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sábado, 23 de julio de 2011

Puro teatro


Entre algodones. Creces con tu familia. Solo ves tu mundo, eres parte de algo, no eres nada aún. Ni idea.
ilusiones, retos individuales, amor, entusiasmo, alegría, decepción, colores, amigos, curiosidad, luces. Encuentras el fin del mundo. Y te asomas para verlo y te gusta lo que ves, lo que puedes hacer, todo a tu alcance. Aprendes, casi absorbes, te rompes probando. Olor a nuevo. Se forman los ideales.
Sales por la puerta y a codazos te haces sitio, ya todos miran. Sombras, amor de nuevo, más ilusión, ya sabes de que va, pero no sabes porqué. No puedes verlo desde lejos, no eres un espectador en la vida. Dependes de lo que te digan: alabanzas, críticas. Nada pasa si no se ve. Ya sabes que algo no podrás hacerlo. Recuerdos, lugares. Día a día, verso a verso, como decía el poeta. Y el cine, la música y los libros, llenos por alguien que ha podido comprender que incluso puede explicarlo. Te encuentras al mundo tozudo, al que le importas un carajo. Sudor, esfuerzo, ganas, voluntad, compañía, miedo. ¡Que duro es vivir!¡Qué fácil es no mirar, imaginar! y ¡qué falso! Se destruyen los ideales.
Experiencia, más amor, gratitud, tu familia ya es tu culpa, paz y sosiego,… a veces. Cansancio. Más miedo, el horizonte sirve para mirar. Deberías ser capaz de disfrutarlo. Ya sabes que todo era como la ventana de un tren en marcha. Volar, disfrutar, caer, sufrir, querer y, si puedes, crear. Nunca solo, sino no existes, más amor. Se entienden los ideales.

Algo debe quedar.

miércoles, 20 de julio de 2011

Euforia


Todos los días uno se sienta delante del ordenador por la mañana esperanzado por que lleguen buenas noticias. Después de ver el correo,  uno se da cuenta de que, al otro lado, el mundo sigue su curso y está poco interesado en salpicar tu vida de novedades. A lo sumo, algún detalle que empeora los pensamientos de antes de ir a dormir.

Cuando ves a tu equipo de fútbol ganar algo, alegría desbordante, compras sus sensaciones y piensas que han hecho algo grande, que a poco que hubiera ayudado el correo tu podrías correr y saltar como ellos.

Si miramos la celebración de un equipo de fútbol, o la mirada entre satisfecha y decepcionada del saltador de trampolín al que le han dado la medalla de bronce, O si miramos al equipo alevín del Torrelodones que acaba de ganar la liguilla de ascenso. O al equipo de Rugby de tu hijo después de ganar a su rival por primera vez.

Pero mucho más cerca, cuando el correo trae buenas noticias o cuando sientes que nadie más podría haberlo hecho como lo has hecho, o cuando has hecho dos cosas bien en el día que te parecen buenas y te llevan hasta el día siguiente para repetir la historia…

La euforia es fácil de entender. Sin embargo, ¿de verdad que todo es lo mismo? Yo creo que la sensación de paz que uno tiene cuando la euforia viene de dentro no es lo mismo. Esa sensación de levantar la comisura de los labios, esbozar una pequeña sonrisa y cerrar los ojos, no es comparable con nada.

domingo, 10 de abril de 2011

Sonrisa

Inspiración
“Se le ocurre,…” ¡Ocurre!
Para tenerla ¿debe de ocurrir?

Risas forzadas
Sonrisas.
Mal hecho, natural ¡no!

Aquel sí que era un teatro, redondo alto, con palcos, columnas doradas,… platea con butacas forradas de terciopelo rojo. Esperando acoger la gran ovación.
De la película, ni me acuerdo, los dos estábamos solos en el invierno del turismo. Dudamos si se iba a proyectar para los dos solos, si existía un mínimo en el cual se invitara a un trago y a esperar a otra sesión, con gente.
Dos sargentos en Menorca, mi amigo Agustín y yo, en invierno, un día cualquiera, tan irreal como dos personas en el patio de butacas, nada.

La imagen tópica de Bogart, distante, con un cigarro ladeado en los labios. Cuando lo oí hablar, ¡qué decepción! Las cosas normales quedan lejos muy por debajo se su nivel. No hay planes a largo plazo. La vida dentro de la vida pero en escenas concretas. Sin necesidad de motivo. Solamente un actor, nada.

