viernes, 22 de diciembre de 2017

Llueve

El cielo se ha puesto oscuro al entrar en el colegio. No podía olvidarme de lo que Justin me había dicho y la foto horrenda del periódico que me había enseñado, pero tenía que resolver el tema del colegio, daba por hecho que no habría problemas. Empezó a llover mientras esperaba sentado en un banco de madera en el pasillo.

Habíamos elegido la casa en donde íbamos a vivir en función del colegio de los niños, creíamos que después de la “faena” que les estábamos haciendo, al menos teníamos que ahorrarles el tiempo de ir al colegio. Era un gran caserón con un jardín en el medio con una piscina, muy cerca del colegio se podía ir andando, a menos que lloviera. También estaba cerca de casa de mi amigo Justin.


El patio se cubrió de charcos, incapaz de tragar el agua que caía. Enormes gotas por todas partes caían del cielo a gran velocidad, parecía que el diluvio universal había llegado, de repente.


Mientras esperaba tenía serias dudas acerca de nuestra decisión, si se confirmaba que lo de John no había sido un accidente, era necesario cambiar muchas cosas, a los niños de colegio,...


Un ruido desconocido para mi, el agua al caer, ponía sonido de ambiente a la escena del patio mojado.


La puerta del despacho se abrió y pudimos empezar. Era necesario que los niños hicieran un examen al principio, pero solo era para ubicarlos correctamente. Fue la directora quien sacó el tema.


- ¿Sabe el problema que hemos tenido recientemente?
- Me lo han mencionado sí, estoy preocupado por si pudiera afectar a mi familia.
- Estamos todos desolados, pero el equipo del colegio está tranquilo. Creemos que fue un accidente.
 ¿Seguro que tratan bien a los niños?
- Estamos asociados a una cadena de colegios de prestigio, claro que lo que nos ha pasado está dentro de lo posible, pero sus hijos estarán muy bien. John era un niño difícil, no lo vimos venir. Parecía normal y no hacía nada extraño, se llevaba bien con la gente, en general. Parece que a algunos alumnos no les caía bien, incluso a un profesor. Pensamos que no debíamos preocuparnos. No sabe cómo lo hemos lamentado. Queríamos a John como al resto de alumnos de este centro.


Se interesó por si yo tenía coche, si ya me había acostumbrado a la lluvia, y a su país. Parecía que todo estaba en orden pero... ¡aquella foto! Al salir mi cabeza daba vueltas. No me había aclarado nada, tendríamos que tomar una decisión, tal vez Justin nos ayudase.


De la puerta del colegio hasta el coche da miedo enfrentarse a la cortina de agua que está cayendo. Conduzco empapado hasta casa bajo el ruido de la lluvia en el techo. Cerca de casa hay un arroyo que he visto siempre con un palmo de agua.  Ahora el agua, de color marrón, salta por encima del puente cuatro o cinco metros más arriba del cauce.


La enorme casa nueva está vacía, a duras penas la cama y el televisor que he comprado esperando a mi familia; estoy solo. La casa tiene un jardín en el centro, con una piscina con el borde medio metro más arriba. Me duermo con el televisor encendido, y el ruido del agua de fondo que no para.


He cogido la costumbre de salir a correr por las mañanas. Al pasar por delante del jardín veo que el agua llega hasta casi hasta el borde de la piscina. El agua me moja al correr y me golpea con fuerza en los hombros. Me pega al asfalto de la calle. Ahora unos relámpagos cada cierto tiempo iluminan el cielo negro. Una vuelta a la casa será suficiente.


Esta tarde llegan todos, por fin. Y me han llamado de la empresa de transporte, parece que nuestros muebles llegarán mañana. A pesar de la lluvia el avión aterriza. Desde que todos salen por la puerta de salidas del aeropuerto hago de buen maestro de ceremonias, atento a todos. Veo de todo en sus caras: incredulidad, ánimos para una nueva aventura, sorpresa, fastidios, incertidumbre, juventud,... No deja de animarme y asustarme el reto que se avecina. En el breve trecho al parking del aeropuerto el paraguas de alegres colores que llevo se convierte en un palo con un trapo encima, haciendo inservibles mis esfuerzos para que alguien no se moje.

Llegamos al puente y nos encontramos con un palmo de agua por encima. El agua baja con fuerza arrastrando lo que encuentra. Los limpiaparabrisas se mueven con rapidez. Pasamos muy despacio.

