miércoles, 30 de marzo de 2016

Sin sentido, con sentidos (La verdad es que lo escribí muy parecido en 2001, pero me gusta)

Las flores estaban preciosas a plena luz del sol por la mañana, temprano. Los pétalos blancos con todos los colores del arco iris al acercarse al botón central de cien colores, donde predomina el amarillo. Una y otra, y otra más, orgullosas, altivas mirando al sol como intentando capturarlo, miles. Llamando a gritos a las abejas.

La casa estaba en el bosque, apenas se distinguía el color de sus tejas desteñidas entre los pinos, que crecían altos alrededor para ocultarla. La humedad y el frescor de la sombra se sentían en la piel. Las paredes, de piedra, los escalones que el musgo había conquistado la disimulaban, igual que la sombra de los pinos… Solamente cuando cerrabas la preciosa cancela de madera, sin pintar, como el tronco de los pinos, se distinguía el cuidado jardín. Un pequeño estanque debajo de un pequeño chorro de agua, con lirios blancos, flores húmedas amarillas y rojas, con grandes hojas de tono verde y marrón rojizo. Se notaba que alguien le había puesto mucho amor en cuidarlo.

El coche giraba y doblaba bajando por las curvas de la estrecha carretera que discurría dando vueltas entre dos muros de piedras, estrecha, retorcida. Estábamos pendientes de ver aquel desvío, camino de tierra, detrás de la tanca de madera que nos debía llevar al mar…
La luz del mediterráneo casi obligaba a cerrar los ojos, deslumbrante. Pecado mortal no abrirlos para ver la cala que se abría a nuestros pies, el viaje y la caminata final bajo el calor del Mediterráneo había valido la pena. El mar en calma. El azul turquesa entre transparente y verdoso, con la arena del fondo reflejando las sombras de los peces, moviéndose en silencio. Los pinos hasta la pequeña franja de arena. Las rocas, sujetando a los pinos, genistas en flor, amarillas. Azul profundo, mar dentro, el horizonte con bruma por el calor.

No sé si atrae más el olor o sus raíces fuera de la tierra que se retuercen como enormes serpientes de piel rugosa para aguantar los troncos, intentando devorar la pared construida con piedras blancas y grises, despacio, casi quietas. Hojas desordenadas con forma de mano de tres dedos, verde mate como corresponde a una higuera.

No es poesía, son cristales opacos, por doquier. Cualquier cosa conocida se te hace pequeña al levantar la cabeza, doblar el cuello casi con dolor y mirar arriba: cristales espejos que apuntan a un solo punto en el cielo. Relaja mirar a los taxisamarillos que se mueven a tu altura, escaparates, colores y movimiento, Nueva York. Todo lo demás es pequeño.

Hace horas que el paisaje no cambia. Filas de asientos quietos en la penumbra. Algunos paseos silenciosos hacia detrás y hacia adelante por el pasillo. Las luces de las salidas de emergencia amortiguadas. El silencio solamente acompañado por el constante rugido de los motores que nos empujan hacia nuestro destino.

El universo parecía desplegarse sobre un negro iluminado. La noche era clara y estaba medio tumbado en el balcón de Doña Rosita, la casa que alquilamos el pasado verano y este. Las estrellas que se veían, infinitas, eran puntos todos iguales, cada uno de diferente brillo, alguno parecía moverse. Era de noche, el silencio y la oscuridad así lo demostraban, pero la luz de las estrellas iluminaba la bahía y se podía sentir, a lo lejos, a la gente paseando, comiendo y comprando entre las luces.


Las gafas de sol parecía que se iban a llevar mi nariz y mis orejas si intentaba quitármelas. Había mucha luz, pero el frio era glacial. Montones ordenados de nieve se apoyaban en las paredes de las casas recordaban el frío a pasar de que el cielo azul  el sol, la luz y todo el mundo sentado en las terrazas de los bares parecían saludar al sol, como las  flores a las abejas.

martes, 29 de marzo de 2016

"La  policía ha detenido en Madrid, esta mañana, a un pederasta con abundante pornografía infantil en su ordenador. Esta es la cuarta detención de este año, y la policía cree que con esta detención desmantela una importante red de pornografía infantil". El busto parlante leyó esta noticia en el noticiario de esa noche.

