viernes, 27 de enero de 2017

El vuelo

El vuelo

Después de diez horas de vuelo, los músculos están tan entumecidos que el comentario de "cuanto falta" ha dejado de ser importante. El océano que se ve desde la ventanilla salpicado de nubes de algodón ya no es una novedad y hace rato que ha pasado de la la categoría de rutina. El movimiento de gente dentro del avión cada vez se hace más animado demostrando que el entumecimiento de mis músculos no es solamente mío, como se podría deducir por el escaso espacio disponible y mi tamaño inusual (...mente grande, claro).

Así que estoy buscando desesperadamente temas en que pensar, pues lo físico, como he dicho, ya no es un tema agradable. De repente un hecho cotidiano pero molesto, viene a recordarme lo que fui, antes de embarcar y seré, después de desembarcar.

Este hecho cotidiano pero molesto consigue llenar mi vida en los siguientes minutos pensando en algo, salvavidas de las diez horas que llevo encajado (¿se dice encajonado?). Se preguntarán qué: una mosca.

Un avión, por si alguien empieza a creer que estoy exagerando, es un tubo herméticamente cerrado. Si no fuera así, el frío exterior se colaría en la cabina. Luego esta mosca embarcó al mismo tiempo que yo lo hice y es mi compañera de viaje.

Dudo que las moscas hayan descubierto los vuelos oceánicos, así que me imagino la sorpresa de la mosca al desembarcar y descubrir una nueva especie de mosca, más pequeña y tan molesta como la suya propia. Imagino a mi mosca tomando los mandos, solamente por abuso de tamaño, ya que es mas grande, encabezando una rebelión (si ha visto la película: El planeta de los simios o es admirador de reality shows en donde despiden a la gente), que dejará mi aeropuerto de destino como uno de los aeropuertos con más moscas del mundo. O tal vez la especie destino sea más robusta, y matarán a mi mosca al desembarcar, cuando las moscas locales descubran que es un ser débil, inmigrante y por lo tanto inculto, o porque lo diga el cabecilla local, democráticamente elegido.

No, no soy capaz de imaginar, ni a mi mosca, ni a la local, construyendo un muro que impida en el futuro que unas y otras moscas se mezclen (probablemente porque la inteligencia de cualquier mosca es superior a la de algunos seres humanos).

¡En qué estaré pensando