Los culpables: Puigdemont y compañía, les ofrecieron un sentido a su vida y una misión conjunta que permitió que se sintieran “poderosos” o “revolucionarios”, formando parte de un “todo” mucho más grande, y encima solo sonriendo, y sin que le costara nada a nadie.
Era mentira. No había nada a lo que pertenecer, y el coste iba a ser elevado, para ellos y para otros. Tendrían que ser violentos.
Son personas normales de perfiles muy diversos, con una vida normal, o rutinaria, o con problemas.
Comprensión para ellos, cárcel para los culpables.