sábado, 26 de diciembre de 2009

Lotería y toros

Una vez más lo políticamente correcto ha invadido nuestra televisión pública, pagada por todos, a la par que la privada, contagiada de la emoción de unos pocos mortales que manifiestan tener agujeros que serán tapados por la enorme suerte de haber sido los afortunados de un juego de azar.

Hace unos pocos años lo hubiéramos tomado como una tontería “digna del régimen”, en donde el trabajo y el esfuerzo se ve sustituido por la fortuna concedida por una institución pública, pagada por todos, a la que es necesario dar gracias.

Ya está bien que periodistas que uno cree buenos, se presten a esta ceremonia anual en dónde las tremendamente falsas frases en donde figura la palabra “repartir”, dejen de participar.

Lo absolutamente cierto es que, de promedio todos invertimos 70 euros, para que unos pocos, muy pocos, ricos o pobres, reciban 35 euros concentrados, esta es la palabra correcta, de forma aleatoria. Los otros 35 quedan para pagar al calvo, o para pagar la complicidad de esos buenos periodistas. Me gustaría saber cuánto nos queda para nosotros de esos 35 euros.

Ya se que la mayor parte de los que invierten los 70 euros anualmente apelarán a la tradición, para justificar la ludopatía selectiva, y que aplicarán la misma medicina que se le aplica a los que pretenden eliminar la salvajada de los toros: la tradición. Supongo que exceptuarán la tradición de la ablación del clítoris, el velo, tener un harén y otras tradiciones similares.

Lo único de lo que me quejo es de que la lotería de Navidad me cueste dinero, tan difícil de entender?

sábado, 19 de diciembre de 2009

Cuidado

Me acuerdo cuando era niño o adolescente de ir con especial cuidado de algunas cosas. Mi bicicleta, recuerdo que era una Gimson, que mi padre me compró era de hierro, por lo que no se podía mojar. Cada vez que llovía era necesario secarla. Si la bicicleta se oxidaba, ya no iba bien, era una vergüenza tenerla oxidada.

El LP que cada dos o tres semanas conseguía comprar, con lo que ahorraba de mi paga semanal, era objeto de mimo, mucho más que cuidado. Cada vez que lo ponías en el plato lo sujetabas delicadamente, lo sacabas de su funda,... No cuidar el disco era rayarlo, ya no se podía oír.

Y los muebles con miniaturas, o las medallas de la comunión o los relojes. Algunos regalos eran especialmente valiosos o suficientemente frágiles como para que los guardara mamá.

Me imagino que aquello formó parte de nuestra educación. Era una forma de darle importancia a las cosas, de aprender a tomar responsabilidad acerca de algo.

Supongo que es necesario darle gracias a la evolución. Ahora las bicicletas ya son de acero inoxidable, ya no se oxidan y como no pesan, ya no es tan necesario estar en forma para hacerlas correr, ni hay que cuidarlas. Ahora si se te cae el MP3 no pasa nada, no se rompe como el vinilo, ya los relojes tienen un precio que permite perderlos, no hace falta que los guarde mamá.

Viendo los documentales de bichos de la 2, te das cuenta cómo los animales se entrenan, juegan a las cosas que más adelante en su vida servirán para defenderse, para procrear, para sobrevivir. Me imagino que es parte de nuestro entrenamiento adquirir responsabilidades de las cosas. 

Y cada día queda más lejos de la realidad, y me pregunto si esa parte que nos falta o les falta a nuestros hijos para adquirir responsabilidades, no es una parte fundamental de la educación que la evolución tecnológica nos ha regalado, nos ha privado. Tal vez sea solamente una forma nostálgica del cualquier tiempo pasado fue mejor,... pero.


La evolución siempre parece tener efectos colaterales, siempre elegimos la evolución, lo más moderno, y despreciamos sus efectos. Ya sea el cambio climático o detalles como estos, que supongo tienen otras soluciones.

Nuestros hijos deben de tener algunas cosas importantes y deben de buscarlas, su responsabilidad futura está en juego.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Melancolía

A veces pasan varias cosas a la vez, no relacionadas, que te van comiendo ´la moral´ hasta hacer complicado enfrentar las cosas corrientes de cada momento. Aparece la melancolía, te haces más sensible a algunas cosas, y despiertas recuerdos.

Ayer entré en el salón de una casa desconocida, la madre anciana y con principio de alzheimer, de un amigo mío. La casa era grande. Mi cabeza se fijó en la mesa del salón, con seis sillas, pero pequeña. El tamaño de la mesa, comparada con el tamaño salón me llamó la atención. Una mesa es para reunirse a comer, todos, y allí no cabía mucha gente.

Mis recuerdos me llevaron a una cena en Casablanca. Había acudido a Casablanca como miembro de una misión comercial española a Marruecos. Yo quería saber si se podían hacer negocios allá. Fui con un catalán que ya tenía experiencia en Marruecos. Conocía a un local, un hombre mayor, no recuerdo su nombre, que hizo las veces de taxista, anfitrión y guía y creo que podía haber hecho cualquier otra cosa. 

Una de las cosas que hizo fue invitarnos a cenar a su casa. La primera sorpresa fue lo grande que era la casa; la segunda lo grande que era el salón, sin más muebles que banquetas rojas en la pared rodeando el perímetro; una mesa redonda. Invitados: mi amigo el catalán, yo, nuestro anfitrión y un belga con una vida por África, en Senegal y en sitios así de pintorescos (presente pasado).

La última sorpresa, su hija, ya más que adolescente, que solamente entró en el salón para servirnos la mesa, increíble cena, increíble cuscús, sin apenas cruzar palabras con nosotros, a pesar de las orgullosas palabras de su padre.

Y los ojos de mi padre vidriosos, todo lo contrario que vivaces e inteligentes y observadores, que lo fueron toda su vida, sentado en una silla de ruedas, esperando no sé qué.

Si el presente o la compañía no viene en tu auxilio, te encuentras dando vueltas en una espiral descendente.

Recuerdo poco a mi abuelo, al padre de mi padre, el único abuelo que conocí. Lo veíamos pocas veces al año. En Navidades íbamos a su casa toda la familia. Tenía un salchichón duro, buenísimo. El abuelo era un señor. Una de las Navidades mi tío Miguel, a la sazón hijo predilecto de Barcelona, vino con un sacacorchos de aire comprimido, una ‘modernez’, obviamente cara. La cara de mi abuelo cuando lo vio, era una mezcla de escepticismo y desprecio que hasta un niño de doce años como yo podía reconocer. 

La cara que puso, sin producir ningún sonido fuera de un discreto ¡ups!, cuando la botella de vino escupió el tapón y manchó toda la pared, fue un poema. Aparte de estas cosas, le recuerdo sentado en un sillón de orejas amarillo, sin articular palabra, con esa misma mirada que ahora tiene mi padre.

Un sentimiento, muy enterrado, de pena por lo que pasó y nunca volverá, por los presentes que se acaban, y que te das cuenta justo cuando han pasado, o precisamente en los momentos de melancolía.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Viña y Valpa

La playa de Viña del mar hace mucha pendiente, señal de mareas grandes. Cuando estiras la toalla en lo alto de la pendiente, el mar parece un escenario; fondo de dos azules, océano y cielo, y tablas en donde rompen las olas, pasean las parejas o los solitarios; se entrenan los adolescentes, juegan los niños.


El sol se va acercando por la tarde a la estela brillante que pinta en el mar desde el horizonte hasta la playa. La marea sube, ya está a media pendiente. Las olas siguen con su ritmo imposible, ruido profundo que a fuerza de ser repetido, acostumbra la cabeza.

Los vendedores, molestos al principio, con su alta letanía, imposible de descifrar, van pasando cada vez menos frecuentemente. El descubrimiento es que no todos dicen lo mismo. Al fin entiendo a uno que habla de “¡...no se qué frescos a sien!”

Viña es como cualquier otra playa de un lugar turístico que haya conocido. El calor, el sol, la luz,... El Pacífico se empeña en marcar la diferencia. Sus aguas no son transparentes como las del Mediterráneo o el Caribe. El color es azul acero, con olas solo en la orilla, quieto, pero con una quietud amenazante. Se lo ve y uno se lo imagina profundo, denso.

A lo lejos, barcos esperando por el puerto de Valparaíso, apoyandose en el océano. Grandes barcos que se ven grandes incluso en la distancia.

La playa parece bastante domesticada. No hay duchas ni socorristas, pero hay un paseo y debajo un camino de maderas para sacudirse la arena. La arena es amable, más oscura y algo más gruesa que la de mi Mediterráneo, será para camuflarse más fácilmente con el océano.

Hay puestos en el paseo. Un malecón con ocho pilares medio derruido soporta una grúa, cuyo color oxidado disimula la herrumbre y parece una escultura de diseño.

Lujosos edificios bordean el paseo, espaciados, altos, acristalados. Un paseo en coche revela calles bien trazadas, casas bajas, anónimas, son para el verano, claro. Las cuadras tienen números; las calles que van al norte se llaman así, con uno, dos,… Las perpendiculares Oriente y Poniente, todas también con un número. Organización que te sorprende porque enseguida eres capaz de saber dónde estás, adonde vas, y que hay después.

Valparaíso está a lo lejos, misterio. ¿Será el valle o será el paraíso? Mañana, después de la playa y el sueño, iré a descubrirlo.

No es lujo. Fuerte olor a pescado en un mercado de domingo. Los colores disimulan la pobreza. ¡Qué colores! Casas azules, ocre, violetas, rojas, verdes,… Hasta las chapas de Uralita parecen estar pintadas de color óxido.

Más de una docena de funiculares (ascensores) te permiten subir rápido a los cerros que rodean la bahía y en donde está construido Valpa, por cien pesos. Todos los ascensores tienen un nombre propio: El peral, Larraín, Lecheros, Mariposa,… como si fueran parte de la ciudad y necesitaran sentirse calles, con nombre.

Están escondidos. Cuando subes en uno, no importa cual, los colores de las casas te rodean, y descubres vegetación. A medida que subes descubres el mar brillante, plano, dentro de la bahía. Ahora los barcos sí parecen grandes, están cerca, casi tan cerca como las grúas, grises, blanco y rojo, estas sí moviéndose para descargar.

Los barcos de guerra en el puerto provocan la sensación agridulce de admirar sus siluetas como animales marinos majestuosos, y pensar para qué sirven, para la guerra, auque algunos piensen que “defensa propia” es suficiente argumento para construirlos.

Y alcanzas a ver más ascensores y estás rodeado de casas que tuvieron su indudable esplendor. Grandes, de madera o de piedra, con pinta de palacios o de casas para vivir, siempre de muchos colores.

Me siento a contemplar la bahía, el puerto a mis pies, Viña a lo lejos, su playa desde aquí tiene el color de todas las playas: ocre; no pacee oscura. La grua de diseño, ahora negra, se distingue en la distancia.

En una de las plazas a las que subo se está rodando algo, son americanos. Los gringos tienen prioridad absoluta en este mundo. El mirador precioso, restaurante prometedor, se convierte en un bar. No volvería a sentarme allí, aunque no dejaré de subir a ese ascensor: Valparaíso.

Seguro que fue fuente de inspiración. El orgullo que destilan sus colores tuvo que dejar inspirado a más de uno. Esa inspiración, la bahía, tuvo que generar esos colores.

Viña es fantástica, pero se pueden encontrar sucedáneos, villas parecidas, mismo o mayor lujo. Valparaíso es irrepetible. Ojala hubiera podido estar aquí hace 100 años.

29/11/2009

sábado, 21 de noviembre de 2009

Carta a mis hijos

El mundo en el que vivimos tiene un porqué, muchas realidades, una historia. La vida y las obras de muchísima gente antes que nosotros nos ha llevado a la luna, pero también a nuestro coche azul; a la literatura y al Internet; a las injusticias y a la comodidad; a las falsas y emocionantes películas que vemos en el cine, pero también a la dura realidad que no conocemos.

