gente debe asumirlos para que sean importantes, igual que la vehemencia con la que se defienden), pero a veces son excluyentes con otros y, por lo tanto, fuentes de polémica.

Hace unos años, por ejemplo, cuando nos alimentábamos de la prensa escrita, un lector podía ser identificado de una cierta manera por llevar El País o el ABC bajo el brazo al salir del kiosko.

Resumiendo, existen los uniformes (símbolos identificativos), y los representativos, verdaderos símbolos. Asumir alguno de estos símbolos no debería representar un problema. Criticar o reírse de un símbolo debería llevar implícita la crítica por una cierta mala educación derivada de no saber que se deben respetar los símbolos, representen lo que sea.

Cuando un símbolo se convierte en una identidad que debe ser defendida o atacada, como la de los nacionalistas catalanes o la de nuestros ex-amigos, y ex-respetados ingleses, se convierte en un símbolo que nunca conseguirá más adeptos. Deja de ser un buen símbolo o de tener futuro, por lo menos.

Creo que un símbolo es algo mucho más importante de lo que nos diferencia a mí y mis amigos del resto del mundo, pero esto solamente es una tontería basada en la incapacidad de abrir los ojos y mirar al mundo que nos rodea, y nunca podrá ser considerado un símbolo.

Creo que es necesario tratar los símbolos con pragmatismo. Me emociono cuando alguien hace algo que mejora nuestro país, por ejemplo, me siento partícipe, de una u otra forma, pero sigo pensando que sería fantástico si mis nietos recordaran nuestro país como un conjunto de símbolos sin que existiera (creo que soy muy diferente de los que votaron el BREXIT, incluso conduzco por el otro lado, aunque hablo catalán).

Como siempre, a estas alturas de la vida, sonrío cuando oigo tratar los símbolos con fanatismo.


(31/07/2016)