Siento fría la mejilla apoyada en la almohada, que también está dura. Tengo en la otra mejilla una sensación agradable y caliente. Mis ojos están cerrados y todo está oscuro. Demasiado silencio; me parece que estoy solo en
una habitación sin luz. Estoy tumbado. No hay aire. Ni siquiera hay ruido.
No soy capaz de encontrar el interruptor de la mesilla. ¡No oigo nada! ¡no veo
nada!
Levanto una mano para tocarme la cara, muy despacio. La mano sube sobre
mis vaqueros y mi jersey. Cuando llega a la mejilla, una sensación pegajosa y
cálida me sorprende en los dedos. Abro los ojos y por momentos el negro se
convierte en oscuro, solamente
Intento prestar
atención y empiezo a oír el claxon de un coche que no se calla, se oyen también
unos gemidos. Es de noche. La almohada sigue muy fría. Puedo ver la parte de debajo de un coche apoyado en sus puertas,
encima de las líneas blancas en la carretera oscura, estoy tumbado en la
carretera.
Todo el tiempo ha
estado ahí, pero ahora lo siento dentro de mi cabeza. Rítmicamente me aprieta
hasta hacerme daño y después la suelta.
Dos puntos de luz
casi me hacen cerrar los ojos. Oigo un portazo, ruido de pasos, y unas
exclamaciones y gritos, que no entiendo, se suman a los gemidos y al claxon,
que no para de sonar. Me miro las manos y me doy cuenta que la sensación
pegajosa de antes era un líquido oscuro y denso que cubre todo un lado de mi
cara y que va goteando en el suelo, menos mal que mi jersey no se mancha.
Después de bajar de
nuevo el brazo hasta los pantalones, aparecen otras dos luces blancas, y el
coche y la carretera, se vuelven de color naranja, como en una discoteca.
Uno, dos, tres y mi
mejilla ya no está fría. A mi alrededor alguien me dice no sé qué de estar
tranquilo, que ya han llegado, que no me preocupe. ¿Quién ha llegado?¿qué pasa?
Ya no suena el claxon que se ha callado, y los gemidos suenan más bajos que las
voces.
Necesito limpiarme
la cara pero ya no puedo mover el brazo. Ahora hay muchas luces y más movimiento.
Las luces, entre azul y naranja, se encienden y apagan iluminando un coche
tumbado sobre un lado, creo que ya lo había visto antes.
Una voz me limpia
la cara y ya puedo ver con los dos ojos. La cara me habla, inclinada sobre mi.
Me aprieta el brazo. No soy capaz de entender lo que dice, pero es suave y
amiga. Noto un pinchazo. El agua está templada y sus húmedas gotas me resbalan
por la cara. Alguien me seca la cara con cuidado, pasándome un suave papel.
Estoy sobre una camilla y puedo ver el firmamento de estrellas en la noche
clara.
Mi cabeza me duele.
Ahora está bien, algo me aprieta cada vez más fuerte, hasta que se cansa de
apretar y vuelve a dejarme en paz. De repente me golpean, me mueven, me
zarandean y me vuelven a golpear ¿porqué me hacen esto? Acabo en una habitación
pequeña que tiene una luz blanca que está encendida. Se oye un portazo, un ya
está, una sirena, y de nuevo una voz inclinada sobre mi me repite que no me
preocupe, que ya pasó, que queda poco.
Mientras intento
descifrar dónde estoy, lo que me dice la voz y qué es lo que se mueve, me entra
un profundo sueño, ganas de descansar y dejar de hacerme preguntas. Pero la voz
y la sirena no se callan, la luz no se apaga. Aunque ya no me pegan, sigo
moviéndome.
...
Ella está agachada
mirando una pantalla que emite sonidos. La luz es fría. Está agradablemente
templado y la cama es blanda. Está claro que es una habitación de hospital. Una
voz, que me resulta muy familiar, se inclina sobre mí y me pregunta cómo estoy.
No me duele la cabeza.
Me acuerdo perfectamente, conducía el coche que empezó a dar vueltas a cámara
lenta, le dio un golpe muy fuerte al guarda raíl y empezó a dar vueltas de
campana; no iba solo.
No me atrevo a
preguntar y no sé si la voz se da cuenta por mi cara que no me importa cómo estoy.