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viernes, 5 de marzo de 2010

No sé si cortarme las venas o dejármelas largas y con mechas

Pablo y Lucía estaban el otro día discutiendo. La verdad ya no me acuerdo de qué, pero a ellos parecía irles la vida. Cuando pasa el tiempo dejas de ser un niño y, curiosamente, las cosas tienen menos importancia, a pesar de que los asuntos sobre los que discutes son más relevantes. Es una muestra de madurez, que no tienen mis hijos de diez años, meterse lo menos posible en "jardines" en los que no es necesario, y solamente dar opiniones o discutir cuando puedes conseguir algo.
Respeto profundamente a Orson Wells, a Hemingway, a Esperanza Aguirre o a cualquiera que vaya a los toros, pero a mí me producen un cierto desasosiego, y desde luego no me gusta que se asocie algo, con un toque de objetiva barbarie, con la tradición española,… ni con la catalana ni con ninguna otra. Es un espectáculo más, al que la gente es libre de ir. Siempre he sospechado de las prohibiciones, aunque a veces puedan ser útiles. También sospecho de las soflamas, los fanatismos y la verdad absoluta,… o lo que otros hacen por mi bien. 
Las únicas razones que se me ocurren para que Esperanza Aguirre,  una persona inteligente, creo,  se meta en una discusión así  son:
  • Que tiene algo oculto que ganar en un tema no importante como el mundo taurino. Si es así, no puede ser un buen político. 
  • Que solamente busca bronca. Si es así no puede ser ni siquiera un político.
  • Que es una fanática con algo que en cualquier caso es una decisión personal o es relativo. En cuyo caso, solamente podría ser un ministro de Hugo Chaves.
La anécdota de esta señora es comparable a cuando le oí a D. Jose María Aznar, en su macarrónico ingles de entonces, para justificar su apoyo a la guerra de Irak, decir que los árabes no le habían pedido perdón por invadir España, supongo que comparable a los "hilillos" de petróleo del  Prestige, o a los bichitos de la colza.
Este país va mal, en comparación con los de nuestro entorno, o bien, comparado con otros, recuerden a Haití, antes del terremoto. Tenemos un gobierno inmerecido, con falta de ideas, poco humilde, como corresponde a los poseedores de la verdad, muy poco progresista, y  bastante poco prudente con sus globos sonda. Ojalá se fueran. Pero claro, uno oye a su querida Esperanza como alternativa y tiene dos  opciones, como se comenta en la calle: “no sé si cortarme las venas o dejármelas largas y con mechas”.
Cuando era joven teníamos una expresión asumida por todos, que reflejaba nuestra impotencia ante la fatalidad: ¡Así va el país!
Lástima que casi nadie me hace caso, ya lo he dicho más veces: ¡Vota en blanco! ¡Pásalo! ¡Váyanse todos, sus señorías!  Necesitamos políticos!