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miércoles, 28 de julio de 2010

Alegría

Cuando le has puesto todo tu empeño; cuando has involucrado todas tus ganas y el esfuerzo te ha salido de adentro, sin necesidad de expresarlo.

Cuando le has puesto una parte de ti apostando un brazo o tu alma a que conseguías algo. Que riesgo es ese, porque, ¡mira que si sale mal! no solo pierdes tu brazo, sino el alma que se ha empeñado. ¡Y que cara es la ilusión!

Cuando consumes los minutos concentrado, con el cerebro a mil vueltas y el corazón latiendo fuerte,...

Cuando te dicen que eres y transmites ilusión y convencimiento, de que dices la verdad honesta más allá de cualquier duda,...

Cuando te das cuenta que las apuestas del momento o ese esfuerzo son solamente una conclusión a tu trabajo a tu empeño, a tu ilusión,…

Entonces y solo entonces es cuando no sabes si reír, si llorar, contenerte o engañarte a ti mismo haciéndote el incrédulo, el prudente. O buscas desesperadamente compartirlo con alguien que sea capaz de entenderlo y valorarlo.

Y algo muy dentro sale del alma y te llega por la boca y te levanta la comisura de los labios: ¡síguelo!!síguelo!

martes, 20 de abril de 2010

Comer sólo

Mi mujer, que es persona muy sociable, reconoce que no soporta comer sola en un restaurante. En los últimos meses he tenido ocasión de practicarlo muchas veces, y debo decir que he conseguido una cierta capacidad de hacerlo y de disfrutarlo.

Cuando entras y estás sólo en un restaurante alcanzas a ver muchas cosas que no tendrías en cuenta si vas acompañado. Los colores de la pared, de los manteles, las ventanas o las cortinas forman parte de lo que alguien quiere que sientas sentado y comiendo. A veces te encuentras dibujos imposibles, o cuadros que te impactan en medio de horrorosas maquetas de barco, o detalles y adornos que intentan crear un ambiente sin conseguirlo.

La luz, cuya intensidad es inversamente proporcional a la calidad de la comida con límites, pues en determinados restaurantes no puedes distinguir casi la comida.

El ruido, apagado cuando el restaurante es elegante, con risas de alguna mesa y el estridente ruido de los niños que se oye, estén en donde estén, en el restaurante y fuera de sitio,… siempre. A veces te encuentras con música ambiente, pero más se agradece cuando alguien con las manos floridas toca un piano en algún lugar del local.

La gente, a veces pintoresca, siempre rara, siempre desempeñando un papel. A veces me entretengo inventándoles historias, justificando quién es quién en cada mesa, descifrando sus caras y sus silencios. Analizando cómo estudian la carta.

Mario Benedetti tiene un personaje femenino despampanante, salido de un cuadro, con el que de vez en cuando sueña eróticamente para despertarse invariablemente antes de que pase nada. Las  camareras de los restaurantes hacen un poco ese papel, sobre todo cuando intentan armar mi comida, ya sea por su interés o el del restaurante, aunque parezca siempre que es por mi. La conversación de decisión se vuelve más agradable a más experiencia tiene el camarero o la camarera, unos segundos de conversación y compañía.

A veces casi me entran celos cuando veo al camarero que me ha atendido y con el que he conseguido entablar una sólida relación y confianza en algunos segundos, cuando repite escena con una mesa cercana.

A veces el rato es tan agradable que pido una malta con hielo, un papel y algo para escribir y relleno pequeños papeles con letra pequeña acerca de cómo hago para comer sólo en un restaurante sin morir en el intento.

martes, 16 de marzo de 2010

La distancia entre dos puntos

Hoy es lunes y es fiesta por aquí, eso quiere decir que la gente que dispone de una vida no trabaja. Esperando por mi CocaCola, la música suena con ritmo Hawaiano, pero el mar queda muy lejos de aquí. La verdad es que todo queda muy lejos de aquí.
El concepto de lejanía es a la vez físico y mental. Entre dos ciudades ciertamente existe una distancia física: se tardan x horas en llegar de la una a la otra.
Pero hay más conceptos de lejanía. Para llegar a una ciudad es necesario conocerla, aprenderla; dónde se come, en dónde está la gente que vale la pena conocer; qué cosas hay que ver. Solamente cuando empiezas a saber esto, la ciudad está más cerca.
Las ciudades también huelen y la lejanía de los olores se resuelve con el tiempo, cuando tu olfato se acostumbra y desaparecen, no te sorprenden.
Y qué decir de la comida. A veces, para sentirme más cerca de casa, me voy a comer a un Fast-food americano, de estos que saben exactamente igual en cualquier sitio del mundo, incluso en mi casa.
Y la cama, las sábanas, el tacto del agua con los dedos, todo queda lejos.
El silencio es igual que en todas partes, pero no la música. Cada bar, cada restaurante, cada ciudad tiene la suya. A veces la calle tiene música y los coches modernos y silenciosos y destartalados y ruidosos, suenan diferentes,... y los camiones al frenar. Hay ciudades en donde el claxon te advierte de un peligro, en otras te acompaña como música de ambiente. Los timbres y los teléfonos suenan diferentes.
Los acentos también te alejan más o menos a más únicos o a más diversos.
Y el clima, mejor o peor, el sol, caliente o no tanto, pero lejano; y porqué es primavera y porqué no hace frío, porque llueve y porqué no,… lejos.
Hay cosas que reducen automáticamente la distancia: el fútbol, la tele y sus películas, tu equipo, la tecnología, Internet, la música que no oyes, sino que escuchas. Sitios que se te hacen conocidos, lejanos pero que aproximan tu estado de ánimo.
Y el papel que escribes, para que alguien lo lea, lejos,…

