Cuando le has puesto todo tu empeño; cuando has involucrado todas tus ganas y el esfuerzo te ha salido de adentro, sin necesidad de expresarlo.
Cuando le has puesto una parte de ti apostando un brazo o tu alma a que conseguías algo. Que riesgo es ese, porque, ¡mira que si sale mal! no solo pierdes tu brazo, sino el alma que se ha empeñado. ¡Y que cara es la ilusión!
Cuando consumes los minutos concentrado, con el cerebro a mil vueltas y el corazón latiendo fuerte,...
Cuando te dicen que eres y transmites ilusión y convencimiento, de que dices la verdad honesta más allá de cualquier duda,...
Cuando te das cuenta que las apuestas del momento o ese esfuerzo son solamente una conclusión a tu trabajo a tu empeño, a tu ilusión,…
Entonces y solo entonces es cuando no sabes si reír, si llorar, contenerte o engañarte a ti mismo haciéndote el incrédulo, el prudente. O buscas desesperadamente compartirlo con alguien que sea capaz de entenderlo y valorarlo.
Y algo muy dentro sale del alma y te llega por la boca y te levanta la comisura de los labios: ¡síguelo!!síguelo!