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viernes, 28 de mayo de 2010

Y el delantero falló.

Ayer estaba cenando en manga corta cuando entró una mujer con un abrigo. Esto me permite hacer comentarios desde otro mundo, el mío, viendo lo que pasa por delante.

Yo pensé que conocía el significado de la alegría de conseguir algo, y de las penas que cada uno sentimos. 

En la televisión en el restaurante hace bien poco que he podido comprobar la alegría universal que supone ganar un torneo o un partido, aunque no conozcas los protagonistas, aunque no conozcas lo que se juegan, la alegría es igual. Esta alegría la compartimos todos, es lo que justifica el éxito universal de unos Juegos Olímpicos, por ejemplo.

En una esquina del restaurante está una pareja. La mirada de “arrobamiento” de ella es otra forma de alegría, más personal, transpira felicidad. Se le ve el gesto reflejado en la luz del quinqué que ocupa cada mesa. Por cierto, el de la mía desprende un olor especial a alcohol de quemar.

Detrás de la barra un sujeto de mediana edad apenas se ha movido en los últimos minutos. Parece el dueño y pone cara de no felicidad, cara de querer cambiar la realidad. Solo hay cuatro mesas cenando en un restaurante con todos los detalles cuidados, el logo: Red Steak & Beer, los uniformes de los camareros, los quinqués, la decoración…

La mirada parece buscar el error cometido y tiene pinta de estar construyendo las excusas, las razones que se explicará a si mismo y a sus amigos después de lo convencido y entusiasmado con el éxito que iba a ser su negocio. Ya no mira con tristeza, sino buscando explicaciones.

El delantero acaba de fallar el gol tirando por encima del larguero la pelota, a pesar de no tener portero. No sé qué se jugaba, su prestigio, su habilidad, su sueldo, el orgullo de su manada,… pero el minuto que ha estado tumbado en el césped, supongo que expulsando a sus demonios, es otra forma de tristeza.

A veces de repente, una sombra parece rozarte el brazo, acompañando al fresco reinante. Recuerdos de algún momento imposible de revivir, ni por el momento ni por los protagonistas que ya no están ni nunca podrán estar.

Entonces despierta mi oído la canción que suena a suficiente volumen a ritmo caribeño:

La culpa no es de mi,
La culpa no es de ti,
Es que el destino es así.
Los amores cobrando nunca llegan al cielo. 

martes, 4 de agosto de 2009

Momentos

A veces, cuando oyes música, consigues evadirte de todo lo demás y entonces, aislado, tu boca esboza una sonrisa. Lástima que esa sensación solamente dure unos segundos.

El otro día hice una visita a la basílica de Guadalupe, en México, en donde entre el marketing de tantos años, consigues sorprender actitudes que son imposibles de simular, que son verdaderas y, otra vez, tu boca y un poco más adentro, sorprende un sentimiento que dura unos segundos, de profundo respeto.

Cuando de verdad quieres a alguien, es decir, cuando ha pasado tiempo, y la realidad hace de argamasa en tu vida, y ves disfrutar a la persona que quieres, ajena a ti, por cualquier cosa, otra vez, ese gesto de la boca que es como una sonrisa, pero a la vez una catarata de sensaciones que se juntan en unos segundos,… de amor.

Cuando luchas, cuando empleas y dedicas todo tu entusiasmo a algo y, de repente, las cosas empiezan a cuadrar, o algo funciona, o cuando metes un gol, y estás más cerca del éxito. Entonces, desde las profundidades del estomago sube el “…vamos, venga, ya viene,…” y a la boca entornada no llega a sonrisa, pero muestra una determinación que te mueres.

Probablemente todo sea lo mismo y es la felicidad del ser humano solo, autónomo que hace de espectador de la realidad y que en un momento es capaz de juntar un mar azul, una cascada, una ráfaga de aire en el calor, una ola en la playa, o la sensación de calidez que se siente al entrar en una habitación caldeada, viniendo de la nieve.

Esos pequeños momentos son los que hacen soportable el silencio concentrado de no oírte hablar a ti mismo, el calor no protestado, el esfuerzo, el cansancio, la tozudez de las cosas en no hacer lo que quieres, la falta de sensibilidad de los otros seres humanos de no entenderte cuando hablas, de no hacer nada de lo que quieres.

El mundo no ha cambiado. El mundo es un conjunto infinito de escenarios, de actores en donde cada uno desempeña un papel sin director que lo organice, con múltiples escenarios. El mundo cambia a cada segundo. Es necesario encontrar muchos de los mecanismos que hacen que tu boca se tuerza, un lado de la comisura de los labios suba sin esfuerzo, tirante y encuentres dentro de ti, sin ninguna necesidad de nada más, un instante de felicidad, gratis.

Pedro Puig
Volando a Colombia, 3/8/09

viernes, 12 de junio de 2009

Cuento: La guitarra y la voz.

Un cristal con agua cayendo por los dos lados separa el espacio del lobby, con luz propia, del de penumbra interior.

En la esquina de la penumbra una guitarra suena.

Let it be…

Una tele queda fuera de lugar: “Uribe recibe fuertes críticas”. Un busto parlante, sonriente, artificial, habla por detrás de los Beatles.

…Mother Mary comes to me…

Al lado de la guitarra, agazapada detrás de un atril y de un micrófono sale la voz de la novia de Forrest Gump.

… There will be an answer…

Su vestido negro, la luz de las velas, el agua cayendo, el sabor de la malta fría, por el hielo.

Let it be

No hay luces ni focos y la atención no puede ser ni a la guitarra ni a la novia de Forrest, pelo rubio, melena larga sobre el vestido negro y pañuelo años sesenta.

El bullicio de debajo, bajo, acompaña la música: el sonido de un teléfono, los acordes no identificados, la malta,…

“Colombia gana a Perú” dicen los rótulos mientras el busto parlante mueve los labios. Y el ambiente toma protagonismo, y los acordes son cada vez más identificados. Nadie parece hacer ni caso.

… que ha quedado… de aquella amistad,…

… volveremos a sentir…

Ella canta ahora como Presuntos Implicados.

¿Porqué el mundo será tan grande y tendrá tantos rincones en los que sentirse solo?