miércoles, 5 de noviembre de 2008

Crisis: Editorial LeuterComunica Noviembre


Después de 15 años, en LEUTER hemos conseguido hacer muchas cosas de forma fácil, casi por inercia. Algo está cambiando en el mundo. Los especuladores han conseguido crear un mundo paralelo, en el que la riqueza viene derivada del pelotazo. El problema es que su mundo estaba basado en el nuestro y, desgraciadamente, su derrumbe nos está arrastrando en forma de desconfianza entre bancos, entre países, entre consumidores, entre todos.

Los dinosaurios, los especuladores, se batirán en retirada. Los triunfadores serán aquellos que sepan volver a lo básico. El mérito de hacer las cosas cuando se hacen bien; buscar resultados en cosas mínimas que van haciendo el trabajo bien hecho; las ganas de emprender, de crear, de innovar; de no dar por sentado que algo se pueda conseguir hasta que no se hace el esfuerzo necesario para que suceda. Cosechar éxitos, sentirse orgulloso de los resultados.

LEUTER empezó así y volverá a ser así. Formamos, estoy seguro, un equipo de gente fantástica. Gente que es capaz de hacer las cosas bien. La experiencia nos asiste. Tenemos una misión que cumplir, desde siempre: hacer que la sociedad, la logística, los almacenes puedan sacar beneficio de nuestra experiencia.

Algo está cambiando en el mundo, volvamos al sentido común, al esfuerzo de todos por conseguir los mejores resultados. Seguro que vamos a hacerlo.

Cuento: Ministerio de asuntos internos

Un ejemplo de que el dinero puede hacer mucho más que el esfuerzo de muchos, es el anuncio pagado por una empresa americana, Nike, en donde uno de nuestros mejores deportistas, Pau Gasol, catalán por más señas, advierte de que hay algo más que nuestro país nos admire, y que es más importante que el mundo admire a nuestro país.

La bandera enorme que Federico Trillo dejó en la plaza de Colón, el invento de la letra de un himno, la conciencia que nuestros políticos intentan despertar en nosotros, con nuestro dinero, se queda a la altura del betún viendo el anuncio que, lo confieso, servirá para que yo elija NIKE siempre que pueda.

Just do it (¡Hazlo!) o ¡Podemos! o Yes, we can!

Cuento: La feria


La feria es uno de los lugares más falsos y más tramposos que uno se pueda encontrar. Las carabinas que sirven para conseguir regalos están trucadas para que no disparen bien y, aún así, los regalos valen menos que lo que se paga por un tiro.

Y sin embargo, los niños se mueren por ir a la feria, y disfrutan lo que no está en los escritos.

La feria de La Granja es parecida a cualquier otra feria ambulante. Luces para que todo parezca más grande, puestos de saltar, puestos de hamburguesas, coches de choque, y las versiones modernas de los tiovivos, con motos, coches de bomberos, de policías,…

También hay atracciones hinchables. Este año la ballena incluso se movía y los niños se tiraban desde la boca.

Los feriantes están escondidos. Detrás de la música, de la alegría de los niños, sus adustas caras reflejan que algo no es, tampoco, como parece. Cuando apaguen la ilusión aquí, se irán allá, y la rutina no es consejera de ninguna ilusión, la rutina genera el mundo real que está detrás de la feria.

Cuento: Lo que vale la pena

¿Qué vale la pena, qué no, y por qué cosas merece la pena trabajar o esforzarse?

¿Te imaginas un huerto con árboles frutales en flor que se transforman en violines?

¿Por qué tópicamente los hombres se sientan delante del televisor a ver el futbol o los deportes, perdiéndose el crecer de sus hijos o un maravilloso atardecer?

¿Qué pasaría si decidiéramos que la poesía no aportaba nada para incrementar la felicidad de los que la escriben?

¿Por qué un buen cuadro es mejor que una buena foto? ¿Por qué un lienzo contiene algo más que la imagen que representa?

¿Por qué es necesario mantener ordenada una casa para poder vivir en ella?

Cuando era joven, joven de verdad, 18 años, cuando quería cambiar el mundo, el fútbol sólo era circenses,… y los que trabajaban iban cantando, para exteriorizar su felicidad o tal vez para ocultar su falta de panem.

