domingo, 14 de agosto de 2016

No cuenten conmigo

Las dos veces he dicho lo mismo: que gobierne el PP pero que no lo haga sólo. Entre otras razones porque el PP llena la escena de demasiados  "por mi bien" o "es lo único que se puede hacer" y acaba haciendo lo que le da la gana, como no reformar lo que no funciona, intentar explicarme cómo debo vivir, o recortar servicios en lugar de hacerlos más baratos y, sobre todo, dejando lo publico sembrado de corrupción, como si lo público fuera tan suyo como su solución. También creo es el menos malo, aunque no sé si había otra forma de sacarnos del pozo en                                                              estábamos.

Entre varios tienen que reformar cosas importantes: la ley electoral, las autonomías, el Senado, el crecimiento sostenible,... Lo dije en diciembre y lo he vuelto a decir en junio, ya no lo volveré a decir más, si no se ponen de acuerdo, hagan lo que quieran que yo me desentiendo de votar, ... y de pagar impuestos, y de trabajar para hacer más grande mi país. Estamos detrás de Hungría en el medallero en los JJOO, también me quito de sentirme orgulloso de Rafa Nadal, ¡que se vaya a vivir a Montecarlo!

Ya no confío en que las cosas cambien cuando le doy mayoría absoluta a algún partido y parece ser que tampoco si no lo hago. Necesito líderes y políticos, no gobernantes. Gente que me diga cómo van a vivir mis hijos y me ilusione.

Yo ya he votado lo mismo, ¡dos veces! Desde luego, que no cuenten conmigo para votar otra vez. Ojalá que mi NO voto se entienda a la forma de Aznar: ¡váyanse señores!

viernes, 12 de agosto de 2016

Ahora lo tengo más claro

En un partido de volley-playa al equipo egipcio solamente se le veía la cara. Sí, muchas exclamaciones en los JJOO, de que es el único lugar en donde se puede ver la diferencia de culturas, o una demostración de libertad en donde todos se visten como quieren...

El deporte se practica por la satisfacción que produce practicarlo. Cuando se práctica a un cierto nivel, como competición para ganar a otros. Últimamente, además, para que la mayor cantidad de gente pueda verlo (deporte, competición y espectáculo).
Cualquier deportista en el mundo, del nivel que sea, lo practique donde lo haga, intentará hacerlo de forma que incremente su satisfacción. La ropa que lleve deberá ser lo más cómoda que pueda escoger, para ganar lo más posible. En cualquier disciplina deportiva, los atletas de élite van adaptado las prendas con las marcas deportivas su "equipación" hasta que consiguen modelos cómodos y atractivos a la vista.
Los españoles hablábamos de las "suecas" que venían a nuestras playas en mi juventud, atentando directamente contra nuestros usos y costumbres, más recatados, más anclados a normas que nosotros, no mis padres, dudábamos de si eran impuestas o auto-impuestas, importantes o no. Mi educación estuvo plagada de chantajes y de amenazas,... "¡Mira que si ahora te viera tu madre!", o el casposo "...si lo haces te van a salir granos.", entre otras muchas cosas. No sé si aquello era fruto de una cultura con muchos años de existencia, que había que respetar, o la mejor forma de educar posible, o unos usos y costumbres que cambiarían.
No fue enseguida, pero hoy en día muchas mujeres no dudan en mostrar buena parte de su cuerpo en la playa (no hablo de nudismo), pero casi nadie le dirá a una mujer que se tape, respetando su libertad para hacerlo o no hacerlo. Muchas cosas han cambiado en los últimos años, para bien o para mal, y una de ellas es la libertad de ponerse la ropa que le convenga a cada uno en cada ocasión.
Después de dicho todo esto analicemos otra vez el equipo olímpico egipcio de volley-playa. Obviamente el equipo egipcio no participaba para ganar. Si se tiene en cuenta la ropa que llevaban, que hacía imposible jugar al volley-playa en Copacabana en un día de sol, ni en Egipto ni, prácticamente, en ningún lugar. No creo que el equipo egipcio ni siquiera era capaz de disfrutar de su deporte por el calor que estaban pasando.
La diferencia de culturas es una cuestión de tiempo, y la libertad individual acabará aboliendo eso que llamamos cultura, y que tal vez solo son usos y costumbres. La verdadera libertad llegará cuando cualquier ser humano elija vestirse como quiera cuando quiera y, por supuesto, de la forma más adecuada posible a lo que está haciendo.
Asumir otra indumentaria que el resto de practicantes no es otra cosa más que asumir que no tienen su mismo nivel, y por eso no deberían de estar allí. No entiendo unas normas de clasificación que permiten que atletas que no tienen suficiente nivel vayan a los JJOO.


