GASOLINA CON AGUA
Lo que pasó aquel día rompió en mil pedazos la vida de Juan y no es fácil de explicar o, si lo es, no es fácil de entender en cualquier país y, si se entiende, es inverosímil. Pero es cierto. Nadie me lo ha contado verbalmente nunca a mi, pero es el relato de lo que pasó que está en una sentencia de un juez que sí leí, y que respondía a la denuncia que unos amigos de Juan presentaron para sacarlo de la cárcel.
Dice la sentencia que un individuo, por cierto del gobierno de turno de entonces en Tabasco, se personó en la gasolinera de mi hermano con un camión cisterna (pipa le llama la sentencia) para descargar gasolina, cosa que hizo (no estaba Juan).
Unos minutos después, otro funcionario del mismo gobierno (Juan volvió después que lo llamaran), se presentó en la gasolinera con una denuncia acerca del producto que allí se servía (con agua). Lo comprobó, tras lo cual detuvo a mi hermano para meterlo entre rejas y clausurar la gasolinera.
Juan estaba orgulloso de no pagar un peaje por el negocio de la gasolinera pero, obviamente, no era capaz de imaginar el dragón que estaba despertando.
La justicia del estado de Tabasco actuó bien, tal vez los amigos de Juan también actuaron bien, pero la justicia no fue justa.
El estado de Tabasco, y México por extensión, son condenados a pagarle una indemnización a Juan y a devolverle la gasolinera. Juan ha muerto y todavía no le han pagado, ni le han devuelto la gasolinera. Pero claro, si lo meten entren rejas por vender gasolina adulterada, lo que México era capaz de hacer en contra de mi hermano era mucho,... y malo.