En mi opinión, vosotros no merecéis el mundo en el que estáis. No os lo merecéis porque no me gusta y no os lo merecéis porque no es vuestro. La sensación que tengo es que, además, no os estamos educando para daros algún derecho o alguna posibilidad de cambiarlo. El mundo no se puede permitir el lujo de desaprovecharos.

Tenemos que hacer algo diferente, algo que os pueda dar una ventaja a lo largo de vuestra vida. Algo que no esté dentro de algodones de la educación que me han dado a mi, y que os estamos dando, de mi entorno y del sitio en el que hemos nacido. Una ventaja que ojala sirva para que alguno de vosotros, contribuya, aunque sea con algo pequeño, a cambiar el mundo en el que estamos convirtiendo nuestro planeta.

Espero que os convirtáis en unos seres humanos que el mundo no pueda ignorar. Al mundo le hace falta gente que sea capaz de sacudir la comodidad, de arreglar injusticias. Mi generación y yo nos equivocamos y pensamos que la situación a la teníamos que llevar al mundo es la que tenemos.

Los genios son capaces de hacerse entender con pocas palabras. Yo no soy un genio y estoy seguro de que no vais a entender todo lo que quiero decir. Ojala podáis guardar esta carta y analizarla dentro de unos años para ver si habéis conseguido algo diferente, meritorio, reconocido, o, simplemente, bueno.

Besos a todos.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Paseando por Bogotá

He descubierto el mundo paseando con mi mujer. Cuando estoy en viaje de negocios, raramente hago turismo, y cuando voy con ella, raramente averiguo a priori lo que hay que ver.

Para mi aquello que hay que ver no necesariamente es lo más interesante, y hacer la relación de los lugares de interés te quita tiempo para encontrarte con lo inesperado o insospechado.

Obviamente confío en esa relación cuando no voy solo puesto que es la única forma de evitar que te pregunten aquellos que soportan el relato de tu viaje, sobre todo si va con fotos, ¿y no estuviste en…?

También es verdad que una búsqueda aleatoria te dejará sin ver cosas que realmente te hubiera gustado ver.

Supongo que otra vez el punto medio es el mejor de los acercamientos y hay que ir a determinados sitios, pero dejarse un tiempo para improvisar.

El otro día y para variar, y por suerte, me llevaron a pasear por Bogotá. Al castellano le sobran palabras, o debo decir, que no le faltan y que el concurso de Pasapalabra sí contiene vocablos que en un sitio desconocemos, pero que se usan en otros.

Ni se te ocurra pedir Chicha o Guarope, porque al día siguiente lo pasarás en el baño lamentándote. Sin embargo es la bebida preferida de los chicos que la toman de colorines, según el encargado de la fonda del gato, en donde cuelga una placa de “Aquí se fundó Santa Fe de Bogotá…”. La Chicha y el Guarope son bebidas fermentadas de maíz que, claro está, para conseguirlas más baratas, alguien añade química para hacer más rápida la fermentación, de eso trata la globalización local de la piratería.

Si vas por La Candelaria un festivo te encuentras como con casi todas las plazas que conozco, grandes, llenas de gente, con la única salvedad de que aquí hay llamas, con su mirada de desconfianza fija, para que monten los niños, muchas palomas, gente dándoles de comer o patinando o en bici, corros de gente viendo bailar,… igual que cualquier plaza en cualquier sitio en donde se hable castellano.

Si quien te lleva a pasear y está interesado de verdad en que conozcas Bogotá, te llevará a comer gallina y patacón. También descubrirás que el asfalto no está a la altura de los coches, o debería decir al revés, ya que solo un buen 4x4 puede circular por alguna de las calles de la ciudad.

Y después puedes ir a La Calera, fuera de Bogotá, al otro lado de la montaña, en donde no sé porqué, uno se encuentra puestos de dulces de cien colores, y si pruebas uno que te parece familiar, resulta que lo único que tiene de familiar es que está buenísimo, porque después está hecho con cosas desconocidas como el arequipe.

Y también está el Bogotá moderno, el centro comercial en donde puedes encontrar las mejores marcas del mundo, abarrotado de gente, con los niños revolcándose en la nieve, que resulta ser solamente una manta blanca. Y cenas en un sitio que bien podría estar en Madrid en Londres o en Paris porque es de la misma cadena, igual. Ya es Navidad aquí también, con sus luces.

¿Porqué lo moderno tiende a ser igual?

Aquí la única palabra rara que es encuentras es Juan Valdés, cadena de establecimientos en donde venden un café fantástico, estilo similar al star bucks pero con café de verdad que, por cierto, aquí le llaman tinto.

Al recoger el coche del parking en La Candelaria, el sujeto que dirige el tráfico a la salida, o dicho de otro modo, al que hay que dar algo, si quieres, para salir, te pregunta si eres de Londres o de España y, tras aclarar con orgullo la diferencia que hay, se interesa por el equipo al que le vas, el Barça es bien visto, y por si conoces a un torero colombiano, un tal Cesar Rincón,…

Descubres lo falso de las cosas que "hay que ver" puesto que como español, supuestamente, deberían gustarme los toros y debería saber quien es Cesar Rincón, lo cual me queda bastante lejos.

Y si le preguntas a algún local cómo de turístico y falto de realidad es este relato, la verdad es que no tengo respuesta.

Bogotá 16/11/09

domingo, 15 de noviembre de 2009

Libros

El otro día alguien me dijo que me había comprado un libro, pero no me dijo cual.


Tal vez sea un libro de conocimiento, con páginas que se empeñan en hacerte difíciles las cosas, para aclarar algo que deberías saber, que tienes que saber o que te gustaría saber. Disculpas que no sean autosuficientes o alegres, las tienes que releer porque no has sido capaz de entenderlas. Son libros que presumen de número de páginas y de pequeño tamaño de letra.

Tal vez sea un libro escrito por alguien que dispone de tiempo, que entiende lo importante y que es capaz de transmitirlo de forma fácil y simple, ¡pues claro! Con moraleja, que te deja la conciencia en paz, porque coincide con algo descubierto por ti, acerca de algo importante.

O tal vez sea un libro con personajes que, inventados, sean una réplica de ti o de alguna época de tu vida, que se hace fácil de leer porque suena conocida. O con personajes increíbles, porque son admirables, tan extraños como poco reales o, en cualquier caso, lejanos de ti y de tu realidad.

O tal vez uno de misterio y de tensión, de estos que la intriga te impide dejar de leer página tras página porque eres incapaz de saber lo que pasará en la siguiente escena que el libro ha sido capaz de construir para ti. Las páginas no dejan de engancharte para devorarlas una tras otra, sin cansarte leyendo.


O tal vez aquel libro que, como una melodía definitiva, es capaz de generar opiniones o sentimientos como tuyos, en un escenario tan precioso que puedes ver música con burbujas que van cambiando de color y de forma, flotando en la pared a la que miras entre capítulo y capítulo para descansar tus ojos.
Que además es capaz de convencerte (¿engañarte?) de que tenías razón, que la vida era como pensabas.

¡Y si fuera de poesía! Entonces las páginas son palabras y las palabras letras. Descubres significados y construcciones que existen y se justifican por sí mismas; terminas la frase, la refrescas y vuelves a leerla para comprobar que sí, que era posible decir aquello y decirlo de aquella forma y lo reproduces en tu cabeza con la incredulidad de que a alguien se le haya ocurrido.

Tal vez sea un libro de cuentos cuyas historias son tan fáciles que hasta las puede entender un niño. Y tienen moraleja.

O uno con un personaje, el bueno, que se esfuerza, que se lo trabaja, que es capaz de poner al mundo de su lado y que triunfa solo por ser admirado, ¡qué bello es vivir! O tal vez un ídolo, admirado por ser un líder, un deportista. Solamente unas páginas son capaces de desnudar hasta que solamente el lector es capaz de valorar porqué consigue las cosas y lo verdaderamente importante que posee.

Cuando lees, el mundo se detiene, solamente tú y el libro sabes lo que va a pasar, tú, él o los dos. Leer es construir entre los dos un universo irrepetible. Si lo piensas el libro es muy poco fiel, no le importa quien sea el lector.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Hay papeles en blanco que se enamoran de una lapicera

Cuando uno lee a Mario Benedetti hace varias cosas.

La primera es enamorarse de su lapicera y de como es capaz de hacer el amor con su sacapuntas, su arma secreta. Con él, en estado de felicidad, es capaz de regatear a todos los defensores en Maracaná y crear sinónimos o inventar palabras. Es capaz de ver cosas, olvidos, escenarios, vidas, pasiones (siempre ajenas) es decir TODO, sin brújula, solamente con las palabras o tan sólo con las letras.

Después, uno se enamora de sus historias, o debría decir, de sus personajes que construyen, sin darse cuenta, vidas reales, adorables, envidiables y creíbles, dignas de limosna (relativas al alma) o, simplemente, admiración.

También te asombra descubrir lo que te has perdido. Ver que de joven no pudiste sacar conclusiones, admiraciones y placer. Disculpas esto porque te das cuenta que era imposible sacarlas sin canas, o de darte cuenta de que el placer, o el momento de placer, puede llegar con la lectura y el reconocimiento, escrito por otro, de sentimientos, escenas, vivencias, prestadas (jamás robadas), de tu propia experiencia.

A Mario, esté en el país en el que esté ahora; el título es suyo.

martes, 27 de octubre de 2009

Adolescencia

La adolescencia, o aborrescencia, es una edad difícil. A poco que hagamos memoria podremos recordar momentos en los que todo pasó, o momentos en los que sufrimos grandes injusticias, o momentos en los que nuestra lucidez abarcaba el futuro entero en un puñado de creencias y conceptos que lo resumían todo.

El paso del tiempo va suavizando las líneas de las opiniones hasta hacerlas compatibles con el entorno que nos rodea y, sin embargo, nuestra cabeza sigue pensando que no hemos cambiado, que seguimos pensando lo mismo.

Recuerdo mis vacaciones en la playa y recuerdo el entorno de amigos, solo recordados durante el curso, pero añorados después de las vacaciones y aquellos ojos azules que eran como un imán, nada había que hacer más que acercarse. Hacer las cosas bien o hacer alguna cosa,… ninguna de las enseñanzas que se me transmitían era más poderosa que aquellos ojos azules que me hacían hacer cosas, no quedarme quieto, que era lo que mi cuerpo pedía.

Ahora, cuando veo a mis hijos, tan seguros de cosas que a mí me revuelven las tripas por no saber como son, porqué son, que significan. “…la policía tiene que responder cuando les tiran un coctel molotov”, decía mi hijo ayer. ¿Cómo explicar la dificultad de entender porqué una pandilla de mocosos hacíamos carreras con los grises no acordándome hoy muy bien para qué? Supongo que cada generación tiene un tiempo de ser adolescente y, al despertar, algo debe de hacer para cambiar el mundo.

Ya llevamos demasiado tiempo en España que las sucesivas generaciones no hacen nada por el mundo. El mundo no lo necesita, ya todo está conseguido, no deberemos de preocuparnos por tener trabajo, ya no tenemos que preocuparnos por el futuro, las injusticias en el mundo quedan muy lejos. Y las nuevas preocupaciones, el cambio climático, la guerra de Irak ¡quedan tan oscuras, tan decididas y escondidas entre los artificiales debates de nuestros políticos!

Ojala surja alguien o algo que mueva los corazones de nuestros jóvenes, de nuestros despertantes de adolescencia. Tenemos que llenar a nuestros hijos de entusiasmo, del entusiasmo que permitirá abordar cualquier causa, justa o no, pero causa al fin, que pueda forjar el espíritu renovador del los jóvenes ex adolescentes que tienen que surgir.