No me imagino a Michael Phelps vestido de lagarterana o de "Rocky", por ser de Baltimore, para conseguir otro oro. Dicho todo esto, que cada cual se vista como le de la gana.

domingo, 31 de julio de 2016

Símbolos

El otro día me encontré por la calle con un viejo amigo mío, yo iba con mi perro atado con una correa con los colores de un símbolo. Mi amigo me conoce desde hace tiempo y pronto me llamó la atención acerca del símbolo de la correa y el collar.

Me vi a mí mismo hace muchos, muchos años, discutiendo con mi madre. La imagen se me apareció tan nítida que llegó a sorprenderme. Yo todavía no era tan alto como ella, y recuerdo que me estaba negando a ponerme una camiseta con un cocodrilo. No sé si me estaba rebelando por no hacer publicidad, o no quería apuntarme al estereotipo que representaba llevar aquel polo.

Los uniformes nos identifican. A un piloto por ejemplo, o a un sacerdote. También ayudan a investir de autoridad a la autoridad. La gente importante, los banqueros y políticos, por ejemplo, llevan su uniforme de traje y corbata.

A veces le damos a los símbolos una importancia enorme. Por ejemplo esos nuevos políticos que han inventado como símbolo un uniforme muy alejado del anterior (mi madre hablaba de americanas de pana). Algunos uniformes, como el de la mujer musulmana tradicional, se convierten en símbolos, que no sabemos muy bien cómo tratar.

Y hay otros símbolos a los que nos adherimos voluntariamente, y cuya adhesión representa una postura personal. Tratados asépticamente son símbolos que representan unos valores sobre los que existe un nivel de aceptación grande (mucha gente debe asumirlos para que sean importantes, igual que la vehemencia con la que se defienden), pero a veces son excluyentes con otros y, por lo tanto, fuentes de polémica.

Hace unos años, por ejemplo, cuando nos alimentábamos de la prensa escrita, un lector podía ser identificado de una cierta manera por llevar El País o el ABC bajo el brazo al salir del kiosko.

Resumiendo, existen los uniformes (símbolos identificativos), y los representativos, verdaderos símbolos. Asumir alguno de estos símbolos no debería representar un problema. Criticar o reírse de un símbolo debería llevar implícita la crítica por una cierta mala educación derivada de no saber que se deben respetar los símbolos, representen lo que sea.

Cuando un símbolo se convierte en una identidad que debe ser defendida o atacada, como la de los nacionalistas catalanes o la de nuestros ex-amigos, y ex-respetados ingleses, se convierte en un símbolo que nunca conseguirá más adeptos. Deja de ser un buen símbolo o de tener futuro, por lo menos.

Creo que un símbolo es algo mucho más importante de lo que nos diferencia a mí y mis amigos del resto del mundo, pero esto solamente es una tontería basada en la incapacidad de abrir los ojos y mirar al mundo que nos rodea, y nunca podrá ser considerado un símbolo.

Creo que es necesario tratar los símbolos con pragmatismo. Me emociono cuando alguien hace algo que mejora nuestro país, por ejemplo, me siento partícipe, de una u otra forma, pero sigo pensando que sería fantástico si mis nietos recordaran nuestro país como un conjunto de símbolos sin que existiera (creo que soy muy diferente de los que votaron el BREXIT, incluso conduzco por el otro lado, aunque hablo catalán).

Como siempre, a estas alturas de la vida, sonrío cuando oigo tratar los símbolos con fanatismo.


(31/07/2016)

sábado, 30 de julio de 2016

Educación


Cuando la respuesta o la actitud de nuestros semejantes nos sorprende, acudimos muchas veces a la falta de educación para explicarla. Muchas veces el concepto es apropiado, y podemos hablar de falta de educación cuando vemos a otro tirar una colilla a nuestro suelo, o ensuciar nuestra calle, o no respetar normas que permiten que nuestro césped este mejor cuidado, o cuando deja que sus cachorros contaminen acústicamente nuestro paisaje,... Estos semejantes que hacen esto es más que posible que carezcan de educación,... o que esta sea muy diferente de la nuestra.

