domingo, 28 de agosto de 2016

Los balcones de La Bastilla

Hace nueve años el sistema económico estuvo a punto de destrozar el sistema económico y llevarse nuestras vidas por delante. Algunos pensamos entonces que todo iba a cambiar, no sabíamos bien hacia dónde, que otra vez se iba a poner de moda el mérito, lo personal... Ilusos.
Hoy nada ha cambiado, los mismos que miraban la toma de la Bastilla desde los balcones, los que sostienen y son sostenidos por el sistema económico, siguen siendo los mismos (los fondos de pensiones que dominan el mundo civilizado) y nuestro sistema económico sigue siendo el mismo.

Sí, es verdad, todos aprendimos que las empresas tenían que ser ricas, que si les sobraba gente tenían que despedirla para restablecer el equilibrio de ingresos y gastos. La definición de una buena empresa era aquella sostenible, capaz de generar suficiente dinero para despedir y jubilar a sus empleados mientras ganaba dinero para sus accionistas.
Las administraciones públicas en Europa hacían algo equivalente, sí no había dinero para pagar algo, esto se quitaba y restablecíamos el equilibrio de ingresos y gastos.
Este era y, desgraciadamente vuelve a ser, nuestro mantra. ¿No era mejor que los culpables del desastre lo pagaran, en lugar de seguir mandando?¿es que no existían alternativas?
Imaginemos que las administraciones públicas en vez de asustarse y poner todo el dinero en el sector financiero, que estaba a punto de darle la puntilla al sistema económico, y analizar lo que podían o no podían pagar, hubieran analizado lo que costaba hacer las cosas, y hubieran intentado hacerlas más eficientemente, para que no tuvieran que quitar ninguna.
Imaginemos que los empresarios, a los que, por cierto, antes se les llenaba la boca diciendo que su mérito era de su gente, en lugar de despedirla, les hubiera pedido a sus empleados el mismo esfuerzo de siempre, cobrando menos, él también, pero que encontraran la forma de salvar la empresa.
Tal vez estas dos cosas lo hubieran cambiado todo. Nuestro estado del bienestar que cuesta su dinero, pero que genera una enorme cantidad de recursos para evolucionar y generar riqueza de muchos tipos se hubiera mantenido (tal vez ir a la luna sí fue rentable). Seguro que hubieran surgido algunos empleados que encontraran formas de salvar a sus empresas, generando otro tipo de ingresos.
 (Un banco podría haber descubierto que tener más oficinas tal vez era más rentable que la disminución de gastos asociada a la reducción de oficinas; o una línea aérea haber descubierto que los salarios de los pilotos no podían bajar de un límite, y por lo tanto los precios de sus billetes, so pena de que los aviones se cayeran y no se volara; o tal vez una inmobiliaria hubiera vendido sus casas a un precio razonable en lugar de generar una burbuja).
Sí, yo he sido un empresario que tenía una plantilla de 60 personas que se quedó en 30. Nuestra idea era muy buena, tuvimos mucho éxito. Después de la reducción no dábamos buen servicio, no evolucionamos, nuestro equipo acabó cabreado y agotado. El resultado final no fue muy bueno, hoy mi empresa ya no existe.

Muy poca gente se dio cuenta de esta opción, y quien lo hizo fue arrastrado por las circunstancias. Esta muy bien escuchar esto de que los grandes problemas generan grandes oportunidades, pero esta ha sido una oportunidad perdida.


martes, 23 de agosto de 2016

De pueblo

Vivir en un pueblo tiene sus ventajas, por ejemplo que el ritmo de vida no es frenético como en 
una gran ciudad, se vive más tranquilo, se dice, y seguro que los trámites administrativos son más 
fáciles. Sin embargo, desde hace siglos las ciudades van ganado habitantes igual que los pierde el 
entorno rural. Supongo que será que los que se quedan es porque no pueden marcharse o dependen
del turismo de una gran ciudad cercana.

Algunos pueblos turísticos de España todavía no han querido darse cuenta que dependen de la 
simpatía con la que traten al resto del mundo, y piensan que es el resto del mundo es el que va en 
dirección contraria, o son los demás los que tienen defectos, ellos no.  Ellos no deben 10 millones 
de euros. Creo que el refranero español habla de la viga ajena.

Este es un pecado muy normal, los catalanes quieren ser de su pueblo en lugar del de todos, o los 
ingleses del suyo. Los de pueblo quieren ser de su pueblo, el que es perfecto, el que no tiene 
defectos. Creo que alguien ya patentó esa idea en el pasado y abogaba por los rubios de raza aria 
a pesar de que él era bajito y con bigote. Así que mi desprecio a aquellos que quieren ser de pueblo
porque no han podido ver nada más en su vida.

Hay determinadas cosas, como el Internet que convierte a cualquier persona en un potencial 
difamador que puede decir cualquier cosa, oculto en su nombre o en su anonimato, que también se 
puede. Las leyes, como siempre, han protegido la libertad que tiene la gente en decir lo que quiera, 
donde quiera y cuando quiera. Así por ejemplo, yo puedo insultar a alguien por ser de un colectivo 
que odie, porque no es de mi pueblo. Cuando el insultado acuda a cualquier juez, éste
intentará localizar al ínclito que ha insultado y le pedirá que se reafirme en su insulto. En ese 
momento el señor juez ya sabrá lo que han hecho el ínclito y el insultado, y actuará en 
consecuencia.

Uno no sabe quien puede estar detrás de un nombre en Internet. Uno puede deducir que tiene 
problemas mentales porque mezcla sus insultos con su rechazo al botellón (eso a lo que hemos 
empujado a todos nuestros hijos, de pueblo o no), a los perros, a sus cacas, a las suyas, hacia el 
pis y todas estas cosas que en las fiestas de un pueblo se hacen cuando la gente no es educada, sea 
del pueblo o no, delante de su casa o en cualquier otro lugar.
Yo no hablo en nombre de nadie, ni en nombre de mi pueblo, ni en nombre de la ciudad que le 
paga su sueldo, ni en nombre de mi perro, ni en el de ningún otro colectivo. Tampoco me siento 
insultado por este señor porque no es quién y cuando le diga al señor juez que sí, que ha sido él 
quien me ha insultado, espero que, si no tiene pruebas, por lo menos le obligue a desdecirse de su 
insulto por escrito.
Ojalá que la mano  que mece la cuna sea algo más que una película, aunque tenga problemas mentales
¡Ojalá hubiera sido más prudente!