Después de todo este tiempo de hacer cosas, de ver gente, situaciones, países, reacciones y personas, seres humanos y más seres humanos, he comprendido que nada de todo lo anterior tiene sentido y cualquier cosa lo tiene.

Lo que alguien haga porque quiere hacerlo. Lo que alguien mire, oiga o sienta porque quiera mirar, oír o sentir.

Basta con pensar que existen muchos millones de personas que comen perro, para poner en duda si esto está bien o no.

Basta con pensar que existen millones de personas que tienen más de una esposa como para que dudemos de nuestra ética (perdón por trivializar el concepto).

Basta con que queramos, para aceptar la ética como única aunque, eso sí, respetando que otros la tengan diferente.

Educar a nuestros hijos, leer, analizar, pensar, tener opiniones, respetar a los demás, la amistad,… pero también el fútbol, las mujeres, el trabajo bien hecho en cualquier cosa.

Creo que la vida es una suma de cosas y que la importancia de cada cosa depende de cada uno.

Cuento: Nieve

La gente que conozco, y que identifico como feliz, consigue hacer de la rutina del día a día su motor.

La nieve me devuelve siempre hacia un pasado de crío. Era raro ver nevar, diferente, lo mas alejado de la rutina.

Cuando se es un crío los minutos pasan como horas,... lentamente, ¿falta mucho?

Siempre me ha emocionado la historia de Xoroi, el ser 'diferente' de Menorca, y matado por 'diferente', ... y por la nieve.

Cuenta la leyenda que todos perseguían al monstruo hasta que su rastro desaparecía al borde de un acantilado. Nunca pudieron dar con él.

Un día sucedió que la nieve cayó sobre Menorca, y siguieron sus huellas hasta la cueva,... y le mataron.

Cualquier turista conoce hoy la cueva que lleva su nombre, homenaje a un ser 'diferente', ... y a la nieve.

Hoy, la nieve me provoca una sensación de quietud; el tiempo se detiene; pisar la nieve sin ruido, el aire quieto, seco y frío en la garganta.

La eficacia, supongo que un concepto incomprensible para mi Petit Prince, es lo que mueve mi mundo de hoy; que poco entienden de cosas importantes los adultos, diría el Principito.

Las personas eficaces, además de querer lo que hacen, única forma de poner de su lado la rutina, son constantes, son predecibles.

Para que te identifiquen como feliz, hay que amar lo que haces,... y también te tiene que gustar la nieve.

Cuento: El tramoyista



El tenor y la soprano estaban sobre el escenario. Él, con casi cincuenta años cantaba con la experiencia, había vivido años mejores. Ella había encontrado con él algo de paz en el camerino, antes de la función.

La vida de los dos había llevado caminos similares: juventud, ilusión, trabajo y normalidad,… rutina.

Estaban cantando con profesionalidad uno de esos duetos de opera en donde los dos se declaran amor y entusiasmo mutuo, con el escenario partido en dos y es como si no se oyeran. El fondo del escenario era el jardín de la casa de ella, a donde él había acudido para estar más cerca, y hacer más doloroso el amor no correspondido.

Entonces pasó algo fuera de lo normal. El tramoyista cometió un error y bajó un escenario diferente. En lugar del jardín, bajo el del atardecer anaranjado que debía venir un acto después.

Al ver el error, el tenor y la soprano sintieron volver las primeras ilusiones, cuando el espectáculo, el amor del público, que todo saliera bien, eran importantes. Se esforzaron por poner algo más de su parte en el dueto: recuerdos de días en los que la música era lo único.

Las notas que iban saliendo de sus gargantas crecían y crecían y se esparcían por la sala, ocultando el error del escenario. Ella contestaba y él se cada vez sentía más verdadero el dueto. El dueto se convirtió en algo fuera de lo normal, diferente de lo que habían hecho en los últimos años, día a día.

Al terminar, la ovación del público se comió la sala y duró varios minutos. Hoy todavía se recuerda el dueto que fueron capaces de cantar dos artistas después de una vida profesional normal, en una circunstancia anormal y que convirtió esos minutos en lo más grande que los dos habían vivido siempre.

