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lunes, 10 de enero de 2011

Mafalda

Por mucho que uno tenga la actitud, open mind, que dicen los americanos, las cosas en el país de uno se hacen de forma diferente. Cuando no estás en tu país, a veces las notas de forma imperceptible, otras sorprendente, otras las recibes con asombro. Siempre está ese geniecillo al lado de la oreja que te dice: ¡Olé! O que te transmite tu incredulidad aumentando las ganas de volver a casa.  

Y no hablo de lo que se deja atrás, no hablo de la familia, de las costumbres de los paisajes conocidos, de las situaciones aprendidas, de las respuestas mecánicas, de los amigos. Algo tuyo que no puede ser compartido porque solamente guardas la imagen interior de cómo es.

Si las voces que esperas oír no son, si la gente no te lo cuenta cuando no lo entiende, o son diferentes, si la comida no sabe igual, si ni siquiera el clima es igual, entonces la nostalgia empieza a tomar cuerpo, a hacerse grande y a llenar los espacios entre los ladrillos de tu vida con agua que, al congelarse puede llegar a estallar. Es imprescindible cambiar el switch, que decía un amigo mío, usando el término americano, tal vez es solamente algo que impida la congelación.

Las reacciones de la gente, el tráfico, las respuestas, la forma de razonar, que por diferente se vuelve complicada. Eso son cosas que te pasan en la vida normal. Te van afectando momento a momento. Esto es lo que hace difícil vivir, aceptar una realidad que es completamente diferente a la que tenemos implementada en micro código en  nuestra cabeza.

El ser humano es rico. Hay muchas formas diferentes de entender la vida, ninguna mala. “El futuro como remedio” en México DF. “El pura vida” como justificación para cualquier acción o inacción en Costa Rica. El carácter directo de los Panameños, rechazando cualquier corsé que se pueda poner a su acción. Latinoamérica no se puede agotar fácilmente. Estoy seguro que esto pasa en todos lo países del mundo y que solamente es posible enterarse de las diferencias con la convivencia, abriendo bien los ojos, y eliminando los juicios previos.

Los tres estereotipos que menciono darían para escribir montañas de libros, tendrían su explicación, su justificación, y muchas implicaciones en los negocios o en el devenir cotidiano. Y solamente son tres y no he visto nada todavía. Me da miedo describirlos porque solamente está en manos de alguien local para entender su verdadero sentido y que una visión externa solamente podría ser considerada como una crítica.

Ojalá que una varita mágica me permitiera aprovechar todo ese conocimiento o las ventajas que indudablemente reporta la actitud cultural, por llamarle de alguna manera. Ojala que fuera capaz de aprovechar lo bueno, descartar lo menos bueno y aprovechar la riqueza cultural que se puede encontrar cuando uno sale de su país.

Pero claro, esto se cae por su propio peso porque,… a ver quien es el gracioso que define “bueno”, o como decía Mafalda, o Quino, no sé: “Nos enseñan qué es lo bueno y qué es  lo malo, pero nunca nos dicen lo malo que tiene el bien y lo bueno que tiene el mal”.