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miércoles, 27 de enero de 2010

Democracia social

Recientemente he tenido conversaciones de “alto nivel”, por correo, con un amigo mío. En opinión de mi amigo, le debemos a la democracia, como sistema político, o lo que él llama democracia social, una parte importante de nuestra evolución como sociedad avanzada, hablamos obviamente del primer mundo, y esta sociedad avanzada tiene su responsabilidad en el desarrollo de la raza humana, de todos aquellos, emergentes y subdesarrollados, que no tienen todavía nuestros avances.

Citando a mí amigo, aunque no la cita completa,

“Pero el nivel quinto (de la pirámide de Maslow) existe en el Primer Mundo. La subsistencia no es un problema. La seguridad personal tampoco lo es. No hay incertidumbre respecto de la atención médica en la enfermedad. El desempleo, aunque cíclicamente preocupante, lo soporta la sociedad. La jubilación es escasa, pero no se pierde la dignidad. La sociedad del bienestar, en suma, que se puede permitir pensar en valores que cada vez son más globales. Es una virtud de la “democracia social” que, figure o no declarada en las constituciones, es un manual de organización que los poderes públicos deben observar. Es así porque la gente tiene las espaldas suficientemente cubiertas.”

Coincido con él completamente pero,…

¿Porqué en países en los que hemos impuesto esa “democracia social” tienen un centenar de muertos todos los días, que nuestra mente no alcanza a entender, como en Irak o Afganistán?

Y qué pasa en China, en donde las autoridades se empeñan en negar esa democracia social mientras su economía se aprovecha de la nuestra y se apropia de nuestras prácticas más feroces.

Y América latina, en donde conviven países de opereta como Cuba, Venezuela y Bolivia, los dos últimos equipados con un sistema democrático, con países con una democracia social desarrollada, pero en el que preocuparse por el quinto nivel de la pirámide de Maslow es inútil mientras no cambie la situación, y vuelvo a citar a mi amigo,

“Pero si el estadio es de pura supervivencia, de inseguridad física, de desprotección frente a la enfermedad, es más que probable que todo lo que no sea resolver esos acuciantes problemas parezca una quimera. ¿De qué le sirve a un jornalero nicaragüense la libertad de expresión, o de asociación, si no sabe qué van a comer sus hijos dentro de una semana? ¿O a las familias de las decenas de asesinados cada mes en Ciudad Juárez? De acuerdo con Maslow, ellos no podrían aspirar a otra cosa que a tener un empleo fijo, decentemente remunerado, o que la policía impida que sus hijos e hijas sean asesinados. ¿Democracia para qué? Ya saben lo que da eso de sí. Corrupción, palabrería, que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres sean tan desgraciados como siempre.”


Sin mencionar algunos países con sistemas autoritarios pero con un sistema político democrático, en Asia o en África. ¡Y qué decir de Haití!, el Haití de antes del terremoto.

Todas estas situaciones conviven en nuestro mundo.

Y yo no estoy de acuerdo en que la ventaja del primer mundo frente al resto, sea tener un sistema político, nada tienen que ver, gracias a dios, los políticos en esto. Por supuesto que hacen su trabajo, igual que los barrenderos, los ingenieros y los comerciantes, a veces mal, a veces un poco mejor y, en algunas ocasiones, a buena altura, como los políticos que acompañaron la transformación de España o los que fraguaron la Unión Europea.

El sistema político democrático, tal como lo conocemos hoy, tiene algo más de doscientos años. En todo este tiempo ha demostrado ser el mejor, el único, pero no se le ha incorporado apenas ninguna mejora desde que nació, o al menos desde la Segunda Gran Guerra.

En mi opinión necesita una mejora urgente que aporte savia nueva, que permita aportar gente a la política con ganas de desarrollar el quinto nivel de la pirámide, gente que pueda romper el horizonte temporal de 8 años que impone el sistema.

Una de las cosas que necesita nuestro planeta, y nuestro primer mundo por interés egoísta, es descubrir qué tenemos, que nos hace diferentes, más allá de un sistema político, para poder exportarlo a todas partes.

Creo que sin esa mejora que pido, nadie va a buscar, ni a ser capaz de encontrar, ni de exportar ese modelo, que mi amigo llama genéricamente Democracia Social.

Pedro Puig