Dos días antes, la tarde de invierno era fría y no había mucha gente por la calle. Juan se volvió para ver si le seguían. Hacía esto antes de entrar en el portal de su casa desde hacía tiempo. Examinaba a las personas que veía, por si alguno le estaba mirando, mostraba interés por él o las reconocía de otros días.
Una vez en su casa, sacó un llavero de su bolsillo e introdujo una llave en una de las tres cerraduras de la puerta de su casa, el 3 B.
Después de cerrar la puerta con pestillo se dirigió a su ordenador, colgando de pasada su abrigo en un perchero. El correo electrónico debería haber llegado ya.
Juan vivía solo. Trabajaba de administrativo en una revista, iba y venía en la línea 3 del metro todos los días, en un sentido y en el otro. Los sábados bajaba al supermercado de la esquina y compraba comida para las noches de toda la semana.
No había recibido el correo que esperaba, ni en su Buzon normal ni en "el spam", en el que miró por si acaso. Después se fue a trabajar a su estudio.Al volver de la oficina, al día siguiente, se paró en el kiosco de castañas de la esquina, le apetecía comer algo caliente. En el kiosco empezó a hablar con la castañera, no era la primera vez que se paraba.
  • ¿Cómo está, don Juan?
  • Bien ¿Y su hijo? Hace tiempo que no le veo por el kiosco.
  • ¡Fíjese qué suerte, que ha encontrado trabajo! Le llamaron de un sitio, por fin, y le faltó tiempo para contestar que quería trabajar.
  • Felicite a su hijo de mi parte, dígale que vuelva a verme cuando quiera.
  • ¿Cuántas le pongo?
  • Un cucurucho de 2, por favor.
Otro hombre, que también estaba en el puesto de castañas, entró en la conversación.
  • Esta fresco esta mañana, unas castañas nos irán muy bien. Es difícil educar a los hijos ¿no? ¿Cuántos años tiene el suyo?
  • No se crea, lo difícil ya pasó, ahora es todo un mozalbete.

Juan entró en el portal de su casa con el cucurucho en la mano. Volvió a comprobar si le seguían, pero solamente vio a aquel hombre fornido que se alejaba del puesto de castañas. Notaba su mano derecha, cada vez un poco más caliente.
En el ascensor se encontró con su vecina Isabel y sus dos hijos. Le ofreció a Isabel una castaña y sacó de su bolsillo unos caramelos que ofreció a los niños.

  • ¿Os gustan los caramelos? Tengo más en casa, cuando queráis pasad a buscarlos.

Salió del ascensor y entró en su casa. Ni siquiera se quitó el abrigo y se sentó delante del ordenador para comprobar otra vez el correo. Tampoco hoy había llegado, por lo que escribió otro para preguntar cuando llegaría. Después colgó su abrigo en el perchero y se fue a su estudio.
El timbre de la puerta le despertó por la mañana, antes que su despertador. Dos policías uniformados le preguntaron  quién era y le pidieron permiso para entrar. Se fueron directos a su ordenador del salón. Después de unos minutos de espera, uno de los dos agentes le dijo: D. Juan Honrubia, queda usted detenido.
Un policía se llevó a Juan y el otro empezó a registrar el piso. Al entrar en el estudio de Juan se encontró con una estancia abarrotada de cuadros y un caballete al lado de la ventana con un cuadro a medio pintar, Juan Honrubia pintaba. Todas las paredes estaban llenas de cuadros y muchos estaban apoyados en el suelo.
Todos los cuadros tenían niños, de todas las edades, de todos los tamaños y en todas las posturas. Solos, en grupo, con paisajes verdes o nubes blancas y cielos azules.. Juan solamente pintaba niños. Juan Honrubia estaba obsesionado con los niños.
El policía no entendía demasiado de arte, pero los cuadros le parecieron muy hermosos.

