jueves, 10 de enero de 2019

Ruido

El tráfico es un sonido de fondo, grande y constante. Un perro ladra a lo lejos. En el parque alguien corre, se oye el final de su carrera. Un pájaro madrugador no para de cantar a lo lejos. Una ambulancia suena un buen rato. La puerta de un coche se cierra en mi calle. Un coche pasa cerca de casa con el motor tan lento que le pican las bielas. Una moto civilizada va detrás; otra suena en su carrera a no sé donde. Los loros se empiezan a despertar. Los operarios del camión en la esquina lo descargan. Un coche impaciente hace sonar el claxon. Llueve y las gotas hacen ruido al caer.

Al abrir los ojos veo los arboles verdes, la pinaza marrón, la valla pintarrajeada que nos separa de la M-30, la calle debajo del balcón y la penumbra en la que se ve como llueve, las farolas encendidas del parque y la niebla que intenta esconderlo todo. Varios paseantes llevan a sus perros sin hacer ruido.

Luces

Es de noche y el edificio a o lejos se ha convertido en multitud de peceras, algunas iluminadas y otras no, ¿estará alguien trabajando? Un anuncio concentra mis miradas. Si levanto la vista y miro a través de los árboles del parque, puedo ver muchos más anuncios. Hay algunos cuyas letras no significan nada para mi. Todos tienen en común sus diferentes colores vivos. Otro anuncio, este iluminado por seis focos, adorna o tapa la pared de un edificio entero y me hace pensar que debo cambiar de teléfono movil.

Las farolas del parque han relevado a la luna de iluminar la noche, no la veo en ningún lugar. Estará menguante o tapada por los árboles, o simplemente se haya retirado para dejarme ver los anuncios. Los ladridos de los perros y las voces de sus amos alteran la calma que el aire frío trae al parque, completan el sonido de los coches de fondo y animan el banco en donde estoy sentado.

Pesadilla


Necesito ayuda. Últimamente me despierto violentamente. Una imagen, probablemente de mis recuerdos, probablemente real, me sobresalta. Tal vez alguien pueda identificar algún detalle y me ayude a averiguar cuándo y dónde me pasó. 

Yo llevo guantes y las manos en los bolsillos de una trenca. Es una trenca porque recuerdo los botones en forma de colmillo. Noto la suavidad de la capucha a los lados de mi cara. Me inclino hacia adelante para contrarrestar la fuerza del viento que suena muy alto a dos voces, una fuerte y grave que lo llena todo y otra aguda como un silbido, que añade un tono de urgencia a mis oídos. Estoy en la calle y no estoy solo porque me veo gritar:

¡Vámonos!, que se pierde en el rugido del viento.

Las casas son de madera, pintadas de blanco a la izquierda, y de ocre a la derecha. Aunque levanto mi vista no veo lo que pone en un cuadro azul pegado en la pared de la casa, lo que me podría dar una pista de dónde estoy. Entre las dos casas, detrás de ellas, se ve el mar sobre un malecón con una barandilla metálica y unos bancos alargados. Debo estar en una bahía protegida porque no hay rompiente. Mira que hay tonos de grises pero el mar es gris acero con verde y marrón. Está muy rizado por el viento, pero el blanco de las crestas es del mismo color. A lo lejos y entre la lluvia que hace las veces de niebla, se distingue la costa con casas entre pinos, amontonadas en la ladera de las montañas y algunos barcos blancos que se mueven inquietos. El cielo gris claro ilumina el mar, a las casas, a las montañas, al viento o la lluvia.

Llueve de lado y hace mucho frío. Lo noto en mis pies y en el pequeño trozo de la cara que tengo al aire, encima de la bufanda y debajo de la capucha. Las gotas me golpean allí con fuerza cada vez que el aire grita más fuerte. Parece que me cortan, no sé si por la fuerza o porque se han congelado antes. Me noto empapado, el agua me cae desde las cejas. Mis calcetines también están mojados.

Un gran estrépito y la luz blanca me asusta y todo se acaba.

Susana

Tenía una amiga, Susana, que contaba historias inventadas a partir de un nombre, Ana...

Ana atravesó la puerta construida en el seto, descubrió el camino secreto, un atajo en el campo de rosas rojas. Atravesó el campo de rosas con sus espinas y se acercó a una fuente de piedra con el agua oscura, como si fuera un espejo.

Mirando la fuente pudo verse entrando por la puerta a través del seto en el jardín, flotar en la pradera de rojas rosas con sus espinas y acercarse a la fuente de aguas oscuras.

Un trueno sonó desde detrás de las nubes y en la fuente nacieron pequeñas ondas redondas que no le dejaron a Ana ver una imagen en el agua como en un espejo. Al levantar la mirada descubrió otro seto y una puerta tras la cual seguro que se escondía su felicidad.