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martes, 27 de octubre de 2009

Adolescencia

La adolescencia, o aborrescencia, es una edad difícil. A poco que hagamos memoria podremos recordar momentos en los que todo pasó, o momentos en los que sufrimos grandes injusticias, o momentos en los que nuestra lucidez abarcaba el futuro entero en un puñado de creencias y conceptos que lo resumían todo.

El paso del tiempo va suavizando las líneas de las opiniones hasta hacerlas compatibles con el entorno que nos rodea y, sin embargo, nuestra cabeza sigue pensando que no hemos cambiado, que seguimos pensando lo mismo.

Recuerdo mis vacaciones en la playa y recuerdo el entorno de amigos, solo recordados durante el curso, pero añorados después de las vacaciones y aquellos ojos azules que eran como un imán, nada había que hacer más que acercarse. Hacer las cosas bien o hacer alguna cosa,… ninguna de las enseñanzas que se me transmitían era más poderosa que aquellos ojos azules que me hacían hacer cosas, no quedarme quieto, que era lo que mi cuerpo pedía.

Ahora, cuando veo a mis hijos, tan seguros de cosas que a mí me revuelven las tripas por no saber como son, porqué son, que significan. “…la policía tiene que responder cuando les tiran un coctel molotov”, decía mi hijo ayer. ¿Cómo explicar la dificultad de entender porqué una pandilla de mocosos hacíamos carreras con los grises no acordándome hoy muy bien para qué? Supongo que cada generación tiene un tiempo de ser adolescente y, al despertar, algo debe de hacer para cambiar el mundo.

Ya llevamos demasiado tiempo en España que las sucesivas generaciones no hacen nada por el mundo. El mundo no lo necesita, ya todo está conseguido, no deberemos de preocuparnos por tener trabajo, ya no tenemos que preocuparnos por el futuro, las injusticias en el mundo quedan muy lejos. Y las nuevas preocupaciones, el cambio climático, la guerra de Irak ¡quedan tan oscuras, tan decididas y escondidas entre los artificiales debates de nuestros políticos!

Ojala surja alguien o algo que mueva los corazones de nuestros jóvenes, de nuestros despertantes de adolescencia. Tenemos que llenar a nuestros hijos de entusiasmo, del entusiasmo que permitirá abordar cualquier causa, justa o no, pero causa al fin, que pueda forjar el espíritu renovador del los jóvenes ex adolescentes que tienen que surgir.

A lo mejor, la crisis en la que vivimos tiene la capacidad de remover consciencias, de germinar inquietudes y todos podamos obtener la savia de una nueva generación que, de nuevo, cambie el mundo.

viernes, 27 de febrero de 2009

Think Tank CIIL

El 27 de febrero ha tenido lugar una reunión que IESE organiza periódicamente, el Think Tank del CIIL (Centro Internacional de Innovación Logística), patrocinada por MIEBACH, por DHL y por SAP. Estas reuniones no tienen como objetivo extraer conclusiones, sino compartir conocimientos y experiencias para mejorar la Logística.

Esta mañana, sin embargo, se ha podido establecer una conclusión: en el supuesto de reducciones en los ingresos de las empresas de distribución del 20/25%, la propia reducción de la actividad no se trasladará al coste, y casi nada de lo que podamos hacer, manteniendo nuestra forma de trabajar, por bien que algunos ya lo estén haciendo, permitirá acercarnos sensiblemente a la reducción de los ingresos, a la vez que se mantiene la calidad de servicio.

Bien es verdad que operaciones de flujo tenso, reducción de número de referencias, colaboración entre empresas (me ha gustado oír red frente a cadena de suministro) o reducción de artículos promocionales pueden mejorar las cosas, reducir en parte los costes derivados de los stocks que hoy se acumulan en toda la cadena. También que los precios del transporte sí serán más sensibles a la reducción de la actividad.

La verdad es que la conclusión es bastante demoledora, y evidente para mi: tenemos que cambiar nuestra forma de trabajar.

