martes, 18 de julio de 2017

Cuando un árbol se cae en el bosque y no hay nadie cerca para oírlo, ¿cómo sabemos que hace ruido?

Cuido mucho ponerme objetivos a largo plazo, objetivos lejanos que pueden pintar de significado una vida, o lo que queda de ella. Supongo que eso esta ligado a la condición humana. Cuando son de muchos, algunos filósofos han llevado a los objetivos a la categoría de utopías. El género humano, nosotros los hombres, necesitamos este tipo de estímulos para seguir pedaleando por empinada que se vuelva la cuesta.

Pero lo que mantiene realmente mi ilusión son los recuerdos y los hechos cotidianos, esos que van sucediendo uno detrás de otro sin necesidad de que pase algo para que sucedan (vacaciones, conversaciones, encuentros,...).

A veces me despierto asustado de madrugada y no puedo recordar mis objetivos. Cuando esto sucede tengo una sensación oscura y tenebrosa porque a veces tampoco recuerdo las cosas tan tontas que voy a hacer al despertarme: levantarme de la cama, comer, o vestirme, o simplemente caminar. 

Algo está tratando de convencerme que todo en esta vida es un juego y una sucesión de cosas que pasan, independientemente de que haya alguien para mirarlas.