Y luego hay otro concepto de lejanía que no es modificable, que es mental. Es en donde están los tuyos, en donde las voces de ánimo, en donde tus olores, tus ruidos y tus sentimientos. Y esa lejanía es siempre la misma aunque cada día se hace más lejana.

martes, 4 de agosto de 2009

Momentos

A veces, cuando oyes música, consigues evadirte de todo lo demás y entonces, aislado, tu boca esboza una sonrisa. Lástima que esa sensación solamente dure unos segundos.

El otro día hice una visita a la basílica de Guadalupe, en México, en donde entre el marketing de tantos años, consigues sorprender actitudes que son imposibles de simular, que son verdaderas y, otra vez, tu boca y un poco más adentro, sorprende un sentimiento que dura unos segundos, de profundo respeto.

Cuando de verdad quieres a alguien, es decir, cuando ha pasado tiempo, y la realidad hace de argamasa en tu vida, y ves disfrutar a la persona que quieres, ajena a ti, por cualquier cosa, otra vez, ese gesto de la boca que es como una sonrisa, pero a la vez una catarata de sensaciones que se juntan en unos segundos,… de amor.

Cuando luchas, cuando empleas y dedicas todo tu entusiasmo a algo y, de repente, las cosas empiezan a cuadrar, o algo funciona, o cuando metes un gol, y estás más cerca del éxito. Entonces, desde las profundidades del estomago sube el “…vamos, venga, ya viene,…” y a la boca entornada no llega a sonrisa, pero muestra una determinación que te mueres.

Probablemente todo sea lo mismo y es la felicidad del ser humano solo, autónomo que hace de espectador de la realidad y que en un momento es capaz de juntar un mar azul, una cascada, una ráfaga de aire en el calor, una ola en la playa, o la sensación de calidez que se siente al entrar en una habitación caldeada, viniendo de la nieve.

Esos pequeños momentos son los que hacen soportable el silencio concentrado de no oírte hablar a ti mismo, el calor no protestado, el esfuerzo, el cansancio, la tozudez de las cosas en no hacer lo que quieres, la falta de sensibilidad de los otros seres humanos de no entenderte cuando hablas, de no hacer nada de lo que quieres.

El mundo no ha cambiado. El mundo es un conjunto infinito de escenarios, de actores en donde cada uno desempeña un papel sin director que lo organice, con múltiples escenarios. El mundo cambia a cada segundo. Es necesario encontrar muchos de los mecanismos que hacen que tu boca se tuerza, un lado de la comisura de los labios suba sin esfuerzo, tirante y encuentres dentro de ti, sin ninguna necesidad de nada más, un instante de felicidad, gratis.

Pedro Puig
Volando a Colombia, 3/8/09

viernes, 12 de junio de 2009

Cuento: La guitarra y la voz.

Un cristal con agua cayendo por los dos lados separa el espacio del lobby, con luz propia, del de penumbra interior.

En la esquina de la penumbra una guitarra suena.

Let it be…

Una tele queda fuera de lugar: “Uribe recibe fuertes críticas”. Un busto parlante, sonriente, artificial, habla por detrás de los Beatles.

…Mother Mary comes to me…

Al lado de la guitarra, agazapada detrás de un atril y de un micrófono sale la voz de la novia de Forrest Gump.

… There will be an answer…

Su vestido negro, la luz de las velas, el agua cayendo, el sabor de la malta fría, por el hielo.

Let it be

No hay luces ni focos y la atención no puede ser ni a la guitarra ni a la novia de Forrest, pelo rubio, melena larga sobre el vestido negro y pañuelo años sesenta.

El bullicio de debajo, bajo, acompaña la música: el sonido de un teléfono, los acordes no identificados, la malta,…

“Colombia gana a Perú” dicen los rótulos mientras el busto parlante mueve los labios. Y el ambiente toma protagonismo, y los acordes son cada vez más identificados. Nadie parece hacer ni caso.

… que ha quedado… de aquella amistad,…

… volveremos a sentir…

Ella canta ahora como Presuntos Implicados.

¿Porqué el mundo será tan grande y tendrá tantos rincones en los que sentirse solo?