domingo, 14 de marzo de 2010

Me puede enviar un taxi, por favor


Estoy descubriendo que los taxis son una tribuna privilegiada para ver mundo.

En Panamá me encontré con un taxista comunista. Resulta que trabajaba tranquilamente en una empresa semi-estatal, pero perdió su empleo cuando los americanos secuestraron y encarcelaron al dictador Noriega. Entonces lo echaron y se buscó la vida. Ahora es taxista, tiene dos coches, y es un enamorado de que cada cual tenga según su mérito, un empresario.
Sin embargo él me daba una explicación de porqué el progreso no llega a Latinoamérica. La verdad es que llevo meses buscando respuestas, pero la suya es de libro. “Resulta que la alta sociedad explota a la baja sociedad, no hay sociedad burguesa a la europea, y lo que obtiene se lo gasta en el primer mundo. Como a la alta sociedad copa la política, decide no invertir en educación, por lo que la brecha se mantiene.”. Lamenté cuando me dejó en destino, la conversación era fantástica.

Aquí en México me muevo con un taxista de hotel, culto y educado que ha vivido todo tipo de situaciones, la vida no lo ha tratado excesivamente bien, pero guarda como tesoro sus situaciones. Su conversación es absolutamente deseable.

En Atenas es curioso lo de los taxis. Resulta que buscas uno, pero el siguiente que viene está ocupado. No problema, se para igual y te pregunta a donde vas, convirtiendo su taxi en un autobús con paradas. Puedes hacer amigos.

Ayer me fui al cine, a un centro comercial que bien podría estar en Barcelona, en Nueva York o en París. A la hora que era, oscureciendo, me sorprendió ver las anchas avenidas, los elevados y los enormes edificios de Ciudad de México. Me despertaron los zarandeos que me daban los baches que pisaba el taxista en la penumbra y  descubrí lo sucias que estaban las infraestructuras, que junto a los baches me hicieron sospechar que aquí no se es consciente de que hacer bien las cosas incluye mantenerlas.

A la salida del cine, me llevó a casa, a cualquier cosa le llaman casa, el taxista Dar Vader. No es una falta de tacto, sino más bien de respeto por alguien que soluciona su problema físico con imaginación. Tenía un problema físico con sus cuerdas vocales, vamos que no podía hablar casi, y se conectaba con el amplificador del taxi que transmitía sus opiniones con un volumen suficiente como para hacerse entender, sonido metálico, no tan grave como el padre de Luke. Si el taxi hubiera sido moderno, seguro que algún periodista lo habría sacado como tema para un artículo. El taxi estaba viejo, a juego con las avenidas de Ciudad de México.

Por cierto, acerca de la película "oscarizada" que vi, tendré que preguntar a un taxista crítico de cine. ¿Cómo una americana puede hacer una película sobre los protagonistas de su guerra, y ni siquiera intentar preguntarse porqué y para qué? ¿Cómo se puede hacer una película tan fantástica, la veré varias veces, y tan mala y tan repetida como película como es Avatar? Ciertamente cada vez admiro más a los Estados Unidos de Norteamérica y cada vez sé menos porqué. 

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