martes, 4 de mayo de 2010

Realidad

De las 14 noticias económicas de hoy, excluidas las que hacen referencia a empresas sin relevancia, de uno de los más influyentes periódicos de España, sus titulares son los siguientes:

Las nuevas dudas sobre Grecia causan otro varapalo en las Bolsas europeas y el euro.
Todas las bolsas europeas han bajado, no parece ser un problema español sino griego. La aportación española es la cuarta de la UE en cantidad. La deuda española (%) está muy por debajo de casi todos los países de la UE.
La prensa internacional advierte a España de que puede caer en la misma trampa que Grecia.
Dice la prensa que los inversores, sin citar nombres y apellidos, están preocupados. El análisis es bastante de Perogrullo: coste del estado de las autonomías, cajas de ahorros (banqueros a políticos o políticos a banqueros), el déficit y el paro. Como opinión, también cita que los sindicatos defienden más a Garzón que a los parados, que la corrupción está afectando a nuestras consciencias y que la justicia está politizada.
Las constructoras creen que el efecto de la rehabilitación de viviendas en el empleo será mínimo.
Otro plan del gobierno que tendrá efectos mínimos.
La confianza de los consumidores remonta en abril 5,5 puntos.
Algo está cambiando o los españoles somos unos optimistas.
La afiliación suma su tercer mes al alza tras subir en 53.852 trabajadores en abril.
Supongo que no se le podrá buscar interpretaciones negativas a esta noticia.
La CMT propone congelar la cuota mensual de Telefónica.
Me temo que esto es que gana demasiado dinero y que el teléfono fijo es una suerte de compensación por lo que Telefónica ha sacado de los españoles.
BBVA se sitúa como segundo banco privado de Uruguay.
Supongo que algún gen español será el principal culpable.
Zapatero y Rajoy sólo logran cerrar una reunión sobre Grecia y las cajas.
Lamentablemente, no nos merecemos a nuestros políticos.
Los bancos andorranos preparan su desembarco en España y la compra de una entidad catalana.
Supongo que tendremos que discutir acerca del juicio de los banqueros andorranos.

Resumiendo,
Que la situación Griega nos está afectando a todos,
Que tenemos problemas estructurales que entre todos hemos creado y que hay que enfrentar,
Que tenemos un gobierno mediocre,
Que a pesar de todo los españoles seguimos confiando en nosotros mismos, 
Que la situación laboral ya no puede empeorar,
Que nuestras principales empresas siguen yendo bien,
Que nuestros políticos son lamentables, y
Que nuestro mercado no será tan malo cuando los banqueros andorranos quieren entrar.

Es decir,
No podemos hacer nada más con Grecia.
Deberíamos despedir a todos nuestros políticos.
La situación no es tan mala como parece en los periódicos.

Ya es hora de ponerse a trabajar.

domingo, 2 de mayo de 2010

Pesimismo

España se ha convertido en un país de pesimistas. Vas en un taxi y la conversación deriva en críticas a quien gobierna y no hace nada. Vas a un restaurante de confianza y el camarero dice lo mismo. Cuando hablo con mi familia, la crítica es contra alguien que no hace nada por remediar la situación. Lees los periódicos que van desde la critica con la acción de gobierno hasta el insulto de la oposición.

No me gusta la política española. Nuestros políticos nacen de la mediocre escuela de unos partidos políticos, unas estructuras enormes y dominantes de la vida pública, que monopolizan el control del país.  Los partidos políticos son el único legado negativo que nos dejaron los “padres de la patria”. Desde hace 10 años he votado en blanco: ¡Váyanse todos señores!

La oposición, la alternativa de gobierno, se defiende de su escándalo de corrupción negando, callando o excusándose de que la corrupción no les afecta como partido, sino que afecta a algunos chorizos que pertenecían a su partido.  Ahora preguntan porqué un etarra se ha escapado de la justicia irlandesa,  o porqué los jueces han liberado a otro etarra en España. Prudencia, esa virtud que han perdido. ¡Cállense!

Y el gobierno se defiende de su inacción, de su falta de ideas, de su falta de liderazgo, con la excusa de la oposición y de la falsa prudencia. Culpables de que España será uno de los últimos países en superar la crisis económica dejando un reguero de 4 millones de parados. !Hagan algo!

Y lo peor que dejo es el pesimismo de la calle, contradictorio con nuestro carácter, contradictorio con la posición que ocupamos como país en el mundo, contradictorio con salir de esta, contradictorio con el éxito increíble de nuestra transición, contradictorio con nuestro carácter positivo, mediterráneo.

