martes, 14 de octubre de 2014

Acabo de leer el periódico, en Panamá

Hace muchos años cuando vivía en mi amada Barcelona, era “mi pueblo”, con todo lo que esto representa. Después llegaron las olimpiadas y me sentí orgulloso de lo que mis compatriotas hicieron. Debo reconocer que, incluso, hice comparaciones con otros pueblos que no eran el mío, y que no habían conseguido los resultados de Barcelona con unos mimbres parecidos. Josep Miquel Abad respondía entonces al ideal al que yo creía pertenecer (pensé que, por serlo, yo ya era como ellos).

Desde entonces he viajado muchísimo, he conocido diferentes culturas, diferentes formas de abordar los problemas. Llegué incluso a sospechar de quien hacía del tiempo una parte de la solución y a entender después porqué lo hacía, aunque yo no lo compartía. He visto a gente súper religiosa, a gente práctica, casi rozando la ilegalidad, he visto a gente con acentos y pieles bien diferentes, y algunos otros, iguales a mi, que pensaban de forma muy diferente. También he hecho cosas buenas y cosas malas, muy mejorables. Desgraciadamente nada que tuviera que ver con ser como ellos me ha dado ninguna ventaja, solamente he contado con la educación que me dieron mis padres.

He sospechado de la utilidad de la democracia, y diseccionado su definición: democracia electoral (solo se vota)¿lo es?, puesto en duda que la decisión de la mayoría pueda ser la solución de algunos problemas ¿sirve para todo?, la democracia social, como la definición más general y solución a todo,… ¿sí?

He visto votar al presidente Santos en Bogotá, una fiesta de gente y olores. Votaban algo importante y me contagiaron su alegría aquel día. Me quedo con esto, ¿cual es la pregunta?¿porque no puedo votar yo, si solamente se trata de expresar sentimientos?¿votarán todos los que cuentan? o asistiremos a la típica 500 mil según los organizadores, 40 mil según la policía.

Porque, si tenemos que buscar la semilla, lo único que no podemos obviar de nuestro sistema político “desarrollado” que llamamos democracia, es votar. Y para esto necesitamos un tribunal electoral, una ley detrás, que diga qué hacer con cualquier cosa que pase, que nos permita creernos cuanta gente fue, que defienda mi derecho a dar mi opinión. No estamos jugando a ponernos una camiseta con cuatro barras, eso es fácil. Estamos juzgando cómo nuestros gobernantes de Cataluña han tratado la sanidad, transferida desde el estado hace mucho, y tantas y tantas cosas que podían haber hecho mejor, por ejemplo, con el derecho a decidir.

Cualquier otra cosa es una pantomima y, sobre todo, una vergüenza. 
¿A donde se fue el seny de mi amada Barcelona?
No tiene ningún sentido en donde estamos.

domingo, 12 de octubre de 2014

Blade runner

"Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais: Naves de ataque en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas en la lluvia."


Un río que sube 10 metros en 10 minutos bajo la lluvia de San José, en Costa Rica.

Darse cuenta de que ella, en su silla de ruedas, sabe lo que piensas, en Torrellas.

Ver un rebaño de barcos esperando en el Pacífico para cruzar el Canal de Panamá.

Los “motocochos”, motos que  llevan 4 personas, en Santo Domingo.

El acento y el ¿que?,... el latiguillo colombiano.

El hotel de lujo vacío, en temporada de huracanes, en el Caribe.

La calle Venezuela repleta de música en Santo Domingo.

Una cena solo, en río Lerma, en México.

Toronto entero, desde la torre.

Un aeropuerto en USA, cualquiera, todos iguales.

El besugo en el puerto de San Sebastián.

El viento de Cabo Caballería, en Menorca.

La soledad en un hotel de Bogotá, recordando a Forrest Gump.

Un sombrero de ala ancha cantando, y yo comiendo un cocido de gallina vieja, en Panamá viejo.

El taxista charlatán en Panamá, contando su vida.

La marea roja en Flamingo, en Costa Rica.

Las tartas de La Calera, al otro lado de la montaña de Bogotá.

Los caracoles en Figueres.
Y Atenas, el Partenón flotando en un mar de casas.
La barca a Parisina en el Atlántico de Costa Rica.

La hierba y la carne en Tigre, y La Recoleta, en Buenos Aires.

La mirada de mi mujer el día de nuestra boda en Madrid.

Miami Beach por la noche.

Disney world, exactamente como Disney World.
El decadente, muy decadente, casino de Montecarlo.

El frío, muy frío, en Andorra.
El calor del mediterráneo.
Bob Marley en Kingston, Jamaica.
La humedad de Panamá.


No es justo dejar de viajar.