lunes, 19 de diciembre de 2011

Será que es Navidad


A veces, sumergido entre las miradas de personas anónimas, descubres otras realidades fuera de lugar. En el tren que me lleva a la terminal internacional de la T4 de Barajas va un matrimonio mayor con su hijo. El matrimonio, que nunca antes ha viajado en avión, se empeña en entender la experiencia de pasar la aduana, o de empezar el viaje por tren; esa mirada perdida es de compartir.
Y volver a oír en los cascos “...en teníam prou amb tres frases fetas,...”. Una situación ya pasada, descubierta por Joan Manuel Serrat; y compartir una canción, “Paraules d´amor”, que provoca una sensación parecida a la mirada anterior.
El niño llora con el llanto que dicta su cuerpo, sin justificación, ajeno a los sentimientos, y a los cambios que marcarán toda su vida teniendo en cuenta solamente el frío, el calor, el ruido, la comodidad, el hambre, la necesidad. Y te preguntas qué hace un niño cuando se encuentra con la realidad sin ninguna capacidad de sorpresa, entendiendo, sintiendo o aceptando el rosa, el azul, o simplemente la seguridad del mundo que le rodea: comida, cariño, calor,... El mundo es relativo; sensaciones casi inconscientes. 

Y demos gracias que todo es así o ni siquiera durante un instante podríamos vivir como vacas en un prado con la única necesidad de comer pasto y quizás disfrutando del verde, del sonido del campo, de la paz y el cielo azul. ¡Y qué hacen los héroes modernos!
Al final recuerdas el sonido del carro de bueyes mezclado con las campanas de la iglesia que te despiertan entre cosas familiares. Y cuando estuviste a punto de prometer las estrellas. Y cuando rozaste sus manos, y cuando contribuiste a generar una conversación sin final, una relación que al final es tu vida. Y la música sonando en los cascos actuando de aislante haciéndote escribir. Y la sonrisa de la chica que de repente te cambia de avión y te concede entrar en el paraíso durante unas cuantas horas, camino de casa. 
Las esperanzas se crean, se construyen y forman la realidad. Las desesperanzas no la destruyen, sino que la sustituyen. No vale la pena sospechar y sí vale la pena soñar, que cualquier deseo crea un universo. ¡Ay los sueños!
Y lees en el periódico la experiencia de los que han decidido emigrar porque es lo mejor, pero resulta que lees solamente un deseo, y tú que ya estas, no te reconoces. Muchos años atrás eras pequeño y las cosas tampoco estuvieron bien, eran peores que ahora y mi papá jugaba con folletos de Australia, la tierra prometida; y tus recuerdos se convierten en profecías lejanas.
Y no puedes medir cuánto falta para llegar a casa y descubres la única realidad que se vuelve deseada, por la distancia, por lo complicado y complejo, que se forma con muchos registros derivados de muchas personalidades, caracteres, necesidades o colores: tus hijos. Solamente eso importa: en dónde está tu casa, en donde sabes que puedes refugiarte si las cosas van mal, en Australia, en Costa Rica o en cualquier lugar del mundo. Y volver a vivir gracias a tus hijos. Y seguir viviendo gracias a tu refugio, tu casa, tu hogar, esté en donde esté; ¿comida, cariño, calor?
¡Dios, que pasajera es la felicidad!, difícil de mantener, de sentir. Esquiva y disfrazada de sufrimiento y de momentos encontrados. ¿Dónde está el poeta descubridor de sueños, de realidades alternativas? El arte mezclado con la realidad; el derecho a moldear lo ajeno, solo parecido; solo lo transitorio. 
No te atrevas a protestar y a decir que algo no está bien, y que no compartes. Se trata de tomar lo que pasa por delante, de convertir el mundo en el tuyo. 
¡Que fácil es volcar ideas! ¡Qué difícil es transmitirlas! Tal vez la capacidad de hacerlo hay que tenerla, pero las alforjas están ahí como una batería acumulada de sensaciones, una vida rica, que bien vale un marco para otros que tú no encuentras, pero que para ti justifica tu existencia.
Viva el agradecimiento. Millones de momentos que crean tu vida, que la hacen fácil, que la provocan. 
¿Qué haría yo sin ti? ¿Será que es Navidad?