lunes, 1 de febrero de 2010

Ángeles Mastretta

Conocí a Ángeles Mastretta en un taxi. 


Yo tenía una cita en la consejería de comercio, en Masaryk esquina Moliere. El taxista no era el estereotipo de taxista peligroso que te venden inicialmente en México DF, los taxistas siempre me han tratado bien. 

La carrera fue suficiente larga como para que no intercambiáramos apenas palabras, aparte de la dirección inicial. Llevaba puesta una emisora de radio donde una preciosa voz de hombre, estaba leyendo una historia con entonación. 

La historia es contada por una mujer en primera persona, que relata el escenario de una reunión de amigos, como he visto algunas aquí en México, en donde una alta sociedad habla de cosas superficiales. Curioso el equilibrio en la conversación entre mensajes femeninos inocentes, y silencios masculinos que se adivinan falsos. La protagonista, consigue introducir un elemento incómodo, a través de un amigo conversador, agradable, que lejos de ser machista escucha y comparte. A partir de ese momento la historia cambia, y de la descripción formal de una reunión familiar, surge un tema: el oscuro origen de la propiedad de las tierras de las que saca el poderío familiar; parece que las tierras fueron robadas. 

Una nueva escena en donde, después de la reunión familiar, se describe la conversación de dormitorio entre el hombre de la casa y su mujer. Él la trata de la forma “normal”, machista, sin darle importancia, mientras se quita su traje y su pistola, mucho más despacio que ella su elegante vestido, lleno de botones. 

Aunque esto fue lo último que oí del relato, la historia que se adivina después, no sé si en el libro continuará así o no, porque confieso que no he leído de Ángeles Mastretta más que un vistazo a su blog, hoy, ella debe perder su papel socialmente asignado de espectadora y admiradora de su marido, su papel de cómplice, no le gusta lo que ve, se da cuenta de dónde vive, de quién es y lo que tiene que hacer. Lucha por la realidad aun a costa de dejar de pertenecer a la raza de los ganadores y se enfrentará a perder sus privilegios. 
Pensaba en todo esto después de preguntar al taxista quién era el narrador y quién lo narraba. El taxista me contestó con su admiración por el narrador, a quien escuchaba siempre por las mañanas, y el narrador me regaló con un nombre, el de Ángeles Mastretta. Tengo que averiguar qué novela me estaban leyendo. 


He conocido a una "tribu", la de Puerto Libre, el blog de Ángeles Mastretta, que amablemente me ha contado que el libro es "Arráncame la vida". Voy a tener que ser un poco infiel a Mario Benedetti y probar esta nueva medicina.

2 comentarios:

Fabiola dijo...

No tendrás que serle infiel a Benadetti. Toda la "tribu" de Ángeles, o SILABARIOS como se llama el grupo o tertulia, somos incondicionales del Uruguayo y verás que a menudo se cuelgan poemas de él. Bienvenido a Puerto Libre

Pepet dijo...

Descubrí a Mastreta cuando, en un periodo de embajador de la multinacional que me pagaba a cambio de mi vida, permanecía la mitad de mi tiempo en América Latina.
Tuve la suerte de conocer a una actriz argentina, que cuenta cuentos e historias, maravillosamente. Tiene la mejor voz que he oído en lengua castellana. Escucharla enternece y apasiona. Se llama Ana María Bovo.
La escuche contar una historia de Ángeles Mastreta. Fue suficiente.