La pregunta final, planteada por Antonio Rodríguez, de MIEBACH es para la reflexión: "Hace 30 años nuestras empresas también conseguían cuadrar sus cuentas y aquellas que lo hacían bien obtenían beneficios ¿qué ha cambiado desde entonces?"

La pregunta tiene mucha más miga todavía, si tenemos en cuenta los recursos que ahora tenemos (tecnología, infraestructuras, información,…), y que antes no teníamos.

A partir de aquí mis reflexiones.

Hace 30 años, cuando yo entraba en el mercado laboral, no existía la sociedad del bienestar como la conocemos hoy en día. Uno ganaba o perdía su trabajo, no era un derecho adquirido. El afán de superación de los que competían conmigo nos hacía a todos trabajar con ahínco, más horas si hacía falta, teníamos auténtica ansiedad por aprender y triunfar.

La política era un reto, un país que cambiar, que construir, a imagen y semejanza de lo que existía en otros países, no había partidos políticos monolíticos y gobernantes como ahora, sino políticos que administraban un entusiasmo colectivo y que, como subproducto, crearon los partidos políticos.

El resultado es que, hubiera tecnología o no, las cosas salían adelante, gracias al entusiasmo y al esfuerzo. También nos conformábamos con mucho menos (colas en una sanidad por construir, esfuerzos no solo para pagar impuestos sino para calcularlos, una educación todavía no universal, los pisos en alquiler, nuestro parque automovilístico, las carreteras,…).

Los bancos se portaban como bancos, es decir, si tenías dinero (o era clarísimo que ibas a devolverlo) te lo dejaban, si no lo tenías no.

Ese entusiasmo colectivo era capaz de hacer una piña alrededor de un proyecto común (independientemente de si eras del Madrid o del Barça, como dice un amigo mío).

Hoy en día nuestros políticos son gobernantes contratados por los partidos políticos, no existe un reto común, y por lo tanto ningún proyecto, y nuestros políticos son incapaces de ponerse de acuerdo en absolutamente nada, lo que acaba arrastrándonos a todos a discutir y descalificarnos en la calle.

Y aquí llega la crisis y resulta que, o cambiamos la forma de trabajar o no saldremos adelante. Creo que esa conclusión no solamente se aplica a la logística.

Pedro Puig

lunes, 9 de febrero de 2009

Isaac Asimov

Isaac Asimov fue uno de los escritores de ciencia ficción más prolíficos de la historia. Para situarlo, es el autor de la novela “El hombre del bicentenario” llevada al cine con bastante acierto y de “Yo robot”, que Asimov hubiera impedido su estreno.

En casi todas las novelas de Asimov, el protagonista es el ser humano, no hay otros seres diferentes en la galaxia y el desarrollo es una copia de la sociedad humana, solo que en una escala geográfica mucho mayor, la galaxia.

Una de sus novelas más famosas es una trilogía: “Las fundaciones”. En la primera parte, un científico, Hari Seldon, predice la decadencia y caída del orden establecido, el imperio, y los posteriores años de barbarie y oscuridad en donde cualquier tipo de orden desaparece.

Por supuesto, como pasaría ahora, el científico es considerado por el gobierno como un terrorista y es exiliado con un pequeño grupo de sus partidarios. El grupo tiene una misión concreta: realizar una enciclopedia con el compendio del conocimiento humano, para impedir que se pierda.

Pero sobre todo tiene un objetivo: evitar los años de barbarie que parecen inevitables.

En las siguientes partes, el grupo, equipado con los conocimientos acumulados por la historia, armado con la simplicidad de la toma de decisiones, y la tecnología de que dispone es capaz de enfrentarse con el imperio en decadencia, pero fuerte todavía por su tamaño.

La realización de la enciclopedia era solamente una excusa. Es el la consecución del reto: evitar los años de barbarie, lo que mueve a todo el grupo. El desarrollo económico normal, la religión, los comerciantes, la tecnología, progreso.

