Las risas se oían desde fuera de la habitación.
Hablaban de muertos y de sexo. Gustaban de recordar sus dos mayores éxitos: sus creaciones no podían dejar de reproducirse, y habían creado toda una liturgia para que aceptaran su muerte: la religión y los universales cementerios.
No estaban seguros de quien había tenido la idea. Una estrategia tan buena parecía no venir del despreocupado ambiente de aquella habitación.
Continuaron riéndose.
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