Un cauce, el cauce. El motivo para que todo pase, para el que no pasa nada, en pendiente cuando algo es difícil.
Cauce, sal, catalizador. Si  no fuera por ti se desbordaría el río de la vida. El destino debería decidir qué camino toma y la vida ya no sería saber qué decides. Más aburrida, vacía,… nada.

domingo, 3 de abril de 2011

Hagas lo que hagas, ¡ámalo!

Mi prima Ana María me dijo una vez que era imposible hacer que todo el mundo te quisiera. Hagas lo que hagas alguien pensará que eres un sinvergüenza y otros lo contrario. Después de entender esto ya no quedaba otra: nada que hacer para que parezca, solamente hacer lo que tu educación te dicte para ser lo que eres.
Lo más grande que me he encontrado en esta vida es su relatividad. La imposibilidad de, a pesar de la intención, causar daño incluso a tus amigos. Cuando notas en carne propia la diferencia entre las culturas, entre los puntos de vista, se aprende a encontrar una ventaja en el desacuerdo, a entender porqué el otro dice lo que dice.
A veces uno se siente algo pedante por la ventaja que supone entender la relatividad, sobre todo cuando alguien te habla desde su verdad, que él piensa que es la única verdad en el mundo.
La vida es rica si uno recolecta sus experiencias. También lo es si son muchas. Y se disfruta si, como en la película “Cinema Paraíso”, haces caso a la frase: “Hagas lo que hagas, ¡ámalo!”.

Luego viene lo más difícil: cuando necesitas que alguien, desde su diferencia, haga algo que tú necesitas que haga, normalmente en el ámbito profesional. Me decía un amigo que “…
las personas no cambian porque se las agite, se aturden y se bloquean”, yo añado que, aunque sea difícil, a veces se puede agitar a las personas para producir entusiasmo y resultados por encima de sus posibilidades, cualidad solamente en manos de algunos líderes y en algunos momentos determinados. La gente, el escenario todo, es tozudo, muy tozudo y le cuesta cambiar y entenderte, le cuesta seguir los caminos que tu marcas. Tal vez la respuesta en el caso personal y en el caso profesional sea parecida: nada que hacer para que parezca, solamente hacer lo que tu educación te dicte para ser lo que eres.

Los resultados lo miden a uno, lo ponen en su sitio. Y resulta que los resultados también son relativos. Alguien puede entender que has tenido éxito y alguien lo contrario, pero qué mas da, ¿qué es el éxito?

Como decía un motivador (un tal Duró) del que he visto una charla no hace mucho, el éxito depende de la edad:
Cuando eres pequeño, el éxito es no hacerse pis en los pantalones. Cuando creces, tener amigos. De adolescente tener relaciones sexuales.
Cuando eres mayor, el éxito es tener relaciones sexuales, más mayor, tener amigos y más mayor,… no hacerse pis en los pantalones.

La broma de la vida, es que nada es muy importante, solo tu familia. El truco es buscar el éxito entre las grietas de lo que necesariamente has de hacer. Lo demás importa poco,… igual nos vamos a morir.

sábado, 6 de noviembre de 2010

La mariposa

El otro día me agarraba a una almohada en una habitación de hotel. Hacía frío, a pesar de estar en República Dominicana, en El Caribe, y es que los aires acondicionados son muy eficaces pero, en general, tremendamente difíciles de ajustar. Afuera caía un diluvio universal asociado al huracán Tomás, que le ganaba la batalla sonora a la máquina de aire acondicionado.



Y en la penumbra, la pregunta profunda de... ¿y qué hago yo aquí?

La vida es un conjunto de escenas, una detrás de otra. Difícilmente nadie puede planificar a medio o largo plazo lo que será de su vida. Seguro, podemos decidir qué hacer a continuación casi siempre, pero la malévola mariposa de Brasil agita sus alas y una vuelta del destino  te lleva a una escena imposible de prever, incluso para los más preclaros seres humanos que conocemos y admiramos.

¿Por qué el huracán alteró de repente su rumbo y enfiló hacia el norte para pasar por encima de Haití? ¿En dónde estaba la mariposa que provocó su terremoto?

Sí, siempre nos queda contar escenas de nuestra vida, o recordarla como el abuelo del chiste. El mérito es disfrutar de cualquier cosa, incluso de una máquina de aire acondicionado. El mérito está en descubrir que, si estás ahí, ha sido por la sucesión de escenas que uno mismo se ha labrado. Sentirse orgulloso de las decisiones puntuales y saber que las equivocadas no tienen solución. Creo que es bueno sentirse el dueño de tu vida, aunque a solas con una almohada estés solo, y el sonido de un simple huracán te provoca preguntas estúpidas.