A lo mejor, la crisis en la que vivimos tiene la capacidad de remover consciencias, de germinar inquietudes y todos podamos obtener la savia de una nueva generación que, de nuevo, cambie el mundo.

STOCK Noviembre: Y ahora qué toca

Muchos directivos deberían darse cuenta de la suerte que han tenido por no ser despedidos. Grandes empresas reducen sus ingresos un 14%, por ejemplo, pero incrementan sus beneficios un 20%.

Si hablamos de empresas españolas, la reducción estándar (de la que todo el mundo habla, no es ningún dato confiable), es una reducción de los ingresos del 30%. Y sin embargo, a pesar de la inmensa destrucción de empresas que ha habido, muchas otras continuarán.

Otras todavía están empeñadas en buscar otros negocios, o en salir a otros mercados, esperando que se eleven sus cifras de ingresos y convencer a los bancos en el primer trimestre del año que viene para que sigan confiando en ellos, aunque esa estrategia demuestra que no confían en sí mismas.

Personalmente pienso que esta crisis podía haber tenido alguna consecuencia positiva. Que alguien se hubiera dado cuenta que tenemos el mundo hecho unos zorros y que era necesario reflexionar acerca de nuestros planteamientos básicos: sociales, de ocio (para los que pueden comer claro), económicos, incluso políticos… Pero no, seguimos exactamente igual. A duras penas alguien bajará el sueldo a los responsables de la banca, pero seguirá pagándoles por los mismos conceptos. La especulación sigue viva.

El incremento de la productividad, lo que alguien puede hacer por el sueldo que cobra, es lo único positivo que se puede sacar de esta crisis. Que nadie me acuse de buscar conclusiones positivas en un exceso de optimismo, todavía nos queda crisis para rato.

Doy gracias porque no me despidieran, Leuter también ha sufrido una reducción de ingresos que se ha compensado con una reducción de costes. Redoblaré mi empeño en que las cosas se hagan en los almacenes de la mejor forma posible y al menor coste posible.

Muchas empresas piensan ahora que hacer lo que nosotros hacemos es muy fácil. Ya llegará el momento, cuando realmente se pongan a hacerlo, en el que descubran lo contrario. Alguno de nuestros competidores puede decir que su producto vale, por ejemplo, 30, nosotros decimos que 100 y, como consecuencia, somos mucho más caros. Pero es que, probablemente, nosotros podamos hacer ahorrar 70… cada año. Alguien me contaba un día la diferencia entre precio y valor, hablándome de las beneficiosas consecuencias que nos iba a traer la crisis.

Creo que lo que toca ahora es poder medir resultados. Como que lo mío son los almacenes, empecemos por ahí. Propongo algunos indicadores básicos para decidir si un almacén funciona mejor o peor que otro.

Los dos objetivos básicos de un Jefe de Almacén son:
1. Servir lo que le piden cuando se lo piden
2. Controlar los inventarios que se le confían sin perder nada.

Velocidad de preparación¿Cuantos pedidos, líneas o bultos podemos cargar en un camión, dividido entre la cantidad de horas hombre que tiene el almacén?

Claro, podemos preparar un enorme número de pedidos y hacerlo rápido y muy mal, como en la vida misma, así que este dato no tendrá ningún valor sin tener en cuenta la calidad de servicio.

Calidad de servicio
¿Cuántos pedidos no tienen error y salen a tiempo dividido entre el número de pedidos totales que servimos?

Calidad de los inventarios
¿Cuánto vale la mercancía que pierde en el inventario anual, dividido entre el valor de la mercancía que tiene en el almacén?

Velocidad de recepción.
¿Cuántos pedidos, líneas o bultos podemos almacenar dividido entre la cantidad de horas hombre que tiene el almacén?

Creo que con estos cuatro indicadores podemos medir un antes y un después en un almacén, o proponer un plan de mejora de nuestra operación y darnos cuenta de si estamos en la dirección adecuada o no.

Me dijo alguien que el buen consultor era aquel que conocía las preguntas, porque las respuestas eran fáciles. Creo que estas cuatro son las preguntas imprescindibles. Ya tendremos tiempo de afinar.

(Publicado en Stock-Noviembre 2009, Reed Business Information en España)

martes, 22 de septiembre de 2009

STOCK: Octubre; ¡Cómete el queso!

Mis amigos ya saben que estoy viajando mucho para intentar repetir el éxito de Leuter en España, al otro lado del océano Atlántico. A este lado del charco he podido descubrir algunas cosas acerca de los, teóricamente, mejores WMS (Sistemas de Gestión de Almacén) que se están instalando por el mundo.

Nacimos como empresa hace 15 años, aprovechando la tecnología de la radio frecuencia. Podíamos usar terminales conectados a un sistema central, sin hilos, a la increíble velocidad de 19.200 baudios, que costaban algo más del millón de las antiguas pesetas.

Era muy atractivo pensar que podíamos actuar en tiempo real, analizar lo que era necesario hacer en el almacén en cada momento y ordenarle a quien estuviera más cerca que llevara un pallet de un sitio a otro o que hiciera un picking; nació ADAIA.

Llevamos más de 15 años haciendo lo mismo. Ahora, los terminales cuestan poco más de 1.000€, su velocidad de conexión los ha convertido en terminales de red, todas las marcas de terminales se conectan de la misma forma (WiFi/802.11). Hoy en día nos conectamos remotamente a cualquier ordenador del mundo,…la tecnología ha mejorado.

Nosotros también hemos cambiado. Al principio nos atraía la satisfacción de hacer un producto que se pudiera aprovechar la tecnología. Enseguida descubrimos que eso no le importaba a nuestros clientes, que si queríamos vender era necesario obtener resultados tangibles, prácticos: el almacén debía mejorar su calidad de servicio con menos costes, menos recursos, incrementar su eficacia.

Aprendimos cómo hacerlo y nuestro software se fue haciendo menos solución y se fue convirtiendo en una herramienta que nosotros ajustábamos cada vez que era necesario. Empezamos a trabajar con un método, a analizar los problemas logísticos antes que los informáticos. Empezamos a dar soporte, era necesario que el almacén no se parara; nos convertimos en una compañía de servicios.

Convertimos un éxito inicial en un negocio duradero. Salimos al exterior en 1999. Exportamos experiencia y, cómo no, nuestro producto.

La crisis, y algún libro de éxito de los negocios (¿Quién movió mi queso?, de Spencer Johnson), nos indica que nada es constante, que todo cambia, que es necesario perseguir el queso, siempre. La crisis nos lo movió. Las empresas ya no estaban interesadas en mejorar su calidad de servicio, pero sí estaban interesadas en ahorrar costes, como lo hacíamos antes de convertirnos en ricos del ‘primer mundo’,… aunque sin hacer ninguna inversión; nació ADAIA alquiler y financiamos nuestros servicios.

También era verdad que en otras partes del mundo necesitaban de nuestra experiencia, más que en España. Centro América y Latino América en general, cada día está más convencida de lo que supone la logística como motor del crecimiento, una forma de mejorar las empresas con muy poco tiempo de espera para obtener resultados.

Las compañías de Estados Unidos, que nacieron un poco antes que nosotros (el origen fue la aplicación de una tecnología, la radio frecuencia), han crecido mucho más que nosotros. Su mercado era mucho más grande, tenían más dinero y han comprado empresas que hacen muchas más cosas de las que hacemos nosotros, para atender a la cadena de suministro, se han convertido en SCM Companies, Supply Chain Management, en lugar de WMS Companies.

Ahora, viendo instalaciones aquí, a este lado del Atlántico, estoy convencido de que sus WMS ya no son tan buenos Nosotros hemos seguido haciendo lo mismo, y ellos han dispersado su tiro.

Para nosotros, lo mejor de todo esto es que en Latino América, la cadena de suministro todavía no es el problema, mucho antes están los eslabones, los almacenes, que nuestro producto y servicios mejoran espectacularmente.

Me parece arriesgado que cuando a una empresa le mueven el queso, sea posible hacer cosas diferentes de las que hace o abrir nuevos mercados, eso es para tiempos de bonanza. En 1999 hicimos el primer proyecto en Argentina. Leuter México se fundó en 2001. Leuter Chile en 2003. Ya estábamos allí.

Ya sabía que un producto no servía de nada sin la necesaria experiencia para ponerlo en marcha. También sabía que nuestro producto era uno de los mejores de España. Ahora sé que está al mismo nivel que los mejores del mundo.

¿Orgullo patrio y de padre? Tal vez, pero hace ya más de 15 años que vendemos un ahorro de costes. Cada vez con una inversión más pequeña, y que en todo este tiempo ninguno de los fantásticos productos de Estados Unidos ha sido capaz de hacer instalaciones regulares en España. A lo mejor es por algo.

(Publicado en Octubre en Stock, Reed Business Information)

viernes, 18 de septiembre de 2009

Casa de Campo

Estar solo en un Resort caribeño fuera de temporada, te hace sentir todavía más solo. Ahora es, teóricamente, temporada de huracanes y los americanos no vienen por aquí. El tiempo es caluroso y la presión se siente por el calor húmedo y la falta de gente a la que observar.

Como no hay otra solución, la vista se fija en cosas, estáticas, o como si lo fueran. Por ejemplo ese ventilador de techo que gira desesperadamente para provocar un poco de corriente de aire, y es desesperado, porque la luz que cuelga debajo de las aspas que giran se tambalea de un lado para el otro.

O, por ejemplo, en la música brasileña de fondo que está presente en cualquier lugar supuestamente romántico, o en la bachata, especie de ritmo de salsa de Dominicana, en cualquier otro lugar que, en temporada, estará animado y repleto de gente.

Ayer, cenando en un romántico restaurante, solo, en una paya lista para capturar una postal ejemplar del Caribe, las luces iluminan la transparencia del agua, reflejando el fondo como para querer mostrar que las aguas son transparentes, mientras que una línea de espuma blanca señala una cadena de rocas 200 metros mar adentro, antes de la oscuridad.

Todas las mesas vacías, inmaculadamente blancas, tienen un candil encendido. En momentos como este entiendo la competencia: conseguir la mejor mesa del restaurante, pero sin nadie que te la discuta, no te da ninguna satisfacción.

Curiosa la historia de esos insectos que vuelan sin descanso alrededor de los focos. Supongo que la distancia es la mínima para no quemarse. Es como el riesgo o el amor, se acercan lo más posible, se separan, descansan, mantienen la distancia hasta que, inexorablemente, se queman en el foco. Otro toma su lugar, el foco, objeto de deseo, siempre rodeado de amantes.

El armazón del techo de donde he cenado hoy es de madera, y la cubierta de hojas de palmera. Se ve el trabajo, que debió de ser largo, para trenzar las hojas a la armadura. Me pregunto que pasaría si un huracán azotara la isla, porque ese techo debe de ser tan laborioso de construir como fácil de desmontar por una naturaleza enfurecida.

Al bajar del carro de golf, aquí te dan uno nada más entrar para poderse mover por el hotel, un cangrejo ermitaño se movía por el camino con su casa a cuestas, más grande que él, del que solo se veían las patas corriendo frenético para huir de mi sombra, enemigo potencial para él, que no tiene per sé ningún peligro.

Los focos, por la noche, iluminan el verde, escondidos. Hojas grandes y redondas, hojas finas, arena blanca. Tumbonas que, de día, deben de ser imprescindibles para leer y tomar una piña colada, el sabor que, para mí tiene el calor y la humedad. Un bote suspendido a escasa distancia del fondo, supongo que para pasear en lugar de leer.

El Resort es todo lujo. Si el lujo se mide en lo que se cobra por todo y en lo que no se regala, este es de súper lujo. Aparte del hotel, Casa de Campo es un conjunto de villas de lujo que compiten en su ostentación disimulada.

El golf es una especie de bálsamo para hacer transcurrir el tiempo más rápidamente. Te concentras en la bola, en el campo e intentas que el juego sea un pasatiempo a medias entre el paseo, cansado, contemplar el paisaje, fantástico, y,… la conversación.