lunes, 21 de marzo de 2016

La buena formación

Sor Matilde se sube nuevamente al altar y, tomando posesión del micrófono, repite: 
-    Os ruego a todos silencio para que la celebración tenga éxito.
Me muevo inquieto en el banco de madera. Mi banco chirría cuando me muevo. Miro mi reloj impaciente. Veo a Eva de espaldas, en la segunda fila. Lleva un vestido verde.
Una veintena de niñas están bien alineadas con sus vestidos blancos en el altar. Reina un ambiente de respeto y silencio,... aparte de las intervenciones de Sor Matilde. En el altar hay muchas flores, todas blancas. Huele a algo que podría ser incienso, y el silencio casi se oye. La pompa y el boato se pueden tocar.
Los bancos y los sillares laterales estaban asignados a cada persona previamente con su nombre en un papel en el asiento. Se nota que alguien se ha tomado la molestia de analizar en qué posición los padres de cada niña la verán mejor durante el evento.
La responsable de catequesis está situada de pie, al lado del altar, y va marcando con sus brazos los tiempos y lo que tiene que hacer cada niña en cada momento. Las niñas la miran a ella casi todo el tiempo disimuladamente, para no equivocar ni un detalle de lo que han estado ensayando durante meses.
La ceremonia se desarrolla en silencio. Ahora, cada niña se mueve desde su puesto hasta el micrófono para leer algo que lleva escrito en un papel. Intervención salpicada por el ruido del disparador de la cámara de fotos del fotógrafo oficial, único con el permiso de Sor Matilde para hacer fotos. Algunas abuelas y familiares muestran  un sentimiento de orgullo de forma tan incontenible que casi hace necesaria la intervención de Sor Matilde.
El fotógrafo lleva corbata. En general casi todos los hombres la llevan y las mujeres van bien arregladas. ¡Es necesario respetar la etiqueta!
El tiempo pasa más lentamente de lo que pensaba. Puedo distraerme con el escenario; el cuidado de las formas que se ve en todas partes, y me pregunto si es necesario algo más para hacer que cosas como esta tengan éxito. Pero acabo  fijándome en el vestido verde de Eva y en su pelo pelirrojo, y me pregunto qué pasará al final.
El sacerdote se despide, el solemne acto se está terminando. La responsable de catequesis sonríe muy satisfecha porque ninguna niña se ha equivocado.
Otra vez siento la dureza de mi banco. En mi reloj han pasado 53 minutos. Veo que Eva, con su vestido verde y su marido, están saliendo por el pasillo central de la iglesia, nos cruzamos una disimulada mirada. Estoy seguro de que no seré capaz de actuar normalmente si tenemos que hablar pero, gracias a dios, me llevan hasta la responsable de catequesis que sabe en dónde está nuestra hija, y a felicitarla por cómo se ha desarrollado todo.

Sor Matilde, igual que todos los años, sube a apoderase de nuevo del micrófono:

-    Quiero agradecer a todos el silencio y respeto demostrados, sin los cuales esta ceremonia no habría tenido este éxito.

martes, 15 de marzo de 2016

Gemidos

Siento fría la mejilla apoyada en la almohada, que también está dura. Tengo en la otra mejilla una sensación agradable y caliente. Mis ojos están cerrados y todo está oscuro. Demasiado silencio; me parece que estoy solo en una habitación sin luz. Estoy tumbado. No hay aire. Ni siquiera hay ruido. No soy capaz de encontrar el interruptor de la mesilla. ¡No oigo nada! ¡no veo nada!

Levanto una mano para tocarme la cara, muy despacio. La mano sube sobre mis vaqueros y mi jersey. Cuando llega a la mejilla, una sensación pegajosa y cálida me sorprende en los dedos. Abro los ojos y por momentos el negro se convierte en oscuro, solamente

Intento prestar atención y empiezo a oír el claxon de un coche que no se calla, se oyen también unos gemidos. Es de noche. La almohada sigue muy fría. Puedo ver la parte de debajo de un coche apoyado en sus puertas, encima de las líneas blancas en la carretera oscura, estoy tumbado en la carretera.

Todo el tiempo ha estado ahí, pero ahora lo siento dentro de mi cabeza. Rítmicamente me aprieta hasta hacerme daño y después la suelta.

Dos puntos de luz casi me hacen cerrar los ojos. Oigo un portazo, ruido de pasos, y unas exclamaciones y gritos, que no entiendo, se suman a los gemidos y al claxon, que no para de sonar. Me miro las manos y me doy cuenta que la sensación pegajosa de antes era un líquido oscuro y denso que cubre todo un lado de mi cara y que va goteando en el suelo, menos mal que mi jersey no se mancha.

Después de bajar de nuevo el brazo hasta los pantalones, aparecen otras dos luces blancas, y el coche y la carretera, se vuelven de color naranja, como en una discoteca.

