sábado, 30 de enero de 2010

Nunca ha de volver a pasar


Y yo me enamoré. No lo sabía pero el diagnóstico de mi enfermedad fue ese. Yo era joven y todavía no había pasado nada que permitiera decir que mi vida había empezado.

Yo era un mero usuario del mundo, el curso del llamado antes pre-univesitario, PREU, se había transformado el año anterior en COU, curso de orientación universitaria. Entonces los políticos imperantes que rodeaban al dictador, a quien empecé a conocer entonces, precisamente cuando finalmente le mató el agotamiento, tenían cargo de consciencia y empezaban a copiar, dándose cuenta de que otros tal vez podían tener algo de razón (el telediario le llamaba la apertura).

Recuperemos el hilo de lo que me pasó a mí, el COU era mixto, por lo que aquel año fue lo más cercano que estaba de alguna mujer antes. No quiere decir que no hubiera visto ninguna antes, tengo madre y dos hermanas y primas…, y también estaban los veranos en la playa, en donde podías ver algo parecido a ti, que te gustaba sin saber porqué, pero,…

No, no se dedicaban a los deportes, no podías saludarlas como saludabas a tus amigos pero,…  el tema es que hablaban, y estudiaban, también reían y contaban cosas y sufrían por aprobar y algunas sacaban buenas notas, todavía mayor atracción. Y se sentaban a tu lado. Y yo creo que muchas de ellas sentían curiosidad por nosotros. A medida que el curso avanzaba, yo creo que esa curiosidad se les transformaba a ellas en diversión, podían hacer cosas para que nosotros las siguiéramos, hiciéramos los planes que a ellas les apetecían, creo que también les divertía ver nuestras miradas y frases tontas, metiendo la pata, anunciando cosas en el área privada/pública de una pandilla.

Aunque no lo he sabido hasta mucho, mucho después, también empezaba a enamorarme perdidamente de Barcelona. Aquellos paseos por el parque de la Ciudadela, adonde iba, algunas veces solo, otras veces bien acompañado de mis amigos, y otras fantásticamente bien acompañado, experimentando esa sensación de soledad en pareja, que te hace el hombre más acompañado del planeta. Un cine de barrio cerca de su casa, con doble sesión, dos películas. El Moll de la Fusta, cuando la ciudad empezaba a sentirse orgullosa de sí misma, acumulando energías para cambiarse, empezaba a dar codazos para poder tener buenas vistas al mar, sin tener que subir a la montaña de Montjuich.

Yo vivía en un barrio del ensanche de Barcelona. Ildefons Cerda había creado el barrio, supongo que los arquitectos estudian ciencia para hacer que las casas sirvan para vivir felices, no solamente  estudian la técnica de cómo hacer casas. Pues bien, el tema es que si trazas una cuadrícula, convenientemente orientada, según la latitud y longitud en la que está la ciudad, entonces el sol contribuirá a esa felicidad. Si encima eres un hombre preocupado por hacer perder poco tiempo en los desplazamientos, y visionario, porque entonces no había apenas coches, entonces crearás el paralelo (El Paral'lel) y el meridiano (La Meridiana), como arterias de comunicación; y, no contento, crearás una más en diagonal (La Diagonal), calle donde vivían mis padres. Bien es verdad que Ildefons había pensado las manzanas solamente como dos bloques de viviendas, y dejado la parte central abierta, espacio para convivir, vivir y compartir el sol. Hoy en día las manzanas están cerradas por los cuatro lados.

Ella me dijo que era un pesado, que yo ya no le interesaba. Creo que mientras a ella le quedaban cinco minutos para empezar a vivir, yo todavía estaba crudo, rojo, rojo, ya habíamos terminado el COU. Muchas veces, algunos de los achaques que me había dejado mi enfermedad, me hacían pasar por delante de su casa. Pasé a pié, en moto, o en seiscientos, que fue mi primer coche, sin avisar, sin decir nada. 

Resulta que, desde donde vivían mis padres era exactamente un recorrido derecha, izquierda, una manzana y a la derecha, otra y a la izquierda,… Era una ceremonia necesaria para curarme. A veces, creo que en fase ya de rehabilitación, alteraba un poco el orden para pasar por la Sagrada Familia, icono de Barcelona para mí, porque siempre estuvo allí.

No, no fue sexual, no fue físico, yo era tímido, no atravesamos ninguna puerta cerrada y, como ya he dicho, todavía no había empezado a vivir. Me ha quedado el placer de hablar, de entender puntos de vista en las antípodas del mío, no de política, entonces no había para nosotros, de entender una forma diametralmente diferente de enfrentar las cosas que las mujeres, queramos o no, es diferente a la de los hombres. Con el paso de los años quedó una amistad, ella era inteligente y yo conformista.  Me invitó a su boda y la vi muy feliz, y hace mucho, mucho tiempo que no la veo. Creo que mi mujer intentó traerla a mi fiesta de 50 cumpleaños, pero no he investigado acerca de si no la localizó o no pudo venir.

