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sábado, 2 de agosto de 2014

El taxista charlatán, sordo

- ¿Por favor, puede bajar la radio? El volumen de la música es tan alto que impide hablar, y hace tanto daño en los oídos que impide saber lo que suena. 

Después de bajar el volumen intuyendo una pregunta del asiento de atrás, el taxista balbucea algo ininteligible y vuelve el volumen a su posición anterior. 

Mi hijo repite el intento, esta vez hablando muy alto. 

 - ¿Por favor, puede bajar la radio? 

Después de bajar el volumen intuyendo una pregunta del asiento de atrás, el taxista balbucea algo ininteligible y vuelve el volumen a su posición anterior. 

Un taxista en Panamá podrá llevarte o no a donde le pides y te cobrará un importe que puede variar dependiendo de la nacionalidad del pasajero y del momento en que lo cojas,... por supuesto no del destino. 

Bajando muy poco el volumen de la radio, hasta conseguir que su voz compita, hace la pregunta: 

- ¿españoles? 

A partir de este momento se confiesa colombiano, y pregunta o afirma lo mal que está España y su economía, y ofrece un análisis profesional del porqué. 

- ¡los políticos se llevaron la plata! 

Y desgrana opiniones acerca de temas realmente complejos de nuestra economía que asombrarían a nuestros políticos, con el único factor común de que cada uno lo hace con muy pocas palabras y gritando, compitiendo con el volumen de su radio. 

- ¿y que van a hacer ahora? 

En el asiento de detrás nos debatimos entre intentar entender lo que dice el hombre, y tomarlo en serio, o renunciar al esfuerzo de entender nada sucumbiendo al atronador ruido de la radio, y respondiendo tópicos cuando intuimos que nos pregunta.

La historia se hace todavía más "bonita" cuando el hombre saca una botella de agua que se tira por la cabeza, salpicando a mi hijo, y luego un peine que usa con las dos manos, luego baja la ventanilla y empieza a escupir rítmicamente hacia afuera mientras no para dictar su tesis de economía.

Unas cuadras más adelante recoge a otro pasajero que ha confesado ir también a "Multiplaza", única palabra que le oímos. 

Ahora ya no tenemos que "estresarnos" por decidir nuestra relación con el taxista, que dejamos en manos del nuevo pasajero y nos gritamos, crueles, acerca de su grado de sordera. 

Nos imaginamos que estando delante puede competir mejor contra la radio, y que le ha hecho alguna pregunta, porque sin bajar el volumen le escuchamos al taxista contar la siguiente historia. 

- ... 
- yo tengo una amante... 
- y es puta... 
- y es panameña (con orgullo)... 
- y a mi no me cobra... 
- y la llevo al trabajo...
- y ella esta casada...
- su marido no trabaja (con orgullo)... 
- pero a mi me quiere... 
- ... 

Cuando nos bajamos en "Multiplaza", nuestros tímpanos dejan de correr el riesgo de colapsar y nos da tiempo de darnos cuenta de lo que nos ha pasado en los últimos 15 minutos: se nos ha revelado un universo paralelo, con taxistas, amantes, putas, economía, ladrones, amor verdadero,... y solamente nos ha costado cinco dólares, había atasco.