Política: Dos, Doscientos, Dos mil

Dos personas pueden cubrir sus necesidades básicas fácilmente. Entiendo por necesidades básicas las que permiten obtener comida y eliminar los residuos que producen. En la filmografía americana podemos encontrar innumerables ejemplos de náufragos o escenarios idílicos en donde esto es posible.

En los años sesenta, hastiados de lo que se estaba creando: la sociedad de consumo, surgieron las comunas de los hippies. Intentaban contraponer el orden establecido en nuestra civilización, demostrando que era posible que doscientos seres humanos vivieran como dos, para conseguir un ideal de libertad.

Un buen intento, pero algo muy básico no funcionó, o más bien, funcionó como debía. Quedaba bien ser identificado como un antisistema y juntarse con otros parecidos de parecidas ideas. La demostración de que no funcionó es obvia: hoy no existe.

Cuando las dos personas pasan a ser doscientas, es necesario que, para mantener las relaciones que justifican la creación del grupo, se resuelvan las pequeñas cosas del día a día, la intendencia.

La naturaleza única de las cosas cambia solo por el tamaño, es decir, el mismo problema que es para dos comer y eliminar sus residuos, pasa a ser otro problema muy diferente cuando de dos, pasan a dos mil, no porque el problema cambie, solamente por porque lo hace su tamaño.

La solución a este segundo problema exige que surjan en el grupo, personas “capaces” que puedan resolverlo, y esto, obligatoriamente, genera clases: la de aquellos que esperan que se solucione todo, solamente por su decisión de pertenencia al grupo, y la de aquellos que pasan a la acción y resuelven.

Esta situación tiende, irreversiblemente, a que los que trabajan acaben saliendo del grupo porque lo consideran de justicia y los que no, porque a pesar de las expectativas, no son capaces de subsistir.

Si pensamos en la diferencia de tamaño entre dos y doscientos (contar dos euros es un segundo, contar 200 puede ser un minuto), y lo que radicalmente cambia el mismo problema, intentemos imaginar la situación cuando se trate de 2 millones (contar dos millones de euros, moneda a moneda, nos lleva,… 7 días).

Los individuos ‘capaces’ tienen dos virtudes fundamentales que normalmente van de la mano. Lo primero es que son capaces de representar el ideal del grupo, entender y representar los elementos diferenciales. La segunda virtud es que son capaces en el sentido literal, de resolver, de ejecutar o de hacer cualquier cosa que sea necesaria, para el interés del grupo.

En este caso sigue siendo necesaria la existencia de individuos “capaces”. Ya no pueden resolverlo todo por sí mismos, y crean una organización, en donde los no capaces deben aportan su grano de arena para resolver los problemas.

Hablando de organizaciones, a lo largo de la historia de la civilización se pueden encontrar muchos ejemplos de organizaciones diferentes, con cualidades y defectos o con aspectos o conductas positivas y negativas, según el filtro que apliquemos.

Nadie se atrevería a criticar a la civilización Griega (Platón, Aristóteles,...), y sin embargo, desde el punto de vista de nuestra civilización actual, deberíamos de haberlos invadido y reducido a escombros, ¡tenían esclavos!, independientemente de si los consideramos sirvientes; los esclavos no votaban y no tenían nada que ver con el sistema.

No sé si sigo influido por la filmografía nortemericana o es real, pero la sociedad Azteca tenía conocimientos que tardaron cientos de años en ser descubiertos en nuestra civilización. Deberíamos de haberlos invadido y reducido a escombros para que abrazaran la fe: ¡sacrificaban vírgenes en honor a sus dioses!

El mundo musulmán inventó los números, y el cero y la hospitalidad. Deberíamos haberles invadido y reducido a escombros para que abrazaran nuestro sistema de paridad. ¡Consideran a las mujeres como un objeto maltratable!, ¡ocultan sus atributos tras asfixiantes telas, para evitar despertar deseos impuros! Deberíamos haberle quitado un pedazo de sus tierras, y crear una civilización parecida a la nuestra en su interior, como ya hicimos con Israel.

Incluso en nuestra civilización occidental, podemos encontrar desviaciones enfermizas relativamente recientes: ¡El nazismo!, Un sistema democrático permitió establecer a Hitler una dictadura. ¡Hoy día, la mayor democracia del mundo tiene un campo de concentración en Guantánamo!