Me pregunto qué tenemos que hacer para volver a ser positivos, para aceptar los retos,… ¿Nos falta un pastor? Pues yo creo que no. En nuestra transición hubo varios. Tal vez ahora nos hace falta un detonante, un catalizador, pero entonces lo hicimos entre todos. Tal vez nos sobran los que tenemos.

Mi padre era un firme defensor del esfuerzo personal. Él pensaba que antes que poder hacer algo era necesario querer hacerlo. Que las capacidades y los conocimientos venían después. Lo primero que tenemos que hacer es querer salir, volver a nuestro optimismo, y confiar en el resultado de nuestro propio esfuerzo.

lunes, 26 de abril de 2010

Papá


Te recuerdo con una raqueta de tenis en la mano, ganándome siempre, cuando yo pensaba que ya era alguien. Recuerdo el orgullo con el que Mamá te describía, durante mi adolescencia, defendiéndote hasta el final y solamente hablando de tu difícil carácter. Ella me contó que pasaste de familia rica, de montar a caballo, de ir en barco a Mallorca, a descargar camiones en el puerto, cuando hizo falta.

Recuerdo tu soledad, cuando decidiste que lo mejor era llevarte a toda tu familia a Valencia. También recuerdo tu mirada dándome ánimo, sin decir absolutamente nada, cuando te volviste de Madrid sólo, habías venido a devolverme a Barcelona, y apenas te despediste, solo te parecía que era lo correcto.

Aprendí contigo pero no me enseñaste, solo lo hacíamos, yo notaba tu confianza y sabía que sería capaz de hacerlo,… nada más.

He recibido de ti la fe ciega en el esfuerzo personal. He intentado imitar tu saber estar en cualquier parte, ser capaz de disfrutar igual con un bocadillo que con una cena en Finisterre.

Luego te fuiste apagando, poco a poco, pero siempre digno y con un pie en la realidad, engañando a tu destino,... y seguías siendo tú.

Ahora ya no podré devolverte nunca lo que has hecho por mi.

sábado, 24 de abril de 2010

!Cómprelo ya!

En los múltiples canales que te encuentras en la televisión en Centro América es muy fácil encontrar un anuncio de venta de artículos por correo.

Garantizan la ausencia de bichos en su casa; o aparatos de ejercicio que prometen un cuerpo magnífico; o vibradores que dan todas las ventajas de hacer ejercicio sin necesidad de mover un dedo; o cremas milagrosas que anulan los efectos del embarazo, incluso mucho tiempo después de tenerlos; o esos tacones que te permiten crecer automáticamente; o almohadillas para que las mujeres se quiten el vello.

Todos tienen algunos puntos comunes.  Deben de tener un efecto increíble para que funcionen, tienen que generar algún tipo de milagro porque sino, no sería necesario comprarlos. Ver esos anuncios es una suerte de descubrimiento.

También deben de generar necesidad, alarma o apelar al amor propio. ¿Cómo vamos a permitir ser más bajos que nuestra novia? ¿Cómo vamos a permitir que nuestros bebés y mascotas mueran por la presencia de bichos y ratas en nuestras lujosas cocinas? ¿Y porqué su marido no va a preferir a esa mujer de estómago plano que usa el “aparato” en lugar de a Ud.?

Reconocen tener tan poco valor que, si lo compras, te regalan otro, eso sí, si lo compras en los siguientes segundos o eres de los 500 primeros en llamar.

Y por último tienen que ser culturalmente inútiles, no sirven para nada, es decir, nadie con un mínimo  nivel cultural creerá que los necesita, ni siquiera creerá en sus imposibles efectos, aunque te muestren en pantalla la transformación clara entre el antes y el después.

Cuando veo estos anuncios, es imposible no sufrirlos machaconamente cuando ves una película, me doy cuenta de que deben de funcionar, por el mero hecho de que existen.

Me pregunto si los políticos son una suerte de producto que ofrece efectos milagrosos, que no está claro para qué los necesitas, y por la alarma que, según ellos, produce elegir a su oponente.

Y pienso en la democracia y me siento un poco dictador al pensar que todos los que llaman, apremiados por el mensaje de llamar ya, y preguntan, y hasta compran, también votan y eligen una parte del destino de este mundo. Tal vez esa sea parte de la explicación de la elección de algunos de los presidentes de América latina.

En el océano equivocado

No me gusta demasiado contar esta anécdota, por lo mal que lo pasé. Resulta que yo desvié un avión de pasajeros en medio del Atlántico.

Un día me subí en un avión en Madrid rumbo a Santiago de Chile. Después de unas cuatro horas de vuelo, mi cabeza identificó los síntomas. El dolor producido por un cólico nefrítico, una piedra en el riñón, es imposible de olvidar.

Las siguientes horas hasta que pude avisar a mis amigos que esperaban en Santiago de Chile de que tenía enfrente el océano Atlántico fueron horrorosas.

