sábado, 31 de enero de 2009

CRISIS: Origen, efecto y problema

Estoy convencido de que el origen e esta crisis está por descubrir y tiene que ver con dos cosas:

1) Las desigualdades que existen en el mundo. Cuando una empresa deslocaliza una fábrica, lo que está haciendo es aprovechar la desigualdad en el mundo, los costes laborales no son iguales en todas partes, pero es que el nivel de vida tampoco es comparable, y los costes tienen que ver con el nivel de vida.
2) El control de las empresas, las que se deslocalizan, sigue siendo local, en cada uno de los países, cuando su mercado es global, e incluso su ámbito de negocio, sus fábricas, también lo es.

En estos dos puntos se esconde el origen de la crisis. En mi fuero interno, cada vez más interno, pienso que esta crisis traerá, inevitablemente, acciones que intentarán resolver este problema de desigualdad y, por lo tanto el mundo mejorará cuando la crisis pase.

El origen directo de esta crisis es el descontrol del sistema financiero (nada que ver con la construcción y España) y nada que ver con uno u otro político. Tengo por seguro, que ningún político ‘normal’ se lo haya podido imaginar, y menos aún, hacer algo para aceler o acortar la crisis, y tampoco por arreglarla.

Sin embargo, las consecuencias de la crisis nos afectan a todos de manera muy concreta. Resolverla o no, pasa a un segundo plano, porque los efectos, las consecuencias creo que, sinceramente, pueden acabar con nuestra forma de vida. Lo urgente va a ser resolver las consecuencias de la crisis, para luego, cuando toque, buscar soluciones a los orígenes y hacer imposible que se repita.

Hace mucho tiempo, más de 25 años, cuando yo entraba en el mercado laboral, mi bagage era la ilusión por ser útil, por aprender. Mi entusiasmo no tenía límites. Las cosas costaban y era necesario trabajar duro para conseguirlas. Tenía que competir con otros que hacían lo mismo que yo.

Querías comprar un coche, varios años después de empezar a trabajar, y podías pagarlo con lo que habías ahorrado; si le pedías el dinero al banco. Entonces la respuesta era clara: si tienes el dinero, yo te lo dejo, y si no, búscate a un avalista que lo tenga. Por supuesto, lo de comprarse una casa era solo para los que habían nacido ricos o aquellos que habían conseguido éxito en su trabajo.

Después, hace unos diez años, el precio del dinero se hizo despreciable, ya era más barato comprar una casa que vivir alquilado. Los avances sociales en Europa nos llevaron a pensar que todo estaba resuelto, la jubilación, quedarse sin trabajo, el colegio de nuestros hijos. Durante todo este tiempo, se ha ido perdiendo la relación entre éxito y el esfuerzo que cuesta conseguirlo.

Igual, durante este tiempo han surgido personas sin rostro, especuladores, que se han aprovechado del poco coste del dinero y de la cantidad de personas que disponían de él. Las empresas han invertido en aventuras, a veces con éxito otras con fracaso, en las que el riesgo de abordarlas no ha sido uno de los parámetros necesarios para tomar la decisión de abordarlas o no.

Esta actitud de no tener que contar con el riesgo, ha traído consecuencias positivas y negativas. Las positivas han sido la globalización, la innovación tecnológica consecuencia de esta sobre actividad (existían mayores posibilidades, solo por el número de intentos), de que algo saliera bien y aportara ventajas que otros podían aprovechar.

También considero una buena consecuencia a la competencia. Los riesgos de tomar una decisión y acertar o fallar eran premiados o castigados por el mercado, esa mano negra que era capaz de reajustar cualquier desviación de nuestro modelo.

La consecuencia negativa es que la relación entre éxito y esfuerzo se ha perdido.

Hace solo seis meses, la falta de control de los bancos americanos ha generado una crisis financiera de falta de liquidez, que ha desembocado en una crisis de confianza de proporciones devastadoras. Los gobiernos parecen haber encontrado el botón para resolver la falta de liquidez de los bancos y han puesto en marcha las máquinas de hacer dinero y han garantizado fondos, nacionalizado o cualquier cosa que se les ha ocurrido. La crisis de liquidez de los bancos está resuelta o camino de estarlo.

El siguiente problema ha sido la liquidez de las empresas y este problema está por resolver. Los gobiernos no tienen ninguna fuerza para convencer a los bancos de que lo que tienen que hacer es lo que hacían hace menos de diez años. Los bancos harán lo que hacían hace 25 años, para sanear sus negocios. Por cierto, en España tenemos alguna ventaja que no somos capaces de aprovechar. La regulación española es ejemplo a seguir por todo el mundo, la solidez de los bancos españoles es espectacular pero,… ¿quien les va a decir que deben de relajar su forma normal de proceder?

La falta de liquidez de las empresas es lo que ha originado la falta de confianza a todos los niveles. La falta de confianza ha provocado que las cifras de paro hayan escalado hasta límites casi increíbles. En España, gracias a la construcción y a la situación históricamente no estable de nuestra economía, esto nos ha afectado más que a los demás.

La falta de liquidez en las empresas las ha puesto en manos de los financieros, que no están preocupados por el futuro a largo plazo sino por el futuro inmediato, el cash de que disponen. Seguidamente, los directivos han dejado de correr riesgos, es verdad que una cierta dosis de prudencia era necesaria, pero además, han decidido no pedir dinero a sus financieros para ganar a sus competidores, han decidido no hacer nada hasta que el consumo se estabilice para ellos y sus competidores y aplazar cualquier decisión de cambio, diferente del ‘madrecita me quede como estoy’ hasta que toquemos fondo.