El mundo sigue siendo tozudo, seguimos yendo a su remolque, siempre. Y nos podemos olvidar de las mariposas o pintarlas preciosas, ponerlas de nuestro lado, y saber que, aunque estén muy lejos, en cuanto muevan las alas,…

Hagas lo que hagas !ámalo!, le decía Alfredo a Totó.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Comercio Exterior: un retrato


Cuando he visto el cuestionario que me ha hecho la revista "Comercio Exterior" me ha parecido que estaba muy lejos de mí. Yo no he sido un fiero negociador con los demás.  Pero cuando las cuestiones tocan a la nostalgia, el pasado,… bueno, supongo que es un retrato. El artículo que han publicado con mis respuestas me parece muy bueno. 
1. Las negociaciones son muchas veces muy duras, ¿qué ha hecho alguna vez para conseguir o conservar un cliente?
La palabra negociar tiene que ver con una batalla para conseguir lo mejor. Yo siempre he sido muy malo para hacer eso, soy un blando. Pero si entendemos la negociación como el teatro de convencer a los demás de que puedes hacer lo necesario para ayudar, para transmitir confianza y compromiso para cumplir lo que prometo, entonces sí creo que soy un buen negociador, compitiendo con quien haga falta. 
Luego, esfuerzo sin límites para cumplir lo que prometo. Si esto es una negociación, entonces sí son duras, nada es gratis.

2.  ¿Y que es lo que se ha negado a hacer?
Nadie me ha obligado a hacer nada ilegal, ni poco ético. Supongo que he tenido suerte, pero creo que mi carácter y postura lo pregona de entrada a los cuatro vientos.

3. ¿Dónde cree que está la barrera que no se debe de sobrepasar a la hora de negociar para conseguir un contrato?
No creo que haya una sola respuesta. Se podría decir que no se debe de hacer nada ilegal o no ético. Pero también, que no puedes negociar y comprometer aquello que no puedes cumplir.

4.  Esta frontera, ¿es solo cuestión de ética profesional?
Hay gente a la que le resulta muy difícil  separar lo personal de lo profesional. Creo que lo auténtico viene de dentro, que es más profundo que lo aprendido, y eso es hablar de educación, de algo más importante que lo profesional.

5.  ¿Qué es lo que nunca haría?
De joven uno es más valiente y osado. A medida que vas creciendo aprendes a medir mejor lo que puedes y lo que no puedes hacer, a conocer tus límites. Nunca traicionaría mis principios, pero casi todo el mundo podría decir lo mismo. Lo que no haría es lo que ya hice cuando tenía menos experiencia.

6.  ¿Y qué haría pero todavía no ha hecho?
Creo que me quedan pocos experimentos por hacer.

7.  ¿Han cambiado mucho las negociaciones en los últimos años?
No sé si han cambiado. Para mi el chiste sigue siendo el mismo: intentas mostrar lo que sabes mejor que nadie. Quien te escucha, si lo has convencido, pelea contigo por su empresa; si no lo has convencido, te hace pelear con tu competencia. A veces pienso que a cada día que pasa me resulta más difícil. Cuando gano siento el mismo placer que al principio. Probablemente siempre todo sigue igual.

8.  ¿Qué ingredientes nuevos ha añadido la crisis en la  negociaciones por lograr contratos o aumentar los ingresos?
A la negociación en sí, yo creo que nada. Acerca de lo que se negocia sí ha cambiado. Ahora se trata de comprar cosas que te permitan hacer menos con menos, antes era poder hacer más con menos recursos. Tal vez ahora es más necesario demostrar que convencer.

9.  ¿Qué es aquello que nunca pensó que haría por su empresa?
Estoy viviendo con toda mi familia a 10.000 km de España, nunca pensé que sería capaz de pedirles que me siguieran. Nunca pensé que fuera capaz de cambiar mi vida a mi edad.