Rolando es un negro muy oscuro y muy grande, el caddy que intenta no aburrirse contemplando lo mal que juego al golf, e intentando imaginar cómo puede hacerlo para sacarme algo de dinero que ayude a mantener a su familia. Es toda la conversación que puedes encontrar detrás de esa idílica postal, si no es temporada.

El paisaje es verde, húmedo y caluroso...

lunes, 31 de agosto de 2009

Peña La Berza

Ya es 21 de Agosto. El sol aprieta. ¡Amigo! Tus vacaciones ya se han acabado. Vuelta a empezar, nos espera una semana de fiestas.

Aparecen las camisetas rojas y blancas, los pañuelos violetas. Es la peña de La Berza.

Empezamos la escuela de aprender a hacer cosas. Los niños y no tan niños harán cosas que en sus casas, el resto del año, pagan por no hacer: la comida, recoger, limpiar. Y encima, en fiestas, pagamos por hacerlas.

Se ve a gente, siempre cumpliendo, pero algunos con el mínimo, escaqueándose solamente si no son observados. Otros, en cambio, ponen lo mejor de si mismos para sentirse identificados con una idea: que todo salga bien. Otros se ocupan de que todo salga bien sin figurar, con lo que haga falta. Cuando se hace así, todo parece salir sin esfuerzo.

Hay un espíritu de tribu, de pertenencia a un grupo, de cosas comunes, de recuerdos comunes, de historias comunes, de otras fiestas parecidas en las que algo diferente pasó, y por eso son recordadas.

La vida pasa rápidamente estos días. Comida y más comida. Pero también conversaciones, y cruce de vidas; alcohol que todo lo anima. Y la cantidad de gente que llega al pueblo y una sensación de ambiente festivo de todos, propios y extraños, que hace que tu cuerpo se mueva, que tu mente se libere y que te olvides de los problemas de la vida.

Historias aprendidas y repetidas, nada queda a la improvisación en el cocido, por ejemplo, voluntad de repetir lo que se recuerda como momentos de diversión. Cantidades apuntadas y rastros que año tras año van cambiado por sí solos construyendo historia: el año que viene no hay que comprar vasos.

Gente a la que resulta difícil soportar lo auténticamente popular nos sentamos en el suelo y nos llenamos de polvo y comemos de una forma incómoda unas judías que, aparte de estar buenas, pagamos religiosamente. Colas, aglomeraciones, una tarea difícil: distinguir entre lo popular y lo hortera. ¡Cuantas ollas y tupperware llenas que acabarán en la basura!

Viendo cómo lo pasamos, el resultado de las fiestas parece de lo más normal. Pero sería de lo más fácil que fueran un desastre. Cuando algo está lo suficientemente organizado y entrenado como para que no parezca que lo está, entonces es realmente cuando el orden se impone e, independientemente de si un año es más animado que otro, las cosas salen a la perfección, animando aún más a la tribu para repetir, año tras año.

Aunque seguro que de vez en cuando hay roces, es imposible distinguirlos entre la animación general, yo creo que incluso se disimulan durante estos días.

Y llega el 26 y las fiestas se acaban con un ritual repetido una y mil veces. Agradecimientos, nombramientos, una auténtica Constitución no escrita de jerarquías costumbres y canciones. ¡Cuan fuertes pueden ser las costumbres, más incluso que las leyes!

Ya los pañuelos van a desaparecer hasta el año que viene y casi también el calor, y casi también las vacaciones.

La Granja, 28 de Agosto de 2009.

domingo, 16 de agosto de 2009

Volando a casa

Durante todo el tiempo que estás esperando en el aeropuerto, o hacienda nada cuando vuelas, el número de personas que ves es enorme.

Un tratado de dibujo que tengo, dice que la mejor forma de aprender a dibujar es dibujar lo que uno ve (no vale dibujar árboles en forma de chupa-chups). Si es verdad y escribir se parece, lo mejor es escribir lo que se ve. Volar pone delante de tus ojos sonrisas, sueños, auriculares, compañeros de viaje y funcionarios empeñados en que vueles con éxito a tu destino; sombreros, sonrisas; paseos de impaciencia.

Un protagonista que se ve poco es el comandante del avión, quien se supone es el elemento más importante en todo esto. Si estás lo suficientemente antes en la puerta de embarque, lo ves pasar con todos sus acólitos, uniformados, con sus maletas de ruedas todas iguales. Al verlas imagino sus vidas tan diferentes de la mía, durmiendo en hoteles, la maleta traga y escupe sus pertenencias durante un tiempo en el que no tienen casa, si no tuvieran ruedas serían un caracol, su casa a cuestas.

Los auriculares han hecho su aparición y son la excusa perfecta del no hacer nada. Cuando uno va solo son una ayuda; a veces descubres una sonrisa debajo de los auriculares. Cuando va acompañado, son una especie de seña de identidad extraña, que reduce la posibilidad de entablar conversaciones.

Siempre he envidiado a la gente que es capaz de entablar una conversación con facilidad. Los habitantes de Estados Unidos son geniales para esto. No necesitan ni media excusa para entablar una conversación. Su educación les impide hablar o no hablar. Lo que si es cierto es que las conversaciones son absolutamente superficiales, debería de resularme más facil.

Algunos niños lloran en una situación que es bastante insoportable para los adultos. El tiempo pasa más despacio a menos edad se tenga, y los niños se mueven y remueven en sus sillitas y rompen a llorar cuando el estruendo de los motores anuncia el despegue o la presión de la cabina cambia. Sus protestas a veces rompen el alma. Su cara anuncia que la única solución que encuentran al final es dormirse, pero eso no es tarea fácil entre tanta gente y el ruido.

Los hombres de negocios en los aeropuertos teclean en sus ordenadores, van siempre en busca de ese enchufe que les permita recargar baterías. Son vanidosos revelando una especie de alto designio que la naturaleza les da. Son los más espectadores de todos.

Yo no sé qué hacíamos antes sin sudokus. Muchos pasajeros matan su tiempo en aeropuertos y aviones armados de bolígrafo y revista.

Siempre me ha asombrado que alguien componga canciones sin repetirse. Las maletas son múltiples. Con la cantidad de mochilas, maletas, y bolsas que ves antes de entrar en el avión, yo diría que existe un organismo autónomo universal secreto que vela por el diseño de los equipajes, para que todos sean diferentes, aparte de los sansonait, claro.

Otra cosa que se ve es el ruido. Múltiples conversaciones. Algunas inconfundibles e imposibles de entender porque salen de un walkie-talkie con voz metálica y ronca. El ruido de múltiples conversaciones superpuestas. Algunas se distinguen y lo único que queda es averiguar el idioma antes de empezar a entender lo que significan.

Otro de los protagonistas es La Voz. La voz que reclama pasajeros perdidos que deben de presentarse en tal puerta de embarque. O los pasajeros que nunca se ven, para los que la voz anuncia el inexorable último aviso que nunca lo es; porque se repite varias veces antes de extinguirse, no se sabe si por desesperación de la voz o porque el pasajero ya ha aparecido entre avergonzado y silencioso, o sudoroso después de la carrera.

Los móviles son otro de los actores destacados. Obviamente, hablar por el móvil es una de esas cosas que más nos ha cambiado la vida sin darnos cuenta. En un aeropuerto también. En un avión ya es más discutible. Fuera del “Este avión se va a caer, ¡te quiero!”, las conversaciones que anticipan su llegada desde el avión no son nada más que llenar un tiempo que, si no, solamente estaría dedicado a recoger tus cosas y bajar del avión.

Obviamente, también queda lo de siempre: el libro. Ese placer en si mismo que representa leer algo que alguien ha imaginado muy lejos en el espacio y el tiempo, acerca de lo que sea, y que, seguro, llena un tiempo absolutamente muerto.

Alguien me dijo que solo escribía por vanidad. Tal vez solamente escriba para acelerar el paso del tiempo en un aeropuerto.

Pedro Puig
Volando a casa.

martes, 4 de agosto de 2009

Momentos

A veces, cuando oyes música, consigues evadirte de todo lo demás y entonces, aislado, tu boca esboza una sonrisa. Lástima que esa sensación solamente dure unos segundos.

El otro día hice una visita a la basílica de Guadalupe, en México, en donde entre el marketing de tantos años, consigues sorprender actitudes que son imposibles de simular, que son verdaderas y, otra vez, tu boca y un poco más adentro, sorprende un sentimiento que dura unos segundos, de profundo respeto.

Cuando de verdad quieres a alguien, es decir, cuando ha pasado tiempo, y la realidad hace de argamasa en tu vida, y ves disfrutar a la persona que quieres, ajena a ti, por cualquier cosa, otra vez, ese gesto de la boca que es como una sonrisa, pero a la vez una catarata de sensaciones que se juntan en unos segundos,… de amor.

Cuando luchas, cuando empleas y dedicas todo tu entusiasmo a algo y, de repente, las cosas empiezan a cuadrar, o algo funciona, o cuando metes un gol, y estás más cerca del éxito. Entonces, desde las profundidades del estomago sube el “…vamos, venga, ya viene,…” y a la boca entornada no llega a sonrisa, pero muestra una determinación que te mueres.

Probablemente todo sea lo mismo y es la felicidad del ser humano solo, autónomo que hace de espectador de la realidad y que en un momento es capaz de juntar un mar azul, una cascada, una ráfaga de aire en el calor, una ola en la playa, o la sensación de calidez que se siente al entrar en una habitación caldeada, viniendo de la nieve.

Esos pequeños momentos son los que hacen soportable el silencio concentrado de no oírte hablar a ti mismo, el calor no protestado, el esfuerzo, el cansancio, la tozudez de las cosas en no hacer lo que quieres, la falta de sensibilidad de los otros seres humanos de no entenderte cuando hablas, de no hacer nada de lo que quieres.

El mundo no ha cambiado. El mundo es un conjunto infinito de escenarios, de actores en donde cada uno desempeña un papel sin director que lo organice, con múltiples escenarios. El mundo cambia a cada segundo. Es necesario encontrar muchos de los mecanismos que hacen que tu boca se tuerza, un lado de la comisura de los labios suba sin esfuerzo, tirante y encuentres dentro de ti, sin ninguna necesidad de nada más, un instante de felicidad, gratis.

Pedro Puig
Volando a Colombia, 3/8/09

viernes, 10 de julio de 2009

Cuento: Cenando ayer, desde mi atalaya

Ayer casi nada podía ser imperfecto. La luna llena iluminaba el mar que forma Atenas. El Partenón iluminado en la distancia ocultaba, no sé como, todos los andamios que la luz del sol y el calor nos habían mostrado horas antes sobre la Acrópolis. Paloma estaba radiante, un día siguiente sin tener nada que hacer, después de muchos días de actividad febril, casi de supervivencia.

En el hotel de Gran Bretaña. La sensación de estar en casa, El Mediterráneo debe de tener algo de mi casa, porque los griegos se esmeraban por servirnos para que me sintiera en mi casa. Calor a medianoche.

Desde mi mesa apenas vi llegar a una pareja, me los encontré ya sentados y solamente podía ver la espalda de ella. No era una espalda sensual, demasiado delgada, sus músculos y sus costillas se marcaban. Apenas podía ver otra cosa que su espalda cuando se ponía medio de perfil para atender a su pareja. Creo que su vestido era verde, pero su espalda desnuda es lo único que podía ver.

Y su pareja, ojos como platos de admiración, de amor, besos, caricias en los brazos para mostrármelos igual de delgados que su espalda. Había algo de atractivo en aquella espalda. El tiempo de preparación, supongo. La habilidad con que su pelo ocultaba su cuello y la posible sujeción de un probable vestido.