- Acostumbraos, que aquí cuando le da por llover, no hace frío pero,..., tratando de hacer de la lluvia otro aliciente.


Dormirían en un hotel hasta que pusiéramos los muebles, y el colegio empezaría el lunes siguiente. Estaba pensado para que todo fuera tan seguido que no le diera tiempo a nadie a pensar en lo que le estaba pasando.


Mi amigo Justin aparece para saludar a mi mujer y conocer a mis hijos.


No os preocupéis que al final de mes dejará de llover, nos dice a todos.


En algún momento hace un aparte conmigo y con mi mujer mientras los niños organizan una exploración de la casa para hacerse la ilusión de que se disputan el botín: qué cuarto sería de cada uno.

- Ya se lo he dicho a tu marido, pero mi mujer y yo estamos preocupados, estamos pensando si sacar a nuestros hijos del colegio, nos dice Justin.

Parecía realmente preocupado. Nos habló de otros padres que pensaban lo mismo que él. Y era un buen amigo, yo lo conocía desde hacía años.


Cuando nos despedimos en la puerta, bajo un pequeño porche, podemos oír el el agua de lluvia golpear el asfalto. Un ruido atronador, ¿es que no va a parar nunca?


- Tranquilos, es la época de lluvias, no es ningún tipo de recibimiento, es normal en esta época, responde Justin, aunque no he hecho la pregunta en voz alta.


El lunes llega enseguida y entre medias los muebles, tenemos trabajo para estar ocupados mientras jugamos divertidos a ver el nivel del agua en el jardín. No ha parado un instante desde que empezó. En el colegio, dentro del pabellón está seco. Han organizado una especie de acto de presentación, todos estamos invitados. Nos saludamos con Justin y su familia, al final ellos también están. Justin más tranquilo, ha hablado con la directora, me dice. Una gran pancarta da la bienvenida al nuevo curso colgada de esquina a esquina. Un profesor desgarbado habla desde el escenario:


- Hoy es un día especial, porque es el primero, y porque vemos muchas caras nuevas para pasárnoslo bien este curso. Como todos los años...


Su discurso fue motivador. La decisión de llevar allí a a los niños parecía acertada.


Cuando terminó el acto la directora reunió a algunos padres en un salón. Allí un profesor nos explicó lo que había pasado con John.


- La policía ha estado por aquí mucho más de lo que nos gustaría, pero su conclusión es que John tuvo un desgraciado accidente. Los que le conocisteis lo tenéis que recordar como lo que era: otro joven dispuesto a comerse el mundo, solo que su camino se cruzó con una ventana en el sitio equivocado. Algunos de los que le conocimos sabíamos que no se llevaba bien con alguien, que desde el principio se odiaron, Algunos, lo confieso, llegamos a pensar cosas que ahora nos parecen horribles. John se cayó por una ventana. Intentaba coger un mango. No había nadie cerca, nadie tuvo nada que ver con esto. La foto, llena de sangre y el cuerpo imposible, es una escena que nunca debería haber llegado a los periódicos.


Nos reunimos con los niños en la puerta antes de salir corriendo hacia el coche bajo la  la lluvia. No hace frío, el cielo es gris oscuro, será cuestión de acostumbrarse, hasta el clima es diferente. 

La calma

Los gritos de aquel niño son imposibles de ignorar. Toda la playa de Punta Leona esta pendiente de su significado y porqué destroza la paz que aportan la blanca arena y el azul del mar. Todos los veraneantes se han incorporado de sus toallas y buscan a aquel niño para averiguar qué pasa.

La arena está caliente, pero a la sombra de la estructura del bar, la suave brisa permite estar sentado con comodidad, una temperatura agradable,... si no fuera por los gritos del niño.

A la sombra de una estructura circular se aloja el bar, la barra en penumbra y varias mesas. De pié inclinados sobre una, un sacerdote y otras dos personas también buscan al niño con la mirada. El sacerdote a pesar de la temperatura, va vestido con su túnica negra hasta los pies, en la cabeza un gorro de tres picos, igualmente negro, el alzacuellos más blanco que la arena. Es evidente que los tres están tratando temas importantes. Los otros dos van vestidos con un saco de cuadros uno, y liso el otro, se diferencian claramente del resto de veraneantes, de los otros usuarios del bar y de los turistas de la playa. Como el resto, también buscan a aquel niño.