10. Cuéntenos anécdotas que haya vivido con clientes, socios, amigos,… y que ahora recuerde con especial cariño.
Las diferentes culturas con las que he tratado arrojan muchas anécdotas. Por ejemplo aquel día en el que negociaba con un señor japonés un contrato, todo a favor, yo solo tenía que llegar a un acuerdo. Le dije que le hacía un descuento, pequeño para empezar, se ofendió, se levantó y se fue. No pude pararle, nunca más le he visto.
La primera vez que salí de España a vender. Me llamó alguien a mi despacho desde muy lejos y semanas después me fui detrás de mi intuición. Antes de salir por la puerta del aeropuerto de destino me entró la angustia, ¿habría alguien?
Y aquella vez que volé a Buenos Aires un día, cerré un trato y volví al siguiente. Averigüé que volar en Business Class era otra cosa.
Me acuerdo mucho de los amigos con los que empecé. Conseguí convencerlos de dejar algo seguro y seguirme. Probablemente eso es lo que más cariño me da.

11. ¿Cuál ha sido el mayor esfuerzo que ha realizado a nivel profesional?¿Con qué objetivo?¿Lo cumplió?
Sin duda alguna empezar. Lidiar con el vértigo de lo inexistente, hacer cosas que no existen antes de que las hagas. Pero Leuter ha vivido más de un nacimiento. El vértigo inicial generó mucha adrenalina, los siguientes muchísimo estrés, miedo al fracaso, lucha contra el destino. Todos se gestaron en el entusiasmo, todos se fraguaron en la constancia, en la tozudez.

Leuter sigue aquí, siempre lo cumplí.

12. ¿Y aquello de lo que se siente más orgulloso?
Siempre le he dado más mérito a alguien que crea, que a alguien que aprovecha muy bien algo. Supongo que ver algo que antes no existía, con todos sus defectos, es lo que me hace sentir más orgulloso profesionalmente. Sin embargo la amistad  de mucha gente que ha compartido esfuerzos y alegrías conmigo es lo más me llena.

13. ¿Qué recuerda al mirar años atrás cuando decidió crear Leuter?
Sinceramente, cansancio. Ha pasado mucho tiempo. El camino que empecé con otros hace muchos años debería de tener subidas y bajadas, pero no recuerdo muchos momentos en los que pudiéramos dejar de pedalear, el camino siempre ha estado subiendo.

14. ¿Cómo se ve a nivel profesional dentro de unos años?
Curiosamente, descansando. Disfrutando de mi mujer que me ha soportado durante tantos años. Viviendo cosas de interés común, ver como cambia el mundo, ver hacerse mayores a mis hijos,… Casi nada si pensamos en nuestro mundo de ahora; todo, si nos vamos a los tiempos de mis padres o mis abuelos.

15. ¿Todo el esfuerzo realizado hasta ahora… merece la pena?
Es una pregunta muy difícil. Si fuera en una charla con universitarios, la respuesta sería sí. Si fuera una charla con mis amigos, probablemente ellos descubrirían que no es oro todo lo que reluce. Si fuera con la cabeza en la almohada, en la oscuridad, probablemente pediría que todo hubiera sido más fácil, y me metería conmigo mismo como el culpable de haber intentado lo más difícil. Y sin embargo, sigo aquí.

Seguro que hubiera podido cuidar de mi familia sin tanto esfuerzo, ojala que haya valido la pena.

lunes, 9 de agosto de 2010

Cualquier tiempo pasado no fue mejor


Muchas veces el mundo cambia a nuestro alrededor y los cambios tienden a perder algunas de las cosas que siempre hemos visto y que forman parte del paisaje  de nuestras vidas. Árboles, paredes, cosas, personas, seres vivos o cualquier recuerdo de un momento: de un olor, de un color, de algo que provocó una emoción o sentimiento que tuvimos.

Su importancia era exactamente esa, participar, ser parte de un recuerdo. A veces esa imagen es algo más que un mero recuerdo y se convierte en el protagonista que nos queda: el vestido de novia, el acueducto de Segovia,…

Cuando nos deshacemos de esos recuerdos, cuando nos cambian el paisaje de siempre o cortan nuestro árbol o, como decía Sabina, nuestro viejo bar se convierte en la sucursal de un banco,  en el cambio convertimos nuestro recuerdo en algo que nunca más vamos a volver a mirar.

¡Qué fácil es hacer del cambio algo vulgar! O al menos algo mucho más vulgar que el propio recuerdo, adornado con la importancia de lo único, de lo personal. Cuantas obras, cambios de paisaje, han convertido algo nuestro en algo que parece frío,… ausente de recuerdos.