El escenario seguía estando allí, vivo. El murmullo de todos los comensales daba vida a un salón abierto al cielo, a una terraza, sin pared con la luna y la Acrópolis. La gente lo estaba disfrutando. El maitre, el camarero, intentando hacer que la cena fuera mucho más que un alimento, un rato mágico, un escenario del que formar parte, Athenas, cuna de dioses, de la civilización del colegio. Escenario igual que otros escenarios del Mediterráneo en donde todo colabora para ser mortal, perecedero, casi perfecto, casual, estudiado.

La imagen de aquella espalda y aquellos ojos de su pareja, infinitamente orgullosos, momentáneamente, el ser más importante del mundo, la cabeza que proporcionalmente era más grande que el resto de su cuerpo, camiseta a medio camino entre el rosa y el rojo. Ojos como platos que no le cabían en la cara, sorbiendo de su bebida, sin dejar de mirar, orgulloso.

Mi mujer me parecía a mi el elemento principal de todo aquel escenario, la luna la acompañaba, y la Acrópolis al fondo, y el murmullo.

Solo había algo que desentonaba. Eran las doce y en aquel restaurante, de lo mejor de Atenas, la pareja que acompañaba a la espalda era un niño de seis o siete años, cuyas miradas de orgullo, por estar ahí, también eran de orgullo por acompañar a su madre. No debería haber estado.

Esa historia quedaba fuera de todo el escenario y parecía ser la primera hoja de un cuento que nadie me contará nunca.

sábado, 27 de junio de 2009

WMS: ADAIA en el Lejano Oeste

El otro día visité un almacén en Costa Rica, gestionado por el WMS de uno de los más importantes suministradores de US. Fue una gran sorpresa descubrir que la asignación de las tareas que los operarios debían realizar en el almacén, estaba a cargo de una persona por turno que, para cada tarea, decidía qué recurso debía hacerla.

No sé si otra versión de este mismo WMS u otros WMS de US lo hacen de forma automática e inteligente pero ADAIA® sí lo hace.

La otra sorpresa fue comprobar el precio del proyecto inicial (más del doble que el nuestro) y cómo el suministrador ha conseguido sacarle al cliente una ingente cantidad de dinero por mantenimiento y por cambios de versión.

La política de LEUTER es incluir por el 16% del precio de la licencia un contrato de mantenimiento que cubre la instalación gratuita de nuevas versiones.

Cuando ves en las revistas americanas, por ejemplo MMH, que publican el ranking de los mejores WMS del mundo, hace una lista de 25 suministradores. Por facturación, Leuter debería estar el 20 de esa lista. Por lo que vi en la instalación de Costa Rica, Leuter merecería un análisis más detallado de su WMS.

Nuestro mercado original, pequeño, España, nos ha obligado a desarrollar tecnologías de vanguardia. Por otra parte los grandes WMS de US apenas tienen ninguna instalación en España. Leuter ha hecho instalaciones en 11 países, desde Rusia hasta Chile, en cinco idiomas.

Cualquier trabajo de mover mercancía en un almacén la realiza una pareja de recursos: hombre y máquina. Las máquinas tienen perfiles de trabajo (hacen colas de preparación, o reponen, o ubican,… o un conjunto de esas cosas). También tienen limitaciones (ancho mínimo de pasillo, o altura máxima,…).

Cada vez que una pareja empieza a trabajar o termina una tarea, el sistema analiza las pendientes, para asignarle la que puede hacer, más próxima a su localización. Un algoritmo corrige la asignación en función de lo necesaria que es una tarea o lo retrasada que está (ya se ha ‘vencido’).

Con esta filosofía de asignación se consiguen dos cosas: mayor eficiencia de los recursos y, sobre todo, no dar libertad a los operarios a hacer cualquier cosa que decidan, lo que, inevitablemente, degenera el comportamiento del almacén y acaba haciéndolo desordenado.

Pedro Puig

domingo, 14 de junio de 2009

Cartas al Director: Crisis de Confianza

Por falta de confianza, la gente ha dejado de comprar las cosas que no necesita, como hacíamos antes. Nuestra sociedad occidental está basada en esto. Para salir de la crisis hay que gastar mucho dinero público, igual que lo que están haciendo todos los gobiernos de los países del mundo, incluido el nuestro que, de lo único que se le puede acusar, es de ser poco original.

El pueblo español es uno de los más sensibles a aceptar retos y lucharlos hasta el máximo. Un buen reto es capaz de movilizar a la gente, independientemente de su éxito. Existen algunas condiciones que deben cumplir los retos. No puede ser el reto del 50%, como pasa con cualquier reto que están lanzando el PP o el PSOE. Otra de las condiciones es que se vea avance en su logro desde el principio.

Imaginemos un escenario, fuera del palacio de La Moncloa, detrás de una mesa con unos cafés. Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez hablando a la televisión.

“Los dos creemos que hemos tocado fondo, que nadie se engañe, esto sólo quiere decir que no vamos a estar peor de lo que estamos, y nos hemos puesto de acuerdo en resolver dentro del vestuario nuestros problemas. Que nadie piense que hemos encontrado soluciones milagrosas, pero… hemos decidido que vamos a resolver el problema de la Justicia, el problema de los incendios forestales, el problema de la escasez de agua, el problema del terrorismo,… Todos estos problemas tienen una raíz común: que nos cuestan dinero y que solamente se pueden resolver con la ayuda de todos. Resolverlos también tiene algo en común: genera empleo. Vamos a usar estos problemas para salir de esta crisis.”

Hace muchos años que voto en blanco, mi forma de decir ¡váyanse todos, señores! No estoy teniendo mucho éxito, porque siguen ahí sin ponerse de acuerdo en nada. Esta utopía que describo sería la mayor inversión realizada por cualquier gobierno occidental para salir de la crisis, para generar confianza,… y sería la más barata.

Pedro Puig

viernes, 12 de junio de 2009

Cuento: La guitarra y la voz.

Un cristal con agua cayendo por los dos lados separa el espacio del lobby, con luz propia, del de penumbra interior.

En la esquina de la penumbra una guitarra suena.

Let it be…

Una tele queda fuera de lugar: “Uribe recibe fuertes críticas”. Un busto parlante, sonriente, artificial, habla por detrás de los Beatles.

…Mother Mary comes to me…

Al lado de la guitarra, agazapada detrás de un atril y de un micrófono sale la voz de la novia de Forrest Gump.

… There will be an answer…

Su vestido negro, la luz de las velas, el agua cayendo, el sabor de la malta fría, por el hielo.

Let it be

No hay luces ni focos y la atención no puede ser ni a la guitarra ni a la novia de Forrest, pelo rubio, melena larga sobre el vestido negro y pañuelo años sesenta.

El bullicio de debajo, bajo, acompaña la música: el sonido de un teléfono, los acordes no identificados, la malta,…

“Colombia gana a Perú” dicen los rótulos mientras el busto parlante mueve los labios. Y el ambiente toma protagonismo, y los acordes son cada vez más identificados. Nadie parece hacer ni caso.

… que ha quedado… de aquella amistad,…

… volveremos a sentir…

Ella canta ahora como Presuntos Implicados.

¿Porqué el mundo será tan grande y tendrá tantos rincones en los que sentirse solo?

lunes, 8 de junio de 2009

¿Elecciones?

Hoy he votado, he votado en blanco para ver si todos los políticos de nuestro país se dan cuenta de que tienen que irse. No tengo muchas esperanzas, la verdad, aunque lo haya intentado enviando un SMS de “vota, pero vota en blanco, ¡pásalo!”.


Mi hijo votaba por primera vez, y la importancia de estas elecciones era por ser las primeras.


La Comunidad Europea es un fantástico invento, es increíble que existieran los políticos que la hicieron posible y es increíble que ahora cueste tanto encontrarlos.


Están (¿debería decir estamos?) haciendo leyes para 500 millones de personas, unificando valores o extrayendo la parte subjetiva, personal, cultural, de interpretación de un valor cualquiera, de cualquier tipo, y plasmarlo en blanco y negro. Para que lo entienda todo el mundo, para que la mayor parte de gente pueda compartirlo, incluso para que exista. Creo en la Comunidad Europea.


Lamento que la estructura política que tenemos no esté basada en retos conjuntos, compartidos por la más amplia cantidad de gente, y desprecio los retos locales, diferenciadores y excluyentes. Creo en la persona, en su capacidad para compartir y acometer grandes retos cuando actúa como grupo, a más grande, mejor.


Hoy no tenemos líderes. Viendo la campaña electoral en España, llena de falta de respeto por la labor del otro, llena de corrupción, de cosas sin la más mínima importancia. Falta por completo del para qué sirve, ha servido y servirá la Comunidad Europea. Todas esas leyes que se ‘transponen’ a las leyes locales. La inexorable evolución de hacer piña, algo común, volumen, para defendernos mejor, para avanzar más, para formular retos atractivos.


En la campaña nos hemos encontrado con ‘págame los trajes y te daré permisos’ o ‘que amable eres regalándome los trajes, no te preocupes que sabré recompensártelo’. Pienso en trajes porque está en la prensa, pero estoy convencido de que TODOS los políticos de TODOS los signos tienen esta amenaza. Y estoy convencido de que la solución pasa por el control, no porque unos sean mejores que los otros.


Dudo mucho de las municipales; creo que un gestor profesional que cobrara, sería más fácil de pillar en un renuncio y más eficaz que un cargo electo, formado en las inexistentes escuelas de eficacia de los partidos políticos. No creo que las ideologías influyan demasiado en el devenir municipal. Creo que no tendríamos que tener elecciones generales por países. De las autonómicas, ni hablamos.


Espero que esto lo vean mis hijos: solamente unas elecciones, las europeas y cada cuatro años.


Para mí el patrioterismo y el provincianismo imperante de las ideas políticas locales en todo el mundo sirve solamente para justificar la ineficacia. Alguien pensará que soy un facha, por discutir la esencia de la democracia.


Lo siento, pero no, no estoy hablando del derecho de elegir líderes; no estoy abogando por abolir identidades culturales nacionales ni nada por el estilo, que creo que nos enriquecen. Pienso que la vieja idea de acercar la administración al administrado, que defendí de joven, corriendo delante de ‘los grises’, ha generado consecuencias de ineficacia, cuando no, desastres.


Estoy pensando en el ejemplo que pone un amigo mío, apenado por que al perro de alguien lo tienen que operar de apendicitis, sin tener en cuenta que el verdadero problema sería lo dura que estaría la carne del perro en el caso de tener que comérselo,… por hambre.


Cómo es posible que se muera gente de hambre, o ahogada en el estrecho, mientras nosotros gastamos nuestros recursos en pagar a parlamentos llenos de políticos repetidos, o en costear elecciones: cada año, de media, hay al menos unas elecciones. Cuando oía lo del ‘efecto llamada’ me imaginaba a un candidato a ‘paterísta’ viendo los fuegos artificiales desde el otro lado del estrecho, imaginando uvas como melones, ángeles cantando por las calles y fuentes de vino en lugar de agua.

Ahora, en lugar de facha, parezco un rojo progresista, preocupado por la justicia y el reparto de recursos en el mundo.

Lo siento pero no, tampoco. Creo en el mérito y en el esfuerzo. Creo en el derecho a no esforzarse que tiene cada uno y, en consecuencia, conseguir menos que el que elige esforzarse. Creo en la diferencia de capacidades y en la desigualdad que la propia naturaleza crea con todos nosotros. Creo que la sociedad también añade ventajas y desventajas, diferencia de oportunidades, arbitrariamente, y que esto no está bien.

También creo en la lotería que me ha tocado naciendo en donde lo he hecho, de unos padres como los míos. Un ejemplo. Ayer en la TV pusieron un programa acerca del sistema de donación de órganos que tenemos en España. Sencillamente increíble por lo eficaz, pero infinitamente más importante por lo fundamental:
La gente piensa, en su dolor, algo que nada tiene que ver con ella, busca desinteresadamente el bien de alguien, sin que cueste dinero, eso sí. Creo que todos estaremos de acuerdo que es un ejemplo de las cosas que se pueden conseguir.

