martes, 1 de junio de 2010

Elecciones



El domingo ha amanecido con sol, un poco diferente de toda la semana que ha estado lloviendo, con un tiempo desapacible que provocaba sueño.

La verdad es que el día de hoy empezó ayer. Me fui a cenar pero había ley seca y entiendo que esto vació los restaurantes, como si la gente no pudiera comer sin algo de líquido con alcohol, o una simple cerveza que llevarse al gaznate. Supongo que por eso también hoy ha amanecido diferente, soleado.

Es curioso pero saliendo a la calle desde el hotel, además del cambio climático que se ha producido, mi olfato, sentido difícil de aplacar con cualquier tipo de ley, se acuerda de un olor característico que mi mente identifica con el puerto de San Sebastián: olor a sardinas a la brasa.

En la calle han desaparecido los coches para dar lugar a una muchedumbre, o debería decir dos, porque mientras una pasea, la otra hace una ordenada y resignada cola para ir a votar en Bogotá.

El ambiente es festivo y en la terraza en donde me siento a desayunar, a la vista de la gente, armado con un libro que leer, es domingo, hay un grupo de gente con camisetas verde. Entonces recuerdo que ayer, otra vez ayer, leí en el periódico algunas instrucciones para ir a votar en las que se contestaba sin ambiguedades a una pregunta, ¿Puedo ir con una camiseta en donde figure mi candidato preferido? Recuerdo que me sorprendió al leerlo, NO claro..

Exagerando, no debería ser posible acudir a votar con cara de tonto enterado, porque seguro que me identificaban, ni de azul turquesa o rosa, porque en seguida sabrían a quien voto. Y claro, este grupo de verde es claro a quien votaban, a un matemático a quien nadie entiende y que pertenece al partido verde, pero que ha cometido el error de no decir que odiaba profundamente al enemigo de Colombia, que hoy en día es Chaves.

Oí, también ayer, hablar al actual presidente, alguien nada exaltado, bien preparado, con el verbo fluido, dando información a diestro y siniestro sin leer un papel. Según conversaciones es quien ha permitido que un extranjero como yo haya venido a este país a hacer negocios, y no a que me secuestren, única cosa a la que un extranjero podía venir aquí hace 8 años.

El helicóptero de la policía sobrevuela bajo a la muchedumbre, pero parece casi como ruido de fuegos artificiales, no parece que esté controlando nada, solo verificando que las sardinas a la brasa estén en posición.

Están votando en Bogotá.

viernes, 28 de mayo de 2010

Y el delantero falló.

Ayer estaba cenando en manga corta cuando entró una mujer con un abrigo. Esto me permite hacer comentarios desde otro mundo, el mío, viendo lo que pasa por delante.

Yo pensé que conocía el significado de la alegría de conseguir algo, y de las penas que cada uno sentimos. 

En la televisión en el restaurante hace bien poco que he podido comprobar la alegría universal que supone ganar un torneo o un partido, aunque no conozcas los protagonistas, aunque no conozcas lo que se juegan, la alegría es igual. Esta alegría la compartimos todos, es lo que justifica el éxito universal de unos Juegos Olímpicos, por ejemplo.

En una esquina del restaurante está una pareja. La mirada de “arrobamiento” de ella es otra forma de alegría, más personal, transpira felicidad. Se le ve el gesto reflejado en la luz del quinqué que ocupa cada mesa. Por cierto, el de la mía desprende un olor especial a alcohol de quemar.

Detrás de la barra un sujeto de mediana edad apenas se ha movido en los últimos minutos. Parece el dueño y pone cara de no felicidad, cara de querer cambiar la realidad. Solo hay cuatro mesas cenando en un restaurante con todos los detalles cuidados, el logo: Red Steak & Beer, los uniformes de los camareros, los quinqués, la decoración…

La mirada parece buscar el error cometido y tiene pinta de estar construyendo las excusas, las razones que se explicará a si mismo y a sus amigos después de lo convencido y entusiasmado con el éxito que iba a ser su negocio. Ya no mira con tristeza, sino buscando explicaciones.

El delantero acaba de fallar el gol tirando por encima del larguero la pelota, a pesar de no tener portero. No sé qué se jugaba, su prestigio, su habilidad, su sueldo, el orgullo de su manada,… pero el minuto que ha estado tumbado en el césped, supongo que expulsando a sus demonios, es otra forma de tristeza.

A veces de repente, una sombra parece rozarte el brazo, acompañando al fresco reinante. Recuerdos de algún momento imposible de revivir, ni por el momento ni por los protagonistas que ya no están ni nunca podrán estar.