Pero los paisajes, al final, solamente son la suma de muchos, y no tienen ninguna importancia. Hoy te levantas y es Barcelona, y mañana te levantas y es Madrid o La Granja, al lado de Segovia, o tal vez mucho más lejos,... Y sigues sumando recuerdos que van conformando tu vida, no son los paisajes o las cosas las que suman. Y esos cambios de paisaje son el color verde claro del Palacio que siempre fue amarillo….

Y mientras tanto, el olor en verano después de haber llovido; o el sonido de pisar la nieve recién caída; o la elegancia de un buen caballo; o el amarillo de los árboles en otoño; o la cara de un bebé,…; y ¡porqué no!, las gestas, los méritos ajenos compartidos por pertenecer a la misma tribu,…

Pero también, esos paisajes que cambian y que conforman la realidad y el progreso como las carreteras, la Tour Eiffel, o las cosas bien o no tan bien hechas, que dejaremos nosotros, los que solamente pasamos por este mundo, como algo que recibimos y devolvimos con un valor añadido.

Aunque tal vez, o seguro, que lo devolvamos sin recuerdos que se perderán y que lo fueron solamente en nuestras cabezas y sentimientos, recuerdos que fueron únicos y por eso efímeros, y que alguien evocará como hoy en día evocamos las películas de John Wayne, o aquellas tardes de invierno en donde las gentes se sentaban a hablar y a compartir. O la literatura o la música, que seguirán provocando recuerdos y sensaciones alguna vez grandes, otras veces personales y escondidas, en donde el mérito, la sensación que provocan, quedará compartido entre quien lo escribió y quien lo lee o escucha.

lunes, 15 de marzo de 2010

Sensaciones y recuerdos de sensaciones

El sol calentaba de firme sobre la piel, parecía ser el protagonista de todo. Todos los poros sudando. Por las calles estrechas llenas de turistas y de gente, sentada en las terrazas, disfrutando de la conversación, de la sombra, del líquido, del helado. Solamente un extraterrestre sólo, puede mirar y darse cuenta de cuantos hablan, cuantos disfrutan del sol, o simplemente se dirigen hacia algún punto con su mirada concentrada lejos de aquí. Ese calor es el Mediterráneo, que andaba cerca.

“Niágara falls” es un lugar horrible que se salva por las cataratas. También hay un pueblo cerca, “Niágara on the lake”, que es lo contrario. Se diría que su alcalde es jardinero y todos sus empleados, ocultos, luchan por hacer que el pueblo sea un jardín, todas las farolas con jardineras colgantes, los jardines todos repletos de flores y colores, hasta el asfalto se viste de flores y colores.

Una guardia de una noche es una experiencia curiosa entre el seré capaz de hacerlo, y descubrir que todo el mérito es hacer nada durante toda la noche, escuchando los silencios y escuchando nada.

El autobús, de Barcelona a Almería, estrecho, incómodo, hace 30 años. La cabeza ya convencida de hacer pasar las 12 horas sin pensar en porqué las dos ciudades están tan lejos, porqué no esperar, el avión muy caro… Ya falta menos, ya ha pasado una hora, ya por fin recuerdas haber pasado por ahí, si no faltaba tanto. La cabeza inventa formas de llenar el tiempo, de reducir el tiempo que falta, como un guardia. Pero llegas, lo consigues.

Las fiestas de los pueblos de Menorca tienen una luz especial. A veces tienes sensación de peligro, inmerso en una multitud que intenta acercarse a los caballos. A veces sensación de desequilibrio al pisar por todas partes cáscaras de avellana. A veces una sensación de acoso, acaso solo masculino, pero que se torna en femenino en una ceremonia de actividad desatada.

Por razones que no vienen al caso, hace tiempo que no voy a Buenos Aires. Ciudad añorada y querida, con amigos, el tigre y la comida, Me pregunto cuándo podré ir de nuevo, y encontrar más amigos, re-encontrar a los míos. La vida nocturna como la de Madrid, la sensación de oír por todas partes éramos maravillosos, lo juro, lo somos.

Entre los pinos, en lo alto de la colina lo veíamos moverse en la ladera de enfrente, vivo, carrera descendente. Desolación. El calor se sentía en la distancia, el ruido de trueno, en la distancia, pero continuo, devorando pinos, jaleado por el viento. Pronto nos tendríamos que ir de allí, al refugio de la distancia, impotencia. Una línea de llamas bajaba corriendo por la colina.