Uno, dos, tres y mi mejilla ya no está fría. A mi alrededor alguien me dice no sé qué de estar tranquilo, que ya han llegado, que no me preocupe. ¿Quién ha llegado?¿qué pasa? Ya no suena el claxon que se ha callado, y los gemidos suenan más bajos que las voces.

Necesito limpiarme la cara pero ya no puedo mover el brazo. Ahora hay muchas luces y más movimiento. Las luces, entre azul y naranja, se encienden y apagan iluminando un coche tumbado sobre un lado, creo que ya lo había visto antes.

Una voz me limpia la cara y ya puedo ver con los dos ojos. La cara me habla, inclinada sobre mi. Me aprieta el brazo. No soy capaz de entender lo que dice, pero es suave y amiga. Noto un pinchazo. El agua está templada y sus húmedas gotas me resbalan por la cara. Alguien me seca la cara con cuidado, pasándome un suave papel. Estoy sobre una camilla y puedo ver el firmamento de estrellas en la noche clara.

Mi cabeza me duele. Ahora está bien, algo me aprieta cada vez más fuerte, hasta que se cansa de apretar y vuelve a dejarme en paz. De repente me golpean, me mueven, me zarandean y me vuelven a golpear ¿porqué me hacen esto? Acabo en una habitación pequeña que tiene una luz blanca que está encendida. Se oye un portazo, un ya está, una sirena, y de nuevo una voz inclinada sobre mi me repite que no me preocupe, que ya pasó, que queda poco.

Mientras intento descifrar dónde estoy, lo que me dice la voz y qué es lo que se mueve, me entra un profundo sueño, ganas de descansar y dejar de hacerme preguntas. Pero la voz y la sirena no se callan, la luz no se apaga. Aunque ya no me pegan, sigo moviéndome.

...

Ella está agachada mirando una pantalla que emite sonidos. La luz es fría. Está agradablemente templado y la cama es blanda. Está claro que es una habitación de hospital. Una voz, que me resulta muy familiar, se inclina sobre mí y me pregunta cómo estoy.

No me duele la cabeza. Me acuerdo perfectamente, conducía el coche que empezó a dar vueltas a cámara lenta, le dio un golpe muy fuerte al guarda raíl y empezó a dar vueltas de campana; no iba solo.

No me atrevo a preguntar y no sé si la voz se da cuenta por mi cara que no me importa cómo estoy.



martes, 8 de marzo de 2016

Diputados y diputadas


Decir "ciudadanos y ciudadanas" es incorrecto. "Ciudadanos" incluye ambos géneros. 
Decir "diputados y diputadas" es incorrecto. "Diputados" incluye los dos géneros (todos).

(Ver nota de la Real academia de la lengua, al final)

George Bush hijo hizo una contribución extraordinaria a la incultura planetaria poniendo en duda oficialmente a Charles Darwin y su teoría de la evolución.

Será que fomentar la incultura es moderno, o es lo que propone Podemos.  
¡O es que también quiere la vicepresidencia de la Real Academia!
¡Creo que ya no pueden ser, ni siquiera, el voto del cabreo!

Los ciudadanos y las ciudadanas, los niños y las niñas

Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto.

La mención explícita del femenino solo se justifica cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto: El desarrollo evolutivo es similar en los niños y las niñas de esa edad. La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. Por tanto, deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos.

El uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino/femenino. Por ello, es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto. Así, los alumnos es la única forma correcta de referirse a un grupo.

Real academia de la lengua española.

jueves, 3 de marzo de 2016

Aunque ya lo sepan

Pues no, al PP no le ha servido de nada que no le diera suficientes votos para que no siguieran gobernando como lo estaban haciendo. Por lo visto, lo único que saben hacer es lo que hacían, y está claro que, aunque ellos no quieran reconocerlo, como votante no me gusta. Da la sensación que  están en la posesión de una verdad que no he sido capaz de entender. El "pasa palabra"del presidente, que entendí como estratégico, no lo era.

Recuerden, aunque les haya dado suficientes votos para ganar, he ido con mucho cuidado para que no sigan gobernando solos.

Y, curiosamente el PSOE, al que le di menos votos que nunca, ha hecho el primer ejercicio de responsabilidad de acuerdo con lo que voté, y se ha ganado de nuevo un poco del respeto que había perdido. Ya por fin han entendido que no es derogar, sino mejorar. Su contestación positiva al rey, que al principio solo entendí como ansia de poder, no fue así.