La vegetación casi se come el bar y llega hasta el agua, acariciando la arena. Es de un color verde vivo que contrasta con la arena. El acceso hace bajada. Unos zaguates revuelven entre los cubos de basura. Son los únicos habitantes de la playa que no parecen estar buscando al niño, que sigue gritando y llorando como si algo muy grave le hubiera pasado.

Alguien con una camisa de flores  y una chapita en el pecho sirve las bebidas en la mesa del sacerdote y oye sus comentarios. Acompaña la mirada hacia la playa de sus tres clientes y reconoce a los tres: el cura es el de la parroquia del pueblo de al lado; el del saco liso es el alcalde, ha estado muchas veces en la playa con el director del hotel, un profesor frustrado, el tercero de la mesa. Los gritos ahora parecen más fuertes cuando los padres intentan calmar sus gritos, ¿pero que te pasa cielo?

                                                                                                                                       No deberían dejar a los niños solos por la playa, los padres deben estar muy mal educados, oye comentar al cura.
                                                                                                                                       Espera a saber qué le ha pasado, adelanta el director.

- Esto se arregla fácil, ¿porque no ponemos unos carteles de prohibido alzar la voz?, es inadmisible, dice el tercer hombre sin intentar disimular su incomodidad.

El camarero deja las bebidas en vasos de colores vivos adornadas con sombrillas y flores,

-    Tenemos muchos turistas este año. Lástima de estas cosas, no le dejan a uno tomar una copa tranquilo, ni siquiera darse un baño en la playa. ... al camarero le cuesta imaginarse al alcalde en el agua.
-    Pero ¿qué le pasa a este pobre chico?.

Ya está claro que algo grave le pasa, sus gritos son angustiosos. ¿Donde está Johnny?.

El camarero se ha quedado como pegado a la mesa, y sigue oyendo los comentarios, mientras escucha los gritos. Hace tiempo que hablamos de esto. Cada día son más frecuentes estos escándalos. Si se corre la voz que aquí hay tenemos ya no vendrán los turistas y nos quedaremos si trabajo.

Ahora ya no solamente es el llanto del niño el que alborota la playa y el bar. Los padres también lo hacen con sus mensajes de tranquilidad en voz alta.  Alguien llama a Johnny, consiguiendo aumentar el escándalo. Otro “camisa de flores” alza la voz para tranquilizar al chico. Los zaguates ya se han marchado.

Aparece alguien en bañador y con una camisa en la que luce una chapita con su nombre, Johnny, y con aparente autoridad da su diagnóstico.

Los tres personajes lo oyen. No soportan bien ni los gritos, ni cualquier cosa que pueda estropear su maravillosa playa.

-    He leído que un poco de hidróxido de litio las elimina dice el director
-  Ahí tienes, eso le corresponde al alcalde, es fácil y no es caro, debería acabar de una vez con ellas, sentencia el cura.
- No podemos matar a esos bichos, la playa también es suya, y hay efectos secundarios, como sabéis, el alcalde, antiguo profesor de la escuela, parece recordar su vieja afición por la naturaleza.

Los gritos del niño se han transformado en un llanto desconsolado que busca explicación, es más soportable.

-    Nada justifica este escándalo.
-    No podemos decirle a la gente que venga y sacarla del mar acribillada por las medusas.
-    Pero no vendrá nadie si alguien lo publica.
-    Entones, alcalde, ¿que esperas para hacer algo?

El camarero que se siente involucrado piensa en su familia y cree que debe intervenir,

-    O las medusas o nosotros, acaben con ellas, cueste lo que cueste.

El cura lo mira como asombrado, no puede por menos que ignorarlo, como si él fuera el único habitante del planeta tierra o de aquella playa.
El director del hotel sigue convencido de que tienen que acabar con ellas, aunque pasen otras cosas, y mira al camarero entendiendo lo que dice, al fin y al cabo No habrían montado el hotel si no existieran los turistas.
Todos miran al alcalde como esperando que se levante para exterminar a los bichos y este se siente obligado a decir algo.

-    Le pedí a mi gente que vieran si se podía hacer. Parece que el hidróxido de litio las asusta, pero el olor también resulta insoportable para los bañistas. También podríamos pagar a gente para pescarlas, pero necesitaríamos unos cuantos, prosiguió.
-    También podemos conformarnos con que esta sea la mejor playa del mundo si no fuera por los hilos de oro.
-    Pero eso no puede ser, mi hotel desaparecería.
-    Y yo no tendría tantos feligreses los domingos.