Era joven, tenía 16 años y Joan Manuel Serrat ya sabía de cómo el pasado parece triste cuando lo miras porque lo conforman un tiempo, unos personajes y unas experiencias que nunca han de volver a pasar.

Pedro Puig

miércoles, 27 de enero de 2010

Democracia social

Recientemente he tenido conversaciones de “alto nivel”, por correo, con un amigo mío. En opinión de mi amigo, le debemos a la democracia, como sistema político, o lo que él llama democracia social, una parte importante de nuestra evolución como sociedad avanzada, hablamos obviamente del primer mundo, y esta sociedad avanzada tiene su responsabilidad en el desarrollo de la raza humana, de todos aquellos, emergentes y subdesarrollados, que no tienen todavía nuestros avances.

Citando a mí amigo, aunque no la cita completa,

“Pero el nivel quinto (de la pirámide de Maslow) existe en el Primer Mundo. La subsistencia no es un problema. La seguridad personal tampoco lo es. No hay incertidumbre respecto de la atención médica en la enfermedad. El desempleo, aunque cíclicamente preocupante, lo soporta la sociedad. La jubilación es escasa, pero no se pierde la dignidad. La sociedad del bienestar, en suma, que se puede permitir pensar en valores que cada vez son más globales. Es una virtud de la “democracia social” que, figure o no declarada en las constituciones, es un manual de organización que los poderes públicos deben observar. Es así porque la gente tiene las espaldas suficientemente cubiertas.”

Coincido con él completamente pero,…

¿Porqué en países en los que hemos impuesto esa “democracia social” tienen un centenar de muertos todos los días, que nuestra mente no alcanza a entender, como en Irak o Afganistán?

Y qué pasa en China, en donde las autoridades se empeñan en negar esa democracia social mientras su economía se aprovecha de la nuestra y se apropia de nuestras prácticas más feroces.

Y América latina, en donde conviven países de opereta como Cuba, Venezuela y Bolivia, los dos últimos equipados con un sistema democrático, con países con una democracia social desarrollada, pero en el que preocuparse por el quinto nivel de la pirámide de Maslow es inútil mientras no cambie la situación, y vuelvo a citar a mi amigo,

“Pero si el estadio es de pura supervivencia, de inseguridad física, de desprotección frente a la enfermedad, es más que probable que todo lo que no sea resolver esos acuciantes problemas parezca una quimera. ¿De qué le sirve a un jornalero nicaragüense la libertad de expresión, o de asociación, si no sabe qué van a comer sus hijos dentro de una semana? ¿O a las familias de las decenas de asesinados cada mes en Ciudad Juárez? De acuerdo con Maslow, ellos no podrían aspirar a otra cosa que a tener un empleo fijo, decentemente remunerado, o que la policía impida que sus hijos e hijas sean asesinados. ¿Democracia para qué? Ya saben lo que da eso de sí. Corrupción, palabrería, que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres sean tan desgraciados como siempre.”


Sin mencionar algunos países con sistemas autoritarios pero con un sistema político democrático, en Asia o en África. ¡Y qué decir de Haití!, el Haití de antes del terremoto.

Todas estas situaciones conviven en nuestro mundo.

Y yo no estoy de acuerdo en que la ventaja del primer mundo frente al resto, sea tener un sistema político, nada tienen que ver, gracias a dios, los políticos en esto. Por supuesto que hacen su trabajo, igual que los barrenderos, los ingenieros y los comerciantes, a veces mal, a veces un poco mejor y, en algunas ocasiones, a buena altura, como los políticos que acompañaron la transformación de España o los que fraguaron la Unión Europea.

El sistema político democrático, tal como lo conocemos hoy, tiene algo más de doscientos años. En todo este tiempo ha demostrado ser el mejor, el único, pero no se le ha incorporado apenas ninguna mejora desde que nació, o al menos desde la Segunda Gran Guerra.

En mi opinión necesita una mejora urgente que aporte savia nueva, que permita aportar gente a la política con ganas de desarrollar el quinto nivel de la pirámide, gente que pueda romper el horizonte temporal de 8 años que impone el sistema.

Una de las cosas que necesita nuestro planeta, y nuestro primer mundo por interés egoísta, es descubrir qué tenemos, que nos hace diferentes, más allá de un sistema político, para poder exportarlo a todas partes.

Creo que sin esa mejora que pido, nadie va a buscar, ni a ser capaz de encontrar, ni de exportar ese modelo, que mi amigo llama genéricamente Democracia Social.

Pedro Puig