sábado, 20 de febrero de 2010

Arráncame la vida

Ya hace días que he terminado de leer el libro y todavía no salgo de mi sorpresa. La razón de que lo comprara fue el fragmento que escuché en un taxi, y mi imaginación se prometía un personaje femenino rebelde, excepcional, un héroe más para emular.

Supongo que mi opinión no tendrá nada que ver con la de un crítico literario, pero…

El libro es muy bueno, se lee solo. La historia es muy buena. Lo mejor es el personaje de Catalina. Es fantástico ver como un personaje es capaz de no ser excepcional ni exagerado, como suelen ser los protagonistas de los libros. Es curioso como Catalina narra, pero no es la protagonista. La historia es la de un hombre, no la de una mujer. El libro empieza con la aparición del General Ascencio y termina con su muerte. La historia es la de una clase de una sociedad, no sé cuánto de real y cuánto de inventada. Si fuera real es machista, egoísta, sexualmente liberal, corrompida, revuelta como los tiempos de cambio que vive.

Primero, Catalina acepta la realidad que no conoce, ávida de conocer, acepta la que va conociendo, disimula la que no le gusta cuando la conoce, sigue la corriente y desempeña el papel a la altura de su personaje de Esposa, ignora la parte de la realidad que no puede aceptar (el general es un asesino), y disfruta exageradamente cuando se sale de ella y pasa de objeto a amada o amante.

Catalina es una mujer con los pies en una realidad, que se va haciendo verdad con el paso del tiempo; una realidad que empieza por inexistente a los 15 años y acaba en el momento en que su esposo muere, toda una vida.

Se pueden inventar seres excepcionales, puesto que están en nuestra imaginación y en nuestros deseos. Catalina, en contra de lo que yo pensaba antes de leer el libro, no es un héroe. No cambia la realidad sino que la hace aceptable. Es mucho más difícil dibujar un personaje así, con reacciones normales. Sufre con su vida, compensa las injusticias que puede, busca salir. Es más próximo a nosotros, más real.

No dudo que muerto el general, la vida empiece para Catalina, pero ella jamás le haría daño a su esposo, a su vida.

Un día me preguntaba cómo compatibilizar el placer de leer con el de haber leído. Cómo hacer para filtrar lo que uno lee, para que sea tan bueno y tan largo, como el tiempo que uno disfruta después de haber leído algo bueno,… experiencia, me contestaron,... imposible, me dijeron. Si a alguien le sirve, “Arráncame la vida” es de los libros que hay que leer.  ¡Olé! Ángeles Mastretta, te seguiré leyendo.

Comentario dedicado a los del Silabario, de Puerto Libre, el blog de Ángeles Mastretta.

martes, 16 de febrero de 2010

Costa Rica

En la habitación, recién amanecido, el silencio y la temperatura dejan una sensación de control, solamente penalizada por el leve “run run” de la máquina del aire acondicionado. El azul del cielo tras las ventanas se antoja como de postal, con nubes blancas de algodón, como en los cuentos, algunas alargadas por el viento que debe de soplar arriba, porque en el jardín no se mueve ni una sola hoja. El murmullo del mar apenas es imperceptible, se siente solamente una vibración en la cama, amanece temprano.

Cuando abres la puerta y sales al balcón, te sientas en una tumbona a escuchar el mundo. El mar deja de ser una vibración para convertirse en un sonido a respetar. En el balcón es todo lo contrario a silencioso y calmado a estas horas de la mañana. Multitud de voces conforman un coro.

Por aquí pasan dos loros verdes, aleteando rápidamente, con su vuelo recto. En las ramblas de Barcelona estarían en una jaula para deleite de los niños; aquí apenas el color verde es una pincelada de color entre el verde del jardín. Pero su grito de “aquí vamos” mientras vuelan, consigue imponerse al del mar, durante unos segundos. Hay unos pájaros negros, parecidos a garzas, que hacen unos ruidos difíciles de asociar a pájaros. Otros pasan  volando rápidamente, haciendo voces, como si se tratara de un despertador. Luego los finos cánticos de un pájaro que no veo pero que podría ser un canario, se me antoja que tiene que ser pequeño.