Uno de los ejemplos más recientes es el de Irak, en donde un dictador impide que su pueblo se mate entre sí, pero es chulo (prepotente), incómodo, y además no nos da petróleo barato. Deberíamos de haberlo invadido y matado al dictador para que puedan volverse a matar entre ellos. Es un hecho consumado.

No se puede criticar ninguna organización humana por su definición o sus fundamentos, ni por sus efectos secundarios, ni por sus desviaciones.

Hasta ahora, solamente he hablado de las dos necesidades básicas. Pero me gustaría reflexionar si es básica o no la necesidad de ir a Euro Disney (valga este absurdo, que sería el mismo que comprar una camiseta a la moda, o una TFT de alta resolución, o un iPhone).

Aunque cualquiera que piense que la sociedad de dos en la playa sea la perfecta, la sociedad (solamente por el número), va creando empresas, carreteras, servicios, sueños y estableciendo como resolver otras necesidades que, aunque parezcan superfluas, acaban siendo tan importantes como las básicas (justicia, educación, ocio,…).

Ante esta situación, real, solo caben dos opciones: rechazar las necesidades superfluas y volver al inicio de este artículo, o asumir el mundo real que muchas organizaciones, la civilización, muchos errores y el trabajo y la ilusión de millones seres humanos han construido, con sus ventajas y sus defectos.

Para que todas esas cosas existan, para que se puedan considerar necesidades básicas (ya sé que es un absurdo), es necesario una organización con una complejidad mayúscula, en el cual los “capaces” no tienen necesariamente que ocupar el poder. En una organización así, la inmensa mayoría de la población queda al margen de cualquier tipo de implicación (porque no quiere o porque se siente incapaz), en ninguna organización común.

La civilización Occidental ya está muy por encima de los 2 millones, hablamos de casi 1.000 millones (siguiendo con el cuento de los euros, nos costaría un mes, 24 horas al día, contar 1.000 millones de monedas de un euro).

Uno de los pilares de cualquier organización es la de elegir a los realmente “capaces”. En nuestra sociedad nos hemos dado un sistema para elegir a las personas que crean y modifican la organización, es una parte de lo que denominamos democracia.

Diferentes personas en diferentes circunstancias crean diferentes organizaciones. La elección de los que ostentan el poder es sustancial para construirlas.

“La democracia es la peor forma de gobierno, excepto todas las otras formas que se han probado de tiempo en tiempo”. Esta frase es de Winston Churchill, en 1947 (por cierto, esta es la cita correcta, no como la usó Kennedy años después: “…el menos malo de los sistemas…”).

Cuando las organizaciones creadas por la democracia no funcionan se le puede echar la culpa original a la democracia:

“Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento.” Nelson Mandela 1998.

Hoy en día, en todas las democracias que me vienen a la cabeza (no es algo riguroso, solamente un convencimiento personal basado en mis ejemplos conocidos), otra figura, que no son las personas capaces, ha devenido en árbitro en la designación de los “capaces”: los partidos políticos. Les achaco gran parte del mérito y de la culpa de la situación de deterioro de nuestra civilización.

Sería inocente pensar que los avances sociales actuales hubieran sido posibles sin los partidos políticos. Pero también los creo insuficientes y también los creo exagerados.

Insuficientes porque las situaciones de desigualdad siguen existiendo en todos los ámbitos de nuestra vida.

Exagerados porque han permitido, por parte de la mayoría, establecer un sistema de vida torticero en donde algunas cosas se producen sin ninguna necesidad de esfuerzo para conseguirlas, lo que a su vez, genera una falta del dinamismo que debería permitir establecer ciertas reglas en el mérito, que no tienen que corresponder solamente a “tanto tienes tanto eres”, y que me parecen imprescindibles en cualquier fase de la vida. La propiedad o el control de algo se han convertido en moneda de cambio que los partidos políticos usan habitualmente para su perpetuación.

Los partidos políticos han hecho mediocre la elección de los “capaces”. El poder reside en algo que no necesita demostrar nada, en las siglas, no en los candidatos. Así, ninguna persona que llega a dirigir, puede poner en duda la organización vigente, a la que le debe su elección, ni la forma de elegir a los capaces.