Soy bastante alto y el espectáculo de verme tumbado en el pasillo del avión, rodeado de azafatas y botellas de cava con agua caliente, temblando de dolor debió de ser enorme.

Aunque no había ningún médico a bordo, todo se puso de mi parte para acortar la agonía. El protocolo dice que es necesario aterrizar en el aeropuerto más cercano, en este caso Las Palmas. Los pasajeros o las caras que alcanzaba a ver, sufrían conmigo y esperaban dejarme lo antes posible para que terminara mi sufrimiento. La tripulación de Iberia se portó magníficamente bien.

Cuando el médico subió a buscarme me preguntó si me ponía el calmante en el avión o en la ambulancia. Supongo que sabía que mi sufrimiento estaba a punto de terminar porque salí del avión con los pies por delante y lo suficientemente consciente como para oír a un pasajero discutiendo a voz en grito con el comandante reclamando sus derechos.

Cada vez que lo veo en la televisión diciendo tonterías me acuerdo de aquellos segundos. Era un político, el primer portavoz del primer gobierno de Aznar, para no dar nombres.

martes, 20 de abril de 2010

Comer sólo

Mi mujer, que es persona muy sociable, reconoce que no soporta comer sola en un restaurante. En los últimos meses he tenido ocasión de practicarlo muchas veces, y debo decir que he conseguido una cierta capacidad de hacerlo y de disfrutarlo.

Cuando entras y estás sólo en un restaurante alcanzas a ver muchas cosas que no tendrías en cuenta si vas acompañado. Los colores de la pared, de los manteles, las ventanas o las cortinas forman parte de lo que alguien quiere que sientas sentado y comiendo. A veces te encuentras dibujos imposibles, o cuadros que te impactan en medio de horrorosas maquetas de barco, o detalles y adornos que intentan crear un ambiente sin conseguirlo.

La luz, cuya intensidad es inversamente proporcional a la calidad de la comida con límites, pues en determinados restaurantes no puedes distinguir casi la comida.

El ruido, apagado cuando el restaurante es elegante, con risas de alguna mesa y el estridente ruido de los niños que se oye, estén en donde estén, en el restaurante y fuera de sitio,… siempre. A veces te encuentras con música ambiente, pero más se agradece cuando alguien con las manos floridas toca un piano en algún lugar del local.

La gente, a veces pintoresca, siempre rara, siempre desempeñando un papel. A veces me entretengo inventándoles historias, justificando quién es quién en cada mesa, descifrando sus caras y sus silencios. Analizando cómo estudian la carta.

Mario Benedetti tiene un personaje femenino despampanante, salido de un cuadro, con el que de vez en cuando sueña eróticamente para despertarse invariablemente antes de que pase nada. Las  camareras de los restaurantes hacen un poco ese papel, sobre todo cuando intentan armar mi comida, ya sea por su interés o el del restaurante, aunque parezca siempre que es por mi. La conversación de decisión se vuelve más agradable a más experiencia tiene el camarero o la camarera, unos segundos de conversación y compañía.

A veces casi me entran celos cuando veo al camarero que me ha atendido y con el que he conseguido entablar una sólida relación y confianza en algunos segundos, cuando repite escena con una mesa cercana.

A veces el rato es tan agradable que pido una malta con hielo, un papel y algo para escribir y relleno pequeños papeles con letra pequeña acerca de cómo hago para comer sólo en un restaurante sin morir en el intento.

lunes, 22 de marzo de 2010

Fiesta en México

Ayer tuve una invitación a una fiesta de cumpleaños. Era una niña de 3 años, a las 3 de la tarde. Me dirigí con mi peluche de regalo, pensando en un cumpleaños con payasos, y a pasar un rato agradable con un montón de niños.

Cuando pedí un taxi para volver eran más de las once, la música estaba previsto que terminara a las dos, pero anunciaba que si seguían bailando no la pararían. Seguía llegando gente.

Soy incapaz de contar todas las cosas que vi, pero el estado de ánimo que tenía en el taxi de vuelta era de euforia, a pesar del cansancio de mis pies.

