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miércoles, 5 de noviembre de 2008

Cuento: Nieve

La gente que conozco, y que identifico como feliz, consigue hacer de la rutina del día a día su motor.

La nieve me devuelve siempre hacia un pasado de crío. Era raro ver nevar, diferente, lo mas alejado de la rutina.

Cuando se es un crío los minutos pasan como horas,... lentamente, ¿falta mucho?

Siempre me ha emocionado la historia de Xoroi, el ser 'diferente' de Menorca, y matado por 'diferente', ... y por la nieve.

Cuenta la leyenda que todos perseguían al monstruo hasta que su rastro desaparecía al borde de un acantilado. Nunca pudieron dar con él.

Un día sucedió que la nieve cayó sobre Menorca, y siguieron sus huellas hasta la cueva,... y le mataron.

Cualquier turista conoce hoy la cueva que lleva su nombre, homenaje a un ser 'diferente', ... y a la nieve.

Hoy, la nieve me provoca una sensación de quietud; el tiempo se detiene; pisar la nieve sin ruido, el aire quieto, seco y frío en la garganta.

La eficacia, supongo que un concepto incomprensible para mi Petit Prince, es lo que mueve mi mundo de hoy; que poco entienden de cosas importantes los adultos, diría el Principito.

Las personas eficaces, además de querer lo que hacen, única forma de poner de su lado la rutina, son constantes, son predecibles.

Para que te identifiquen como feliz, hay que amar lo que haces,... y también te tiene que gustar la nieve.