Parece que esa urgencia por asaltar el poder, esa falta de formas que a algunos pueden parecer simpáticas a primera vista, solamente reflejan esto: ausencia de capacidad. Las formas también son importantes. Espero que si me vuelven a preguntar, mi cabreo ya no sea un buen argumento para votar a PODEMOS. Ellos solamente han demostrado que están a la altura mediática. Ya he demostrado mi cabreo, ahora tendré que votar algo útil.

Y qué decir de esos jóvenes sin experiencia que voté en cuarto lugar. Pues sí, no tuvieron la suficiente experiencia para luchar contra esta afirmación, pero han demostrado que la tienen y que son capaces, que son responsables y que pueden hacer mucho por España. Ojalá que entre todos le demos a CIUDADANOS la capacidad de "hacer" que les negamos antes.

Si dios no lo remedia y me vuelven a preguntar, tendré en cuenta estos cambios, creo. Sin embargo tal vez no haga falta porque se trata de una cuestión de caras y no de partidos. Tal vez algunos deberían dar un paso atrás, quitar su cara de crispación o de inacción (Hernando, o Rajoy, por ejemplo) .
¿Cómo vamos a hacer presidente a Pedro Sánchez?, se preguntan, y no se dan cuenta de que eso es mucho menos malo que hacer vice presidente a Pablo Iglesias.

Aunque no lo entendieran entonces, tienen que hablar, como ya dije en las pasadas elecciones.

martes, 1 de marzo de 2016

Elisa (reloaded)


Elisa entró en la sala cuando ya todos estaban sentados. Se abrazó emotivamente con Jorge, pero no saludó a Juan y ni a su mujer, que la miraron fríamente. Ellos estaban sentados en las sillas de en medio. Juan, de brazos cruzados sobre su elegante corbata amarilla; ella impresionante, como siempre, tan rubia y con esos ojos tan grandes y tan azules; incluso sentada parecía más alta que Juan.

Elisa se sentó con nosotros mirando hacia la puerta, esperando.

Al cabo de un rato la puerta se abrió y entró un médico con la bata blanca y ese ridículo gorro verde que se ponen para taparse el pelo, todos nos levantamos... ¿doctor?

El señor Miravillas no se repondrá de este infarto, no sé las horas que le quedan. Ahora está consciente y muy débil. Si le quieren ver con vida otra vez, solamente les quedan unas horas. No podemos hacer nada más; si quieren pueden pasar un rato a la habitación, ¿cuántos son? Esperen un poco, ahora les avisan.

La sala tenía tres filas de sillas amarillas frías y metálicas, dos contra las paredes y una doble en el medio. Las grandes ventanas servían de poco frente a la fría luz de las luces de neón. Desde fuera se filtraba la mortecina luz del atardecer, de un cielo plomizo que soportaba una persistente lluvia. El silencio ocupaba el resto de sillas. No hablábamos, lo que no sé si era la causa o el efecto de la incomodidad que flotaba en la sala.

Mis pensamientos me recordaron a Papá. Con el esfuerzo de toda su vida había conseguido levantar la cadena de supermercados más grande del país. Era recto como pocos, y mantenía sus principios firmes en cualquier situación. 

Dicen que nunca pudo soportar venderle su cadena a los ingleses. Casi todo el mundo piensa que fue perder el esfuerzo de toda su vida, pero yo sé que fue porque yo dejé de quererle. Nunca entendí su decisión. Él pensó que era necesario quitar a Jorge de su puesto y poner a Juan. El suegro de Juan había hecho una buena oferta por el negocio. 

Jamás se lo perdoné a Papá. Jorge llevaba mucho tiempo trabajando, ayudándole y no se merecía que lo apartaran. Fue injusto, no fue digno de Papá y de todo lo que me había enseñado. Desde entonces yo apreciaba mucho más a Jorge, que le transmitía a todo e que hablaba con él la amargura que sentía. Nunca había vuelto a hablar con Papá.

Todos entramos. Había poca luz. Solo el ruido del aire y una pantalla que dibujaba lineas verdes que daban saltos y emitía apagados bips parecía hacer que la habitación existiera. La pantalla parecía estar conectada a Juan padre, que abrió los ojos al verlos entrar. Se le abrieron mucho más al vernos a mí y a Jorge. 

