domingo, 8 de octubre de 2017

Lágrimas

Hace unos días mi conclusión era clara. Estábamos condenados a un conflicto en el que el primer muerto le daría ventaja a quien lo sufriera. Pensaba en las posturas absolutamente irreconciliables; en la grave ofensa a los independentistas que no habían hecho nada malo; en el miedo a ser robados por su vecino o algo mucho peor del resto; la emoción e ilusión implantada con mentiras a la otra mitad de un pueblo; en un gobierno prisionero de sus obligaciones internacionales, españolas y del, teóricamente, 53% de la población catalana.

No veía ninguna solución y estaba triste, muy triste.

Pero claro, solo la gente preocupada por sus problemas (¿esto también es populismo?) podía aportar alguna solución. La mayoría silenciosa ha hablado, ha hablado el 53%, y ahora el 47% ni siquiera podrá apostar por los muertos de nadie, no será rentable. Le he preguntado insistentemente a mi familia independentista qué es lo que quieren, pero no saben lo que quieren, solo saben qué herramientas necesitan que les ha dicho un independentista (independencia, república catalana), cuando hay muchas otras. Este independentista ha disimulando muy bien cometiendo tan grave irresponsabilidad como para hacer que yo pensara que no había solución.


Me considero un estúpido por haber derramado mis lágrimas esta mañana.

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