Según confesó Asimov, su libro estaba basado en otro, escrito por un británico con el título “Decadencia y caída del imperio romano”, y los años de barbarie fueron los de la Edad Media.

Pedro Puig

sábado, 31 de enero de 2009

CRISIS: Origen, efecto y problema

Estoy convencido de que el origen e esta crisis está por descubrir y tiene que ver con dos cosas:

1) Las desigualdades que existen en el mundo. Cuando una empresa deslocaliza una fábrica, lo que está haciendo es aprovechar la desigualdad en el mundo, los costes laborales no son iguales en todas partes, pero es que el nivel de vida tampoco es comparable, y los costes tienen que ver con el nivel de vida.
2) El control de las empresas, las que se deslocalizan, sigue siendo local, en cada uno de los países, cuando su mercado es global, e incluso su ámbito de negocio, sus fábricas, también lo es.

En estos dos puntos se esconde el origen de la crisis. En mi fuero interno, cada vez más interno, pienso que esta crisis traerá, inevitablemente, acciones que intentarán resolver este problema de desigualdad y, por lo tanto el mundo mejorará cuando la crisis pase.

El origen directo de esta crisis es el descontrol del sistema financiero (nada que ver con la construcción y España) y nada que ver con uno u otro político. Tengo por seguro, que ningún político ‘normal’ se lo haya podido imaginar, y menos aún, hacer algo para aceler o acortar la crisis, y tampoco por arreglarla.

Sin embargo, las consecuencias de la crisis nos afectan a todos de manera muy concreta. Resolverla o no, pasa a un segundo plano, porque los efectos, las consecuencias creo que, sinceramente, pueden acabar con nuestra forma de vida. Lo urgente va a ser resolver las consecuencias de la crisis, para luego, cuando toque, buscar soluciones a los orígenes y hacer imposible que se repita.

Hace mucho tiempo, más de 25 años, cuando yo entraba en el mercado laboral, mi bagage era la ilusión por ser útil, por aprender. Mi entusiasmo no tenía límites. Las cosas costaban y era necesario trabajar duro para conseguirlas. Tenía que competir con otros que hacían lo mismo que yo.

Querías comprar un coche, varios años después de empezar a trabajar, y podías pagarlo con lo que habías ahorrado; si le pedías el dinero al banco. Entonces la respuesta era clara: si tienes el dinero, yo te lo dejo, y si no, búscate a un avalista que lo tenga. Por supuesto, lo de comprarse una casa era solo para los que habían nacido ricos o aquellos que habían conseguido éxito en su trabajo.

Después, hace unos diez años, el precio del dinero se hizo despreciable, ya era más barato comprar una casa que vivir alquilado. Los avances sociales en Europa nos llevaron a pensar que todo estaba resuelto, la jubilación, quedarse sin trabajo, el colegio de nuestros hijos. Durante todo este tiempo, se ha ido perdiendo la relación entre éxito y el esfuerzo que cuesta conseguirlo.

Igual, durante este tiempo han surgido personas sin rostro, especuladores, que se han aprovechado del poco coste del dinero y de la cantidad de personas que disponían de él. Las empresas han invertido en aventuras, a veces con éxito otras con fracaso, en las que el riesgo de abordarlas no ha sido uno de los parámetros necesarios para tomar la decisión de abordarlas o no.

Esta actitud de no tener que contar con el riesgo, ha traído consecuencias positivas y negativas. Las positivas han sido la globalización, la innovación tecnológica consecuencia de esta sobre actividad (existían mayores posibilidades, solo por el número de intentos), de que algo saliera bien y aportara ventajas que otros podían aprovechar.

También considero una buena consecuencia a la competencia. Los riesgos de tomar una decisión y acertar o fallar eran premiados o castigados por el mercado, esa mano negra que era capaz de reajustar cualquier desviación de nuestro modelo.

La consecuencia negativa es que la relación entre éxito y esfuerzo se ha perdido.

