martes, 16 de marzo de 2010

La distancia entre dos puntos

Hoy es lunes y es fiesta por aquí, eso quiere decir que la gente que dispone de una vida no trabaja. Esperando por mi CocaCola, la música suena con ritmo Hawaiano, pero el mar queda muy lejos de aquí. La verdad es que todo queda muy lejos de aquí.
El concepto de lejanía es a la vez físico y mental. Entre dos ciudades ciertamente existe una distancia física: se tardan x horas en llegar de la una a la otra.
Pero hay más conceptos de lejanía. Para llegar a una ciudad es necesario conocerla, aprenderla; dónde se come, en dónde está la gente que vale la pena conocer; qué cosas hay que ver. Solamente cuando empiezas a saber esto, la ciudad está más cerca.
Las ciudades también huelen y la lejanía de los olores se resuelve con el tiempo, cuando tu olfato se acostumbra y desaparecen, no te sorprenden.
Y qué decir de la comida. A veces, para sentirme más cerca de casa, me voy a comer a un Fast-food americano, de estos que saben exactamente igual en cualquier sitio del mundo, incluso en mi casa.
Y la cama, las sábanas, el tacto del agua con los dedos, todo queda lejos.
El silencio es igual que en todas partes, pero no la música. Cada bar, cada restaurante, cada ciudad tiene la suya. A veces la calle tiene música y los coches modernos y silenciosos y destartalados y ruidosos, suenan diferentes,... y los camiones al frenar. Hay ciudades en donde el claxon te advierte de un peligro, en otras te acompaña como música de ambiente. Los timbres y los teléfonos suenan diferentes.
Los acentos también te alejan más o menos a más únicos o a más diversos.
Y el clima, mejor o peor, el sol, caliente o no tanto, pero lejano; y porqué es primavera y porqué no hace frío, porque llueve y porqué no,… lejos.
Hay cosas que reducen automáticamente la distancia: el fútbol, la tele y sus películas, tu equipo, la tecnología, Internet, la música que no oyes, sino que escuchas. Sitios que se te hacen conocidos, lejanos pero que aproximan tu estado de ánimo.
Y el papel que escribes, para que alguien lo lea, lejos,…

Y luego hay otro concepto de lejanía que no es modificable, que es mental. Es en donde están los tuyos, en donde las voces de ánimo, en donde tus olores, tus ruidos y tus sentimientos. Y esa lejanía es siempre la misma aunque cada día se hace más lejana.

lunes, 15 de marzo de 2010

Sensaciones y recuerdos de sensaciones

El sol calentaba de firme sobre la piel, parecía ser el protagonista de todo. Todos los poros sudando. Por las calles estrechas llenas de turistas y de gente, sentada en las terrazas, disfrutando de la conversación, de la sombra, del líquido, del helado. Solamente un extraterrestre sólo, puede mirar y darse cuenta de cuantos hablan, cuantos disfrutan del sol, o simplemente se dirigen hacia algún punto con su mirada concentrada lejos de aquí. Ese calor es el Mediterráneo, que andaba cerca.

“Niágara falls” es un lugar horrible que se salva por las cataratas. También hay un pueblo cerca, “Niágara on the lake”, que es lo contrario. Se diría que su alcalde es jardinero y todos sus empleados, ocultos, luchan por hacer que el pueblo sea un jardín, todas las farolas con jardineras colgantes, los jardines todos repletos de flores y colores, hasta el asfalto se viste de flores y colores.

Una guardia de una noche es una experiencia curiosa entre el seré capaz de hacerlo, y descubrir que todo el mérito es hacer nada durante toda la noche, escuchando los silencios y escuchando nada.

El autobús, de Barcelona a Almería, estrecho, incómodo, hace 30 años. La cabeza ya convencida de hacer pasar las 12 horas sin pensar en porqué las dos ciudades están tan lejos, porqué no esperar, el avión muy caro… Ya falta menos, ya ha pasado una hora, ya por fin recuerdas haber pasado por ahí, si no faltaba tanto. La cabeza inventa formas de llenar el tiempo, de reducir el tiempo que falta, como un guardia. Pero llegas, lo consigues.

Las fiestas de los pueblos de Menorca tienen una luz especial. A veces tienes sensación de peligro, inmerso en una multitud que intenta acercarse a los caballos. A veces sensación de desequilibrio al pisar por todas partes cáscaras de avellana. A veces una sensación de acoso, acaso solo masculino, pero que se torna en femenino en una ceremonia de actividad desatada.

Por razones que no vienen al caso, hace tiempo que no voy a Buenos Aires. Ciudad añorada y querida, con amigos, el tigre y la comida, Me pregunto cuándo podré ir de nuevo, y encontrar más amigos, re-encontrar a los míos. La vida nocturna como la de Madrid, la sensación de oír por todas partes éramos maravillosos, lo juro, lo somos.

Entre los pinos, en lo alto de la colina lo veíamos moverse en la ladera de enfrente, vivo, carrera descendente. Desolación. El calor se sentía en la distancia, el ruido de trueno, en la distancia, pero continuo, devorando pinos, jaleado por el viento. Pronto nos tendríamos que ir de allí, al refugio de la distancia, impotencia. Una línea de llamas bajaba corriendo por la colina.