Los parados, victimas de la construcción y los despidos por falta de liquidez, han sido consumidores 'pequeños', poco consumidores. Esta actitud de las empresas genera un paro mucho más importante. Disminuye drásticamente el mercado, la capacidad de consumo y genera un efecto de falta de confianza, inacción, más paro y el bucle sigue.

Los gobernantes actuales están actuando en dos direcciones: le dan a la máquina de hacer dinero y generan todavía más desequilibrios, o intentan generar confianza, confianza que no tiene ningún tipo de repercusión en los consumidores ni en las empresas ni bancos.

Así que, el reto está en generar una situación para recuperar la confianza perdida y no sé cual puede ser el mecanismo. Lo que pongo en duda es que con las únicas dos herramientas que los gobernantes del mundo entero están trabajando, se pueda conseguir algún resultado. Falta imaginación y la situación no está para fomentar la imaginación.

El nudo gordiano de esta situación es el de acabar con la falta de confianza.

Pedro Puig

domingo, 25 de enero de 2009

Crisis: Competencia

Ahí fuera hay un mercado: una montaña de gente que consume los productos de una empresa o de su competidora.

Los ejecutivos de estas dos empresas cobran un bonus, en función de la cuota de mercado que consiguen, y pasan día y noche para mejorar sus productos y servicios.

Hacen presupuestos de marketing, y contratan cada uno a la mejor empresa de publicidad (entre estas también compiten), para convencer a los consumidores de que sus productos y servicios son mejores que los de su competidora.

Contratan a otras empresas que tienen conocimientos y herramientas para mejorar los productos y servicios que producen, al menor coste posible.

Mientras tanto, los financieros de cada empresa se empeñan en buscar a los mejores especuladores, blandos (bancos) y duros (fondos, swaps, etc.), para hacer más rentable el dinero que tienen, y más barato el que necesitan.

En 'La Bolsa' analizan lo novedoso de los productos, su cuota de mercado. Miran el dinero que las empresas ganan (en general, una buena medida de lo bien que lo hacen las empresas), e invierten para alimentar a los especuladores.

Los directivos hacen planes. Intentan innovar: ahorrar costes; incentivar a sus comerciales para vender más; le piden a sus financieros que busquen dinero para hacer nuevas inversiones cuando creen que servirán para ganar a la empresa competidora.

La competencia es feroz. El mundo empresarial, la economía de mercado, evoluciona gracias a la competencia.

Pero eso ya no es verdad.

La montana de consumidores ya no esta.

Los especuladores ya no pueden ganar dinero: la bolsa se ha hundido y nadie se fía de swaps ni de cosas por el estilo.

Los financieros han tomado el control en las empresas. Se trata de ser prudente. Hace mucho tiempo ellos eran los más prudentes, ahora lo ha recordado. Y los bancos han recordado que solamente prestaban dinero a quien tenía dinero (¿suerte que lo hayan recordado? ¿suerte que lo olvidaran?).

Ningún ejecutivo está pensando qué puede hacer para mejorar su empresa con respecto a su competidora. Saben que ellos tampoco están haciendo nada. La auto complacencia que transmiten los financieros, de saber que su empresa es la mejor, hace el resto.

Las empresas que venden a otras están desapareciendo. Pronto lo harán los ejecutivos, empezando por los de las empresas proveedoras de otras ¿para que sirven ahora?

Los directivos ya no se atreven a pedir a sus financieros que busquen dinero, ahora solamente preguntan si lo tienen.

¿Cuando lleguemos a una cuota de paro determinada no será seguro ir por la calle?

Y con la desaparición de los ejecutivos trabajando, la montaña del mercado se seguirá reduciendo. De nada servirán las inversiones públicas. Los que van a hacer los trabajos, los que se 'beneficiarán' de la inversión pública, son un número importante de la montaña, pero no tan importante en dinero. Y, además, por definición, se trata de trabajos en un mercado en donde no se priorizará en función de dónde son necesarios los recursos, sino su esparcimiento sin criterio mas que el de su gasto (sin competencia).

Ningún gobernante en el mundo se ha dado cuenta de que algo está mal.

Cuando las empresas des localizan, lo que hacen es sacar provecho de la no existencia de unas condiciones mínimas para todos.

Esto es fruto del inevitable desequilibrio entre países, pero también lo es la inexistencia de un control global de un mercado global.

Ningún gobernante se ha dado cuenta por eso, porque son gobernantes y no políticos, porque gobiernan en países, localmente y, por último, porque más allá de 8 años es un plazo que no les importa los más mínimo.

Puede ser que los especuladores vivan de las rentas; también, que las inversiones públicas den algún fruto; también, que la capacidad de liderazgo del único político que existe, en la primera potencia mundial, genere algo de confianza.

Si pasa todo eso, a la vez, entonces cerraremos esta crisis en falso, pero estaremos sólo algo mejor que ahora, nunca mejor que hace un año, y sensibles a cualquier error o falta de control de un país o de una empresa importantes.

Alguien o algo tiene que corregir los desequilibrios y hacer crecer la montaña del consumo. O convencer a todos de que existen retos que puedan ocupar el papel de la competencia.

Pedro Puig