La razón por la que no llamamos la atención a nuestros semejantes cuando hacen estas cosas, roza el prejuicio de quien se cree que su educación es superior. Creemos que la razón por la que alguien no ha sido capaz de obtener nuestro nivel de educación linda con la diferencia de oportunidades que esta vida insiste en que existan. Entonces, la vergüenza nos impide llamarles la atención.
Otra razón por la que no hacemos nada puede ser porque nos preocupe que su respuesta quede fuera nuestro código de conducta y elegimos el no te metas. Cualquiera podría decir que sus niños tienen el derecho de gritar, que pagan sus impuestos para que alguien recoja sus desperdicios, o que no hay nadie para multarles si se saltan las normas, y nosotros no somos nadie para eso.

A lo que voy, cualquiera puede no respetar las normas de convivencia que nos hemos dado. Estas normas no están listadas en ningún manual, ni son públicas o absolutas, sino que se nos comunican durante nuestra fase de formación y, por lo tanto, no a todos por igual.

Cuando algún semejante incumple alguna norma de nuestro manual, puede ser porque no le hayan enseñado esta parte, la desigualdad de oportunidades, o porque es inferior, entonces decimos que un maleducado. Si lo segundo es despreciable, lo primero solamente se puede criticar por la imprudencia con la que algunas personas se conducen en esta vida sin asumir que no conocen todas las normas.

Reservemos, pues, ¡es un maleducado!, para los imprudentes y dejemos que nuestra propia educación mejore hasta que pueda reconocer que puede convivir con otras educaciones hasta soportar a quien no la tiene. Siempre deberíamos llamar la atención de quién no cumpla nuestras normas, pero aceptar su respuesta si no es la que esperamos.

(30/7/2016)




viernes, 29 de julio de 2016

Original

¡Qué desastre han hecho!, o ¡Podrían haberlo dejado como antes!, son frases que se oyen a menudo. En parte la costumbre, en parte el buen gusto que solemos arrogarnos como "el único" o "el bueno", nos invitan a pensar en que lo original, lo que estaba antes, lo que conocíamos, siempre será lo mejor.

Hay una parte de verdad cuando lo que se cambia es especialmente bonito. Bonito es aquello en lo que la gente puede ponerse de acuerdo en que lo es, una obviedad, pero también será bonito aquello que es muy visitado o que despierta un determinado interés. En este caso el riesgo he se corre al cambiarlo es que su interés baje, por lo que podemos afirmar lo primero. El mundo está lleno de ejemplos de cosas que no son bonitas pero que despiertan nuestro interés, por ejemplo la Tour Eiffel, ¿qué haríamos sin ella? si hubiera triunfado el ¡Qué desastre!

Sin embargo, a menudo nos olvidamos que tal vez quien hizo el original puede tener tanto mérito o puede ser tan bueno como quien lo cambia. Tal vez el original, por bueno que sea, necesita cambiarse, aunque la razón pueda no ser evidente.

Lo único manifiestamente criticable de las dos frases, es cuando se asume una idea universalmente aceptada para la belleza, que no existe, le pese a quien le pese, o cuando la hacemos comparada con nuestra idea personal de la belleza, todavía peor. Error solamente equiparable con esas ideas nacionalista, justificables por la ausencia de puntos de comparación o, simplemente, por la falta de criterio.

Incluso en el caso de que se trate de razones estéticas, siempre es necesario sospechar de afirmaciones inequívocas.

Conozco un caso similar, aunque nada tiene que ver con la belleza, y que me hace tener comprensión hacia los políticos, cuando tratan de averiguar lo que es mejor o peor, y qué es lo qué necesitan sus gobernados.