Pedro Puig

martes, 26 de mayo de 2009

Desarrollo

Hace 20 años, en España, teníamos envidia.

Íbamos a otros países y veíamos parques de coches mejores que el nuestro. Cruzábamos la frontera para ir a Perpignan y veíamos los campos ordenados, las cunetas de las carreteras limpias; las ciudades ordenadas; el tráfico infinitamente mejor, la gente respetando las ordenanzas, los semáforos; veíamos a las suecas en nuestras playas y pensábamos que no eran como las españolas, tenían algo... ; había corrupción, si tenías un amigo en la administración lo tenías todo, en otras partes sabíamos que no pasaba,… y sentíamos envidia.

Un dicho de la época rezaba: “Spain is different”, otro decía: “Que inventen ellos”, y nosotros nos lo creíamos.

Después tuvimos una magnífica generación de políticos, pero no fueron ellos. Curiosamente también debemos de haber tenido una generación excepcional de agricultores, de basureros y de cualquier otra cosa, porque sin preocuparnos de ello dejó de existir la coima, como la llaman en México, en las calles, y las ciudades y los campos mejoraron poco a poco, y se pudieron hacer infraestructuras.

Nadie hizo nada espectacularmente importante, pero todos hicimos nuestro trabajo, y la palabra de cada uno fue más respetable y no hizo falta ser tribu, ni ser diferentes, solo éramos personas que podíamos ver lo que estaba bien hecho y diferenciarlo de lo que no lo estaba, aunque no fuéramos expertos.

Hoy nadie reconocería España de cualquier otro país desarrollado. España es igual que todos, esto es lo mejor.

Pedro Puig

lunes, 18 de mayo de 2009

STOCK: Mayo 2009 Mayo tiene que ser mejor mes, ¡por fin!

Hay elecciones, así que los responsables de pintarnos las cosas tendrán que hacerlo para que parezcan de otro color. Si se miran las gráficas de las bolsas, desde el punto más bajo a final de marzo, todas están subiendo. De cosecha propia, diré que en LEUTER se empezaron a recibir tímidas llamadas antes de Semana Santa.

Lo sé, nada es demostrativo de nada, y menos aún que haya elecciones, que a poco que lo analicemos es algo negativo ¿Para cuándo nuestros políticos pactarán todas las elecciones al tiempo? ¿o pactarán algo, quiero decir?.

Seguro que levantará ampollas, pero, aparte del fanatismo imperante, si alguien vio un partido de fútbol que se celebró el sábado pasado, el gran derbi que debía decidir una liga, insisto, fanatismo aparte, me gustaría que todo en la vida fuera siempre así: cuando algo se hace bien, se gana.

Se dice que las pequeñas empresas son más ágiles, más flexibles y que podrán encontrar más fácilmente el camino de salida. No opino lo mismo. Las pequeñas compañías que no han hecho los deberes en épocas de bonanza, ahora lo están pasando mal: les pilla sin bañador cuando baja la marea. Las compañías grandes serán capaces de capear el temporal y guardar capacidad para remontar después.

También se dice que en tiempos de crisis hay que hacer cosas diferentes, ser innovador. Es una idea que parece interesante. Desde luego todos estamos capacitados para seguir una línea marcada y hacerlo más o menos bien, dependiendo de la capacidad de cada uno. Pero inventar, sin ser ellos, como decían antes, innovar o hacer cualquier cosa que se nos ocurra, el mundo está lleno de buenas ideas, y llevarlas a término es mucho más difícil.

Pues yo no opino lo mismo. Creo que se trata de buscar valores seguros, fundamentales, retroceder en una evolución de nuestro mercado que lo ha llevado a ser merecedor de una crisis como la que tenemos encima. Hay muchas cosas fundamentales que se pueden aplicar, por ejemplo:

- Un cliente quiere algo, pues no le vendamos otras cosas, sólo lo que nos pida.
- Si todo el mundo tiene problemas de costes, entonces es necesario ser vehemente demostrando que podemos generar esos ahorros, sobre todo si es cierto.
- Si sabemos que un cliente puede mejorar, y podemos, regalemos la mejora, nos lo agradecerá a largo plazo.
- Si estamos convencidos de que nuestro producto es bueno, entonces busquemos otros mercados, pero hagamos lo que sabemos hacer mejor.

Ya lo decía George W. Bush, si nos ha funcionado más de 60 años, para qué lo vamos a poner en duda. Gracias a Dios, ese fue uno de sus últimos argumentos.

Opino que el valor fundamental más importante es recuperar el equilibrio perdido entre valor y precio, rescatando el valor de trabajar y de hacer las cosas bien, apretando los dientes y trabajar más duro que antes.

Cuando en LEUTER hicimos los últimos presupuestos en Octubre de 2008, declaré que el año 2009 era un año perdido, que solamente podíamos aspirar a pasar la crisis. Teníamos que cuidar nuestra base instalada y hacernos fuertes en los servicios que proporcionamos reduciendo los costes.

Creo que esta misma decisión la han tomado todas y cada una de las pequeñas y medianas empresas de este país. Algunas demasiado tarde. El único objetivo que tengo en mente es pasar de fase, seguir proporcionando servicios hasta que la crisis pase y entonces seremos menos empresas las que podremos hacerlo.

Estoy seguro de que tendremos algunas buenas noticias pronto, sin tener en cuenta las reglas de tres, única herramienta que les queda a los expertos, para saber que, al ritmo de generación de paro por mes que llevamos, ya está a punto de empezar a bajar.

Estoy seguro de que a casi todos los magníficos profesionales que conozco les bastará con saber que hemos tocado fondo para que se arremanguen la camisa y se pongan de nuevo a trabajar para ganar a sus colegas de la competencia.

Entonces sí será el momento de buscar cosas nuevas, y entonces el más flexible se llevará el gato al agua.

Pedro Puig

(Publicado en STOCK en Mayo 2009; Reed Business Information)

domingo, 3 de mayo de 2009

Quien mejor lo hace, gana.

Hablar de Fútbol en España es como hablar de política, es decir, da igual como lo haga el equipo del que uno es 'fan'. Lo único que pasa cuando el equipo lo hace mal es que va menos al estadio, siente menos interés en ver los partidos por la tele,... Jamás va a cambiar de equipo, como en política.

Decir que uno es del Barça o del Madrid, inmediatamente le hace acreedor de ser odiado por el que no es de su equipo,... como en política.

La lección del partido del sábado, famoso derbi, el partido esperado, este año más que nunca, si uno se sienta delante de la televisión para ver un gran espectáculo, es que el espectáculo se produjo, y no fue por demérito para nadie.

Se había hablado mucho, antes de este partido. El Barça durante todo el año, jugando fútbol, dando espectáculo y ganando casi siempre. El Madrid, no dando espectáculo, demostrando coraje, y ganando casi siempre. La alternativa era que el Barça se cayera que, a pesar del fútbol que regala, se cayera con todo el equipo, frente al coraje, a los resultados. La alternativa era darle la razón a aquel que la sigue la consigue, o dársela a aquel que hace bien su trabajo y obtiene el éxito.

Ojalá que esta vida tan dura que tenemos, en cualquier ámbito, siempre fuera verdad que cuando lo haces bien, las cosas siempre salen: quien mejor lo hace, gana.

Pedro Puig

Cuba tiene Swing

En mis esfuerzos por vender en tiempos de crisis, he tenido que viajar al otro lado del Atlántico para ayudar a LEUTER en México. Allí la crisis no es como aquí, y los posibles clientes siguen escuchando frases mágicas como: ‘…si invierte esto, ahorra esto otro en menos de un año…’. Argumentos como este es lo que realmente sabemos hacer en LEUTER.

Me invitaron a un congreso de logística para empresarios Mexicanos y Centro americanos en Cuba; era mi primera vez en la isla.

Cuando uno ve varios kilómetros de malecón con una sucesión de ‘palacios adosados’,… en ruinas; cuando mira a través de los cristales de la habitación de uno de los mejores hoteles de La Habana,… apenas, porque llevaban muchos meses sin limpiarlos, cuando uno trata con la gente de allá, no sé si solamente pude hablar con la gente que está en contacto con los turistas (resolver esto se ha convertido en una asignatura pendiente para mi),… y cuando escucha música por todas partes,… le entra a uno una sensación de pena y frustración enorme.

La mejor cosa que he encontrado al otro lado del Atlántico, en México y en general en centro América, es que la crisis no inunda todas las conversaciones; la gente sigue pensando en esforzarse, igual que antes. Tal vez deberíamos recordar cuando nos esforzábamos en mejorar las cosas. Hace 30 años en España teníamos una sana envidia por emular a los países avanzados, aprendimos que para llegar a donde estaban ellos era necesario trabajar todos los días, esforzarse. Teníamos corrupción, amiguismo, las cosas siempre eran mejores fuera,… ¿Nos hemos olvidado de lo que hemos conseguido? ¿Teníamos más recursos que los que tenemos ahora, con la crisis, para superar todos los obstáculos y avanzar?

Hasta hace unos meses la gente nos pedía poder hacer MÁS cosas con MENOS recursos. Hoy, se mueve menos mercancía y la gente nos pregunta cómo hacer para mover MENOS cosas por MENOS dinero. Esa es la única ecuación que parece valer estos días.

Con Cuba de canción de fondo, intenté sacarle punta a la situación que veía y algún paralelismo a mi trabajo y a la logística.

Cuando un cliente confía en nosotros para resolver los problemas que nos plantea, casi nunca somos capaces de transmitirle que, además de resolver los problemas de los que es consciente, hay otras muchas cosas que no se ha planteado y que nosotros somos capaces de aprovechar para mejorar la eficacia de sus almacenes.

De eso se trata cuando una empresa contrata a un especialista, contrata a la experiencia de quien sabe qué cosas funcionan y cuales no, y a quien huele las situaciones y es capaz de hacer las preguntas adecuadas.

Cuando una empresa intenta resolver los problemas de su almacén por sí misma, si dispone de buenos recursos, tiene oportunidades de hacer bien las cosas. Igual, si su opción es hacer un sistema de gestión de almacenes internamente. Con buenos recursos una empresa puede hacer un buen sistema. Si los logísticos son buenos transmitirán buenas ideas a los informáticos. Si estos son buenos harán buenos programas, y los buenos logísticos serán capaces de implementar los mejores procedimientos en el almacén.

En caso de elegir esta opción, me gustaría que no les pasara como a los bien intencionados cubanos que han intentado hacer todo a su propio estilo, internamente, poniendo en cuarentena cualquier experiencia, buena o mala, consiguiendo que ningún imperialista o capitalista se robe nada, pero no consiguiendo casi nada de lo que el imperfecto mundo occidental ha conseguido.

Claro que, oyendo hablar a algún dirigente, la situación, medida con parámetros occidentales que nadie puede contrastar, viendo el nivel de educación de la gente para no saltarse un semáforo, para no aceptar dólares, para no saltarse las reglas básicas en general, algo chirría.

Chirría escuchar que la culpa de su situación es de los americanos y su bloqueo, de los huracanes y de la caída del imperio soviético. Cuando las culpas siempre son ajenas, es casi una demostración de que el verdadero problema está en su interior.

Este mes encontrará en la revista una hoja que resume mis artículos de diciembre, enero y febrero, que le servirá para analizar la situación del almacén y ver qué cosas está haciendo bien y cuales son manifiestamente mejorables. Está escrito con palabras simples para que cualquiera pueda entenderlas. Espero que les sea útil.

Pedo Puig (pedro.puig@leuter.com)

lunes, 16 de marzo de 2009

Logística ¿Y ahora qué?