El alboroto provocado por el niño se ha transformado en un murmullo en la barra del bar en donde padres y camareros se esfuerzan por compensar al niño de su dolor.

Los zaguates, que no se bañan, la playa y las medusas ya saben que son incompatibles. El camarero vuelve a la mesa para ofrecer más bebidas a sus tres clientes.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Catalánkistan

Ayer, una de la personas que más quiero, que considero muy racional, entre insultos muy graves, sin ninguna provocación, que yo sepa, me aclaró que el culpable de la situación actual era el opresor gobierno de mi país y que el ex-gobierno de la Generalitat y la mesa del Parlament tuvieron que saltarse las leyes empujados por el gobierno opresor.

Sé que una parte de lo que voy a escribir no tiene ningún sentido y es imposible, pero también era imposible la República en la revolución de las sonrisas y, además, está motivado por los insultos recibidos que me han dejado en un estado de devastación absoluto, me retiro.

Siempre he criticado que el Barça no sacara un comunicado diciendo que respetaba todas las sensibilidades políticas, pero que lo suyo era el fútbol. Yo comunico formalmente que lo mío es vivir y que mi relación con la política es votar al menos tres veces cada cuatro años para elegir a mis gobiernos municipal, autonómico y de estado.  Que no estoy dispuesto a participar en ninguna asamblea ni referendum para tomar ninguna decisión, que para eso elijo y pago a mis gobernantes. Que ni siquiera me involucraré, después de esta carta, en dar mi “opinión” sobre ningún tema.

Me imagino que esto es gracias al consejo que me ha dado mi madre, que no me preocupe porque no puedo hacer nada. Si no tuviera hijos que cuidar le habría dicho a mi mujer que nos exiliáramos a otro país.

El responsable de la situación actual solamente tiene un nombre (no es culpable de casi nada, pero es el responsable) y es el presidente del gobierno, D. Mariano Rajoy Brey. Solicito urgentemente su dimisión y que convoque a elecciones a las que no se presente. Si lo hiciera, solicito a sus votantes un castigo ejemplar.

Solicito una amnistía para los Jordis, el ex-gobierno de la Generalitat que está en la cárcel y la que estará en breve, cuando se le pase o le hagan pasar la cobardía; también a la mesa del Parlament. La única condición es el exilio, es decir, si son detenidos en territorio español, se les dará un juicio justo por los delitos que han cometido.

Solicito un referendum en Catalunya que pregunte: ¿Estaría Ud. dispuesto a crear un nuevo país en forma de República, aunque tuviera que abandonar su hogar y su puesto de trabajo? El resultado serviría para saber cuánta superficie necesitaría la nueva República (por cierto, el nombre no podría contener Catalunya ni ninguno de sus derivados, ni catalakistan).

Solicito al gobierno de mi país que dé todo el soporte necesario para constituir esta República hasta que sea capaz de desenvolverse sola. También solicito que vete su ingreso en Europa hasta que no respete la separación de poderes y los principios de solidaridad e igualdad que tienen todos los estados miembros. También solicito que se establezca un férreo control de fronteras, como el que actualmente se tiene con Marruecos.

En función del resultado del referéndum se establecería un área, de límite la actual provincia de Girona, en la cual se crearía la nueva República. Los independentistas que consideran una mierda a mi país podrían entonces cerrar y vender sus casas, en su caso, despedirse de su trabajo, en su caso, cargar sus coches y dirigirse al norte a su Ítaca, su Arcadia o su tierra prometida en donde, como dice la Biblia, “las uvas serán como melones”. Por cierto, para evitar el problema palestino actual, quien organice este movimiento de gente debe tener en cuenta a los nietos de quien se vaya de Girona, antes de que lo consideren su tierra.

Viva la revolución de los lamentos, gritemos bien alto; ¡Que se vayan!