Hace solo seis meses, la falta de control de los bancos americanos ha generado una crisis financiera de falta de liquidez, que ha desembocado en una crisis de confianza de proporciones devastadoras. Los gobiernos parecen haber encontrado el botón para resolver la falta de liquidez de los bancos y han puesto en marcha las máquinas de hacer dinero y han garantizado fondos, nacionalizado o cualquier cosa que se les ha ocurrido. La crisis de liquidez de los bancos está resuelta o camino de estarlo.

El siguiente problema ha sido la liquidez de las empresas y este problema está por resolver. Los gobiernos no tienen ninguna fuerza para convencer a los bancos de que lo que tienen que hacer es lo que hacían hace menos de diez años. Los bancos harán lo que hacían hace 25 años, para sanear sus negocios. Por cierto, en España tenemos alguna ventaja que no somos capaces de aprovechar. La regulación española es ejemplo a seguir por todo el mundo, la solidez de los bancos españoles es espectacular pero,… ¿quien les va a decir que deben de relajar su forma normal de proceder?

La falta de liquidez de las empresas es lo que ha originado la falta de confianza a todos los niveles. La falta de confianza ha provocado que las cifras de paro hayan escalado hasta límites casi increíbles. En España, gracias a la construcción y a la situación históricamente no estable de nuestra economía, esto nos ha afectado más que a los demás.

La falta de liquidez en las empresas las ha puesto en manos de los financieros, que no están preocupados por el futuro a largo plazo sino por el futuro inmediato, el cash de que disponen. Seguidamente, los directivos han dejado de correr riesgos, es verdad que una cierta dosis de prudencia era necesaria, pero además, han decidido no pedir dinero a sus financieros para ganar a sus competidores, han decidido no hacer nada hasta que el consumo se estabilice para ellos y sus competidores y aplazar cualquier decisión de cambio, diferente del ‘madrecita me quede como estoy’ hasta que toquemos fondo.

Los parados, victimas de la construcción y los despidos por falta de liquidez, han sido consumidores 'pequeños', poco consumidores. Esta actitud de las empresas genera un paro mucho más importante. Disminuye drásticamente el mercado, la capacidad de consumo y genera un efecto de falta de confianza, inacción, más paro y el bucle sigue.

Los gobernantes actuales están actuando en dos direcciones: le dan a la máquina de hacer dinero y generan todavía más desequilibrios, o intentan generar confianza, confianza que no tiene ningún tipo de repercusión en los consumidores ni en las empresas ni bancos.

Así que, el reto está en generar una situación para recuperar la confianza perdida y no sé cual puede ser el mecanismo. Lo que pongo en duda es que con las únicas dos herramientas que los gobernantes del mundo entero están trabajando, se pueda conseguir algún resultado. Falta imaginación y la situación no está para fomentar la imaginación.

El nudo gordiano de esta situación es el de acabar con la falta de confianza.

Pedro Puig

viernes, 19 de diciembre de 2008

Crisis: Soluciones para los equipos

La crisis está generando en mi empresa, supongo que igual que en todas las pequeñas y medianas empresas, una sensación de fatalidad, que añade dificultad a cualquier cosa que se quiera hacer para aplicar soluciones a los efectos de la crisis.

Para intentar darle la vuelta a la situación es necesario pensar en algunos remedios generales, que lo son, porque el origen del problema es común. La receta que intento aplicar es la que describo a continuación, supongo que es extensible a más empresas.

Entusiasmo: alguien tiene que tirar del carro. Da igual el grado de convencimiento que se tenga, pero es importante que alguien lidere, esto es que consiga generar entusiasmo en los que le siguen.
Simplicidad: las soluciones no pueden ser complicadas; deben de ser una sucesión de pasos básicos. Cuando el problema es tan grande que nos afecta a todos, ninguna solución que parezca milagrosa tendrá alguna oportunidad. Se trata de buscar lo básico, pasos pequeños que todo el mundo entienda.
Esfuerzo: cualquier cosa que no exija un cierto esfuerzo tampoco generará la suficiente confianza, y los miembros del equipo sospecharán que siguen siendo palos de ciego.
Equipo: los efectos de la crisis se hacen sentir en el equipo. Es necesario que el equipo se recupere. En momentos como este entiendo que la individualidad se convierete en importante. Sin recalcar la aportación de cada individuo, el equipo no saldrá adelante.