Existe una carretera muy estrecha y muy transitada en las dos direcciones, que yo mismo y mis hijos, por supuesto, recorren muy a menudo en verano. Desde que tengo uso de razón he circulado a pie y en coche por allí, siempre con un cuidado extraordinario para no llevarme por delante a algún peatón, o para que no se me llevaran por delante.
Este verano, por fin, después de tantos años, la autoridad ha tomado cartas en el asunto y ha puesto una flamante señal de dirección prohibida para limitar el tráfico en un solo sentido en la carretera. Mis hijos corren menos peligro y yo mismo puedo ir con menos cuidado.

¡Podrían haberlo dejado como antes!
Efectivamente la medida exige un sacrificio, en forma de ligero incremento de distancia (básicamente que algo cambie en el mundo). Algunas de las personas condenadas a ese sacrificio, o que estiman que es superior a lo que ha diminuido el riesgo que corren sus hijos, han recogido firmas para quitar la señal, ¡y la señal ha desaparecido!, con el mismo silencio con el que apareció.

Como digo, este tipo de cosas me hacen compadecer a los políticos y la la gente con iniciativa que empujó la acción. Entiendo que las cosas puedan ser mejores cuando cambian. O simplemente sonrío cuando alguien afirma ¡Qué desastre! ¡Podían haberlo dejado cómo estaba! ¡Será la vejez!

viernes, 1 de julio de 2016

El corzo

He hecho este viaje miles de veces por la noche. Llegaba a dormir a casa y estaba fresco por la mañana para enfrentarme con los problemas de cada día. Anoche decidí viajar por la mañana temprano.
El aire fresco acaricia mi brazo izquierdo apoyado en la ventanilla abierta. La humedad casi se convierte en una lluvia fina. Huele a resina. Los pinos verticales de color marrón suben hasta el verde oscuro de las copas, a juego con la sombra que provocan. El suelo del bosque es como una moqueta verde. Las flores amarillas de la genista, blancas de la malva, y muchos arboles verdes, disimulan el verde oscuro general, pintando de sombras la moqueta. Se intuye un arroyo entre los pinos. El agua devuelve reflejos mientras se mueve en sentido contrario al que va el coche. El aire fresco que me da en la cara, medio asomado por la ventanilla, me dice que vaya en sentido contrario. Las señales de tráfico advierten cosas con colores fuera de tono: rojos, blancos y a veces azules.

Me gusta conducir el coche que llevo. La semana que viene toda la familia nos iremos a la playa de vacaciones. Mi mujer lo pasa bien en nuestra casa de verano.

El coche sigue obediente por la cinta gris mientras una sensación de felicidad desconocida, u olvidada creo, invade mi espíritu. Seguro que en la oficina podrían arreglarse sin mí, me pregunto cómo me he podido perder todo esto hasta ahora. No fue mala idea quedarme a dormir y retrasar el viaje hasta esta mañana, casi me dan ganas de pararme y pasear, creo que un poco más adelante hay un merendero.
Al pasar una fuente de piedra, a la derecha de la carretera, veo un corzo entre los pinos. Mi cabeza lo sigue con la mirada. Pequeño, más quieto que los árboles, fijando sus ojos en el coche. Está solo. El ruido que hace el coche provoca que el corzo permanezca quieto, los músculos en tensión.  El corzo no puede comprender por qué he salido temprano por la mañana, ni por qué estoy aquí. Nada tiene sentido para el corzo. Algo hay en su mirada que me hace sospechar que mi vida tampoco tiene ningún sentido y me pide que me pare con él.

***
La sombra de los pinos, el fresco, el arroyo y el bar del merendero atraen a una población fiel de familias que llegarán más tarde para pasar el día. Gritan, suben a la colina, juegan a la pelota, disfrutar del fresco, del arroyo,...

-     ¿Qué,... te dejo 20 cajas?
-     Hay buen tiempo, sí.

Todas las mañanas Nemesio lleva leche al merendero desde hace años. Le ha dado tiempo de tomarse un café. El viejo camión camina trabajosamente hacia la salida. Ahora es verano y más tarde el merendero empezará a recibir clientes.

***

Siento fría la mejilla y está dura la almohada. La otra mejilla esta caliente, y la sensación es agradable. Tengo los ojos cerrados. Demasiado silencio. Estoy tumbado. No hay aire. Ni siquiera hay ruido. ¡No oigo nada!¡no veo nada!

Levanto una mano para tocarme la cara, muy despacio. La mano sube sobre mi pantalón y mi camisa. Cuando llega a la mejilla, una sensación pegajosa y cálida la sorprende entre los dedos.

