Mostrando entradas con la etiqueta desigualdad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta desigualdad. Mostrar todas las entradas

viernes, 1 de octubre de 2010

Desigualdad


En las afueras de San José, Costa Rica, en la urbanización en donde vivo, es curioso observar el flujo de gente por las mañanas, cuando salgo de mi casa para llevar los niños al colegio.

De entrada, gente que acude a sus obligaciones diarias de trabajo: jardineros, servicio doméstico, vigilantes, obreros,... De salida, gente caminando o corriendo a la par que los de entrada, con ropa deportiva, auriculares al oído, gafas de sol, y a veces sujetando de la correa un perro.

Parece que, por simple perversidad, los que corren van en sentido contrario de los otros, aun cuando las carreras deportivas matutinas deberían de tener un inicio y un final en el mismo lugar, y debería de ver tantas gafas y prendas deportivas tanto de entrada como de salida. Pero da la sensación de que unos entran y otros salen corriendo.

Es curioso observar los detalles diferentes entre los dos tipos de gente. La gente que entra, de piel más bien oscura, caminar lento, caras concentradas, alguna sonrisa aislada. Acaso tienen más frío que los que corren, van más abrigados. De piel más clara los que corren. Igualmente concentrados, pero en el sonido de su MP3, conectado a sus auriculares.
En México tienes los grandes coches de cristales tintados, recorriendo como máquinas la ciudad. Sabes que llevan gente dentro porque si pasas por Las Lomas, la ves subiéndose a esos grandes carros. Sabes que no son iguales.

Y en Santo Domingo en donde encuentras un mundo incomprensible y normal de motos-taxi en donde se suben varios, otra vez de una tez más oscura que los que corren.

En Madrid, los menos, viven en sus enormes y exclusivas casas de La Moraleja o La Florida, pero se les distingue más bien poco de los demás en la vida normal.

jueves, 4 de marzo de 2010

Si quieres llegar, pide un taxi.

Desde que estoy viviendo en este lado del Atlántico,  dispongo de tiempo para pensar, de otra manera, mi actividad por defecto es trabajar. Cada día tengo más ganas de entender las diferencias enormes que existen entre Europa y América Latina.
Estos días estoy en España. Ayer no tenía coche. Llamé por teléfono a un taxi, me respondieron en segundos, el taxi estaba en la puerta de mi casa en apenas 10 minutos. El taxi tenía aire acondicionado, era amplio y me llevó por un camino bien asfaltado hasta mi oficina, unos 15 minutos. La cuenta fue de 14,5 euros y la pude pagar con mi tarjeta de crédito.
Para que se pudiera dar una sucesión de acontecimientos como los que describo se tuvieron que conjugar muchos factores. 
La línea de teléfono instalada en mi casa funciona. Esto significa que una compañía privada es capaz de instalar un teléfono en mi casa y mantener la red en condiciones para que funcione siempre.
Existe más de una compañía de taxis a la que llamar. La competencia entre ellos hace que tengan suficientes números y puestos de respuesta para contestar en segundos, otra vez una compañía privada. Obviamente, para que el taxi esté en mi puerta en 10 minutos, no he llamado a una parada de taxis en donde los conductores esperan para hacer un servicio, sino que por radio ha localizado al más cercano a mi casa que acabara antes. No sé si solamente preguntan por la radio, o si los taxis disponen de GPS conectados con un sistema central, para saber en dónde están. El taxi tenía aire acondicionado y era amplio porque la compañía de taxis gana dinero.
El asfalto lo pago con mis impuestos, todos los años. La circulación es ordenada porque todos respetamos las normas de la circulación. Con mis impuestos también pago para que me multen a mí, para que las cumpla. Como compensación, solamente tardo 15 minutos en hacer el recorrido, y el riesgo de que me atraquen en el trayecto es prácticamente cero.
Con lo que cobro por mi trabajo, menos los impuestos que pago, puedo pagar al taxista sin problemas. La carrera es 14 veces lo que cuesta un café, más o menos el doble de lo que cuesta una hamburguesa en Mc Donalds, algo menos de dos veces una entrada de cine.
Mucha gente puede sobrevivir en España por algo más de 1.000 euros al mes.
Si en América Latina intentas hacer lo mismo te encuentras lo siguiente, en México, por ejemplo.
Puedes llamar  por teléfono, eso funciona bastante bien. Si usas un móvil te puedes encontrar con alguna dificultad pero, en general, funciona bien. Si pides un taxi normalmente agarra el teléfono alguien que está en la parada y te envía un taxi. Con desesperante frecuencia te encuentras con la respuesta de “no tengo unidades en este momento”, y tienes que bajar a la calle y tomar uno que pase por delante. El gran número de taxis de la Ciudad de México hace que en menos de 10 minutos, normalmente, estés subido a un taxi.
El camino a destino es realmente incómodo. Por supuesto sin aire acondicionado en un coche en el que apenas te caben las piernas, normalmente muy, muy viejo. El camino no está muy bien asfaltado, se diría que para hacer el viaje más distraído. Según me comentan, aunque no me haya pasado nada todavía, las posibilidades de atraco existen. Nadie respeta las normas de circulación y esto, unido a la cantidad de coches, hace que una carrera equivalente a la que he descrito antes dure el doble. Obviamente aquí paga impuestos una pequeña parte de la población y, si te multan, siempre puedes discutir con el policía y comprar la multa por menos dinero.
La carrera cuesta como 15 pesos, algo más de un dólar de los Estados Unidos, algo menos de un euro. Si perteneces a la clase dominante, los sueldos son parecidos a los de España y puedes pagar sin problemas. Si eres de la clase normal, entonces cobras muchísimo menos que en España.
Una entrada de cine cuesta como 100 pesos, 7 veces la carrera. Una hamburguesa de Mc Donalds, unos 70 pesos, 4 veces la carrera. Un sueldo razonable para la clase normal es de unos 20.000 pesos por mes. Los semáforos están llenos de gente intentando subsistir.