martes, 26 de octubre de 2010

Al olor de la miel


Acabo de recibir de alguien, muy querido por mí, un típico artículo de periódico acerca de la desconocida, hasta ahora, y sorprendente, capacidad de las abejas para resolver un problema matemático complejo.

Hablo de típico porque tiene todos  los ingredientes que un periodista busca para construir un buen artículo: 
  • Novedad. Un hecho que hasta ahora no era conocido tiene algo importante, y que puede dejar huella en la humanidad y el futuro.
  • Incomprensible. Tenemos atracción por las cosas que no podemos entender, sobre todo si podemos poner ejemplos cercanos. Da igual que se puedan parecer como un huevo a una castaña.
  • Sentido de grupo. Se establece una complicidad con quien descubre algo acerca de otro colectivo, sobre el que el suyo tiene una superioridad aplastante, pero que tiene algo, un detalle, muy superior a nosotros. En este caso, el ser humano y las abejas. 
  • El hecho de qué sean científicos de un país respetado aporta cierto plus de garantía, y también de regocijo, al pensar el tiempo que otros pierden mientras nosotros trabajamos.


Para tener desarrollo, una sociedad necesita individuos que investiguen acerca de cosas como las abejas, ya resueltos sus problemas básicos de comer o reproducirse. Paradójicamente, estas investigaciones consiguen a veces descubrir cosas que luego son útiles para el desarrollo.

Conocer y saber cómo son las cosas no siempre es garantía de éxito. Si nos preguntan que describamos el comportamiento de alguien que para nosotros es valioso, casi sin duda pensaremos en alguien metódico, tenaz, que sigue su camino contra viento y  marea, trabajador,…, parecido a una abeja. Y si preguntamos por el perfil de alguien que no lo es, pensaremos en alguien que cambia de opinión constantemente, sin norte,… como una mosca.

Sin ánimo de demostrar una opinión ni la contraria, los tópicos están para ser respetados, podemos llegar al experimento de la abeja y la mosca para sacar después conclusiones.

Atrape una abeja en una botella de cristal transparente y ponga la parte de abajo de la botella contra el cristal de una ventana. La luz le dirá a la abeja por donde está más cercana la libertad y consumirá su energía en intentar salir por donde es evidente. Incansablemente, perseguirá su objetivo, tenaz, y acabará desfallecida preguntándose porqué el destino la castiga con algo que parece tan fácil y que es imposible (esto último, obviamente es mío, no creo que una abeja pueda pensar).

Ahora haga exactamente lo mismo con una mosca. Desesperada, la mosca pronto se olvidará de la luz al otro lado del fondo de la botella y gastará toda su energía en ir de acá para allá, sin método, sin explorar, pero probando sin ton ni son todas las opciones. Una de ellas es la correcta y la mosca saldrá por el cuello de la botella. Sin entender bien el problema que tenía, sin ver su gravedad, y respirará aliviada después de salvar su vida, resolviendo un problema que no terminó de entender, con una solución que tampoco podría explicar (esto último, también es mío, no creo que una mosca pueda compararse con una abeja).


Menos mal que tengo amigos que me hacen escribir, sino siempre estaría trabajando.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo sabía! He echado de menos algún comentario sobre el algoritmo que buscaba Nash para explicar los movimientos de las palomas en tierra….Habrás visto “Una mente maravillosa”, no????? Si no, te recomiendo que la veas!!



Menos mal que alguien muy querido por mí me arranca sonrisas de complicidad. No todo va a ser vender!!!!

Pedro Puig Montserrat dijo...

