domingo, 28 de febrero de 2010

El destino tiene Alzheimer

Muchos escritores han hablado de la fuerza del destino, del ‘continuum’ que es el universo en donde los creyentes creen en la mano de Dios y los no creyentes en algo que marca nuestro futuro.
En otros casos el futuro y el pasado cercano se combinan casi siempre para que nuestros actos nos conduzcan a una situación muy parecida.
Si hablamos de un destino ‘cósmico’, es decir, general para todos, parece que estamos embarrados en los agujeros que le estamos haciendo a nuestro mundo y que, tarde o temprano, serán irreversibles.
Si hablamos de nuestro destino político, la santa democracia que ha triunfado o está triunfando por ausencia de alternativas, el futuro también parece claro.
Una vez en la senda de todo esto, que parece razonablemente conseguido, ¿A dónde vamos?
En el mundo civilizado parece que hemos conseguido lo que queríamos. En España, casi se nos olvida que hace unos años teníamos envidia, éramos diferentes, y ahora somos uno más, sí, sí, uno más, con nuestros defectos crónicos  y ventajas por demostrar.
En Europa, y supongo que en USA, el primer mundo, seguimos con los mismos objetivos que se enunciaron cuando acabó la Segunda Guerra Mundial. Como diría Mafalda el secretario general de la ONU no se entera cuando hay problemas. 
Pero el mundo sigue igual, los ricos más ricos, los pobres más pobres, con las únicas dos diferencias de que ahora existe un tercer grupo de países, emergentes, y que ya no existe la enemistad ficticia entre dos bloques
De acuerdo o no, que nos afecte ya, a más corto o largo plazo, el cambio climático ha representado la única idea global de futuro, además de la globalización de los mercados, elegida por la racionalidad de las empresas.
No sé si será el Alzheimer. No creo que nadie con capacidad esté analizando cual es nuestro futuro cercano o a medio plazo. De hecho creo que ya nos hemos olvidado que somos una raza y que compartimos un planeta. Y el destino también.

jueves, 25 de febrero de 2010

Al Gore (English version)

If Al Gore's advisers had chosen the hunger in Earth, we would not be talking about climate change.
Fighting against climate change, believing in it or not, contributing to energy efficiency, to make our planet cleaner, being at the forefront of clean energy... is the smartest thing to do. These will contribute to development,  this is an utopia.
I imagine his advisers comparing pictures of glaciers falling on the blue ocean with pictures with flies around large white eyes, black bellies, swollen, fallen cows, and...
I can guess now we would be working all to save every Haiti in the Planet, before the earthquake.
The marketing does not forgive. It is also fair to say that we care, that we will all die in the future if we keep trashing...rather than saying a few would die tomorrow.
And it is not so beautiful.

I am not criticizing Al Gore. We need much more people like Al Gore in the world.


Al Gore



Si los asesores de Al Gore hubieran escogido el hambre en el mundo, hoy no estaríamos hablando del cambio climático.
Luchar contra el cambio climático, se crea o no se crea en él, contribuir a la eficacia energética, a hacer más limpio nuestro planeta, estar a la vanguardia de las energías limpias, es lo más inteligente que se puede hacer, eso contribuirá al desarrollo, es una utopía.
Pero claro, me imagino a sus asesores comparando imágenes de glaciares azules cayendo sobre el mar y comparándolas con las moscas revoloteando sobre ojos blancos y grandes, estómagos negros, hinchados, ganado muerto, y...
Supongo que ahora estaríamos trabajando todos por salvar a todos los Haití del planeta, antes del terremoto.
El marketing no perdona. Además, es lícito decir que vayamos con cuidado, que nos vamos a morir todos en un tiempo si seguimos ensuciando, en lugar de que unos cuantos se mueran mañana. Y no es tan bonito.
No es crítica, nos faltan muchos Al Gore en este mundo.