Gracias por explicármelo Xavi.

viernes, 3 de noviembre de 2017

El despertar

Ayer hablé con mi madre y no había recibido ninguna carta del estado español diciéndole que a partir de la pasada semana la República Catalana se hará cargo de su pensión. Tampoco ha recibido ninguna carta de la República catalana diciendo que asume su pago.
Empresas a las que he preguntado tampoco han recibido instrucciones para tributar, ni una carta del gobierno español diciendo que ya no tiene que pagar impuestos ni en qué forma se garantizará que los tributos se paguen a alguien. De hecho la República Catalana gestiona los impuestos especiales, pero no he leído que tenga un departamento/ministerio de Hacienda.
El otro día me fui a Barcelona en AVE. En Sants no había ningún control de pasaportes como pasa cuando sales de la UE.
Pagué un café en euros, no conozco la moneda catalana si la hay ni sé que exista el banco central de la República Catalana. Una de las cosas que cualquier autoridad debe hacer es garantizar el metálico que haya en el país, lo que se conoce como “corralito”, pero no hay instrucciones en ningún sentido.
Seguro que se me olvidan muchas cosas, pero la conclusión es que no existe la República Catalana y que Cataluña sigue siendo España. Parafraseando al número dos de Junqueras: “...cualquiera que tenga dos dedos de frente sabe que no estamos preparados...”. 
Y eso si a España le ha dado un ataque de locura (referendum que pacta y pierde) y se ha olvidado a muchos millones de los habitantes de Cataluña y acepta negociar económicamente activos y pasivos que traspasa, a perder el 20% de su PIB, a perder una parte de su territorio y a perder 7,5 millones de habitantes. Recomienda a la ONU que reconozca la República Catalana, convenciendo a Francia y a todos su socios de la UE que inicien los trámites para que la República Catalana ingrese.
La situación real es que el gobierno español, después de contrastar que los responsables de la autonomía incumplían las leyes y el deterioro de la situación económica (hoy son casi 2.000 empresas las que se han ido de la autonomía), aplica un artículo de la Constitución española (ley vigente en toda España) disuelve el parlamento y convoca elecciones.
...
Una parte del ex gobierno de la Generalitat está en la cárcel. La mesa del parlamento está imputada. El ex presidente está fuera de España. Esto es irrelevante, la justicia es independiente, no corrupta  y, además, sobre protege los derechos de los acusados. Por otra parte estas personas ya conocían las consecuencias que tenía saltarse la ley antes de saltársela. La justicia (jueces y abogados) resolverán lo que sea. Los Jordis y el ex-gobierno son personas normales solamente, no representan nada.
Personalmente, estoy convencido que los dirigentes de ANC y OMNIUM han sido culpables de destrozar la sociedad catalana. Estoy convencido de que la mesa es culpable porque los letrados de la cámara les avisaron. Estoy convencido que el comportamiento del ex gobierno los días 6-9 y 7-9 fue ilegal, que su actuación el 1-O también lo fue, y que esto, además, nos ha costado dinero. Pero mi opinión carece de importancia.





jueves, 2 de noviembre de 2017

A mi hermana

Tenemos que hacer de Cataluña un gran país. Seguro que éste siempre ha sido el objetivo de todos los catalanes. Los que tienen 8 apellidos catalanes, los emigrantes, los independentistas, los que no lo son...TODOS.
Creo que ya ha quedado claro que era imposible hacerlo poniendo el marcador a cero e intentando construir una ilusión: La República (La ONU, la UE, el resto de españoles, los otros catalanes y, finalmente, el mercado lo hacían, lo hacen y lo harán).
Y eso a pesar de lo bien que han hecho las cosas los independentistas, tanto la parte de la calle, que era suya, como sus políticos. Nos tienen que enseñar a todos cómo se crea una ilusión como esta, incluso aunque fuera imposible.
Es curioso pero los primeros gritos en el Parlament eran de “¡¡Llibertad!!”, algo que hace muchos años que nos hemos ganado. El objetivo político era lograr un mejor auto-gobierno y hemos conseguido quedarnos sin estatut siquiera.
Creo que la culpa de esto la tienen los dirigentes, no la gente catalana de la calle que conozco y sigo queriendo, y que los seguía. Si algo me resulta difícil de perdonar, y por eso le echo a culpa a los dirigentes, es el odio que han sembrado entre nosotros.
Hay muchas cosas que nos hacen pensar a menudo a algunos a emigrar (no lo harían si vieran como está por ahí fuera), o a emocionarnos con construir un nuevo país en donde esto no pase.
En España y en Cataluña tenemos un gran problema de corrupción CIU, PP y PSOE compiten en escándalos, tanto que todos creemos que todo está corrupto. Los jueces, y nosotros votando, los echaremos y conseguiremos que se aprueben leyes para disminuir o eliminar la corrupción (estoy convencido que hay una relación directamente proporcional entre la corrupción el tiempo que alguien gobierna).
Creo que para las inversiones públicas (infraestructuras), qué se hace primero, ahora que estamos saliendo de la crisis, deberíamos establecer un criterio transparente para decidir entre todos qué se hace primero (para que todos nos sintamos, además de serlo, iguales).
Hay otras cosas como la Monarquía que no son importantes en este momento y que creo que no nos afectan demasiado. La Monarquía se defenderá sola, no me preocupa.
Hay otras cosas con las que tenemos que ir con mucho cuidado, aunque sean tonterías, porque afectan a identidades que deberíamos respetar. La Fiesta Nacional o nuestro Ejercito son cosas que deben volver a ser de todos y no todas las cosas son compatibles con todas las identidades que formamos España. Deberíamos de dejar de pitar a Piqué y bajo ningún concepto pitar símbolos aunque no sean los nuestros. Todos deberíamos entendernos, como casi siempre hemos hecho, detrás de diferentes símbolos. Algún político de los que tenemos ahora, malo, se refiere a esto cuando dice que somos españoles pero diferentes. Los diferentes idiomas que hablamos deben ser tenidos en cuenta como se hace en Cataluña. Nada ha tenido nada que ver la lengua en este último problema, gracias a dios, aunque han intentado involucrarlo.
A mi también me da miedo lo que puede hacer el estado porque no puede permitir que esto se repita y me da miedo lo que puede hacer. Qué va a pasar con la educación
¿Que le tenía que decir a mi hermana? Era inútil, tenía su opinión y ya está. 
Esto es lo que le digo ahora, ojalá lo lea.