La casa estaba en un callejón sin salida. Al lado de la casa había dos tiendas “Miscelanea”, changarritos las llaman aquí. En una la gente entraba comprar golosinas o snacks, en la otra había una máquina de “marcianitos” alrededor de la cual los niños revoloteaban. El fuerte pitido de una locomotora de tren me sorprendió un par de veces y pude ver  maniobras de un tren de mercancías entre las casas. Una señora estuvo permanentemente asomada a una ventana al lado de la casa  del cumpleaños. Un muro bien pintado con un letrero anunciaba el final del callejón y  “Alquiler de Montacargas”. En el callejón un coche aparcado, bastante destartalado y una camioneta pick up, enorme.
De vez en cuando sonaba una frase en voz alta pidiendo por “el yayo” contestada por “aquí, aquí,…”. Había muchos niños, para mi sorpresa de muchas edades, desde bebés en brazos de sus madres, niñas pequeñas con calcetines de  colores, jóvenes corriendo y pegándole a un balón. El callejón parecía contener todo lo necesario para vivir.
El padre de mi amigo, tiene un rostro como Ortega Cano, guapo, dientes blancos, llevaba una camisa de las blancas cubanas. Sus hijos iguales y diferentes. Mucho más altos que el normal de los mexicanos, con un copete teñido de rubio el mayor, mucho más hablador de lo que yo le conocía en la oficina el segundo y guapa su hermana. Su madre en la cocina casi todo el tiempo que duró la fiesta. Su mujer, corriendo todo el tiempo.
Eran y actuaban como un equipo, para servir la comida, mantener fría la cerveza, cortar el pastel, quitar las mesas, ocuparse de la gente. Seguro que no era la primera vez que lo hacían y seguro que había mucho trabajo previo. La música, los altavoces, la enorme tarta, los globos de la decoración, los globos alargados para el baile.  A media tarde los niños formados en dos filas para el reparto de regalos.
Sentí ir a la fiesta comido, porque el mole estaba en un enorme recipiente de barro que tenía una pinta extraordinaria,  luego ensalada de manzana, y tarta, y gelatina,…
Difícil distinguir entre familia y amigos. Gente, mucha gente llenando la casa y la “corrala” central en donde fue la mayor parte de la fiesta. Niños, muchos niños, la mayor parte niñas. Muchas conversaciones, aisladas, imposible para mi encontrar los puntos comunes en la gente.

En general soy bastante soso para las fiestas, pero la alegría era contagiosa y la música hacía mover mis pies. Incluso en un momento fui sometido a un pasillo de golpes de globos.
Con la música en marcha, fiesta, alegría y fiesta, cómo bailan, como ríen, la felicidad cubría la “corrala”. La cubrió durante todo el tiempo que permanecí allá.  

Yo intentaba capturar todo para contarlo, pero fue imposible, y eso que miré y miré.

martes, 16 de marzo de 2010

La distancia entre dos puntos

Hoy es lunes y es fiesta por aquí, eso quiere decir que la gente que dispone de una vida no trabaja. Esperando por mi CocaCola, la música suena con ritmo Hawaiano, pero el mar queda muy lejos de aquí. La verdad es que todo queda muy lejos de aquí.
El concepto de lejanía es a la vez físico y mental. Entre dos ciudades ciertamente existe una distancia física: se tardan x horas en llegar de la una a la otra.
Pero hay más conceptos de lejanía. Para llegar a una ciudad es necesario conocerla, aprenderla; dónde se come, en dónde está la gente que vale la pena conocer; qué cosas hay que ver. Solamente cuando empiezas a saber esto, la ciudad está más cerca.
Las ciudades también huelen y la lejanía de los olores se resuelve con el tiempo, cuando tu olfato se acostumbra y desaparecen, no te sorprenden.
Y qué decir de la comida. A veces, para sentirme más cerca de casa, me voy a comer a un Fast-food americano, de estos que saben exactamente igual en cualquier sitio del mundo, incluso en mi casa.
Y la cama, las sábanas, el tacto del agua con los dedos, todo queda lejos.
El silencio es igual que en todas partes, pero no la música. Cada bar, cada restaurante, cada ciudad tiene la suya. A veces la calle tiene música y los coches modernos y silenciosos y destartalados y ruidosos, suenan diferentes,... y los camiones al frenar. Hay ciudades en donde el claxon te advierte de un peligro, en otras te acompaña como música de ambiente. Los timbres y los teléfonos suenan diferentes.
Los acentos también te alejan más o menos a más únicos o a más diversos.
Y el clima, mejor o peor, el sol, caliente o no tanto, pero lejano; y porqué es primavera y porqué no hace frío, porque llueve y porqué no,… lejos.
Hay cosas que reducen automáticamente la distancia: el fútbol, la tele y sus películas, tu equipo, la tecnología, Internet, la música que no oyes, sino que escuchas. Sitios que se te hacen conocidos, lejanos pero que aproximan tu estado de ánimo.
Y el papel que escribes, para que alguien lo lea, lejos,…

Y luego hay otro concepto de lejanía que no es modificable, que es mental. Es en donde están los tuyos, en donde las voces de ánimo, en donde tus olores, tus ruidos y tus sentimientos. Y esa lejanía es siempre la misma aunque cada día se hace más lejana.