Alguien capaz debería de poner en duda cosas fundamentales, y con la mediocridad imperante de los líderes políticos en el mundo, esto no es posible hoy en día, y con el poder de los partidos políticos, desgraciadamente, tampoco será posible mañana.

Veamos las dos características que debía tener una persona ‘capaz’ en una organización menor. La asunción de pertenencia a un grupo, compartir su definición exige ser diferente de algo. Esta característica es la que llamamos liderazgo.

En mi juventud universitaria con el ambiente revuelto lleno de transición y reivindicaciones, individuos como yo (quiero creer no manipulados) subían a la tarima de una clase y me convencían de que había que hacer esto o lo otro, incluso de que era necesario correr riesgos corriendo delante de ‘los grises’.

Estoy convencido de que existen muchas personas que en diferentes momentos pueden representar este papel, y estoy seguro de que en la clase política no es encuentra ni la mínima parte de ellos.

SI levantamos la vista para tomar perspectiva, su movilización exige alguna injusticia, alguna diferencia a alcanzar con respecto a ‘lo normal’, o una confrontación de dos cosas. En mi opinión, esa es la razón de que este tipo de personas, con esta característica, se vean pocos, en nuestras sociedades, acomodadas y seguras en su propia definición y existencia.
Necesitamos algo parecido a un invento, o no, como el cambio climático, por ejemplo, que pueda ser un negocio, para que existan personas valiosas que busquen metas elevadas o enarbolen este tipo de banderas (Yes, we can?).

La otra característica, la capacidad, se consigue por el conjunto de capacidad personal intelectual, aprendizaje, experiencia y solo tangencialmente por la cultura. Personas capaces en el mundo hay muchas, ya que consiguen resolver los retos parciales que la sociedad crea día a día.

Volviendo a mis partidos políticos, la competencia interna no es el mejor caldo de cultivo (lo digo externamente sin haber participado en ninguna organización de este tipo, aunque sí tratado con personas que sí pertenecen), para obtener personas capaces. La lucha de poder no es siempre algo en lo que triunfen los más capaces sino los más sociables, los más hábiles en las relaciones personales, en suma, no los más capaces.

En cuanto a la formación en liderazgo, considero que tampoco es posible que los partidos políticos engendren a auténticos líderes. Volviendo a mis tiempos de universidad, no me cabe duda de que entonces los que se afiliaban eran los convencidos de que podían aportar algo, los que tenían ideales, los que querían crear, cambiar. Hoy en día, me temo que la afiliación es más bien sinónimo de conseguir un sueldo extra o una diversión que, si no se ofende nadie, es comparable a unas vacaciones en Euro Disney.

Por esto, porque los partidos políticos no son capaces de proponer a la sociedad individuos capaces, creo que la magnitud de los partidos políticos es una rémora para la democracia.

Y podemos trabajar u opinar sobre cosas prácticas, pequeñas modificaciones que mejorarían nuestro sistema sin tener que romperlo, sin que eso suponga rasgarse las vestiduras y acusar a quien lo plantea de anti demócrata.

Imaginemos que exigimos más votos para ser re elegido que para ser elegido; imaginemos que 8 años no es ni un mínimo ni un límite; imaginemos que obligamos a nuestros políticos a ponerse de acuerdo impidiendo que existan mayorías absolutas; separemos de verdad los tres poderes;…

Recuerden que la afirmación de “un hombre un voto”, desapareció en cuanto aplicamos la ley D’Hont, o dejamos que Jeff Bush fuera el arbitro que asignó 27 delegados a su hermano para que fuera el peor presidente de la historia de EEUU,… y encima fue re elegido con el miedo de sus compatriotas.

También entiendo que la tecnología ayudará como lo ha hecho en todos los ámbitos de nuestra vida, haciendo que las elecciones no sean un proceso tan costoso en tiempo y en dinero como lo son hoy en día.

La crisis: Algo se está moviendo debajo de nuestros pies

Podemos darnos cuenta racionalmente, ignorarlo o entrar en reclamaciones de porqué nadie nos avisó. Una situación como la que vivimos no se arregla con optimismo, ni tan siquiera echándole la culpa a alguien.