martes, 23 de febrero de 2010

Sin sentido; con sentidos

Las flores estaban preciosas a plena luz del sol por la mañana, temprano. Los pétalos blancos con los colores del arco iris al acercarse al botón central de cien colores donde predomina el amarillo. Una y otra, y otra más, orgullosas, altivas mirando al sol como intentando capturarlo, miles. Llamando a gritos a las abejas.
La casa estaba en el bosque, apenas se distinguía el color de sus tejas desteñidas entre los pinos, que crecían altos alrededor para ocultarla. Las paredes, de piedra, los escalones que el musgo había conquistado la disimulaban, igual que la sombra de los pinos… 
Solamente cuando cerrabas la preciosa cancela de madera, sin pintar, como el tronco de los pinos, se distinguía el cuidado jardín. Un pequeño estanque debajo de un pequeño chorro de agua, con lirios blancos, flores húmedas amarillas y rojas, con grandes hojas de tono verde y marrón rojizo.
Estaba a punto de tirar la toalla. La tarea que se había propuesto no salía adelante, a pesar de haber contratado a los mejores, a pesar de ser insistente, tenaz, persuasivo. A menudo pensaba en otros tiempos, en donde un solo hombre podía en verdad afectar el curso de la historia.
El coche giraba y doblaba bajando por las curvas de la estrecha carretera que discurría dando vueltas entre dos muros de piedras, estrecha y retorcida. Estábamos pendientes de aquel desvío, camino de tierra, detrás de la tanca de madera que nos debía llevar al mar…
La luz del mediterráneo casi obligaba a cerrar los ojos, deslumbrante. Pecado mortal no abrirlos para ver la cala a nuestros pies, la caminata había valido la pena. El mar en calma. El azul turquesa entre transparente y verdoso, con la arena del fondo reflejando las sombras de los peces, moviéndose en silencio. Los pinos hasta la pequeña franja de arena. Las rocas, sujetando a los pinos, genistas en flor, amarillas. Azul profundo, mar dentro, el horizonte con bruma por el calor.
No sé si atrae más el olor o sus raíces fuera de la tierra que se retuercen como enormes serpientes de piel rugosa para aguantar los troncos, intentando devorar la tanca construida de piedras blancas y grises, despacio, casi quietas. Hojas desordenadas con forma de mano de tres dedos, verde mate como corresponde a una higuera.
Él era un soldado convencido. Siempre había querido serlo. No entendía bien porque sus amigos se asombraban de sus deseos, hasta que lo vieron con su uniforme. Entonces la sorpresa fue suya al asombrarse de ver a otros sin uniforme.
No es poesía, son cristales opacos, por doquier. Cualquier cosa conocida se te hace pequeña al levantar la cabeza, doblar el cuello, con dolor, y mirar arriba: cristales espejos que apuntan a un solo punto en el cielo. Relaja mirar a los taxisamarillos que se mueven a tu altura, escaparates, colores y movimiento, Nueva York. Todo lo demás es pequeño.
Hace horas que el paisaje no cambia. Filas de asientos quietos en la penumbra. Algunos paseos silenciosos hacia atrás y hacia adelante por el pasillo. Las luces de las salidas de emergencia amortiguadas. El silencio solamente acompañado por el constante rugido de los motores que nos empujan hacia nuestro destino. 
El universo parecía desplegarse sobre un negro iluminado. La noche era clara y estaba medio tumbado en el balcón de Doña Rosita, la casa que alquilamos el pasado verano y este. Las estrellas que se veían, infinitas, eran puntos todos iguales, cada uno de diferente brillo, alguno que parecía moverse. Era de noche, no había luna pero el silencio así lo demostraba. La luz de las estrellas iluminaba la bahía. 
Las gafas de sol parecía que se iban a llevar mi nariz y mis orejas si intentaba quitármelas. Había mucha luz, pero el frio era glacial. Montones ordenados de nieve se apoyaban en las paredes de las casas. Las terrazas de los bares estaban detrás de los cristales. Todo el mundo parecía saludar el sol, como las abejas.