El patín, catamarán sin timón que se usaba en las playas del mediterráneo, parecía cortar las olas sin darles importancia. Agarrado a la escota, inclinado sobre uno de los patines, a un metro del agua, el viento golpeaba mi cara y movía el pelo, solo pequeños polvos del mar en forma de salpicaduras en la cara. Aterrado por tener que parar, por abandonar la carrera, por soltar la escota, levantarme, empujar la vela y aprovechar la inercia del patín para ponerlo viento en popa y regresar de la carrera, regresar a la playa.

martes, 23 de febrero de 2010

Sin sentido; con sentidos

Las flores estaban preciosas a plena luz del sol por la mañana, temprano. Los pétalos blancos con los colores del arco iris al acercarse al botón central de cien colores donde predomina el amarillo. Una y otra, y otra más, orgullosas, altivas mirando al sol como intentando capturarlo, miles. Llamando a gritos a las abejas.
La casa estaba en el bosque, apenas se distinguía el color de sus tejas desteñidas entre los pinos, que crecían altos alrededor para ocultarla. Las paredes, de piedra, los escalones que el musgo había conquistado la disimulaban, igual que la sombra de los pinos… 
Solamente cuando cerrabas la preciosa cancela de madera, sin pintar, como el tronco de los pinos, se distinguía el cuidado jardín. Un pequeño estanque debajo de un pequeño chorro de agua, con lirios blancos, flores húmedas amarillas y rojas, con grandes hojas de tono verde y marrón rojizo.
Estaba a punto de tirar la toalla. La tarea que se había propuesto no salía adelante, a pesar de haber contratado a los mejores, a pesar de ser insistente, tenaz, persuasivo. A menudo pensaba en otros tiempos, en donde un solo hombre podía en verdad afectar el curso de la historia.
El coche giraba y doblaba bajando por las curvas de la estrecha carretera que discurría dando vueltas entre dos muros de piedras, estrecha y retorcida. Estábamos pendientes de aquel desvío, camino de tierra, detrás de la tanca de madera que nos debía llevar al mar…
La luz del mediterráneo casi obligaba a cerrar los ojos, deslumbrante. Pecado mortal no abrirlos para ver la cala a nuestros pies, la caminata había valido la pena. El mar en calma. El azul turquesa entre transparente y verdoso, con la arena del fondo reflejando las sombras de los peces, moviéndose en silencio. Los pinos hasta la pequeña franja de arena. Las rocas, sujetando a los pinos, genistas en flor, amarillas. Azul profundo, mar dentro, el horizonte con bruma por el calor.
No sé si atrae más el olor o sus raíces fuera de la tierra que se retuercen como enormes serpientes de piel rugosa para aguantar los troncos, intentando devorar la tanca construida de piedras blancas y grises, despacio, casi quietas. Hojas desordenadas con forma de mano de tres dedos, verde mate como corresponde a una higuera.
Él era un soldado convencido. Siempre había querido serlo. No entendía bien porque sus amigos se asombraban de sus deseos, hasta que lo vieron con su uniforme. Entonces la sorpresa fue suya al asombrarse de ver a otros sin uniforme.
No es poesía, son cristales opacos, por doquier. Cualquier cosa conocida se te hace pequeña al levantar la cabeza, doblar el cuello, con dolor, y mirar arriba: cristales espejos que apuntan a un solo punto en el cielo. Relaja mirar a los taxisamarillos que se mueven a tu altura, escaparates, colores y movimiento, Nueva York. Todo lo demás es pequeño.
Hace horas que el paisaje no cambia. Filas de asientos quietos en la penumbra. Algunos paseos silenciosos hacia atrás y hacia adelante por el pasillo. Las luces de las salidas de emergencia amortiguadas. El silencio solamente acompañado por el constante rugido de los motores que nos empujan hacia nuestro destino. 
El universo parecía desplegarse sobre un negro iluminado. La noche era clara y estaba medio tumbado en el balcón de Doña Rosita, la casa que alquilamos el pasado verano y este. Las estrellas que se veían, infinitas, eran puntos todos iguales, cada uno de diferente brillo, alguno que parecía moverse. Era de noche, no había luna pero el silencio así lo demostraba. La luz de las estrellas iluminaba la bahía. 
Las gafas de sol parecía que se iban a llevar mi nariz y mis orejas si intentaba quitármelas. Había mucha luz, pero el frio era glacial. Montones ordenados de nieve se apoyaban en las paredes de las casas. Las terrazas de los bares estaban detrás de los cristales. Todo el mundo parecía saludar el sol, como las abejas.