Durante los últimos años hemos vivido una situación en donde los retos que se nos han planteado han sido decidir la marca del televisor Tft que íbamos a comprar, la fecha del viaje a Euro Disney, o a cuanto precio podíamos vender nuestra casa, y el precio de la nueva.

Recuerdo uno de esos realyties que ponen en la tele, al que invitan a un personaje famoso, y 100 ciudadanos hacen sus preguntas. Recuerdo que se levantó una persona, mucho más joven que yo, y preguntó que a ver qué pasaba, por qué él... ¡NO podía comprarse una casa!

Recuerdo mis años de esfuerzo, trabajar más allá de lo que mi jefe me pedía, los sábados, las clases particulares, el bocata de calamares (era lo más barato que quitaba el hambre), las noches de no poder dormir, porque no llegaba a final de mes.

Hace ya demasiado tiempo que nuestros jóvenes, al buscar trabajo, le dan demasiada importancia al horario y al salario, olvidándose de preguntar qué van a aprender y de qué les va a servir trabajar. Hemos cambiado la meta; ahora ya no es llegar sino salir, estar, sin necesidad de merecerlo, y nuestras sociedades se han apalancado en la comodidad, en la seguridad, en que el esfuerzo no es necesario si no es recompensado inmediatamente.

En nuestra sociedad de consumo, las personas tenemos claramente diferenciadas dos facetas en nuestra vida: cuando gastamos, y cuando ganamos dinero.

Si alguien no está de acuerdo en esta de declaración, probablemente deberíamos hablar a otro nivel, empezar por la teoría y de algo que hoy NO es nuestra realidad: la sociedad de consumo.

Las dos cosas son igualmente necesarias... y dependientes. No me voy a poder gastar el dinero que cuesta una televisión Tft hasta que no haya ganado suficiente dinero como para pagarla. No me voy a poder llevar a Euro Disney a los niños hasta que no ahorre suficiente dinero como para pagarlo. No me voy a meter en una hipoteca de más del 30% del dinero que entra en mi casa al final de mes.

También es verdad que alguien nos lo puso fácil. No te preocupes, que yo te dejo dinero para que te compres la Tft y te lleves a tus pobres niños a Euro Disney, ¡ah!, y por cierto, aquella maravillosa casa que te gustaría, si te la quieres comprar, yo te dejo el dinero y ya me lo devolverás, cuando puedas, no te preocupes, no te preocupes, no te preocupes,... y ¡zas!

Pero no, la culpa tampoco es suya. ¿De verdad nos creímos que esto no era un cuento?

Damos demasiadas cosas por naturales. Las empresas funcionan porque los empresarios deciden arriesgar su dinero, pero también porque son capaces de sumar más que los sumandos, porque el entusiasmo que generan, la profesionalidad que suman, es capaz de generar valor donde antes no lo había.

Ese valor es el que permite ganar dinero, es el que permite gastarlo. El esfuerzo de todos y cada uno de nosotros para que nuestras empresas nos puedan pagar más, gracias a nuestra APTitud (hay que aprender siempre, sin perder un minuto) y a nuestra ACTitud (hay que esforzarse, ser positivo, echarle ganas), delante de cualquier reto que nos ponga nuestro trabajo.

De esta manera volveremos a estar en la carrera, los buenos llegarán más lejos y enseñarán a los demás a llegar más rápido. Algunos conseguirán más cosas, conseguirán ser envidiados, pero no como especuladores, ni como tiburones, sino como gente capaz, gente con mérito.

La lastima es que estamos demasiado acomodados para una revolución.
La lástima es que nuestros hijos están jugando a la play.
La lástima es que nuestros gobernantes se olvidaron de la política, hace mucho tiempo, cuando entraron en el partido.
La lástima es que nos olvidamos de esforzarnos.

Movamos el trasero: claro que podemos, es cosa de cada uno de nosotros.
Empujemos a nuestros jóvenes, ellos también pueden cambiar el mundo.
Enseñemos a nuestros hijos, ahora que vamos a tener tiempo,... o solamente con el ejemplo.
Busquemos líderes, ánimo para ellos, no hace falta tener pedigree, solamente aptitud (capacidad) y actitud (entusiasmo y ganas).

Pedro Puig (2/11/08)