Ahora su jefe ya no le pide que entregue la mercancía cuando se la pidan, ya no le pide calidad total. Sin embargo, ni se le ocurra dejar de hacerlo, o esta crisis tendrá un culpable: Ud. Ahora le pide que siga haciendo lo mismo, pero más barato, con menos stock.

Así que en el papel de encima de su mesa, se encuentra la ecuación en donde la cantidad de mercancía que pasa por sus manos ha bajado o bajará un 20 o 25%, y tiene que bajar sus costes otro tanto.

Lo primero, buscar soluciones fuera de su empresa. Los proveedores han tragado siempre con todo, aceptaran una vuelta de tuerca más. Seguro que esos transportistas que antes se quejaban del precio del petróleo pueden echar una mano.

Pero claro, si hablamos de camión completo, de retornos asegurados,... No les hable de pedidos más pequeños para adecuarnos a la demanda. La crisis es para todos.

Sigamos por nuestros almacenes. No hay mucho que hacer en la parte administrativa. En los últimos años hemos establecido unos procedimientos de trabajo para asegurar la calidad, no se pueden tocar.

La manipulación es dependiente de la cantidad de mercancía a mover. Pero resulta que en los últimos años hemos bajado los sueldos hasta el punto de tener que buscar mano de obra en el extranjero. Además, crece la manipulación, los pedidos son más pequeños.

La ecuación no tiene solución en términos que puedan depender de la reducción de mercancía movida.

No se preocupe, su problema es común. Piense en sus colegas fabricantes, ellos todavía están peor.

La civilización occidental que conocemos ha llegado a donde esta, simplificando mucho, siguiendo pasos sucesivos: religión, comercio y tecnología.

No se si nos servirá de algo rezar, pero en todo caso, es una opción personal.

El comercio tiene que simplificarse. Volver a ganar dinero por poner las cosas allí en donde son necesarias, aprovechando la diferencia de valor en origen y destino. Volver a ganar dinero por hacer algo que la gente necesita, y hacerlo bien. El comercio debe volver a vivir del valor añadido, y reducir los escalones que no lo aportan.

Por supuesto, el capitalismo debe de reducir drásticamente aquellas maniobras especulativas que generan riqueza sin aportar nada.

Eduquemos de nuevo a nuestros hijos para que surjan lideres capaces de olvidarse de que con una tft de 36 pulgadas o una play station ya hemos cubierto objetivos (el mundo por civilizar, por alimentar, el espacio por conocer, el cáncer sigue vivo, quemamos petróleo para vivir ensuciando nuestro planeta,... Retos nos sobran).

Nos queda la tecnología. No busquemos a un consultor que nos resuelva la vida. Busquemos a alguien que haga las cosas mejor que nosotros (seguro que los hay). Apliquemos tecnología, no por estar a la ultima, sino porque funciona.

Si, ya se, el director general dice que no se puede gastar nada, nos remite al financiero.

¡Por dios! Confíe en su criterio, en su trabajo. Argumente bien las cosas. Pronto se acabará la psicosis de no hacer nada hasta que esto pase (hace meses me refería a "esto" como el oso hormiguero). Pronto todos nos pondremos a pensar que mañana volverá a salir el sol, que ahí afuera hay clientes, gente que necesita nuestros productos y servicios. Otros competidores que buscan clientes, igual que nosotros, y a los que hay que ganar por la mano.

Esta claro que con la tecnología hemos podido crecer, hacer más con menos. Ahora la necesitamos, también, pero para hacer menos con menos.

Pedro Puig

viernes, 27 de febrero de 2009

Think Tank CIIL

El 27 de febrero ha tenido lugar una reunión que IESE organiza periódicamente, el Think Tank del CIIL (Centro Internacional de Innovación Logística), patrocinada por MIEBACH, por DHL y por SAP. Estas reuniones no tienen como objetivo extraer conclusiones, sino compartir conocimientos y experiencias para mejorar la Logística.

Esta mañana, sin embargo, se ha podido establecer una conclusión: en el supuesto de reducciones en los ingresos de las empresas de distribución del 20/25%, la propia reducción de la actividad no se trasladará al coste, y casi nada de lo que podamos hacer, manteniendo nuestra forma de trabajar, por bien que algunos ya lo estén haciendo, permitirá acercarnos sensiblemente a la reducción de los ingresos, a la vez que se mantiene la calidad de servicio.

Bien es verdad que operaciones de flujo tenso, reducción de número de referencias, colaboración entre empresas (me ha gustado oír red frente a cadena de suministro) o reducción de artículos promocionales pueden mejorar las cosas, reducir en parte los costes derivados de los stocks que hoy se acumulan en toda la cadena. También que los precios del transporte sí serán más sensibles a la reducción de la actividad.

La verdad es que la conclusión es bastante demoledora, y evidente para mi: tenemos que cambiar nuestra forma de trabajar.

La pregunta final, planteada por Antonio Rodríguez, de MIEBACH es para la reflexión: "Hace 30 años nuestras empresas también conseguían cuadrar sus cuentas y aquellas que lo hacían bien obtenían beneficios ¿qué ha cambiado desde entonces?"

La pregunta tiene mucha más miga todavía, si tenemos en cuenta los recursos que ahora tenemos (tecnología, infraestructuras, información,…), y que antes no teníamos.

A partir de aquí mis reflexiones.

Hace 30 años, cuando yo entraba en el mercado laboral, no existía la sociedad del bienestar como la conocemos hoy en día. Uno ganaba o perdía su trabajo, no era un derecho adquirido. El afán de superación de los que competían conmigo nos hacía a todos trabajar con ahínco, más horas si hacía falta, teníamos auténtica ansiedad por aprender y triunfar.

La política era un reto, un país que cambiar, que construir, a imagen y semejanza de lo que existía en otros países, no había partidos políticos monolíticos y gobernantes como ahora, sino políticos que administraban un entusiasmo colectivo y que, como subproducto, crearon los partidos políticos.

El resultado es que, hubiera tecnología o no, las cosas salían adelante, gracias al entusiasmo y al esfuerzo. También nos conformábamos con mucho menos (colas en una sanidad por construir, esfuerzos no solo para pagar impuestos sino para calcularlos, una educación todavía no universal, los pisos en alquiler, nuestro parque automovilístico, las carreteras,…).

Los bancos se portaban como bancos, es decir, si tenías dinero (o era clarísimo que ibas a devolverlo) te lo dejaban, si no lo tenías no.

Ese entusiasmo colectivo era capaz de hacer una piña alrededor de un proyecto común (independientemente de si eras del Madrid o del Barça, como dice un amigo mío).

Hoy en día nuestros políticos son gobernantes contratados por los partidos políticos, no existe un reto común, y por lo tanto ningún proyecto, y nuestros políticos son incapaces de ponerse de acuerdo en absolutamente nada, lo que acaba arrastrándonos a todos a discutir y descalificarnos en la calle.

Y aquí llega la crisis y resulta que, o cambiamos la forma de trabajar o no saldremos adelante. Creo que esa conclusión no solamente se aplica a la logística.

Pedro Puig

lunes, 23 de febrero de 2009

Porqué nos odiamos

Cuando alguien ve salir del kiosko a otro con el ABC, El Mundo, o El País bajo el brazo, ya esta retratado: ¡con ese panfleto qué se puede esperar de él!

Por supuesto, los medios tienen una parte de culpa, pero la mayor parte de culpa, esta en origen, en la política. No es razonable pensar que el presidente que tenemos, a pesar de que no pasará a la historia como un estadista, le traiga al fresco que haya 4 millones de parados. No es razonable pensar que el jefe de la oposición diga que le llamen cuando el país este en quiebra.

No es verdad, ninguno de los dos es un inútil, ni esta en política para hacerse rico, ni porque no tiene otra cosa que hacer, ni porque atesore la verdad absoluta sobre nada.

El problema es que están obligados, siempre hay unas elecciones que justifiquen descalificar al contrario. ¿Acaso los chorizos que existen en el PP no existen en el PSOE? Pues claro, pero eso solo implica que tienen los mismos lógicos problemas, no que sean rematadamente malos.

Es necesario resolver el problema que están generando en la calle: rojos y fachas, educados y no educados, cultos e ignorantes,... ¡Basta!, nada de esto es cierto. Sobre todo con la que esta cayendo, vamos a necesitar la colaboración de todos.

Tenemos que acabar con la bronca gratuita en la que se ha convertido la política española en los últimos 10 años y que amenaza con arruinar nuestra convivencia, cuando más vamos a necesitarla.

He aquí, algunas ideas:

Compromiso de los líderes políticos
  • Estamos permanentemente en campaña electoral. ¿Porque no hacemos coincidir todas las elecciones en el mismo mes para dejar de trabajar al que gane 4 años?
  • Todas las votaciones en Las Cortes serán secretas, para favorecer el voto personal en lugar del de partido.
  • Todos los gobiernos estarán obligados a pactar al menos X leyes en cada año de sesiones, no solo con sus votos.
Compromiso de los periodista
  • Los periodistas llamaran Sr. Juez, omitiendo su nombre, a cualquier magistrado cuando comenten algo sobre su trabajo.
Compromiso de los presidentes de Senado y Congres
  • Las descalificaciones serán prohibidas en Las Cortes, al igual que los insultos.

Obligación para presentarse a unas elecciones


  • Todos los partidos políticos estarán obligados a organizar un departamento de asuntos internos.
¿Qué algunas obligan a cambiar leyes? Estoy seguro de que se podría hacer un gran pacto para respetar estos principios sin cambiarlas.

¿Qué algunas obligan a que los partidos políticos pierdan poder? No creo que una pequeña dedicación para convencer a los propios parlamentarios de lo que tienen que votar fuera negativa. No creo que un tiempo obligados a escuchar al contrincante para pactar sea negativo.

Estas ideas no resuelven por sí solas ninguna crisis, pero no son más de lo mismo. Ninguna acción concreta de ningún gobernante servirá para resolver esta crisis, pero muchas pequeñas cosas, de todos, una detrás de otra, si lo conseguirán.

Pedro Puig

jueves, 19 de febrero de 2009

Cuento: ¿Será eso?

Ya estaba, ya había perdido de vista a sus padres y, subida a medio tronco de un pino, miraba el bosque en el que había aprendido a buscar comida, a esconderse, a trepar,… Ahora estaba sola y tenía cierta sensación de ansiedad ante lo que pasaría mañana.

Varias semanas después, no le quedaba la más mínima duda. Bellotas, pinaza, árboles,… Podía encontrar comida en abundancia, de vez en cuando veía a alguno de sus congéneres trepando por un árbol. Todo estaba en orden. La sensación de libertad que le daba estar sola, cubría cualquier cosa que pudiera necesitar. El águila que flotaba en el cielo no conseguiría localizarla y, si no, tenía un agujero perfecto para esconderse en un enorme pino.

Y pasó la primavera, y el verano, y el otoño y llegó el mal tiempo. Ya no tenía tantas ganas de correr y trepar por el bosque, como antes. De repente todo se cubrió de blanco.

Y ya no había bellotas en abundancia, estaban enterradas debajo de la nieve, era muy difícil llegar a ellas, y las de los árboles eran pocas y medio secas. Cada día pasaba más tiempo en aquel agujero del pino, y su piel lustrosa empezaba a mostrar los huesos de debajo.

Aquel invierno fue especialmente duro. Lo intentó todo para encontrar alimentos. Podía comerse aquellas hojas puntiagudas que picaban, pero no tenían mal sabor y, después de comer, le parecía que seguía teniendo el mismo hambre.

Cada día, el manto de nieve era más profundo. Se preguntaba a cada momento qué es lo que había hecho mal. Cuando dejó a sus padres no pensaba que hubiera cometido ningún error.

Y empezó a buscar alternativas para buscar alimentos. Y cada día se cansaba más, sin obtener frutos a su esfuerzo. Encima, el águila volaba más bajo y cada día debía extremar más el cuidado. Al águila se le había añadido un buho enorme que cada día se despertaba más de día.

