Una élite política catalana piensa que si solamente gobierna a los suyos, tendrá más poder, o no compartirá el que ya tiene. Decide entrar en la estrategia del bucle. Pide algo imposible (votar la independencia) y le explica a su gente que no han querido ni escucharle. Convoca elecciones (con la amenaza de ser plebiscitarias) para demostrar que TODA su gente lo quiere, pero obtiene un resultado muy escuálido (ni siquiera la mitad de votantes están de acuerdo). Pero fíjate tú, que entre todos, los de la elite y unos jóvenes terroristas en potencia de la CUP, tienen mayoría en el Parlament, no todo está perdido, es el momento (si hacemos otro plebiscito será peor).
Herramientas muchas: el patriotismo (cuando Aznar y Perejil le llamábamos patrioterismo), el derecho casi natural (parece obvio que a todo el mundo le asiste el derecho de decir que le sobran las piernas), España nos roba (porque no está claro en cuanto contribuimos), la corrupción del partido que manda ahora en España, la crisis económica (tendrán cuidado de decir que los catalanes no tienen nada que ver) y las situaciones que ha provocado. Además podrán usar la lógica reacción del estado de derecho transformándolo en agresión. No será necesario explicar las consecuencias (no del derecho a decidir, sino del voto). La misma identidad se refuerza: nosotros, que somos los mejores, al menos estaremos igual de bien pero solos. Ilusionante. Ahora o nunca.
Creo que para casi todo el mundo excepto para Donald Trump, el Brexit fue una vergüenza, esto también lo sería, pero lo peor es que las consecuencias serían parecidas: la libra esterlina ha perdido un 25% hasta ahora.
La moneda de la República Catalana no podrá ser el euro, no puede haber dos euros uno sin devaluar (sostenido por un banco central) y otro devaluado. Aunque el estado español actuara con buen corazón hacia su vecino, debería negociar la parte de deuda que debe tener y la que debe tener Cataluña (¿alguien se cree que puede partir de cero? España se estaría jugando su futuro) y, en el mejor de los casos, pactaría según el PIB, 19% Cataluña, 81% España.
Para el resto de los españoles no se incrementaría la deuda, pero ante la pérdida del 19% de ingresos (en forma de PIB), los acreedores se pondrían muy nerviosos y exigirían algunas condiciones que perjudicarían a la gente.
Para los catalanes la deuda se incrementaría en un 25% (caída de la moneda), y la República Catalana las pasaría canutas devaluando para atender las presiones de sus acreedores.
Otro efecto que tendría, a más largo plazo, son las deslocalizaciones. Las empresas huirían de este escenario económico (como “La City londinense”, cualquier cosa que las empresas tuvieran que comprar fuera (energía, materias primas,…) les costaría un 25% más, así que, a medio plazo, las que venden en España se irían a Madrid y las que venden en el mundo se irían a Paris, por ejemplo (como Neymar).
Las fuentes de ingresos, básicamente turismo, disminuirán un 25% y más (de esto se encargará la CUP, cobrándose favores; aunque los españoles seguirán yendo por la diferencia de cambio) y Cataluña no podrá pagar su deuda por lo que seguirá devaluando su moneda.
La ley de desconexión embarga todas las propiedades de España en Cataluña para la República Catalana. España negociaría y se quedaría con el 81%, al menos. Los catalanes pagarían un 20% (81% x 25%) más de peajes.
Hablando de peajes, la República Catalana sería un país fronterizo con la UE así que, aunque fuera transitoriamente (y eso si España va de buenas con sub vecino), sería necesario construir una frontera en Fraga y otra en Portbou. Yo tendría que pasar una frontera para ver a mi madre.
Las ganas que ha implantado la élite en el 48% de la población son inmensas y comprensibles, sobre todo con el ambiente que se ha generado entre todos, pero las consecuencias, si se separan sentimientos y razón, son lamentables y tenemos que evitarlas con o sin independentistas.