sábado, 3 de noviembre de 2018

Barcelona

El camarero de La Poma, al principio de Las Rambles, mira sin mirar hacia la calle. La señora a la que le compraste las mejores rosas del mundo, mira sin mirar hacia la calle. La ocupada despachadora de canarios, tortugas, loros y hamsters que te atendió a ti y a tus hijos, mira sin mirar hacia la calle. La del puesto con los posters del Barça y del Real Madrid mira sin mirar hacia la calle. Esos personajes que se quedan de piedra disfrazados miran sin mirar hacia la calle.
Todos ellos, todos los días se esfuerzan por atender al visitante, por compartir su amor, imposible de explicar del todo, por una ciudad luminosa, amable, calurosa en verano, que generó el ejercito de voluntarios que quisieron compartir su amor por su ciudad en los JJOO, esa cuidad que ahora no grita, ni puede gritar quien es, pero que acepta a todos, en todos sus idiomas, ajenos a otra cosa que no sea La Luz, los brazos abiertos, incluso con sus agravios y a sus banderas..
Por eso es imposible hacer otra cosa que mirar sin mirar y preguntarse porqué, porque aquí, que es lo que hemos hecho además de gustarte, amarte y verte. Quien te conoce siente amor, quien no te conoce todavía lo sentirá, quien todavía no haya sentido la necesidad de ver la ciudad más bonita y amable del mundo, debería, pero no es obligatorio, como nunca lo es el amor.
Parece que era verdad “… que los que matan se mueran de miedo,…amores que matan nunca mueren…,… .
Yo tampoco tengo miedo, pero sí rabia e incomprensión. No puedo entender porqué a mi, ni siquiera porqué, y solamente puedo mirar sin mirar la calle. Yo soy de Barcelona, siempre lo fui, con todo mi amor.

GAUPASSA

El cuerpo humano necesita dormir, por eso el gaupassa (pasar la noche en vela) solo es accesible para los jóvenes. 
Y las relaciones, lo que se comparte, lo que se habla, lo que se siente esa noche son una de las pocas cosas ciertas de verdad. 
El gaupassa es la única forma de ver amanecer desde el parque del oeste.

Serrat

Colgado de un barranco
Duerme mi pueblo blanco
Bajo un cielo que, a fuerza
De no ver nunca el mar…
(Joan Manel Serrat)
En una serie de tv dos tipos circulan por todo el mundo en un coche y hablan con la gente. Recuerdo capítulos en el estrecho de Bering, al lado del Mar Caspio, en el Tibbett, en la América profunda...
Todas, todas las personas que hablan dicen que el lugar en donde viven es el mejor del mundo, el único en donde podrían vivir, no importa si está helado, huele a azufre o es completamente solitario.
Por esa razón es tan duro cuando te quitan el lugar en donde naciste.

Obra de arte

Para hacer una obra maestra el secreto es simple: basta con explicar algo que sea cierto, o al menos lo parezca, sin hacerlo y, además, hacerlo de tal forma que alegre el alma. 
Solamente algunos encuentran ese algo cierto que explicar y todavía menos dominan la forma de hacerlo.

Terrazas

Hace sol. El pincho de tortilla ya ha caído. Recuerdo, cuando vivía lejos y mi ilusión era que nevara en el Caribe, cómo, en un viaje a España, me maravillaba encontrar a gente sentada en una terraza, en la calle.
Si me preguntan ahora lo más destacable de mi país, de todo mi país, probablemente diría que las terrazas. No es una broma, las terrazas necesitan de la palabra, de historias pasadas, de cuentos futuros, de ilusiones, del clima, del tiempo, de la calma,...de la relación entre seres humanos.

Cascos

Acabo de pagar la habitación del hotel. Ha sido un fin de semana repitiendo una tradición de 40 años en los que veo a mis amigos, mi familia durante unos años. No los suelo ver mucho en otros momentos, pero vivimos en sitios diferentes.
En la misma ceremonia que yo un conjunto de “moteros” también se despiden. Llevan monos grises o negros ya que, por su edad, sus barrigas son pronunciadas, y sus motos muy caras, no podrían vestir de forma estridente. Sus motos hacen juego con sus años y sus monos, Pero sus cascos son de colores brillantes, amarillos, rojos, con dibujos, parece ser que el casco sigue siendo una personalización libre.
También se despide un grupo de argentinos que no se lo que hacen aquí, aunque sé que son Argentinos por su acento.
También hay unos que parecen locales que también se despiden . Deduzco que son locales por sus boinas negras caladas hasta las orejas que hacen juego con el clima, principios de otoño.
Me pregunto si esa frase de “en caso de accidente no me quiten el casco” también es válida para las boinas y si las boinas protegerán en caso de accidente.