Y el artículo:

UN PROBLEMA COMPLEJO RESUELTO POR LAS ABEJAS
El problema del viajante consiste en encontrar el recorrido más corto para un vendedor que tiene que visitar varias ciudades y volver al punto de partida. Se lo plantean, por ejemplo, las compañías de teléfonos para elegir la ruta que deben seguir los recolectores de dinero de las cabinas públicas instaladas en una ciudad o, claro esta, los comerciales que deben hacer una ruta en poco tiempo.
A pesar de la sencillez de su planteamiento, este problema puede dar más de un quebradero de cabeza, y los matemáticos lo equiparan a otras conjeturas aparentemente más complejas. De hecho, los ordenadores de una empresa pueden pasar varios días dando vueltas a este asunto de logística antes de dar una respuesta. Sin embargo, para las abejas, que carecen de tecnología y que tienen el cerebro del tamaño de una semilla, la elección, misteriosamente, parece ser un juego de niños.
«En la naturaleza, las abejas tienen que visitar cientos de flores de una forma que minimice la distancia del viaje y, después de forma fiable, puedan encontrar su camino a casa», explica Lars Chittka, investigador de la Escuela Queen Mary de Ciencias Biológicas y Químicas (Universidad de Londres). «No es ninguna proeza trivial si se tiene el cerebro del tamaño de una cabeza de alfiler», añade. Por si fuera poco, es la primera vez que se conoce que un animal sea capaz de resolver un dilema semejante.
Aprendizaje rápido
El equipo utilizó flores artificiales para comprobar si las abejas seguían una ruta definida por el orden en el cual descubrían las flores o si eran capaces de encontrar la ruta más corta. Después de explorar la ubicación de las flores, las abejas aprendieron rápidamente a recorrer el camino más corto.
Los científicos creen que además de mejorar nuestra comprensión de cómo las abejas se desplazan para la polinización, la investigación también servirá para conocer los circuitos neuronales necesarios para la resolución de problemas complejos, y, especialmente, para introducir mejoras en la gestión de redes como el tráfico en las carreteras, el flujo de información en la web o el de las cadenas de suministro.
La investigación saldrá publicada en la revista The American Naturalist.

Pedro Puig Montserrat dijo...

Y el artículo:

UN PROBLEMA COMPLEJO RESUELTO POR LAS ABEJAS
El problema del viajante consiste en encontrar el recorrido más corto para un vendedor que tiene que visitar varias ciudades y volver al punto de partida. Se lo plantean, por ejemplo, las compañías de teléfonos para elegir la ruta que deben seguir los recolectores de dinero de las cabinas públicas instaladas en una ciudad o, claro esta, los comerciales que deben hacer una ruta en poco tiempo.
A pesar de la sencillez de su planteamiento, este problema puede dar más de un quebradero de cabeza, y los matemáticos lo equiparan a otras conjeturas aparentemente más complejas. De hecho, los ordenadores de una empresa pueden pasar varios días dando vueltas a este asunto de logística antes de dar una respuesta. Sin embargo, para las abejas, que carecen de tecnología y que tienen el cerebro del tamaño de una semilla, la elección, misteriosamente, parece ser un juego de niños.
«En la naturaleza, las abejas tienen que visitar cientos de flores de una forma que minimice la distancia del viaje y, después de forma fiable, puedan encontrar su camino a casa», explica Lars Chittka, investigador de la Escuela Queen Mary de Ciencias Biológicas y Químicas (Universidad de Londres). «No es ninguna proeza trivial si se tiene el cerebro del tamaño de una cabeza de alfiler», añade. Por si fuera poco, es la primera vez que se conoce que un animal sea capaz de resolver un dilema semejante.

Pedro Puig Montserrat dijo...

El resto del artículo...
APRENDIZAJE RÁPIDO
El equipo utilizó flores artificiales para comprobar si las abejas seguían una ruta definida por el orden en el cual descubrían las flores o si eran capaces de encontrar la ruta más corta. Después de explorar la ubicación de las flores, las abejas aprendieron rápidamente a recorrer el camino más corto.
Los científicos creen que además de mejorar nuestra comprensión de cómo las abejas se desplazan para la polinización, la investigación también servirá para conocer los circuitos neuronales necesarios para la resolución de problemas complejos, y, especialmente, para introducir mejoras en la gestión de redes como el tráfico en las carreteras, el flujo de información en la web o el de las cadenas de suministro.
La investigación saldrá publicada en la revista The American Naturalist.
Publicado en ABC.