domingo, 21 de febrero de 2010

Tiger y el papel de lija

Leo las opiniones de alguien que respeta en derecho de Tiger Woods a tener una vida privada, quejándose de la repercusión de su conducta en los medios. Javier Aguirre ha dicho que vivir en México es peligroso, y se arma la marimorena por ser un ingrato, porque cobra de México. Mientras escribo, oigo a Frank Sinatra y me pregunto si es relevante la sensación que produce su voz, tan privada. Puestos a pensar, deseos, futuros, ausencias, cosas que hacer mañana, mías, no sé si más o menos importantes que Tiger; él sí, consiguió su sueño de ser alguien, el número uno, nada menos. ¿Seguro que era su sueño? A mí no me importa un carajo, por cierto. El mío ahora, no antes, no después, es ir a pasear por Reforma a que me dé el sol suave y lleno de luz de la ciudad de México. 
¿Qué es lo importante? ¿Qué nos hace levantarnos cada día? ¿Cambian nuestros sueños?
Ahora parece que la política en España, tema aburrido, “de pueblo”, ya lo sé, así se ve en la distancia, es que nuestra caricatura de presidente ya tiene un argumento razonable: dejen de hacerme la caricatura y no digan que no a todo, ¡ayuden! Ya no es importante, demasiado tarde. ¡Haber sido más humilde!
Y Haití sigue sufriendo, pero no sale en la tele. Niños de caras achinadas, con estómagos negros hinchados,  hambruna, y moscas revoloteando a niños de ojos enormes en sus caras negras, no es Haití y por eso no sale en la tele. Porque la culpa no la tiene un terremoto, maligno sin rostro ante el que todos nos unimos y nos ponemos de acuerdo. La culpa de lo que está pasando en el mundo, de lo que no sale en la tele, es nuestra, de nuestros políticos aburridos, los elegimos nosotros. Ellos son “de pueblo”, no se dan cuenta de que el déficit, el consumo, la economía, la crisis, la gente y el progreso son la misma cosa y que la forma de arreglar nuestros problemas no puede ser igual que la única que saben usar y siempre acaba fallando: mirándose adentro y a los siguientes cuatro años.
La solución está en el verdadero problema, en esos países que por historia o por falta de cultura o por falta de recursos, son censurados de nuestra tele. Cuando en lugar del 0,7% de limosna políticamente correcta, a la que ni llegamos, digamos: vamos a hacer un negocio con este país, le vamos a ayudar en TODO. Vamos a construir desinteresadamente sus comunicaciones, vamos a construir su sanidad para que no se mueran, les ayudaremos para comenzar a construir su cultura, no hablo de toros o de ablación de clítoris, sino de la educación, de la ética y de todos los valores presentes en cualquier religión, a enseñarles lo que hemos aprendido, los derechos humanos, que nada es absoluto, ni siquiera la democracia,… ni la religión. Que se trata de hacer bien las cosas, desde gobernar hasta hacer buenos agujeros para tumbas, hasta cuidar flores,... 
No demos limosna, hagámoslo por interés, es la única forma en la que puede funcionar. Votemos a políticos que nos salvarían en una situación de peligro, gente excepcional, con ganas de arreglar el mundo, que sueñen con un estado mundial federal. Gente capaz de ponerse y ponernos utopías como metas.
A veces los domingos por la mañana el papel en blanco se hace papel de lija, o papel de seda que se destruye o lo pierde la más mínima brisa.  

sábado, 20 de febrero de 2010

Arráncame la vida

Ya hace días que he terminado de leer el libro y todavía no salgo de mi sorpresa. La razón de que lo comprara fue el fragmento que escuché en un taxi, y mi imaginación se prometía un personaje femenino rebelde, excepcional, un héroe más para emular.

Supongo que mi opinión no tendrá nada que ver con la de un crítico literario, pero…

El libro es muy bueno, se lee solo. La historia es muy buena. Lo mejor es el personaje de Catalina. Es fantástico ver como un personaje es capaz de no ser excepcional ni exagerado, como suelen ser los protagonistas de los libros. Es curioso como Catalina narra, pero no es la protagonista. La historia es la de un hombre, no la de una mujer. El libro empieza con la aparición del General Ascencio y termina con su muerte. La historia es la de una clase de una sociedad, no sé cuánto de real y cuánto de inventada. Si fuera real es machista, egoísta, sexualmente liberal, corrompida, revuelta como los tiempos de cambio que vive.

Primero, Catalina acepta la realidad que no conoce, ávida de conocer, acepta la que va conociendo, disimula la que no le gusta cuando la conoce, sigue la corriente y desempeña el papel a la altura de su personaje de Esposa, ignora la parte de la realidad que no puede aceptar (el general es un asesino), y disfruta exageradamente cuando se sale de ella y pasa de objeto a amada o amante.

Catalina es una mujer con los pies en una realidad, que se va haciendo verdad con el paso del tiempo; una realidad que empieza por inexistente a los 15 años y acaba en el momento en que su esposo muere, toda una vida.

Se pueden inventar seres excepcionales, puesto que están en nuestra imaginación y en nuestros deseos. Catalina, en contra de lo que yo pensaba antes de leer el libro, no es un héroe. No cambia la realidad sino que la hace aceptable. Es mucho más difícil dibujar un personaje así, con reacciones normales. Sufre con su vida, compensa las injusticias que puede, busca salir. Es más próximo a nosotros, más real.

No dudo que muerto el general, la vida empiece para Catalina, pero ella jamás le haría daño a su esposo, a su vida.

Un día me preguntaba cómo compatibilizar el placer de leer con el de haber leído. Cómo hacer para filtrar lo que uno lee, para que sea tan bueno y tan largo, como el tiempo que uno disfruta después de haber leído algo bueno,… experiencia, me contestaron,... imposible, me dijeron. Si a alguien le sirve, “Arráncame la vida” es de los libros que hay que leer.  ¡Olé! Ángeles Mastretta, te seguiré leyendo.

