martes, 29 de marzo de 2016

"La  policía ha detenido en Madrid, esta mañana, a un pederasta con abundante pornografía infantil en su ordenador. Esta es la cuarta detención de este año, y la policía cree que con esta detención desmantela una importante red de pornografía infantil". El busto parlante leyó esta noticia en el noticiario de esa noche.

Dos días antes, la tarde de invierno era fría y no había mucha gente por la calle. Juan se volvió para ver si le seguían. Hacía esto antes de entrar en el portal de su casa desde hacía tiempo. Examinaba a las personas que veía, por si alguno le estaba mirando, mostraba interés por él o las reconocía de otros días.
Una vez en su casa, sacó un llavero de su bolsillo e introdujo una llave en una de las tres cerraduras de la puerta de su casa, el 3 B.
Después de cerrar la puerta con pestillo se dirigió a su ordenador, colgando de pasada su abrigo en un perchero. El correo electrónico debería haber llegado ya.
Juan vivía solo. Trabajaba de administrativo en una revista, iba y venía en la línea 3 del metro todos los días, en un sentido y en el otro. Los sábados bajaba al supermercado de la esquina y compraba comida para las noches de toda la semana.
No había recibido el correo que esperaba, ni en su Buzon normal ni en "el spam", en el que miró por si acaso. Después se fue a trabajar a su estudio.Al volver de la oficina, al día siguiente, se paró en el kiosco de castañas de la esquina, le apetecía comer algo caliente. En el kiosco empezó a hablar con la castañera, no era la primera vez que se paraba.
  • ¿Cómo está, don Juan?
  • Bien ¿Y su hijo? Hace tiempo que no le veo por el kiosco.
  • ¡Fíjese qué suerte, que ha encontrado trabajo! Le llamaron de un sitio, por fin, y le faltó tiempo para contestar que quería trabajar.
  • Felicite a su hijo de mi parte, dígale que vuelva a verme cuando quiera.
  • ¿Cuántas le pongo?
  • Un cucurucho de 2, por favor.
Otro hombre, que también estaba en el puesto de castañas, entró en la conversación.
  • Esta fresco esta mañana, unas castañas nos irán muy bien. Es difícil educar a los hijos ¿no? ¿Cuántos años tiene el suyo?
  • No se crea, lo difícil ya pasó, ahora es todo un mozalbete.

Juan entró en el portal de su casa con el cucurucho en la mano. Volvió a comprobar si le seguían, pero solamente vio a aquel hombre fornido que se alejaba del puesto de castañas. Notaba su mano derecha, cada vez un poco más caliente.
En el ascensor se encontró con su vecina Isabel y sus dos hijos. Le ofreció a Isabel una castaña y sacó de su bolsillo unos caramelos que ofreció a los niños.

  • ¿Os gustan los caramelos? Tengo más en casa, cuando queráis pasad a buscarlos.

Salió del ascensor y entró en su casa. Ni siquiera se quitó el abrigo y se sentó delante del ordenador para comprobar otra vez el correo. Tampoco hoy había llegado, por lo que escribió otro para preguntar cuando llegaría. Después colgó su abrigo en el perchero y se fue a su estudio.
El timbre de la puerta le despertó por la mañana, antes que su despertador. Dos policías uniformados le preguntaron  quién era y le pidieron permiso para entrar. Se fueron directos a su ordenador del salón. Después de unos minutos de espera, uno de los dos agentes le dijo: D. Juan Honrubia, queda usted detenido.
Un policía se llevó a Juan y el otro empezó a registrar el piso. Al entrar en el estudio de Juan se encontró con una estancia abarrotada de cuadros y un caballete al lado de la ventana con un cuadro a medio pintar, Juan Honrubia pintaba. Todas las paredes estaban llenas de cuadros y muchos estaban apoyados en el suelo.
Todos los cuadros tenían niños, de todas las edades, de todos los tamaños y en todas las posturas. Solos, en grupo, con paisajes verdes o nubes blancas y cielos azules.. Juan solamente pintaba niños. Juan Honrubia estaba obsesionado con los niños.
El policía no entendía demasiado de arte, pero los cuadros le parecieron muy hermosos.

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