viernes, 1 de octubre de 2010

Consuelo


Escribir acerca del consuelo después de la muerte para los vivos es algo muy difícil. Los hechos accidentales que salpican nuestra vida de cosas con poca o mucha importancia son lo que la configuran, la definen y la hacen, como decía el poeta: “lo importante es el camino,…”.

Cuando los hechos accidentales cambian brutalmente nuestra vida, cuando nos hacen perder, o destruyen algo existente, querido y sin remedio, la sensación es de impotencia, de no encontrar explicaciones a las cosas, mirar al cielo y exclamar: ¿por qué a mi?.

Podemos encontrar consuelo en la Religión, que da alternativas a lo absoluto y definitivo, y que para algunos puede representar una parte de la salida. Pero solamente el tiempo cura parcialmente las faltas, sólo más camino es capaz de rellenar las uniones de los ladrillos que han hecho toda nuestra vida.

Es difícil escribir consuelo y saber que el dolor es inimaginable e imposible de compartir y que no se puede ayudar a llevar.

El resto solamente podemos estar y la sola presencia, más parte del camino, es lo único que de verdad se puede ofrecer.

Desigualdad


En las afueras de San José, Costa Rica, en la urbanización en donde vivo, es curioso observar el flujo de gente por las mañanas, cuando salgo de mi casa para llevar los niños al colegio.

De entrada, gente que acude a sus obligaciones diarias de trabajo: jardineros, servicio doméstico, vigilantes, obreros,... De salida, gente caminando o corriendo a la par que los de entrada, con ropa deportiva, auriculares al oído, gafas de sol, y a veces sujetando de la correa un perro.

Parece que, por simple perversidad, los que corren van en sentido contrario de los otros, aun cuando las carreras deportivas matutinas deberían de tener un inicio y un final en el mismo lugar, y debería de ver tantas gafas y prendas deportivas tanto de entrada como de salida. Pero da la sensación de que unos entran y otros salen corriendo.

Es curioso observar los detalles diferentes entre los dos tipos de gente. La gente que entra, de piel más bien oscura, caminar lento, caras concentradas, alguna sonrisa aislada. Acaso tienen más frío que los que corren, van más abrigados. De piel más clara los que corren. Igualmente concentrados, pero en el sonido de su MP3, conectado a sus auriculares.
En México tienes los grandes coches de cristales tintados, recorriendo como máquinas la ciudad. Sabes que llevan gente dentro porque si pasas por Las Lomas, la ves subiéndose a esos grandes carros. Sabes que no son iguales.

Y en Santo Domingo en donde encuentras un mundo incomprensible y normal de motos-taxi en donde se suben varios, otra vez de una tez más oscura que los que corren.

En Madrid, los menos, viven en sus enormes y exclusivas casas de La Moraleja o La Florida, pero se les distingue más bien poco de los demás en la vida normal.