Se oye el chorro de una manguera, parece que regando. El césped está cuidado. Las palmeras son limpias, con su tronco desnudo, sus hojas sin enredos y sin mezcla de ramas, todas en su sitio. Las palmeras dan un toque exótico al jardín del hotel. Hay mangos, que contrastan con las palmeras, por sus hojas alargadas y sus líos de ramas entrecruzadas. Otros árboles, algo más secos, sorprenden porque están secos; nunca hubiera pensado que era posible en Costa Rica una estación tan seca que hiciera disminuir el verde salvaje hasta verde mezclado con amarillo.

El balcón tiene dos tumbonas de madera y está rodeando de una valla blanca, que no es de madera, revelando que no se trata de un hotel con tradición, sino de un hotel nuevo. Curioso que nadie hace muchos años no descubriera el Océano Pacífico, y se viniera a hacer aquí unas casas de madera para contemplar la puesta de sol que vimos ayer al llegar.

La marea estaba bajando, la arena oscura hasta hacerse negra, el sol descubriéndose desde detrás de unas nubes para salir corriendo a esconderse bajo el horizonte. Las olas rompiendo y arrojando agua sobre la suave pendiente de la playa, que después volvía, dócil, pero constante hacia el mar, casi haciendo perder el equilibrio.

Las propias huellas en una playa vacía, larga, larga, limitada a ambos lados por las rocas de la costa y al frente por el cielo entre naranja y gris por la bruma, entre azul pálido por el anochecer, el negro oscuro de la arena y el verde de la vegetación, esta sí salvaje, asomada a la playa.

En algunas zonas de la playa multitud de cangrejos ermitaños, pequeños, con conchas alquiladas, haciendo carreras hacia arriba de la pendiente de la playa. Y otros cangrejos grises, de camuflaje, que corren de lado a una velocidad increíble.

Ya he localizado al jardinero, gorra violeta de visera desteñida, camiseta blanca de publicidad roja. Rostro oscuro, pantalones curiosamente a juego con la gorra, pero más desteñidos.
La rompiente estará a unos doscientos cincuenta metros, pero por el sonido se adivina una ola salvaje, potente, capaz de transformar dura roca negra en fina arena negra, con un color azul irisado bajo una pequeña película de agua. Es un ruido que envuelve el resto de sonidos.

El mar parece sentir placer al golpear la arena, revolviéndose sobre sí mismo en la pendiente para después, levantarse y golpear.

STOCK> Febrero 2010

Mi  mujer me dice siempre que los hombres cuando comemos rodeados de gente, tenemos algo de pedante. Me he estado fijando y tal vez no le falte razón. Sea cual sea el tema de que hablamos, parecemos poseídos, cuando tenemos público, de una forma de decir las cosas, como si tuviéramos la verdad absoluta, como en un escenario.

En  nuestra vida profesional a veces hacemos gala de la misma pedantería que en una mesa, y hablamos como si la demostración de lo que decimos viniera dada por nuestra convicción, haciendo amigos, dicen por ahí, y no hiciera falta poner encima de la mesa hechos contrastables que permitan tomar una decisión.

El otro día hablaba con un operador logístico en Colombia. El tema era convencerles de que un WMS comercial, ya casi me acostumbro a no decir SGA por aquí, era lo que ellos necesitaban. No eran capaces de apreciar cuales eran las limitaciones de su sistema, realizado por su departamento de informática, en cobol. Obviamente el razonamiento del director general era simple, “… demuéstreme que nuestro sistema es malo, y le compraré el suyo”.