No sé si estos principios son genéricos o le servirán a alguien. Es necesario que en situaciones diferentes de las normales se mediten estrategias diferentes. Tal vez estas son buenas ahora.

Pedro Puig
19/12/08

martes, 2 de diciembre de 2008

Crisis: Valor y precio

Una de las cosas que esta crisis está dejando más a la vista es la diferencia que existe entre el valor de las cosas y el precio que cuestan.

Hasta hace muy poco nadie se planteaba la opción de alquilar la casa en donde iba a vivir frente a la de comprarla. El valor obtenido (la casa iba a ser nuestra) era infinitamente mayor que el precio que había que pagar (los alquileres por las nubes y los intereses por los suelos).

Comparemos los primeros 700.000 millones iniciales y la afirmación de Barak Obama de que él y su mujer iban a comprar en el Black Friday (viernes de puente después de Thanksgiving Day). ¿Cual de las dos cosas vale más? ¿Cual de las dos cuesta más? He leído que el pasado viernes las compras ¡han crecido un 3%!.

Desde luego, necesitamos políticos con mayúsculas para hacer algo tan obvio como esto.

Aquí, hemos invertido el pasado viernes 11.000 millones de euros. ¿Cuánto valdría que el presidente del gobierno y el líder de la oposición salieran juntos, de vez en cuando, y dijeran:

“A PESAR DE TENER IDEAS DIFERENTES, ESTAMOS TRABAJANDO JUNTOS PARA SALIR DE ESTA.”?

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Crisis: Editorial LeuterComunica Noviembre


Después de 15 años, en LEUTER hemos conseguido hacer muchas cosas de forma fácil, casi por inercia. Algo está cambiando en el mundo. Los especuladores han conseguido crear un mundo paralelo, en el que la riqueza viene derivada del pelotazo. El problema es que su mundo estaba basado en el nuestro y, desgraciadamente, su derrumbe nos está arrastrando en forma de desconfianza entre bancos, entre países, entre consumidores, entre todos.

Los dinosaurios, los especuladores, se batirán en retirada. Los triunfadores serán aquellos que sepan volver a lo básico. El mérito de hacer las cosas cuando se hacen bien; buscar resultados en cosas mínimas que van haciendo el trabajo bien hecho; las ganas de emprender, de crear, de innovar; de no dar por sentado que algo se pueda conseguir hasta que no se hace el esfuerzo necesario para que suceda. Cosechar éxitos, sentirse orgulloso de los resultados.

LEUTER empezó así y volverá a ser así. Formamos, estoy seguro, un equipo de gente fantástica. Gente que es capaz de hacer las cosas bien. La experiencia nos asiste. Tenemos una misión que cumplir, desde siempre: hacer que la sociedad, la logística, los almacenes puedan sacar beneficio de nuestra experiencia.

Algo está cambiando en el mundo, volvamos al sentido común, al esfuerzo de todos por conseguir los mejores resultados. Seguro que vamos a hacerlo.

La crisis: Algo se está moviendo debajo de nuestros pies

Podemos darnos cuenta racionalmente, ignorarlo o entrar en reclamaciones de porqué nadie nos avisó. Una situación como la que vivimos no se arregla con optimismo, ni tan siquiera echándole la culpa a alguien.

Durante los últimos años hemos vivido una situación en donde los retos que se nos han planteado han sido decidir la marca del televisor Tft que íbamos a comprar, la fecha del viaje a Euro Disney, o a cuanto precio podíamos vender nuestra casa, y el precio de la nueva.

