En los múltiples canales que te encuentras en la televisión en Centro América es muy fácil encontrar un anuncio de venta de artículos por correo.
Reconocen tener tan poco valor que, si lo compras, te regalan otro, eso sí, si lo compras en los siguientes segundos o eres de los 500 primeros en llamar.
Y por último tienen que ser culturalmente inútiles, no sirven para nada, es decir, nadie con un mínimo nivel cultural creerá que los necesita, ni siquiera creerá en sus imposibles efectos, aunque te muestren en pantalla la transformación clara entre el antes y el después.
Cuando veo estos anuncios, es imposible no sufrirlos machaconamente cuando ves una película, me doy cuenta de que deben de funcionar, por el mero hecho de que existen.
Me pregunto si los políticos son una suerte de producto que ofrece efectos milagrosos, que no está claro para qué los necesitas, y por la alarma que, según ellos, produce elegir a su oponente.
Y pienso en la democracia y me siento un poco dictador al pensar que todos los que llaman, apremiados por el mensaje de llamar ya, y preguntan, y hasta compran, también votan y eligen una parte del destino de este mundo. Tal vez esa sea parte de la explicación de la elección de algunos de los presidentes de América latina.