El argumento  de que todo el mundo tiene uno, o está poniendo uno, es peligroso. Ponemos en tela de juicio la capacidad de las empresas, de los directivos, de los departamentos de IT de darse cuenta de que necesitan algo, con sus propios criterios, los estamos menospreciando.

Tampoco podemos atacar los problemas que ellos tienen, porque eso demostraría su incapacidad de resolverlos. Un cliente no tiene un problema sino una oportunidad de mejora.

He oído en una presentación una frase de un ingeniero americano que no recuerdo para citar, pero que refleja una de esas cosas básicas:
¨Un gerente va a preferir convivir con un problema que no puede resolver, antes de aceptar una solución que no puede entender¨

¿Qué hacemos? Obviamente el mercado está lleno de cursos comerciales, acerca de cómo vender productos y servicios. Desde luego el primer consejo que doy, y que me doy a mí mismo, es olvidarme de las verdades que solamente el vendedor conoce, por su alto nivel de conocimiento del problema, es decir, un poco de humildad.

Acerca de los WMS (SGA), de su necesidad, de sus ventajas frente a un sistema interno y sus ventajas frente al módulo de su ERP, aunque este sea tan bueno como SAP.

Como en cualquier área de la empresa, para gestionar algo es necesaria alguna herramienta, aunque  solamente sean unas hojas de cálculo. Un almacén requiere algunas neuronas, además de estanterías, carretillas, espacio y operarios. Esta herramienta se llama WMS (Warehouse Management System). No confundir la gestión de los stocks, el inventario que se le confía al jefe de almacén, con la gestión del almacén, con la necesidad de servir los pedidos cuando se lo piden, completos y a tiempo.
Hace 15 años el elemento clave fue la aparición de una tecnología, la radio frecuencia, que permitía comunicarse con los operarios en tiempo real. Hoy en día esta tecnología ha evolucionado hasta tal punto que cualquier informático puede usarla. Sin embargo, la experiencia, el trato con muchos logísticos, resolver problemas en muchos almacenes diferentes, permiten desarrollar un sistema mejor que con un solo problema para pelearse.

Un estudio reciente que he leído dice que los departamentos de IT gastan casi un 70% de su tiempo en mantener los sistemas que han hecho. Incorporar las últimas tecnologías, como la voz y el RfId, que ahora están de moda, y los procedimientos más eficaces, está mucho más cerca de un sistema comercial que de uno interno.

No lo olvidemos, el coche del futuro es la panacea, pero solamente nos servirá si lo tenemos hoy, no en el futuro. Aunque seamos capaces de hacer un gran sistema, necesitaremos tiempo, y para cuando lo tengamos, tal vez hayamos perdido la ventaja competitiva que nos aportaba.

Aunque mencionaré el mejor ERP que conozco, lo mismo se puede decir de casi cualquier otro. Conozco logísticos que se han pasado años para demostrarle a su dirección de que necesitaban un WMS, y no SAP. Aunque sonará algo fuerte, SAP no tiene ninguna instalación en el mundo,… que no sea conectado con SAP como ERP.

Existen buenos consultores en logística que conocen bien SAP, pero no son demasiados y están bien pagados. Los instaladores de SAP (empresas que instalan) no conocen, en general, los problemas del tiempo real. Cuando, después de instalado, algo no funciona del todo bien a las seis de la mañana, ¡a ver qué instalador de SAP tiene servicio!

El módulo WM (Warehouse Module) de SAP está hecho para que algunos de sus clientes importantes que no tienen una logística complicada, no necesiten otros sistemas. SAP es consciente de que su WM no puede resolver problemas complicados y publica extensamente cómo integrar un WMS externo con su sistema; si se hace bien, la integración es tan buena entre SAP y su módulo WM como entre SAP y adaia, por ejemplo.

Y si nos fijamos en el precio, entonces no hay color. adaia es mucho más barato, aún cuando SAP nos “regale” su WM, sus licencias.