Entonces despierta mi oído la canción que suena a suficiente volumen a ritmo caribeño:

La culpa no es de mi,
La culpa no es de ti,
Es que el destino es así.
Los amores cobrando nunca llegan al cielo. 

martes, 25 de mayo de 2010

México


Nunca hubiera dicho que esto me iba a pasar, pero creo que voy a echar de menos a México DF.

Durante un año he estado aquí, sólo, quiero decir sin mi familia, lo que es una experiencia difícil de soportar, sobre todo a mis años. A partir de agosto voy a reunirme con ellos, en Costa Rica, lo que, indudablemente, mejorará mi calidad de vida y me hará sonreír más a menudo.

Al principio lo pasé mal. Como en todas partes del mundo la gente es diferente, y no fue fácil entender algunas cosas que, por diferentes, se hicieron imposibles para mí. Recuerdo muchas anécdotas. Por ejemplo, cuando el gobierno mexicano me dio la  razón, solamente unas horas después de haber negociado el contrato de Luz y Fuerza de mi oficina.

Algunos se daban cuenta de mi inferioridad extranjera e intentaban aprovecharse. Algunas de las personas con las que he trabajado desconfiaron de mis formas, y no me lo hicieron fácil al principio. Decía entonces que el deporte nacional era engañar al extranjero. Ahora sé que no es así. Ahora sé que es algo que pasa en todo el mundo: aprovecharse del débil, del que no conoce.

Han sido muchas horas de soledad acompañada, aquí siempre estas rodeado de gente, mires para donde mires. Han sido muchas horas dedicadas a hablar, a enfadarme con mi atropellado carácter español, a leer historia de este país. A pasear. Alguna fiesta, memorable como me había anticipado Octavio Paz. Ciudad cosmopolita, en donde se puede comer y cenar a cualquier hora. Ciudad no tan insegura como me habían anunciado, solamente he recibido amabilidad, incluso de los taxistas, gremio en general, denostado en todo el mundo. He estado en las mejores salas de cine de mi vida. He disfrutado de un clima excepcional. He leído a Carlos Fuentes, a Ángeles Masttreta, quien dice en uno de sus libros: “…y qué fácil es vivir en un país sin invierno.”. Casi que he sido un ciudadano más, y me he perdido cosas que para un turista, es una obligación conocer.

Entender esa despreocupación, ese no darle externamente importancia a cosas que sí la tienen, saber distinguir lo que es de uno, confiar en el destino, en mañana, en el tiempo como elemento clave para resolver problemas,… Sí, los habitantes de México DF que he conocido tienen una forma de entender la vida, y es falso que esa aparente despreocupación demuestre lo contrario.
Voy a echar de menos al México que se desprenda de su complejo de inferioridad, que de ninguna forma debe de tener. Al desarrollo de esa clase media que ahora todavía no tiene  nombre pero que pagará sus impuestos y que exigirá que se los devuelvan. Que acabará con la corrupción y tendrá más seguridad sin buscarla, porque lo que trae seguridad es el progreso, la educación, y no la propia seguridad.

Volveré muchas más veces.

Economía o cambiar, después de más de 200 años.

De cuando los primeros gobiernos socialistas se apuntaba la necesidad de tener algo de déficit para reducir la distancia con el resto de Europa, teníamos confianza, nos lo creímos.
Cuando gobernaba Aznar, el lema era no tener déficit, nos lo creímos.
En 2007, las cuentas españolas arrojaban un superavit del 0,8%. Almunia se granjeaba la enemistad de todos al proponer sanciones para Alemania, que había superado el 3% de déficit, límite que marcaba el pacto de estabilidad, firmado unos meses antes por todos los ministros de economía de la UE.
Cuando llegó la crisis financiera, desde Obama hasta Zapatero, dijeron que era necesario salvar al sistema financiero y todos invirtieron lo que no tenían, déficit, nos lo creímos. Cayeron no se cuantos bancos en USA y en Europa. No en España, que tenía un buen sistema bancario gracias a Luis Ángel Rojo, un profesional no político. Pero regalábamos 400€ a todo quisque, ¡teníamos tanto talante!.
En nuestro país, el problema del sector financiero se tradujo en que nuestros bancos se dieron cuenta de que estaban haciendo algo mal, y se cargaron el entramado que hacía posible el milagro español: la construcción y, de paso, se llevaron por delante a muchas pequeñas y medianas empresas, sin importarles lo que hacían. ¡Ya no había dinero gratis para comprarse un Porsche Cayene!
Después de la crisis financiera, desde Obama hasta Zapatero, dijeron que era necesario invertir, generar déficit. USA, Inglaterra y España son los campeones, llegando por encima del 10%, nos los creímos.
(Rajoy nunca decía nada, parecía insinuar que le parecía un disparate, pero no iba a ir contra Obama, Merkel y compañía).
Ahora, con el inicio de la recuperación en USA y la UE, aunque lenta, desde Obama hasta Zapatero, dicen que es necesario no tener déficit, y nos los creemos.
(Rajoy nunca dice nada, pero ahora sabe cómo reducir el déficit y no nos lo cuenta, nos prefiere muertos, y nos lo creemos).

