El entorno en donde vivo cuando estoy en Madrid, es
un entorno que, por abreviar, es del PP, y coincide, casi siempre, con sus
opiniones. Como un catalán de los de toda la vida, me piden mi opinión y
esperan que en ella se incluya esa especie de sentido común (“el seny”) que
siempre hemos demostrado los catalanes.
Un amigo mío me recordaba que, dentro de los
desastres que cometió nuestro anterior presidente (sí, sí, Zapatero no fue del
siglo pasado), que su comportamiento con lo de Cataluña no fue otro error:
"...haced un nuevo estatuto para que seáis felices entre todos nosotros,
que yo me encargo de que se apruebe…".
Para obtener el poder, esos a los que después
les encargamos que resolvieran nuestro problema económico, impugnaron el
estatuto e impugnaron otras cosas (el uso de la lengua por ejemplo) que atentan
contra los sentimientos (por hablar de algo importante) de TODOS los
catalanes.
Después obtuvieron el poder y ahora, además de resolver
el problema económico (no sé si ahora los brotes verdes tienen algún otro
nombre), han intentado decirme qué debo opinar acerca del aborto y en qué
idioma debo hablar (o educar a mis hijos), por poner ejemplos, y otras cosas
que, como atentan contra los sentimientos de todos, espero les hagan perder las
próximas elecciones.
Sí, lo del otro día en Cataluña fueron 2,1 millones
según los organizadores, no 7 millones según el gobierno. Alguien lo ha hecho
muy bien y muy mal.
Muy mal porque hemos hecho una votación sin sentido
por dos cosas:
- Porque la han organizado los que
ya tenían una respuesta a la pregunta y, por lo tanto, no era ninguna pregunta
(nada más antidemocrático).
- Porque una votación para ver si establecemos más límites en nuestro mundo
me parece intrínsecamente mala.
Muy
bien, porque una multitud de catalanes confirmaron su capacidad para organizar
algo bien difícil, que todo saliera bien y que, lo más difícil, no hubiera ningún
problema de orden público.
Ahora
solamente queda que los que tienen el poder se dediquen a hacer que todos
nosotros seamos mejores, en lugar de apelar a leyes que otros hicieron para
parapetarse en la inacción.
Por
supuesto los catalanes, como tópico, son gente magnífica, los necesitamos y se
merecen que alguien les haga caso (Rajoy, y Mas son solo accidentes sin
importancia).