martes, 17 de octubre de 2017

Ya lo tengo claro

Estábamos equivocados. Nunca fue un problema de diferentes opiniones, ni de identidad. No teníamos que haber discutido. Unos delincuentes se han aprovechado de la situación, pensando lo que podrían sacar, siendo unos auténticos irresponsables, porque se tenían que imaginar lo que provocarían. Ahora ya lo tengo claro.

Cualquiera, por emocionado o ilusionado que esté, por mucho que le hayan comido el coco, tiene que darse cuenta que estaba muy mal informado: la independencia es imposible. Ya sea por los países de todo el mundo, por los habitantes del resto de España, o por más de la mitad de los catalanes. La independencia nunca será posible (ni ahora).

Cualquiera, a poco inteligente que sea, se puede dar cuenta que la letra pequeña de la independencia es muy cara. Que no hay ninguna independencia como si aquí no pasara nada. Que le añadiríamos otra frontera al mundo. Que ya llevamos 600 empresas que han trasladado su domicilio social, que la economía catalana y la española se resentirán de este proceso y, sobre todo, que muchos catalanes se han llevado su dinero fuera, que si alguien quiere vender su piso ya puede pensar en un 25% menos,... es la economía imbécil no la república catalana.

A los inocentes que dicen que el 1-O se demostró necesaria por el error del gobierno español, que piensen si el 30-S era muy diferente (y también por la exageración inevitable que sufrimos todos de aquella decisión, evidentemente interesada para disimular el ridículo). 

La independencia tampoco tiene porqué resolver los problemas reales que teníamos.

¿Cuales son esos problemas? ¡Falta de cariño! Imposible verbalizarlo. Yo, por lo menos, no lo he sentido. 
Españolizar a los niños catalanes fue una expresión muy desafortunada. Lo que está claro es que los niños catalanes han sido muy “catalanizados”, y esto hay que resolverlo. 
Que los toros no puedan ser fiesta nacional en Cataluña, pues claro, habrá que estudiar leyes que impidan a un fanático de donde sea aprobar leyes que nos afecten a todos. 
Las inversiones en Cataluña en infraestructuras, en aeropuertos, en cercanía, carreteras,... deben ser transparentes y alguien o algo debe vigilar que así sea.
Desde luego este episodio nos ha dejado muy dañados, las fuerzas del orden catalanas, de existir deberán de hacer respetar el orden, no ser una policía política.
La separación de poderes,...

Creo que todo esto, resuelto de forma racional, implica que los responsables de haber llegado a esta situación deben marcharse. Es necesario buscar un punto de partida para hablar, pero en donde la independencia no exista. 


Paremos esto, solamente puede desembocar en un sitio y la independencia unca fue posible.

