viernes, 10 de marzo de 2017

El adulador (sigue leyendo IV)

Una tormenta de imágenes y recuerdos flotan en mi cabeza confundiendo gentes, nombres y fechas, alimentados por la vista del hotel La Franca, entre Asturias y Cantabria.

Hace años fundé y dirigía una empresa con mucho éxito. Una vez al año venía gente de todo el mundo, de Costa Rica, de México, de Portugal, de Barcelona, de Valencia,... y nos juntábamos para hablar y disfrutar.

Recuerdo la fantástica organización de aquel año en el hotel de La Franca. Mercedes era mi mano derecha entonces, y se encargaba de organizar aquellos viajes, se salió de sus objetivos: bajamos un río en piragua, montamos a caballo y el show de la noche fue la mas hilarante historia que yo recuerdo acerca de cómo un jefe de almacén era capaz de ponerle los cuernos a su mujer con adaia, el producto que vendíamos.

No me acuerdo en qué año fue aquel evento y no sé si ya entonces había empezado a meter la pata. Ahora sé que lo hice, no se si sirve para algo saberlo ahora y no sé si entonces podía haberlo evitado. Tampoco recuerdo cuando fue ni porqué, pero la eché. Ella lo había dado todo por mi, y por la empresa. Desde fuera se convirtió en el enemigo. Ahora entiendo que ella se llevó una parte de lo que fuimos, y que su resentimiento era eso.

Otra de las personas que formaban parte del proyecto era Ana. Ella se marchó sin que yo hiciera nada por impedirlo. Supongo que no supe darle lo que quería. Desde luego dejó un vacío en la empresa que nunca volvió a ser ocupado.

Más tarde todavía metí más la pata, y prescindí de la tercera persona que se dejó algo más que su trabajo en la empresa: Lluis.

Él, Ana y Mercedes fueron los verdaderos hacedores de nuestro éxito. Lluis y Ana fueron capaces de entender los problemas de un almacén, traducirlos y crear el mejor producto informático de gestión de almacenes que existió entonces,... ¡hay! aún ahora. Mercedes era capaz de traducirme delante de los demás e interpretarme, y hacer lo que teníamos que hacer.



Han tenido que pasar muchos años para que lo entienda. Fueron tres errores que casi destruyeron una empresa de mucho éxito. Eran mis amigos y los perdí, peaje que ahora sé que no pagaría. ¡Ojalá que me hayan podido perdonar! ¡De verdad que lo siento!  Yo pude contribuir para aglutinar voluntades, pero todo el mérito fue suyo. Después, eso sí, volví a incorporar al proyecto a otras personas que también me querían, y que me siguieron hasta el final, algunas todavía lo hacen.



Alguien que te quiere es incómodo, te dice cosas que a veces no quieres oír, pero el adulador te necesita y lo necesitas, aprende y aprende hasta que piensa que es capaz de hacer lo mismo que tú,... pero mejor. Piensas que el adulador será suficiente para mantener el proyecto, pero no aporta absolutamente nada, ni crea nada, ni mejora nada, ni siquiera te contradice. Se frota las manos cuando las cosas van mal y planifica su jugada porque tiene tiempo, taimadamente. Esto es muy difícil de ver, claro, porque solo te adula, eso sí, a un precio muy elevado.

En mi caso al menos, descubres que, además de adulador, es muy mala persona. Porque sus planes no solo incluyen hacerlo mejor, sino hacerlo en contra de ti. ¡Con lo fácil que le hubiera sido demostrar solamente que era mejor! Y sin embargo su única posibilidad era destruir, para que no se pudiera comparar, supongo, o tal vez porque no confiaba en él mismo. ¡Cuanto dolor provocó!

Me fui muy lejos, para salvar a la empresa de la crisis y solamente hablaba con el adulador. A pesar de que en la empresa nadie podía saber lo que yo pensaba de nada ni de nadie, todos sabían que era yo quien sobraba y que el adulador era el único dios. A pesar de que averigüé lo que había hecho, él se aseguró de que yo no pudiera hacer nada para arreglarlo, usando su poder de ruina para arruinar, sin decir nada, claro.

Ahora entiendo sus lágrimas cuando se marchó, ¡que sinvergüenza, eran de alegría!... ¡y se llevó la planta de su despacho!


Mire a donde sea o a cuando sea, no puedo quejarme de mi vida, que ha sido maravillosa. El adulador ha sido mi error más grave.

lunes, 6 de marzo de 2017

Tormenta de nieve

Habíamos planificado con mucha antelación el fin de semana. Ignorantes de que efectivamente lo habíamos hecho, los carteles en la carretera se empeñaban en recordarlo, en pleno temporal. La nieve azotó la península el fin de semana. Hubo grandes atascos para salir de la ciudad, enorme nevada. Unas horas más tarde, desde que llegamos  al mar, el tiempo nos dio una tregua todo el fin de semana.

Aprovechando el sol de primavera, en el valle, los abetos compiten con los verdes prados y estos con los eucaliptos y otros arboles grises, sin hojas todavía. Algunas vacas entre pelirrojas y negras salpican los verdes prados. La sensación es que estamos muy lejos de ayer, muy lejos de la nieve, de los coches, muy lejos de todo, un lugar perfecto para descansar. Abandonamos la carretera del valle por otra más estrecha. Una curva sucede a otra mientras la carretera sube y luego una curva sucede a otra cuando baja. Al final, allá abajo, aparecen los tejados del pueblo al que nos han enviado, apenas un centenar de habitantes. Nuestro destino hoy.

El puente, las casas, de piedra y verde; es antiguo y precioso; el olor a cuadra, no sé si de cerdos o de caballos, lo impregna todo. Buscamos el único bar del pueblo en donde un perro duerme tumbado la siesta mientras que varios vecinos disfrutan del sol en la terraza tomando cerveza. Unas calabazas color calabaza, naranjas, rojas y amarillas, con forma de pera, de pepino y de calabaza se ven a la entrada del bar.

Suena de fondo:

... me he portado como el culo...
... si es que mama copia mi estilismo siempre...
... en la fiesta estaba Craig, adoro a Craig, lo traté lamentable, pero esto le ayudará a darse cuenta...
...

Sorprendido por el lenguaje, me llama la atención una tele encendida que va mostrando personajes, ora haciendo cosas, ora explicándolas, diciendo cosas que no tienen nada que ver con lo que se ve, como si el doblador se hubiera vuelto loco.

Y a pesar de lo lejano del sitio, de la paz, del olor, de lo remoto, lo pequeño. A pesar de las calabazas y del perro, a pesar de las piedras y el olor, detrás de la barra del bar, la dueña, una mujer de unos cuarenta años, no se pierde un detalle de un capítulo de las Kardasian que están poniendo en la televisión.