Como si tuviera prisa por decirlo se dirigió a ellos en voz baja. 

Lo siento Jorge,aunque creo que no te ha faltado de nada, pero yo ya estaba muy cansado, tenía muchas ganas de ir a reunirme con vuestra madre. Fue difícil, tenía que decidir entre un hijo mío y otro, pero también entre seguir luchando o dejar de hacerlo. Estuve apunto de arrepentirme por Elisa, pero sigo pensando que era lo mejor para todos, necesito que Elisa y tú me perdonéis.

Tenía que decirle algo a Papá, a fin de cuentas, habíamos ido para esto, pero yo no fui capaz. Seguía pensando que si Papá hubiera actuado como me enseñó, no hubiera hecho lo que hizo. 

No fui capaz y salí de la habitación sin decir nada, con lágrimas en los ojos.

domingo, 21 de febrero de 2016

El despertador

La vida en un Colegio Mayor es simple y apenas necesita un despertador. Pero los canarios han puesto de moda unos pequeños aparatos negros con números rojos que dan la hora, consumen poco, y tienen un avisador. Le pedí a mi padre un aparato igual, le hablé de lo bonitos que eran. Mi novia tenía uno. 
Al cabo de un mes se presentó con un regalo bien envuelto, se lo había enviado el vendedor que tenía en Canarias. No me acuerdo como disimulé mi sorpresa cuando, al abrir el paquete, me encontré con aquel tamaño de despertador, en lugar del casi invisible aparato que tenía mi novia.
Su cara parecía decir algo así como:

- ya sé que no es lo que querías, pero qué quieres, es un buen despertador, ¿para eso lo querías no?

El despertador del tamaño de una de esas cajas plateadas que los jugadores de ajedrez golpean después de hacer cada jugada. Tiene un pulsador negro en la parte de arriba que hay que apretar para que se calle. Tiene dos ruedecitas, una para cambiar entre tres melodías diferentes y otra para ajustar el volumen. No sé cómo se puede describir, de las tres, la melodía que más me gusta, porque los teléfonos móviles no la han importado, pero para asegurar que te despiertes, al cabo de un rato, la melodía se acelera para decirte que debes ponerte en pie y seguir con tu vida. Cuando lo pones a tope es imposible no despertarse.
Para fijar la hora en la que sonará es necesario girar una rueda de atrás, hasta poner el señalador en el sitio correcto de la esfera, no es muy cómodo, y luego hay que pulsar para levantar el botón negro. La esfera fluorescente, bien grande, te permite ver qué hora es, aunque este oscuro, y todavía no toque levantarse.
Cuando se queda sin pilas no se calla, sino que avisa, con su melodía distorsionada, a veces es más baja de lo que le pides, pero le pones una nueva pila por atrás, de las medianas, para que dure muchos meses, y ya está, vuelta la melodía.

Resuena en mi piso de estudiantes. Lo apago en seguida, esperando no haber despertado a mis amigos que todavía duermen y se irán a la Facultad más tarde. 
Son las ocho de la mañana, hora de levantar a toda la familia para empezar el día. La melodía del despertador suena fuerte en la mañana como anunciando que todo empieza, el desayuno, el autobús de los niños,...
Nadie más oye la melodía, y me levanto para ducharme e ir otra vez a trabajar, la oficina está apenas  a cinco minutos del apartamento.
Son las cuatro de la mañana. Fuera está muy oscuro, la casa está en silencio. Es lunes y es hora de levantarse para ir al aeropuerto, una semana más, el taxi naranja vendrá a buscarme en una hora.
Durante un tiempo ni siquiera me hizo falta. Mi cabeza se activaba nada mas amanecer. Parecía haber llegado a un pacto con la luz, al otro lado de la ventana.

Hace tiempo que ya no lo escucho,  pero el despertador también es una máquina de hacer segundos, rítmicamente, siempre igual: clack,... clack,... clack,... Creo que mi mesilla de noche siempre ha sonado igual, segundo a segundo.
Mi padre enfermó después de hacerme aquel regalo. La verdad es que no soy consciente de sí le di lo suficiente las gracias.
Ahora, raras veces lo pongo para despertarme, pero su máquina de fabricar segundos sigue su incansable ritmo encima de mi mesilla de noche, clack,... clack,... clack,... .