Intento prestar atención y empiezo a oír un claxon que no se calla. La almohada sigue muy fría. Puedo ver la parte de debajo de un coche apoyado sobre sus puertas, encima de las líneas blancas en la cinta gris. Estoy tumbado en la carretera.

El tiempo parece correr más despacio, me da tiempo de pensar, no sé qué pasará con la reunión de hoy, ni quién vendrá a buscarme desde mi casa,...

Oigo un portazo, ruido de pasos, exclamaciones y gritos que no entiendo, y que se suman al claxon, que no para de sonar. Me miro las manos y me doy cuenta que la sensación pegajosa era un líquido oscuro y denso que cubre todo un lado de mi cara y que va goteando en la carretera.

Uno, dos, tres y mi mejilla ya no está fría. A mi alrededor una voz me dice no sé qué de estar tranquilo, que ya han llegado, que no me preocupe. ¿Quién ha llegado?¿qué pasa? Ya no suena el claxon.

La voz me limpia la cara y ya puedo ver con los dos ojos. La cara que me habla, está inclinada sobre mi. Me aprieta el brazo. No soy capaz de entender lo que dice, pero es suave y amiga. Noto un pinchazo. El agua está templada y sus húmedas gotas me resbalan por la cara. Alguien me la seca pasándome un suave papel por la cara.

Veo un viejo camión destrozado contra un árbol, y alrededor montañas de cajas de leche y blanca leche derramada. Mientras intento aclarar mis ideas, entender lo que me dice la voz y qué es lo que se mueve, miro hacia los pinos en donde un corzo mira fijamente la escena, muy quieto. Si no fuera porque me duele la cabeza, diría que su mirada me resulta familiar, ya me he parado.

De repente me golpean, me mueven, y me zarandean ¿porqué me hacen esto? Hace frío. Huele a resina. La humedad me oprime. Oigo agua bajando por la colina. Puedo ver las copas de los pinos tapando el cielo.


Me llevan a una habitación pequeña que tiene una luz blanca que está encendida. Se oye un portazo, un ya está, una sirena, y de nuevo una voz inclinada sobre mi me repite que no me preocupe, que ya pasó, que queda poco.

miércoles, 29 de junio de 2016

Por si no quedó claro hace seis meses


SÍ, quiero que vuelva a gobernar el PP (por eso le he dado más votos que a nadie), aunque NO, no quiero que siga haciéndolo como hasta ahora (por eso no le he dado suficientes votos). NO, no quiero que gobierne el PSOE (por eso le he dado menos votos que nunca, otra  vez, y mucho menos si se alía con Podemos).

CIUDADANOS es limpia porque es nueva y tiene ideas nuevas porque es muy joven (por eso le he dado sólo el cuarto puesto). En lo único que he cambiado es que algunos votos que les di en Diciembre se los he devuelto al PP para facilitar que se pongan de acuerdo. 

Sigo muy cabreado con el sistema: con la corrupción, con la alternancia, con el inmovilismo, contra la intolerancia que genera el sistema cuando le doy suficientes votos a algún partido, aunque ahora mi nivel de cabreo ya ha llegado al límite (por eso he votado a PODEMOS como tercera fuerza, pero con menos votos que en Diciembre).

El CAMBIO que he votado es que el PP NO lo siga haciendo igual, a saber: porque es lo único, porque es por mi bien, porque impone sus puntos de vista,…; que la alternativa no es buena automáticamente, como hasta ahora. No quiero un gobierno progresista  como dicen ¿qué es esto? Ni de izquierdas ¿qué es esto? Lo que quiero es un CAMBIO para hacer muchas cosas que solamente se pueden hacer entre varios: quitar el Senado, reformar la ley electoral, mejorar la reforma laboral, la justicia, garantizar las pensiones, mejorar nuestra Constitución…

Ningún votante ha entendido que las tres fuerzas no se pusieran de acuerdo por el cambio, si ahora no lo hacen, sus líderes jamás podrán volver a hacer nada. Si no se ponen de acuerdo ahora tampoco, ¡que cambien a las personas!

¡Ah! Y si me vuelven a preguntar, seguiré respondiendo lo mismo pero, probablemente, ni conteste.