Calcetines

Estoy sentado en el borde de la cama. Ya he pasado por la ducha, me he puesto el polo y los vaqueros, como cada día. He dudado unos segundos y antes de ponerme los zapatos he sacado un calcetín del cajón donde hay varios. Recuerdo que ayer pasé frio.
Al levantar el pie desnudo, una extraña sensación me cubre el alma. Todo me parece un poco más oscuro, afuera puede llover. Veo el sol en un campo verde, el mar y la brisa, los amigos, conversaciones transcendentes, lo que hice, de lo que estoy orgulloso pero nunca va a volver a pasar. De la suerte, del cansancio, de la soledad. Nostalgia de otros países en donde el clima no cambia. No se puede parar el mundo.
No sé porque me ha pasado esto. Ayer era verano y hoy es otoño.

Ahora ya sé como huele el color verde.

Ahora ya sé como huele el color verde. 
En problema es que es otoño y el olor esta mezclado con el de la pinaza, con los charcos de agua del camino, con la hierba del parque y con la humedad.
Hay loros muchos, son verde vivo, y hacen mucho ruido, apagando incluso el de los coches. Están en las copas de los pinos, también verdes pero diferentes. 
Adelfas sin flor, setos, enredaderas o todo tipo de follaje verde entre las estructuras que madera oscura y los bancos que ha puesto el ayuntamiento para hacer ejercicio y descansar.
La grava del camino hace ruido al pisarla, es de tierra ocre. Se ven hojas en el suelo, algunas todavía vivas, verdes y las mueve el aire, otras se ven marrones o negras, se quedan quietas y se mezclan con el camino.
Al subir a casa me doy cuenta de que el paseo no ha sido corto, porque me duele la mano derecha.

Alarma

Desde debajo de la sábanas puedo ver que el reloj de la pared marca las nueve y media. La alarma del despertador suena insoportable, insistente.
No es ni demasiado pronto ni demasiado tarde como para no aprovechar el día: el cuarto de baño, vestirse, el paseo para comprar, la conversación de siempre con Dª. Maria en la panadería, llegar a casa, saludar a Ángel el portero, esperar un poco viendo la televisión para hacerse la comida, la siesta, salir a pasear, volver a su casa, hacer la cena y terminar preguntándose qué hacer, sola, añorando su cama, viendo la televisión.
Hace un ruido como si acumulara energía. Un pequeño pájaro de madera coloreado sale por la puerta del reloj de la pared. Abre su pico para decir “cu-cu” cada vez, diez veces. Me avisa que son las diez y que tengo que levantarme.
La alarma del despertador sigue sonando, insoportable, insistente, al otro lado de la pared.

Blade runner

He visto cosas que no creeríais...
El mar estaba rojo. Habíamos planificado le excursión para ir a la playa. La costa estaba plagada de entrantes en donde se depositaba la arena fina formando innumerables playas. La vegetación, que casi tocaba el agua en algunos sitios, recordaba que estábamos en el caribe. Un lugar tan hermoso no podía estar exento de construcciones hechas para disfrutar del lugar.
La terraza era una prolongación del gran apartamento que habíamos alquilado. Durante la partida de cartas, la tormenta se paseó a toda velocidad desde la izquierda a la derecha. Una columna oscura iluminada de vez en cuando por rayos que surgían de su interior.
La alarma saltó en plena noche. Multitud de expertos sabían qué había que hacer, mientras sus caras de sueño se juntaban en el jardín.
Un caserón se veía desde la terraza y una mancha de color rojo, un guacamayo o lapa, resaltaba en el jardín.
No se puede describir el espectáculo que al atardecer organizaban el cielo, el mar y el horizonte.

HEIL

Una de sus diversiones era la de jugar con algunas cosas importantes para ver qué pasaba. Podían, por ejemplo, entrar en la mente de almas fáciles como las de los niños y convencerlos de cosas como, por ejemplo, la de que futuro les pertenecía. Después (el tiempo no era importante para ellos) les vieron con el brazo derecho en alto, los dedos juntos y la palma boca abajo. 
Las carcajadas se oían desde fuera de la habitación. Parecía que se estaban divirtiendo al ver el resultado.

Muertos y sexo

Las risas se oían desde fuera de la habitación. 
Hablaban de muertos y de sexo. Gustaban de recordar sus dos mayores éxitos: sus creaciones no podían dejar de reproducirse, y habían creado toda una liturgia para que aceptaran su muerte: la religión y los universales cementerios.
No estaban seguros de quien había tenido la idea. Una estrategia tan buena parecía no venir del despreocupado ambiente de aquella habitación. 
Continuaron riéndose.