Orden


Varios elefantes marchaban en fila entre las altas hierbas.
Cuando era pequeño me gustaba ir a la esquina de General Mola con O’Donnell, para ver al guardia urbano que trabajaba en ese cruce. Estaba subido en una especie de pollete redondo de cemento pintado de rojo y blanco, con una barandilla metálica blanca. El guardia urbano siempre mantenía el codo de su brazo derecho en un ángulo de 90 grados, mientras su otro brazo parecía empujar a los coches, ora mirando a General Mola ora a O’Donnell, con su uniforme azul marino, sus grandes guantes acharolados en blanco y su sombrero como un salakof. Los coches esquivaban su mollete y circulaban fluidamente.
Sabía que era un sueño porque los elefantes no volaban, pero casi oía la música: con el un, ... dos ..., tres cuatro, con el un ..., dos,... y él solo había visto a un elefante triste en la casa de fieras del Retiro el otro día con María y la niñas. Tendría que hacerle caso a su mujer con las cenas porque cada vez que comía más de la cuenta tenía aquel tipo de sueños.
Se levantó mientras María seguía dormida y preparó su jornada de trabajo. Se afeitó en el baño. Se puso su uniforme gris oscuro, sus charreteras blancas acharoladas su banda blanca cruzada sobre el pecho y, finalmente sus grandes guantes. Cuando cerró la puerta de su casa, María y las niñas seguían dormidas antes de que sonara el despertador para ir al colegio. En el autobús miraba con una cierta complicidad a la gente, vestido con su uniforme y los guantes. Se bajó en la parada del autobús 21 muy cerca de su púlpito, y cuando se subió él, los coches empezaron a obedecerle, ahora los de la izquierda ahora los de la derecha,... 
Una fila de soldados con sus uniformes de camuflaje obedecían al que gritaba: "...rodillas arriba, fusil en alto, no perdáis el orden,...."
Esta vez también se dio cuenta que era un sueño. Cuando se levantó de la cama siguió su rutina diaria. Al llegar al púlpito primero empezaba a dar paso por la izquierda, luego por la derecha, se acordaba perfectamente como había terminado el día anterior. Los coches bien ordenados haciendo caso de sus precisas ordenes, derecha, izquierda, como cada día.
Esta semana había sido particularmente buena y esperaba que su jefe lo mencionara en la reunión de los viernes por la tarde, el cruce había sido ejemplar. Y le gustaría saber más de ese invento, los semáforos, que parecía que iban a instalar por toda la ciudad.
Apoyado en la verja del Retiro, fría, veía al guardia urbano y me maravillaba cómo organizaba el tráfico. Coches elegantes azúl oscuro o utilitarios, la mayor parte seat seiscientos de todos los colores: azules, blancos, rojos, ochocientoscincuenta, marrones y blancos, estaba seguro que necesitábamos a ese hombre para organizar el tráfico.
Entre una posición y otra, con su codo siempre a 90 grados, se bajó de su púlpito blanco y gris, y se puso a hablar con el conductor del Seat seiscientos oscuro que venía por General Mola, quería saber si se lo había trabajado lo suficiente para dejarlo pasar, luego con el simca mil clarito, luego otro seiscientos, esté gris claro. A todos les preguntaba si habían hecho su trabajo y si le habían dedicado suficiente tiempo, a los que habían trabajado los dejaba pasar. Hacía lo mismo con todos los coches que querían pasar. El escenario le resultaba tan conocido, el púlpito, la esquina del retiro,... que no era capaz si saber si eso era lo que quería, si era real o si era un sueño.

lunes, 16 de octubre de 2017

La abuela

El domingo por la mañana, Ana saltó literalmente de la cama para ver qué tiempo hacía. Un cielo azul espectacular respondió a sus oraciones. Despertó a sus padres saltando encima de su cama. Estos la miraron con ojos de no entender lo que estaba diciendo.

-    ¿Puedo? ¿Puedo ir a comer a casa de la abuela Anita?Puedo ¿verdad?, hace sol.

A sus 14 años ya era capaz de interpretar las señales del metro o de las paradas de autobús, además, el smart phone que le habían comprado era perfecto para el caso de que se perdiera, siempre podía llamarles y preguntar, o buscar la información que necesitaba, era lógico rentabilizar la cantidad de horas que se pasaba mirando embobaba aquel aparato. Vivían en un barrio alejado del centro, pero la ciudad era bien moderna y el transporte público era de “primer mundo”, rápido, limpio, seguro, y llegaba a todas partes.

