domingo, 30 de agosto de 2015

Verano

El verano es un tiempo curioso en el que ves a ver cosas  que, habitualmente, tu cerebro desperdicia y no ve.

Por ejemplo, una mañana el café te pilla leyendo un periódico debajo de los castaños, y te sorprendes de lo finas que son las hojas del papel del periódico, y descubres una pequeña esquela abajo y a la izquierda, pero que solamente manifiesta un recuerdo de o para alguien que murió hace diez años, ... el amor eterno existe.

Descubres la figura del fornido leñador, y te das cuenta de que "fornido leñador" es verdadero, alguien que ha llegado a serlo por la práctica. Sí, existen, y no practicando en un gimnasio.

También se ve el aire que te permite soportar el calor con elegancia, llevarle la contraria a los anuncios y descubrir que la humanidad es bastante fea, y que el cachorro humano hace mucho ruido, incluso cuando llora.

Un viaje en coche recoge en el llano largas filas de luchadores de sumo aguantando con sus manos los cables de alta tensión. Y en la montaña colinas pintadas de rosa por el brezo, salpicadas por el amarillo de la genista, el verde de los pinos, y el marrón de la arcilla.

Este año me he subido a un barco para hacer un viaje de 8 horas. Aquel trauma infantil, recuerdos del horrible olor y la imparable vibración, haciendo la misma travesía, han desaparecido gracias, supongo, a esa evolución de la tecnología que vivimos sin darnos cuenta: apenas vibración, apenas olor, aunque la tecnología nos haga olvidar el espesor de la página de un diario.

El verano se me antoja como una noche de borrachera en donde todos los problemas se esconden y parecen desaparecer. Aunque con la edad aprendes a castigarte y a no emborracharte de olvido.

El paso del tiempo siempre parece resolver los problemas, salvo cuando las vacaciones se acaban.