Vota en blanco ¡Pásalo!

Para que otros vengan y se den cuenta de que la economía, a más grande mejor, que los países solamente deberían de ser lengua, tradiciones, cultura y municipios… Los países sobran y, si no fuera por los partidos políticos y los gobernantes que tenemos, ya nos habríamos dado cuenta antes.
¡Que no deberíamos tener tres ejércitos!  ¡Ni 25! ¡Uno solo, como máximo!
Se trata de ver qué queremos y conseguirlo más barato. No escribir una carta al banco como han hecho Zapatero, Papandreu, Sarkozy,…como la que he recibido, en la que un hipotecado le anuncia al banco que va a pagar un 5% menos, igual que el gobierno, reducir la partida actual de gastos.
(De las autonomías, ni hablo).

domingo, 23 de mayo de 2010

Las brasas

Parece existir un velo en el ánimo,
indeterminado, difícil de describir.
Envuelve el vaso de agua, 
el paseo por la calle,
o el rostro del niño con su hermana pidiendo un peso. 
Pensamientos negros.



Tienes ganas de luchar, de salir, de revelarte,
no es justo, no es posible,
no, ¡a mi no! 
La realidad como enemigo.



Es necesario filtrar y bajar la voz de la guitarra y el teclado, 
estropean la noche. 
Pero la voz, sin saber porqué, reconforta. 
La suave voz del bohemio.



Rebuscas en lo positivo, compulsivamente, 
insistiendo en los éxitos que te encuentras. 
Buscas detalles para pintar con luz, de noche. 
Las algunas, pocas, alegrías.



La realidad que te esfuerzas por torcer. 
Terco balance.
La realidad casi siempre te gana. 
Y siguen las sombras empujando. 


Pero es normal,… si es difícil. 

¿Qué esperabas? 
¡No hay alfombra! 
Natural, es parte del mérito.



Y te falta algo, sólo no puedes. 
Te falta el objeto delicado, fundamental: apoyo. 
Eres un maldito objeto incompleto. 


La inspiración está a punto de salir. 
Parece que será solución. 
Está a punto, pero… no sale, 
y no hace de bálsamo siquiera.



¿De verdad, no es posible bajarse de la rueda? 
Me equivoqué, yo realmente la quería azul, 
yo realmente la quería normal, 
realmente la quería calma, 
la quería sin esfuerzo. 
¿A dónde voy?



La brocha no tiene pintura. 
El pincel no tiene colores, 
pero tiene un nombre: soledad.



La noche es cálida, 
y me da cierta sensación de paz, 
menos mal. 
La luz es poca, es acogedora.

Déjalo estar, 
mejor se pasa. 
No te preocupes, solo es ahora, 
dentro de un rato será distinto, mejor. 
La tozuda realidad.



Se te escurre entre los dedos, 
pero pasa sin darte cuenta,
pero poco a poco, 
pero muy poco a poco. 
Son las arenas del tiempo.



La escalera, la cuesta, el esfuerzo, 
siempre subiendo. 
¿Dónde está la bajada? 
Es el cansancio.



Son resultados, son actitudes. 
Nada concreto, todo inspiración. 
Retos, vallas, distancias que recorrer. 
Brasas que se ven solo al soplar. 


La ilusión, difícil de mantener.

Y entre las pocas alegrías, 
las risas diferentes,
las caras, los acentos, 
las voces diferentes. 
Las infinitas personas diferentes. 
Consuelo en la sorpresa.



La malta fría, compañía. 
Mirando desde la mesa. 
Observando lo que pasa, 
excusa para mirar afuera, ayuda.



Dentro y fuera. 
Sorpresas y rutina. 
Ilusión y realidad. 
Color y noche. 
Tan fácil soñar,… tan difícil vivir.



El mundo ignora lo que haces por cambiarlo. 
Para hacerlo, hay que empezarlo. 
La fuerza consiste en lograr la pasión. 
Lo oscuro es el abandono. 
Mañana será otro día.