Comentario dedicado a los del Silabario, de Puerto Libre, el blog de Ángeles Mastretta.

martes, 16 de febrero de 2010

Costa Rica

En la habitación, recién amanecido, el silencio y la temperatura dejan una sensación de control, solamente penalizada por el leve “run run” de la máquina del aire acondicionado. El azul del cielo tras las ventanas se antoja como de postal, con nubes blancas de algodón, como en los cuentos, algunas alargadas por el viento que debe de soplar arriba, porque en el jardín no se mueve ni una sola hoja. El murmullo del mar apenas es imperceptible, se siente solamente una vibración en la cama, amanece temprano.

Cuando abres la puerta y sales al balcón, te sientas en una tumbona a escuchar el mundo. El mar deja de ser una vibración para convertirse en un sonido a respetar. En el balcón es todo lo contrario a silencioso y calmado a estas horas de la mañana. Multitud de voces conforman un coro.

Por aquí pasan dos loros verdes, aleteando rápidamente, con su vuelo recto. En las ramblas de Barcelona estarían en una jaula para deleite de los niños; aquí apenas el color verde es una pincelada de color entre el verde del jardín. Pero su grito de “aquí vamos” mientras vuelan, consigue imponerse al del mar, durante unos segundos. Hay unos pájaros negros, parecidos a garzas, que hacen unos ruidos difíciles de asociar a pájaros. Otros pasan  volando rápidamente, haciendo voces, como si se tratara de un despertador. Luego los finos cánticos de un pájaro que no veo pero que podría ser un canario, se me antoja que tiene que ser pequeño.

Se oye el chorro de una manguera, parece que regando. El césped está cuidado. Las palmeras son limpias, con su tronco desnudo, sus hojas sin enredos y sin mezcla de ramas, todas en su sitio. Las palmeras dan un toque exótico al jardín del hotel. Hay mangos, que contrastan con las palmeras, por sus hojas alargadas y sus líos de ramas entrecruzadas. Otros árboles, algo más secos, sorprenden porque están secos; nunca hubiera pensado que era posible en Costa Rica una estación tan seca que hiciera disminuir el verde salvaje hasta verde mezclado con amarillo.

El balcón tiene dos tumbonas de madera y está rodeando de una valla blanca, que no es de madera, revelando que no se trata de un hotel con tradición, sino de un hotel nuevo. Curioso que nadie hace muchos años no descubriera el Océano Pacífico, y se viniera a hacer aquí unas casas de madera para contemplar la puesta de sol que vimos ayer al llegar.

La marea estaba bajando, la arena oscura hasta hacerse negra, el sol descubriéndose desde detrás de unas nubes para salir corriendo a esconderse bajo el horizonte. Las olas rompiendo y arrojando agua sobre la suave pendiente de la playa, que después volvía, dócil, pero constante hacia el mar, casi haciendo perder el equilibrio.

Las propias huellas en una playa vacía, larga, larga, limitada a ambos lados por las rocas de la costa y al frente por el cielo entre naranja y gris por la bruma, entre azul pálido por el anochecer, el negro oscuro de la arena y el verde de la vegetación, esta sí salvaje, asomada a la playa.

En algunas zonas de la playa multitud de cangrejos ermitaños, pequeños, con conchas alquiladas, haciendo carreras hacia arriba de la pendiente de la playa. Y otros cangrejos grises, de camuflaje, que corren de lado a una velocidad increíble.

Ya he localizado al jardinero, gorra violeta de visera desteñida, camiseta blanca de publicidad roja. Rostro oscuro, pantalones curiosamente a juego con la gorra, pero más desteñidos.
La rompiente estará a unos doscientos cincuenta metros, pero por el sonido se adivina una ola salvaje, potente, capaz de transformar dura roca negra en fina arena negra, con un color azul irisado bajo una pequeña película de agua. Es un ruido que envuelve el resto de sonidos.

El mar parece sentir placer al golpear la arena, revolviéndose sobre sí mismo en la pendiente para después, levantarse y golpear.

STOCK> Febrero 2010

Mi  mujer me dice siempre que los hombres cuando comemos rodeados de gente, tenemos algo de pedante. Me he estado fijando y tal vez no le falte razón. Sea cual sea el tema de que hablamos, parecemos poseídos, cuando tenemos público, de una forma de decir las cosas, como si tuviéramos la verdad absoluta, como en un escenario.