El patín, catamarán sin timón que se usaba en las playas del mediterráneo, parecía cortar las olas sin darles importancia. Agarrado a la escota, inclinado sobre uno de los patines, a un metro del agua, el viento golpeaba mi cara y movía el pelo, solo pequeños polvos del mar en forma de salpicaduras en la cara. Aterrado por tener que parar, por abandonar la carrera, por soltar la escota, levantarme, empujar la vela y aprovechar la inercia del patín para ponerlo viento en popa y regresar de la carrera, regresar a la playa.

domingo, 14 de marzo de 2010

Me puede enviar un taxi, por favor


Estoy descubriendo que los taxis son una tribuna privilegiada para ver mundo.

En Panamá me encontré con un taxista comunista. Resulta que trabajaba tranquilamente en una empresa semi-estatal, pero perdió su empleo cuando los americanos secuestraron y encarcelaron al dictador Noriega. Entonces lo echaron y se buscó la vida. Ahora es taxista, tiene dos coches, y es un enamorado de que cada cual tenga según su mérito, un empresario.
Sin embargo él me daba una explicación de porqué el progreso no llega a Latinoamérica. La verdad es que llevo meses buscando respuestas, pero la suya es de libro. “Resulta que la alta sociedad explota a la baja sociedad, no hay sociedad burguesa a la europea, y lo que obtiene se lo gasta en el primer mundo. Como a la alta sociedad copa la política, decide no invertir en educación, por lo que la brecha se mantiene.”. Lamenté cuando me dejó en destino, la conversación era fantástica.

Aquí en México me muevo con un taxista de hotel, culto y educado que ha vivido todo tipo de situaciones, la vida no lo ha tratado excesivamente bien, pero guarda como tesoro sus situaciones. Su conversación es absolutamente deseable.

En Atenas es curioso lo de los taxis. Resulta que buscas uno, pero el siguiente que viene está ocupado. No problema, se para igual y te pregunta a donde vas, convirtiendo su taxi en un autobús con paradas. Puedes hacer amigos.

Ayer me fui al cine, a un centro comercial que bien podría estar en Barcelona, en Nueva York o en París. A la hora que era, oscureciendo, me sorprendió ver las anchas avenidas, los elevados y los enormes edificios de Ciudad de México. Me despertaron los zarandeos que me daban los baches que pisaba el taxista en la penumbra y  descubrí lo sucias que estaban las infraestructuras, que junto a los baches me hicieron sospechar que aquí no se es consciente de que hacer bien las cosas incluye mantenerlas.

A la salida del cine, me llevó a casa, a cualquier cosa le llaman casa, el taxista Dar Vader. No es una falta de tacto, sino más bien de respeto por alguien que soluciona su problema físico con imaginación. Tenía un problema físico con sus cuerdas vocales, vamos que no podía hablar casi, y se conectaba con el amplificador del taxi que transmitía sus opiniones con un volumen suficiente como para hacerse entender, sonido metálico, no tan grave como el padre de Luke. Si el taxi hubiera sido moderno, seguro que algún periodista lo habría sacado como tema para un artículo. El taxi estaba viejo, a juego con las avenidas de Ciudad de México.

Por cierto, acerca de la película "oscarizada" que vi, tendré que preguntar a un taxista crítico de cine. ¿Cómo una americana puede hacer una película sobre los protagonistas de su guerra, y ni siquiera intentar preguntarse porqué y para qué? ¿Cómo se puede hacer una película tan fantástica, la veré varias veces, y tan mala y tan repetida como película como es Avatar? Ciertamente cada vez admiro más a los Estados Unidos de Norteamérica y cada vez sé menos porqué. 

Y le pegó con el ojo en el puño


Ya me ha pasado dos veces en México, así que supongo que deberé de ir con más cuidado la próxima vez, no sé si se repetirá.

Resulta que hago amistad con un mexicano, le cuento mis problemas, lo que necesito, la dificultad de trato, la diferencia de culturas,.... Total, que nos vamos haciendo “cuates”, creo que se dice así.

Cuando llega finalmente mi problema, algo que mi amigo me puede resolver, y es una cuestión de esfuerzo, de saber, de confianza…, entonces le pido que me resuelva. A lo que él se pone a mi disposición incondicional. Como mi cultura todavía pesa, le pido que antes de hacer nada me diga cuánto me va a costar. La sorpresa viene cuando la “oferta” de mi amigo es de más del doble de otra que he pedido a alguien con quien no tengo tanta confianza.

Obviamente decido por la propuesta que me parece razonable y pienso que mi amigo ha intentado engañarme, ya que cuando se lo cuento, me ofrece bajar su oferta hasta casi la del otro.

Lo lamentable, en contra de lo que se podría pensar, es que el ofendido es él, que se siente traicionado por mí, por no haberme dejado engañar.

¿Es normal? ¿Ha sido mala suerte?