Ana disfrutaba estando con la abuela. Le contaba mil cosas, tenía el pelo blanco; tocaba el piano; de joven había tenido un vida loca que solo le contaba a ella. Siempre cientos de anécdotas, cómo era su ciudad cuando era joven; personas que había conocido y que ella había descubierto en los libros de clase. Sabía que la llevaría a comer fuera de casa y luego a aquella pastelería donde ponían aquel dulce tan bueno; por la tarde le tocaría en el piano no importaba lo que le pidiera: moderno, antiguo o clásico.

Ana era un fan de la abuela. La abuela Ana le describía un mundo fantástico en donde ella esperaba hacer grandes cosas.

Aunque a su padre le incomodaban la cosas que no eran estrictamente necesarias, su madre puso una cara entre ilusionada y encantada viendo la mujer en la que se estaba convirtiendo su hija. Ella siempre defendía a su madre. Su padre mantenía las distancias. No podía entender lo que Ana sacaba de ver a su abuela, pero era capaz de complacer a su mujer. Si embargo tenía un papel que hacer, se resistiría..

-    Quítate de encima y vemos si hace sol de verdad. A tu abuela le gustará que vayas a comer, la pobre no tiene nada que hacer, ¡que vida tan aburrida! ¿Seguro que quieres irte tan lejos?¿Todo el día? ¿Qué tiempo hace?¿Sabes cómo llegar no? Estarás un buen rato de viaje, ¿seguro que sabes como se va? ¡Ya puedes ir con cuidado!

Antes de llegar al metro pasó por la tienda de “chuches”. Siempre estaba muy animada, aunque fuera domingo, en el banco de madera de delante siempre había gente sentada. En la puerta  un corro de gente con “chuches” hablaban de cosas divertidas y variadas, del futuro o de lo que le pasó a tal, algo sorprendente, que les llenaba a todos de admiración. O los descubrimientos del transporte público y hasta dónde los podía llevar. Andrés era uno de los que bebía cerveza en el banco. Algo tenía que le invitaba a hablar con él. Se parecía a alguien que la abuela conoció de joven. La gente del banco eran mayores.

-    ¿Que tal?
-    Aquí, disfrutando del sol, dijo Juan.
-    ¿A donde vas tan guapa?. Andrés apoyó la pregunta con su mirada.
-    Voy a ver a mi abuela.
-    ¿Si? ¿No le llevarás una jarrita de miel?¿no?
-    ¡Nooo!, te gustaría mi abuela, ¡toca el piano!
-    ¿De verdad?¿Y qué toca?
-    Oh lo que le pidas, es mayor pero se sabe cualquier cosa que tu quieras.

Se sentó un momento en el banco entre Juan y Andrés, a ella le dejaban sentarse aunque no fuera mayor.

-    ¿Y donde vive?
-    Bueno,  tengo que coger dos metros, primero la línea 10 luego la 5 y bajarme en la cuarta.
-    ¡Bien lejos! dijo Juan
-    ¿Y porque no vas en bús?, dijo Andrés, el 54 te deja ahí mismo. Con el día que hace es un mal rollo enterrarse bajo tierra. Hoy domingo no habrá tráfico y no tardarás mucho más.
-  ¡que va!, es el 64, el 54 te lleva haca Chamberí.

Si Andrés tenía razón con el 54, de verdad que le apetecía mucho más el autobús, aunque tardará más.

-    ¿El 54?¿De verdad que lleva allí?
-    Juan también afirmó lo del 54.
-    Sí, seguro.
- Jorge negaba con la cabeza.

Ana comprobó en su teléfono que el 54 pasaba cerca de casa de la abuela.

-    Tenéis razón, mirad, le aviso al conductor y me bajaré aquí, enseñando el mapa en su teléfono.

Se pusieron de pie.

-    Te acompaño.
-    No hace falta que me acompañes, se esforzó en decir.
-    Es aquí mismo.

El autobús 54 llegó al cabo de un rato, ella se despidió y subió.

-    Cuéntame cómo te va con tu abuela.
-    Mañana te cuento, gracias, adiós.

Al perder de vista el autobús, Andrés echó correr hasta la parada del metro.


Al cabo de un buen rato, en el banco, Juan se preguntó dónde estaba Andrés, la parada estaba al lado y no debería tardar más de diez minutos en volver. Tal vez había conseguido ligar, ¡que perro!