Recuerdo uno de esos realyties que ponen en la tele, al que invitan a un personaje famoso, y 100 ciudadanos hacen sus preguntas. Recuerdo que se levantó una persona, mucho más joven que yo, y preguntó que a ver qué pasaba, por qué él... ¡NO podía comprarse una casa!

Recuerdo mis años de esfuerzo, trabajar más allá de lo que mi jefe me pedía, los sábados, las clases particulares, el bocata de calamares (era lo más barato que quitaba el hambre), las noches de no poder dormir, porque no llegaba a final de mes.

Hace ya demasiado tiempo que nuestros jóvenes, al buscar trabajo, le dan demasiada importancia al horario y al salario, olvidándose de preguntar qué van a aprender y de qué les va a servir trabajar. Hemos cambiado la meta; ahora ya no es llegar sino salir, estar, sin necesidad de merecerlo, y nuestras sociedades se han apalancado en la comodidad, en la seguridad, en que el esfuerzo no es necesario si no es recompensado inmediatamente.

En nuestra sociedad de consumo, las personas tenemos claramente diferenciadas dos facetas en nuestra vida: cuando gastamos, y cuando ganamos dinero.

Si alguien no está de acuerdo en esta de declaración, probablemente deberíamos hablar a otro nivel, empezar por la teoría y de algo que hoy NO es nuestra realidad: la sociedad de consumo.

Las dos cosas son igualmente necesarias... y dependientes. No me voy a poder gastar el dinero que cuesta una televisión Tft hasta que no haya ganado suficiente dinero como para pagarla. No me voy a poder llevar a Euro Disney a los niños hasta que no ahorre suficiente dinero como para pagarlo. No me voy a meter en una hipoteca de más del 30% del dinero que entra en mi casa al final de mes.

También es verdad que alguien nos lo puso fácil. No te preocupes, que yo te dejo dinero para que te compres la Tft y te lleves a tus pobres niños a Euro Disney, ¡ah!, y por cierto, aquella maravillosa casa que te gustaría, si te la quieres comprar, yo te dejo el dinero y ya me lo devolverás, cuando puedas, no te preocupes, no te preocupes, no te preocupes,... y ¡zas!

Pero no, la culpa tampoco es suya. ¿De verdad nos creímos que esto no era un cuento?

Damos demasiadas cosas por naturales. Las empresas funcionan porque los empresarios deciden arriesgar su dinero, pero también porque son capaces de sumar más que los sumandos, porque el entusiasmo que generan, la profesionalidad que suman, es capaz de generar valor donde antes no lo había.

Ese valor es el que permite ganar dinero, es el que permite gastarlo. El esfuerzo de todos y cada uno de nosotros para que nuestras empresas nos puedan pagar más, gracias a nuestra APTitud (hay que aprender siempre, sin perder un minuto) y a nuestra ACTitud (hay que esforzarse, ser positivo, echarle ganas), delante de cualquier reto que nos ponga nuestro trabajo.

De esta manera volveremos a estar en la carrera, los buenos llegarán más lejos y enseñarán a los demás a llegar más rápido. Algunos conseguirán más cosas, conseguirán ser envidiados, pero no como especuladores, ni como tiburones, sino como gente capaz, gente con mérito.

La lastima es que estamos demasiado acomodados para una revolución.
La lástima es que nuestros hijos están jugando a la play.
La lástima es que nuestros gobernantes se olvidaron de la política, hace mucho tiempo, cuando entraron en el partido.
La lástima es que nos olvidamos de esforzarnos.

Movamos el trasero: claro que podemos, es cosa de cada uno de nosotros.
Empujemos a nuestros jóvenes, ellos también pueden cambiar el mundo.
Enseñemos a nuestros hijos, ahora que vamos a tener tiempo,... o solamente con el ejemplo.
Busquemos líderes, ánimo para ellos, no hace falta tener pedigree, solamente aptitud (capacidad) y actitud (entusiasmo y ganas).

Pedro Puig (2/11/08)