viernes, 29 de octubre de 2010

Sancocho con gallina de patio



El sancocho es un plato que he probado en Panamá y en República Dominicana. Es una especie de cocido en donde se ponen muchas cosas, se sirve bastante líquido y se acompaña con arroz. La verdad es riquísimo.

Hoy he entrado a comer en un restaurante típico, de barrio, en Panamá, típico, no turístico, porque yo debía de ser de los primeros extranjeros en visitarlo, y solamente porque estaba ahí, por trabajo. El sancocho estaba fantástico y el restaurante, pocas mesas, pequeño, lleno de parroquianos disfrutando de diferentes platos.

Sombrero gris de ala, bien calado, gafas oscuras con montura de nácar blanco, modernísimas, muy rectas en el puente, oscuro. Camisa fuera de los pantalones, de cuadros azules, micrófono negro en la mano. Llevaba el ritmo despacio, con los zapatos negros lustrados, y suaves movimientos flexibles de los hombros. Cualquiera hubiera dicho que era un disco, o una copia ilegal, porque su movimiento y su abultada figura no se notaban al fondo del Rincón de Eva.

Pero su voz se notaba armoniosa al son Panameño. Todo parecía un cuadro, desde el Sancocho hasta Eva apoyada en la barra con papeles en las manos, pasando por esta gramola de carne y hueso, ideal con una voz de matices, que rimaba incluso con el nivel de conversación de este pequeño rincón. Su son no ha parado en toda la comida.

No sé si en España estaríamos hablando de gallina de corral, pero el sabor del sancocho, el sonido del ritmo y el ambiente del restaurante, componían una escena que, si le hubiéramos preguntado a cualquiera, hubiera dicho que estaba en Panamá.

martes, 26 de octubre de 2010

Al olor de la miel


Acabo de recibir de alguien, muy querido por mí, un típico artículo de periódico acerca de la desconocida, hasta ahora, y sorprendente, capacidad de las abejas para resolver un problema matemático complejo.

Hablo de típico porque tiene todos  los ingredientes que un periodista busca para construir un buen artículo: 
  • Novedad. Un hecho que hasta ahora no era conocido tiene algo importante, y que puede dejar huella en la humanidad y el futuro.
  • Incomprensible. Tenemos atracción por las cosas que no podemos entender, sobre todo si podemos poner ejemplos cercanos. Da igual que se puedan parecer como un huevo a una castaña.
  • Sentido de grupo. Se establece una complicidad con quien descubre algo acerca de otro colectivo, sobre el que el suyo tiene una superioridad aplastante, pero que tiene algo, un detalle, muy superior a nosotros. En este caso, el ser humano y las abejas. 
  • El hecho de qué sean científicos de un país respetado aporta cierto plus de garantía, y también de regocijo, al pensar el tiempo que otros pierden mientras nosotros trabajamos.


Para tener desarrollo, una sociedad necesita individuos que investiguen acerca de cosas como las abejas, ya resueltos sus problemas básicos de comer o reproducirse. Paradójicamente, estas investigaciones consiguen a veces descubrir cosas que luego son útiles para el desarrollo.

Conocer y saber cómo son las cosas no siempre es garantía de éxito. Si nos preguntan que describamos el comportamiento de alguien que para nosotros es valioso, casi sin duda pensaremos en alguien metódico, tenaz, que sigue su camino contra viento y  marea, trabajador,…, parecido a una abeja. Y si preguntamos por el perfil de alguien que no lo es, pensaremos en alguien que cambia de opinión constantemente, sin norte,… como una mosca.

Sin ánimo de demostrar una opinión ni la contraria, los tópicos están para ser respetados, podemos llegar al experimento de la abeja y la mosca para sacar después conclusiones.

Atrape una abeja en una botella de cristal transparente y ponga la parte de abajo de la botella contra el cristal de una ventana. La luz le dirá a la abeja por donde está más cercana la libertad y consumirá su energía en intentar salir por donde es evidente. Incansablemente, perseguirá su objetivo, tenaz, y acabará desfallecida preguntándose porqué el destino la castiga con algo que parece tan fácil y que es imposible (esto último, obviamente es mío, no creo que una abeja pueda pensar).

Ahora haga exactamente lo mismo con una mosca. Desesperada, la mosca pronto se olvidará de la luz al otro lado del fondo de la botella y gastará toda su energía en ir de acá para allá, sin método, sin explorar, pero probando sin ton ni son todas las opciones. Una de ellas es la correcta y la mosca saldrá por el cuello de la botella. Sin entender bien el problema que tenía, sin ver su gravedad, y respirará aliviada después de salvar su vida, resolviendo un problema que no terminó de entender, con una solución que tampoco podría explicar (esto último, también es mío, no creo que una mosca pueda compararse con una abeja).


Menos mal que tengo amigos que me hacen escribir, sino siempre estaría trabajando.