En  nuestra vida profesional a veces hacemos gala de la misma pedantería que en una mesa, y hablamos como si la demostración de lo que decimos viniera dada por nuestra convicción, haciendo amigos, dicen por ahí, y no hiciera falta poner encima de la mesa hechos contrastables que permitan tomar una decisión.

El otro día hablaba con un operador logístico en Colombia. El tema era convencerles de que un WMS comercial, ya casi me acostumbro a no decir SGA por aquí, era lo que ellos necesitaban. No eran capaces de apreciar cuales eran las limitaciones de su sistema, realizado por su departamento de informática, en cobol. Obviamente el razonamiento del director general era simple, “… demuéstreme que nuestro sistema es malo, y le compraré el suyo”.

El argumento  de que todo el mundo tiene uno, o está poniendo uno, es peligroso. Ponemos en tela de juicio la capacidad de las empresas, de los directivos, de los departamentos de IT de darse cuenta de que necesitan algo, con sus propios criterios, los estamos menospreciando.

Tampoco podemos atacar los problemas que ellos tienen, porque eso demostraría su incapacidad de resolverlos. Un cliente no tiene un problema sino una oportunidad de mejora.

He oído en una presentación una frase de un ingeniero americano que no recuerdo para citar, pero que refleja una de esas cosas básicas:
¨Un gerente va a preferir convivir con un problema que no puede resolver, antes de aceptar una solución que no puede entender¨

¿Qué hacemos? Obviamente el mercado está lleno de cursos comerciales, acerca de cómo vender productos y servicios. Desde luego el primer consejo que doy, y que me doy a mí mismo, es olvidarme de las verdades que solamente el vendedor conoce, por su alto nivel de conocimiento del problema, es decir, un poco de humildad.

Acerca de los WMS (SGA), de su necesidad, de sus ventajas frente a un sistema interno y sus ventajas frente al módulo de su ERP, aunque este sea tan bueno como SAP.

Como en cualquier área de la empresa, para gestionar algo es necesaria alguna herramienta, aunque  solamente sean unas hojas de cálculo. Un almacén requiere algunas neuronas, además de estanterías, carretillas, espacio y operarios. Esta herramienta se llama WMS (Warehouse Management System). No confundir la gestión de los stocks, el inventario que se le confía al jefe de almacén, con la gestión del almacén, con la necesidad de servir los pedidos cuando se lo piden, completos y a tiempo.
Hace 15 años el elemento clave fue la aparición de una tecnología, la radio frecuencia, que permitía comunicarse con los operarios en tiempo real. Hoy en día esta tecnología ha evolucionado hasta tal punto que cualquier informático puede usarla. Sin embargo, la experiencia, el trato con muchos logísticos, resolver problemas en muchos almacenes diferentes, permiten desarrollar un sistema mejor que con un solo problema para pelearse.

Un estudio reciente que he leído dice que los departamentos de IT gastan casi un 70% de su tiempo en mantener los sistemas que han hecho. Incorporar las últimas tecnologías, como la voz y el RfId, que ahora están de moda, y los procedimientos más eficaces, está mucho más cerca de un sistema comercial que de uno interno.

No lo olvidemos, el coche del futuro es la panacea, pero solamente nos servirá si lo tenemos hoy, no en el futuro. Aunque seamos capaces de hacer un gran sistema, necesitaremos tiempo, y para cuando lo tengamos, tal vez hayamos perdido la ventaja competitiva que nos aportaba.

Aunque mencionaré el mejor ERP que conozco, lo mismo se puede decir de casi cualquier otro. Conozco logísticos que se han pasado años para demostrarle a su dirección de que necesitaban un WMS, y no SAP. Aunque sonará algo fuerte, SAP no tiene ninguna instalación en el mundo,… que no sea conectado con SAP como ERP.

Existen buenos consultores en logística que conocen bien SAP, pero no son demasiados y están bien pagados. Los instaladores de SAP (empresas que instalan) no conocen, en general, los problemas del tiempo real. Cuando, después de instalado, algo no funciona del todo bien a las seis de la mañana, ¡a ver qué instalador de SAP tiene servicio!

El módulo WM (Warehouse Module) de SAP está hecho para que algunos de sus clientes importantes que no tienen una logística complicada, no necesiten otros sistemas. SAP es consciente de que su WM no puede resolver problemas complicados y publica extensamente cómo integrar un WMS externo con su sistema; si se hace bien, la integración es tan buena entre SAP y su módulo WM como entre SAP y adaia, por ejemplo.

Y si nos fijamos en el precio, entonces no hay color. adaia es mucho más barato, aún cuando SAP nos “regale” su WM, sus licencias.