Un día, llegó a pensar que la nieve que seguía cayendo llegaría a la altura de su refugio. Más de una vez estuvo a punto de rendirse, dejar de estar pendiente del águila y dejarse llevar por su falta de ganas, por su impotencia. Su piel a duras penas cubría sus costillas.

El águila volaba bajo. Ella se despistó por un momento. Cuando se dio cuenta tuvo el justo tiempo de dejar de escarbar y salir corriendo. ¿Llegaría a su refugio?

Mientras corría, su cabeza no dejaba de plantearse preguntas. ¿Qué es o que había hecho? ¿Que le faltaba? ¿Acaso herramientas? ¿Acaso constancia? ¿Ganas? El mundo a su alrededor había cambiado y ella no estaba preparada para vivir en otro mundo, lo suyo era comer bellotas que estaban en el suelo. Cuando alcanzó el árbol, no sabía si había conseguido vencer al águila o solamente había conseguido una prorroga.

Su pregunta no la contestaba el bosque, ni el águila ni siquiera la nieve, probablemente el mayor culpable de sus problemas: ¿Qué debía hacer?

Nada hizo.

Y dejó de nevar. Y el arroyo empezó a cantar. Y en los árboles empezaron a encontrarse brotes tiernos despertando sabores en su boca que nunca había sentido. Y el sol volvió a brillar, un día sí y otro también.

Un día volvió a ver otra ardilla. Sobre el suelo del bosque volvían a verse bellotas

Pedro Puig

sábado, 14 de febrero de 2009

Asuntos internos ¿donde las dan las toman?

El mundo camina hacia la oscuridad. No sabemos si el destino se medirá con los criterios del orden establecido que el mundo civilizado ha conseguido en las últimas décadas, o si esto será inviable y será necesario volver a definirlo todo.

Mientras sucede todo esto, si examinamos a nuestros políticos, sin tener en cuenta el odio que uno y otro bando parecen obligados a manifestar, extensible parece a los de a pié.

Votamos a un partido, no a un candidato. Los partidos políticos son como empresas pero sin el objetivo de ganar dinero, solamente conseguir el poder. Por eso sus empleados hacen méritos por cómo se mueven dentro de sus partidos, porque hacen cosas que pueden ganar votos y estas empresas premian a los empleados que lo consiguen, no necesariamente por sus méritos en un cargo público.

Aunque los mejores vayan arriba dentro del partido, cuando por fin gobiernan, los cargos públicos se reparten entre todos, entre los eficaces, los menos eficaces y,... los chorizos. Es absolutamente inevitable que dentro de cualquier gran organización existan este tipo de personajes, en todos los partidos.

La reacción de los nuestros, cuando alguien descubre su existencia, es atacar a quien lo descubre y defenderse con el ¡y tú más! o ¡donde las dan las toman!. Otro ejemplo de lo lamentable de estas organizaciones.

¿Porque no asumen todos que tienen que existir los chorizos y que este es un problema de todos?

Si lo asumieran, todos tomarían cartas en el asunto y crearían departamentos de asuntos internos, como en las pelis de polis de los américanos, y conseguirían descubirlos antes que la prensa o el partido politico opuesto, y serían capaces de acotar el daño y destruir al que se descubriera.

Aunque no me gusta el presidente que hemos elegido entre todos, voila una frase de Rajoy: "Hundan el país y dspués llamennos para pedir ayuda" (En el Congreso esta semana).

¿De verdad que no deberíamos hacerlos dimitir a todos? Lo que falla de verdad en nuestra democracia son los partidos políticos.

Pedro Puig



lunes, 9 de febrero de 2009

Isaac Asimov

Isaac Asimov fue uno de los escritores de ciencia ficción más prolíficos de la historia. Para situarlo, es el autor de la novela “El hombre del bicentenario” llevada al cine con bastante acierto y de “Yo robot”, que Asimov hubiera impedido su estreno.

En casi todas las novelas de Asimov, el protagonista es el ser humano, no hay otros seres diferentes en la galaxia y el desarrollo es una copia de la sociedad humana, solo que en una escala geográfica mucho mayor, la galaxia.

Una de sus novelas más famosas es una trilogía: “Las fundaciones”. En la primera parte, un científico, Hari Seldon, predice la decadencia y caída del orden establecido, el imperio, y los posteriores años de barbarie y oscuridad en donde cualquier tipo de orden desaparece.

Por supuesto, como pasaría ahora, el científico es considerado por el gobierno como un terrorista y es exiliado con un pequeño grupo de sus partidarios. El grupo tiene una misión concreta: realizar una enciclopedia con el compendio del conocimiento humano, para impedir que se pierda.

Pero sobre todo tiene un objetivo: evitar los años de barbarie que parecen inevitables.

En las siguientes partes, el grupo, equipado con los conocimientos acumulados por la historia, armado con la simplicidad de la toma de decisiones, y la tecnología de que dispone es capaz de enfrentarse con el imperio en decadencia, pero fuerte todavía por su tamaño.

La realización de la enciclopedia era solamente una excusa. Es el la consecución del reto: evitar los años de barbarie, lo que mueve a todo el grupo. El desarrollo económico normal, la religión, los comerciantes, la tecnología, progreso.

Según confesó Asimov, su libro estaba basado en otro, escrito por un británico con el título “Decadencia y caída del imperio romano”, y los años de barbarie fueron los de la Edad Media.

Pedro Puig

sábado, 31 de enero de 2009

CRISIS: Origen, efecto y problema

Estoy convencido de que el origen e esta crisis está por descubrir y tiene que ver con dos cosas:

1) Las desigualdades que existen en el mundo. Cuando una empresa deslocaliza una fábrica, lo que está haciendo es aprovechar la desigualdad en el mundo, los costes laborales no son iguales en todas partes, pero es que el nivel de vida tampoco es comparable, y los costes tienen que ver con el nivel de vida.
2) El control de las empresas, las que se deslocalizan, sigue siendo local, en cada uno de los países, cuando su mercado es global, e incluso su ámbito de negocio, sus fábricas, también lo es.

En estos dos puntos se esconde el origen de la crisis. En mi fuero interno, cada vez más interno, pienso que esta crisis traerá, inevitablemente, acciones que intentarán resolver este problema de desigualdad y, por lo tanto el mundo mejorará cuando la crisis pase.

El origen directo de esta crisis es el descontrol del sistema financiero (nada que ver con la construcción y España) y nada que ver con uno u otro político. Tengo por seguro, que ningún político ‘normal’ se lo haya podido imaginar, y menos aún, hacer algo para aceler o acortar la crisis, y tampoco por arreglarla.

Sin embargo, las consecuencias de la crisis nos afectan a todos de manera muy concreta. Resolverla o no, pasa a un segundo plano, porque los efectos, las consecuencias creo que, sinceramente, pueden acabar con nuestra forma de vida. Lo urgente va a ser resolver las consecuencias de la crisis, para luego, cuando toque, buscar soluciones a los orígenes y hacer imposible que se repita.

Hace mucho tiempo, más de 25 años, cuando yo entraba en el mercado laboral, mi bagage era la ilusión por ser útil, por aprender. Mi entusiasmo no tenía límites. Las cosas costaban y era necesario trabajar duro para conseguirlas. Tenía que competir con otros que hacían lo mismo que yo.

Querías comprar un coche, varios años después de empezar a trabajar, y podías pagarlo con lo que habías ahorrado; si le pedías el dinero al banco. Entonces la respuesta era clara: si tienes el dinero, yo te lo dejo, y si no, búscate a un avalista que lo tenga. Por supuesto, lo de comprarse una casa era solo para los que habían nacido ricos o aquellos que habían conseguido éxito en su trabajo.

Después, hace unos diez años, el precio del dinero se hizo despreciable, ya era más barato comprar una casa que vivir alquilado. Los avances sociales en Europa nos llevaron a pensar que todo estaba resuelto, la jubilación, quedarse sin trabajo, el colegio de nuestros hijos. Durante todo este tiempo, se ha ido perdiendo la relación entre éxito y el esfuerzo que cuesta conseguirlo.

Igual, durante este tiempo han surgido personas sin rostro, especuladores, que se han aprovechado del poco coste del dinero y de la cantidad de personas que disponían de él. Las empresas han invertido en aventuras, a veces con éxito otras con fracaso, en las que el riesgo de abordarlas no ha sido uno de los parámetros necesarios para tomar la decisión de abordarlas o no.

Esta actitud de no tener que contar con el riesgo, ha traído consecuencias positivas y negativas. Las positivas han sido la globalización, la innovación tecnológica consecuencia de esta sobre actividad (existían mayores posibilidades, solo por el número de intentos), de que algo saliera bien y aportara ventajas que otros podían aprovechar.

También considero una buena consecuencia a la competencia. Los riesgos de tomar una decisión y acertar o fallar eran premiados o castigados por el mercado, esa mano negra que era capaz de reajustar cualquier desviación de nuestro modelo.

La consecuencia negativa es que la relación entre éxito y esfuerzo se ha perdido.

Hace solo seis meses, la falta de control de los bancos americanos ha generado una crisis financiera de falta de liquidez, que ha desembocado en una crisis de confianza de proporciones devastadoras. Los gobiernos parecen haber encontrado el botón para resolver la falta de liquidez de los bancos y han puesto en marcha las máquinas de hacer dinero y han garantizado fondos, nacionalizado o cualquier cosa que se les ha ocurrido. La crisis de liquidez de los bancos está resuelta o camino de estarlo.

El siguiente problema ha sido la liquidez de las empresas y este problema está por resolver. Los gobiernos no tienen ninguna fuerza para convencer a los bancos de que lo que tienen que hacer es lo que hacían hace menos de diez años. Los bancos harán lo que hacían hace 25 años, para sanear sus negocios. Por cierto, en España tenemos alguna ventaja que no somos capaces de aprovechar. La regulación española es ejemplo a seguir por todo el mundo, la solidez de los bancos españoles es espectacular pero,… ¿quien les va a decir que deben de relajar su forma normal de proceder?

La falta de liquidez de las empresas es lo que ha originado la falta de confianza a todos los niveles. La falta de confianza ha provocado que las cifras de paro hayan escalado hasta límites casi increíbles. En España, gracias a la construcción y a la situación históricamente no estable de nuestra economía, esto nos ha afectado más que a los demás.

La falta de liquidez en las empresas las ha puesto en manos de los financieros, que no están preocupados por el futuro a largo plazo sino por el futuro inmediato, el cash de que disponen. Seguidamente, los directivos han dejado de correr riesgos, es verdad que una cierta dosis de prudencia era necesaria, pero además, han decidido no pedir dinero a sus financieros para ganar a sus competidores, han decidido no hacer nada hasta que el consumo se estabilice para ellos y sus competidores y aplazar cualquier decisión de cambio, diferente del ‘madrecita me quede como estoy’ hasta que toquemos fondo.

Los parados, victimas de la construcción y los despidos por falta de liquidez, han sido consumidores 'pequeños', poco consumidores. Esta actitud de las empresas genera un paro mucho más importante. Disminuye drásticamente el mercado, la capacidad de consumo y genera un efecto de falta de confianza, inacción, más paro y el bucle sigue.

Los gobernantes actuales están actuando en dos direcciones: le dan a la máquina de hacer dinero y generan todavía más desequilibrios, o intentan generar confianza, confianza que no tiene ningún tipo de repercusión en los consumidores ni en las empresas ni bancos.

Así que, el reto está en generar una situación para recuperar la confianza perdida y no sé cual puede ser el mecanismo. Lo que pongo en duda es que con las únicas dos herramientas que los gobernantes del mundo entero están trabajando, se pueda conseguir algún resultado. Falta imaginación y la situación no está para fomentar la imaginación.

El nudo gordiano de esta situación es el de acabar con la falta de confianza.

Pedro Puig